ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 64
enero-junio,  2021, e15
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2021.64.15

Precariedad y vulnerabilidad de la democracia

Precariousness and vulnerability in democracy

José Manuel Panea Márquez

Universidad de Sevilla

https://orcid.org/0000-0001-6261-0582

Resumen

Precariedad es un concepto que hace referencia fundamental a la falta de medios. A partir de ahí, su naturaleza es proteica: se manifiesta en multitud de aspectos. Pero todos ellos tienen en común conceptos tales como escasez, debilidad, fragilidad, vulnerabilidad. En el terreno político, si hablamos de democracia, o de crisis de la democracia, también cabría descubrir, en su raíz, un proceso de progresiva precarización de la vida política, con enormes consecuencias para la ciudadanía. En nuestra opinión, los problemas a los que nos referimos tendrían, a su vez, una causa más profunda y que podríamos resumir bajo la fórmula: democracia sin ciudadanos.

Palabras clave: 
Precariedad; democracia; virtudes cívicas; liberalismo; republicanismo.
Abstract

Precariousness is a concept which fundamentally refers to a lack of means. Thereafter, its nature is protean: it appears in multifarious aspects. But all of them share concepts such as scarcity, weakness, frailty, or vulnerability. At the political level, if we talk about democracy, or about the crisis of democracy, it would also be necessary to uncover, from its root, a process of progressive precarization of political life, with huge consequences for citizenry. My view is that these problems would, in turn, stem from a deeper cause, which could be summarized under the following formula: democracy without citizens.

Keywords: 
Precariousness; Democracy; Civic Virtues; Liberalism; Republicanism.

Recibido: 18  septiembre  2019. Aceptado: 30  septiembre  2020.

Cómo citar este artículo/Citation: Panea Márquez, José Manuel (2021) "Precariedad y vulnerabilidad de la democracia". Isegoría, 64: e15. https://doi.org/10.3989/isegoria.2021.64.15

CONTENIDO

Para nosotros, defender y difundir la cultura es una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de conciencia vigilante. ¿Cómo? Despertando al dormido. Y mientras mayor sea el número de despiertos…

Antonio Machado

1. INTRODUCCIÓN: INSTITUCIONES Y CIUDADANOS

 

Si nos preguntaran por qué preferimos la democracia a otro régimen de gobierno, seguramente diríamos que protege mejor nuestros derechos y que nos pone a cubierto frente a las arbitrariedades del poder. Como decía Bobbio, la democracia se vertebra en torno al principio de legalidad, al imperio de la ley1Cf. Bobbio (1986: 120-136).; descansa sobre la separación de poderes, y su compromiso con los derechos humanos es también uno de sus ejes vertebradores2Sobre la importancia de los derechos humanos y su debate, a partir de distintos conceptos de ciudadanía, cf. Anchustegui (2011: 10-15).. Además, como diría Popper, nos permite reemplazar a los que nos gobiernan sin necesidad de derramamiento de sangre, insistiendo en que nuestra racionalidad se mide por la capacidad de oponer argumentación a violencia, y esto vale también para la política3Cf. Popper (1983: 404-413). .

En España, tras cuarenta años de franquismo, y sufrir varias décadas el azote, sanguinario y totalitario, del terrorismo etarra4Cf. Savater (2006)., la tan deseada democracia, por falta de cuidado, y por el empuje de los problemas que la aquejan, pudiera estar dando paso a un preocupante desencanto5Sobre este aspecto, una vez consumada la transición española, resulta muy interesante cómo se fue pasando del anhelo al desánimo (Fusi, 2017: 117-142). Esta situación, en la actualidad, ha ido cobrando cada vez más espacio en la ciudadanía, siendo un aspecto inquietante para la fragilidad de nuestra democracia. Cf. Uribe (2017)., con la amenaza real de que se consoliden las bases sociales para su rechazo, y llegue a germinar, por putrefacción, una cultura de la exaltación política de tintes autoritarios; algo que, paralelamente, gana cada vez más adeptos entre los nacionalismos extremistas europeos. Para que la democracia como tal funcione precisará de la ley como garantía fundamental, y de unos principios de justicia que delimiten su marco teórico. Pero no es suficiente. Tras la publicación de su Teoría de la Justicia, Rawls tuvo que abordar a fondo el problema de la estabilidad, acometiéndolo en El liberalismo político6Cf. Rawls (1996: 9-26).. La democracia necesita instituciones justas y una ciudadanía con conciencia y sentir democráticos, porque, al fin y al cabo, las leyes no emergen por generación espontánea, ni se llevan a la práctica como si de un automatismo se tratara. Además, nuestros políticos harán su trabajo en la cercanía o en la distancia con respecto a las demandas de la soberanía popular, y en este sentido, habrán contribuido notablemente a reforzar o a poner en cuestión todo el sistema. Si las expectativas de los ciudadanos se ven postergadas sine die, o traicionadas (y, lamentablemente, de este vicio se ha hecho norma con demasiada frecuencia), al cabo de los años tal erosión provocará frustración recurrente y falta de credibilidad, lo que terminará produciendo una grave fractura, una preocupante desafección7Este tema ha sido estudiado en profundidad por García Marzá (2015: 93-109). entre la clase política y la ciudadanía; entre la casta y el pueblo8Sobre esta temática, cf. los trabajos de Levitsky y Ziblatt (2018) y Mounk (2018). . El gobernante tiene muchos atajos para tratar de camuflar su engaño o desinterés respecto de aquello que se supone que tendría que haber cuidado: a saber, el bien común. Pues resulta muy sencillo culpabilizar al rival, apelando a aspectos emocionales del auditorio, convencidos de que la mejor defensa es siempre el ataque. Elevar la crispación, la intolerancia, frente al ya transmutado en enemigo político por la sola aritmética de los votos, es parte del repertorio de estrategias de distracción que usa el político, proyectando sobre su adversario la tinta necesaria como para hacer invisible las propias carencias. Y tal vez Platón estuviera en lo cierto cuando afirmaba aquello de que cada régimen político fragua un tipo de ciudadano, y la democracia al hombre democrático9 Platón, República (445cd-544e)., que en la caracterización platónica tiende a querer satisfacer permanentemente sus deseos, convirtiéndose en fácil presa de oportunistas oradores, incubándose así la ruina del propio sistema. Algo, en suma, a lo que, parece, seguimos estando expuestos tanto ayer como hoy, pues el narcisismo individualista acaba carcomiendo todo sentido de lo comunitario10Sobre esta cuestión, cf. Orsina (2018)..

Por otra parte, no es difícil imaginar que las reticencias de Platón contra la democracia tuvieran, además, mucho que ver con la traumática experiencia personal que le produjo la condena a muerte del hombre más justo de Atenas, su maestro y buen amigo Sócrates, y todo ello llevado a término, precisamente por mano de los demócratas. Marcado por aquel triste y vergonzoso episodio de la democracia ateniense, comprendió para siempre el inmenso poder de la palabra. Los tiranos y demagogos conocen bien el inquietante potencial del lenguaje, su capacidad para movilizar emociones y dominar al otro con el fin de satisfacer los propios intereses. Y de aquí que un fascinado Polo le diga a Sócrates que los oradores son los más poderosos en las ciudades11Cf. Platón (Gorgias, 466a-d).. No nos sorprende entonces que, en las tiranías, el lenguaje sea lo primero que quede secuestrado, y con el lenguaje, la libertad de pensamiento; o que sin nada que justificar racionalmente, la tiranía se convierta en sinónimo de absoluta arbitrariedad e injusticia en grado sumo12Cf. Platón (Gorgias, 468e-469c)..

2. HACIA LA PRECARIEDAD: LA DEMOCRACIA AMENAZADA

 

Por todo ello, la democracia como tal no nos garantiza que en la práctica pueda encubrirse, tras su envoltorio, un ejercicio autoritario del poder. Este aparece revestido de toda una retórica grandilocuente, que se erige en defensora del pueblo, para manipular las emociones más íntimas del ciudadano, apelando a las ideas de patria, nación, diferencia, identidad, etc. El nacionalismo radicalizado, fanatizado, de raíz romántica, ha vertido mucha sangre a lo largo de la historia, y de un modo particularmente terrible en el siglo XX13Cf. Berlin (1992: 32-37). Indudablemente, el estudio y discusión de la historia de las ideas y de la filosofía política constituye una aportación determinante en favor de la democracia, al señalar los riesgos ideológicos que la amenazan, y mejorar sustancialmente el nivel de reflexión política de los ciudadanos, aunando la perspectiva crítica y la necesidad del pluralismo. Por su trayectoria intelectual, una referencia incuestionable al respecto nos parece el pensamiento de Isaiah Berlin, cuyo trasfondo vital no es otro que el violento siglo XX, sacudido por las guerras y los totalitarismos de distinto signo. Para esta cuestión, destacando la importancia de una perspectiva filosófica plural sobre la política, en el contexto histórico, intelectual y vital de I. Berlin, nos parece fundamental el trabajo de Badillo (2011: 41-70).. En este sentido, convendría diferenciar las emociones democráticas -sincero afán de proteger los derechos, anhelo de justicia- de la astuta democracia de las emociones14Cf. Valladolid (2016)., ejercitadas a su antojo por quienes pretenden servirse de ellas sin ningún respeto por la democracia misma, ni por los ciudadanos15Cf. Cossarini y García (2015)..

El fenómeno populista, en nuestro contexto europeo, como respuesta al descontento de la ciudadanía, tiene mucho que ver con la reacción frente a la política tecnocrática, alejada de las necesidades y demandas concretas de los ciudadanos16Para este tema, cf. Martínez-Bascuñán y Vallespín (2017b).. No es un fenómeno nuevo: brota con fuerza a partir del siglo XIX17Cf. Fuentes (2018)., y su modo de proceder siempre es el mismo: señalar al enemigo y hacer frente común, con el pretexto de defender los legítimos intereses del pueblo amenazado, o, supuestamente, de la nación subyugada. Es una estratagema muy antigua. Sin duda, dicha artimaña se hace más patente en democracias donde el nivel de formación de la ciudadanía no permite la resistencia crítica al poder y a sus manejos: se pisotean los derechos; se borra del mapa a los disidentes; el desorden y la inseguridad jurídica aumentan; y se condena al ciudadano a condiciones de extrema pobreza, mientras el gobernante de turno exhibe un discurso triunfalista, con el que pretende legitimarse.

Pero del mismo modo, nos topamos también con la altiva, prepotente e intimidatoria política de un Trump, justificada a golpe de tweet18Sobre el impacto de Twitter en la democracia y su vulnerabilidad, cf. Martínez-Bascuñán (2015)., con sus drásticas medidas, despreocupado por completo de quienes caen fuera de su círculo electoral. Sin reparo alguno en dividir la sociedad entre los únicos dos tipos humanos que para él existen, los ganadores y los perdedores, Trump es todo un paradigma de insolidaridad, tanto en su política interna como externa19Cf. Aramayo (2018).. Mas lo peor del estilo Trump es que fomenta la radicalización, la división y la polarización de la sociedad, a la vez que cuestiona permanentemente lo que para él no es sino el salvaje Estado, desmantelando, de paso, las bases sociales y políticas de la amistad social, esa philia que Aristóteles consideraba fundamental para la concordia, la estabilidad y la vida feliz de la comunidad20Cf. Aristóteles (EN, VIII: 1155a 23-25).. Más aún, su política es vergonzosa y tristemente beligerante y hostigadora con los más débiles, como se ha puesto una y otra vez de manifiesto en su actitud ante los mexicanos, y en las crisis de los migrantes de Honduras y Nicaragua, endureciendo en todos los frentes su política exterior21Una política exterior que ha seguido una deriva aislacionista, puramente transaccional, endureciendo sus medidas, frivolizando la política y erosionando la confianza y la previsibilidad, por lo que ha sembrado también la desmoralización entre los defensores de los valores liberales (García-Encina, 2018)..

En cuanto al caso español, nuestra democracia atraviesa un momento difícil: tras cuarenta años de dictadura, de la esperanza y la ilusión de los inicios, hemos venido a parar a un escenario de desánimo y desmoralización colectiva, a un progresivo deterioro, precarización de la práctica y de los valores democráticos, y a un vaciamiento tal de lo político, que solo nos ha dejado la cáscara y el permanente ruido informativo, la incansable avalancha de las cifras, los porcentajes en intención de voto, las alianzas posibles, las estadísticas de todo tipo, sin dejar de lado las demasiado habituales noticias falsas. A su vez, la política se convierte en escándalo y espectáculo22Cf. Vallespín (2012: 149-150).. Cada día conocemos un episodio o capítulo nuevo de abuso de poder, prevaricación, evasión fiscal, dudas sobre la honesta adquisición de títulos universitarios, o cuestiones relativas a prácticas que conllevan enriquecimiento indebido. Por una parte, tenemos la política degradada, convertida en circo, en escaparate, en programa de telerrealidad o en lodazal que salpica e inunda todas las esferas; por otra, la dudosa ejemplaridad del político23Sobre la inexcusable responsabilidad del político en cuanto al tema de la ejemplaridad pública, cf. Gomá (2009: 260-268)., que acaba rodando, con demasiada frecuencia, por los suelos. En semejante escenario, se produce el hastío, y una airada indignación ciudadana, acompañada muchas veces de desesperanzado escepticismo, con el riesgo real de alarmantes estallidos de violencia24Recuérdese, a título de ejemplo, el episodio de vandalismo en la crisis de los chalecos amarillos en Francia, en diciembre de 2018. El estallido de violencia, como pauta de actuación, desarticula, desmonta, deslegitima el orden democrático establecido, difundiendo el mensaje de que no hay alternativas políticas a la misma. Este es el mayor riesgo: que se extienda tal convicción, abono del autoritarismo.. El resultado de todo ello es una impaciencia generalizada, el hartazgo y una desconfianza galopantes respecto al sistema, seguida de una peligrosa tendencia abstencionista en aumento, con el consiguiente abandono de la gestión en manos de tecnócratas, detrás de cuyas bambalinas se esconden poderosos grupos de presión25Cf. Simone (2014)..

En España es un hecho constatable la quiebra de la confianza en nuestros representantes y el hundimiento de la fe en los ideales que otrora se anhelaron tanto. En una palabra, estamos, como diría Aranguren, desmoralizados, por lo que urge recuperar la democracia como moral26Sobre esta temática en el contexto filosófico español Fusi (2017: 128-137). J. L. López Aranguren abordó el tema de la democracia como moral en muchos de sus escritos. Como referencias más directas remitimos a Aranguren (1996, OC, 5: 386-561; 2005). Una excelente síntesis del tema, en el contexto de su obra, Camps (1997) y con mayor extensión Díaz (2007). Recientemente, Camps ha reivindicado, muy oportunamente, una nueva ciudadanía, frente a la crisis del modelo liberal, profundizando en la tesis de la democracia como moral. Cf. Camps (2018: 53-70).. Además de la tensión que incorpora la cuestión catalana, la situación se agrava, a cada paso, porque bajo la permanente nebulosa del escándalo y la noticia se aplazan y esquinan los problemas reales que conforman el día a día, y que progresivamente precarizan nuestro espacio vital: en salud pública, educación, investigación y desarrollo, éxodo de universitarios, pensiones, violencia de género, protección de menores, discriminación sexista, cuidado efectivo del medioambiente, etc. A cada paso, los problemas se hacen mayores y más complejos. Y la precariedad, a todos los niveles, avanza. Se discute mucho, se dialoga poco. Mas, sin diálogo sincero, el pluralismo se resiente, y la democracia queda cuestionada en su raíz. Democracia y pluralismo son indesligables. Y, sin embargo, es muy raro encontrar una propuesta que refute con argumentos la rival y avale la propia. El debate ideológico de fondo entre izquierda y derecha parece esfumarse; todo queda reducido a la descalificación del contrario, cuando no al insulto, y como mucho a la contrastación de cifras y datos, que desplazan la disputa al terreno de la gestión eficiente, como si este fuera un asunto técnicamente neutral27Cf. Grayling (2017)..

3. LA PERVERSIÓN DEL PODER: DEMOCRACIA SIN CIUDADANOS

 

Pero, en resumidas cuentas, a lo que estamos asistiendo es a una democracia sin ciudadanos. Por otra parte, con la recurrente batalla política no solo en el Parlamento, sino también, y fundamentalmente, en los medios, lo que nos encontramos es un mundo donde la verdad se problematiza28Sobre la necesaria recuperación de una voluntad pública de decir la verdad, cf. Wolin (2008: 365). y donde la multitud de interpretaciones y opiniones acaban descomponiendo el espacio público, abonando un terreno perfecto para el desconcierto, la desconfianza, el desaliento y el triunfo de los expertos. De manera que la situación no es nada halagüeña para nuestra democracia: la diferencia entre verdad y mentira se evapora; se construyen relatos o narrativas para manipular los hechos con arreglo a los intereses del político; el debate público y la figura del intelectual ceden sitio a opinadores -periodistas- y tecnócratas29Habermas ha expresado magistralmente la situación de fractura entre las élites y los ciudadanos: “Así, a nivel europeo existe un abismo -que llega hasta nuestros días- entre la formación de la opinión y de la voluntad de los ciudadanos y las políticas seguidas para la solución de los problemas pendientes. Por ello las ideas sobre la Unión Europea y su futuro han sido siempre bastante difusas para la inmensa mayoría. Las opiniones competentes y las tomas de posición articuladas en torno al curso del desarrollo europeo han sido hasta el momento en buena medida un asunto de políticos de profesión, expertos economistas y profesores especializados en la materia; ni siquiera los intelectuales al uso han terciado en este tema. Lo que hoy une a los ciudadanos europeos es la actitud euroescéptica que se ha visto reforzada en el transcurso de la crisis en todos los Estados miembros -si bien en cada uno de ellos por motivos diferentes que han contribuido más bien a la polarización-. Esta tendencia constituye un dato importante para las élites políticas, pero no es realmente decisiva para una política europea que, desde hace tiempo, está desvinculada de los foros nacionales. Los campos determinantes de la política europea se forman en los círculos que deciden sobre las policies tras discutibles diagnósticos de la crisis” (Habermas, 2016: 69-70). que tratan de enmascarar su ideología generando la apariencia neutra de una gestión aséptica que se sirve como técnicamente necesaria, con lo que el ciudadano queda en gran medida fuera de juego, apartado del escenario público30 Vallespín (2012: 69-98).. Tras estos desalentadores análisis cabría, entonces, que nos hiciéramos la pregunta de si toda esta confusión de redes31Las redes siguen planteando muchas incógnitas y ambigüedades con relación a su contribución a la profundización democrática. Por una parte, no cabe duda de que encierran tal potencial, que favorecen la des-jerarquización, la horizontabilidad y la auto-organización. Pero, al mismo tiempo, los movimientos sociales articulados mediante Internet son formas débiles de integración, que pueden desvanecerse con la misma facilidad que se formaron. Por otra parte, tales organizaciones son más aptas para la movilización que para la deliberación y la toma de decisiones, precisamente por su espontaneidad. Por lo que, si es cierto que las nuevas tecnologías encierran un alto potencial democrático (facilitan el voto electrónico, la expresión de la opinión en tiempo real, la interactividad o las consultas), sin embargo, también pueden inhibir otras prácticas democráticas que exijan tiempo y deliberación. Cf. Innerarity (2016)., opiniones y medios, y de precarización y progresivo desmantelamiento de un espacio común en el que debatir, no será precisamente lo que soterradamente se pretende, para mayor gloria de la tecnocracia y larga vida del sistema económico al que rinde tributo. No en vano, la deliberación pública y la democracia quedan también hoy muy mermados o seriamente tocados por la neuropolítica, que investiga el comportamiento político desde la neurociencia, haciendo hincapié no en la importancia de la reflexión consciente, sino en los procesos inconscientes, determinantes en la contienda política. La neuropolítica convierte el proceso deliberativo en una lucha de dioses, o de fuerzas, que pretenden imponer una realidad, valiéndose de la manipulación y la razón estratégica centrada en el adoctrinamiento y en el uso de etiquetas. Lo que importa es el triunfo y no el acuerdo; y lo emocional pasa a primer plano32Cf. Lakoff (2007) y Haidt (2012).. Lo decisivo es que el interlocutor cambie su marco mental y acepte el nuevo. Y esto se consigue no con la argumentación racional, sino con la metáfora adecuada. Se da paso, así, a formas elitistas de democracia, alentada, precisamente, por neurocientíficos33Cf. Pérez-Zafrilla (2018).. Sin embargo, y no deberíamos olvidarlo, todo esto tiene, a diario, un alto coste para la comunidad, porque el sistema se erosiona, acaba siendo cuestionado, y puede llegar a tambalearse. En este contexto, no nos sorprende, como decíamos más arriba, el actual auge de los nacionalismos en Europa, y una creciente involución hacia formas de vida cada vez más intolerantes34Cf. Simone (2012)..

En suma, en un mundo cada día más global, donde las comunicaciones e Internet35Sobre la interesante relación entre crisis de la democracia y el big data, cf. González (2018). entretejen una maraña informativa inmanejable, y los ciudadanos quedan aún más expuestos al cálculo político de aquellos que no dudan en manipular sus emociones en beneficio propio, nuestra democracia también se precariza36De aquí la importancia de la participación ciudadana. Para un estudio sobre la democracia española actual, desde la sociología, cf. Requena y Rodríguez (2017)., favoreciendo una preocupante crisis, pese al optimismo de algunos, que no compartimos, respecto a las posibilidades de la democracia líquida37Cf. Aguirre (2015).. Esta democracia sin ciudadanos es contemplada con recelo, escepticismo y desconfianza cada vez mayores. Porque el poder se pervierte desde el momento en que su ejercicio se distancia de las necesidades reales de la vida, algo que los clásicos resumían en la fórmula del bien común. En efecto, mientras constatamos, año tras año, cómo los enormes problemas de la humanidad siguen intactos, o acaso se agravan -contaminación, emergencia climática, guerras, hambrunas, migraciones38Para un estudio de la precariedad en el ámbito migratorio, y en el contexto de J. Butler, que merecería un estudio aparte, remitimos al excelente trabajo de Azaovagh (2017)., pobreza, enfermedad y muerte por doquier-, asistimos a un preocupante debilitamiento de la democracia que, a nuestro entender, tiene mucho que ver con que se pasa por alto el hecho fundamental de que el pueblo debe ser el sujeto y el objeto de la política; ignorarlo acabará poniendo al sistema democrático en riesgo, horadándose los cimientos de la justicia, y desembocando en una profunda crisis de legitimación, acrecentada por el sentimiento de impotencia frente a problemas tanto externos como internos39Esta es la consecuencia que finalmente se acaba produciendo, y que retroalimenta la fragilidad o precarización de la democracia. De aquí que en Europa estemos asistiendo, más que a un déficit democrático o de legitimación, a un déficit de justicia. Cf. Innerarity (2014). .

Cuando nuestros políticos ponen en marcha estrategias de distracción o encubrimiento de su gestión, o reducen sus presupuestos en educación e investigación, ámbitos directamente implicados en el nivel crítico de la ciudadanía, tales prácticas no solo son en sí mismas contrarias al espíritu de la democracia, sino que acabarán, a la postre, minándola. En una palabra, en el medio o largo plazo, ignorar a la ciudadanía, o no tomar en serio sus necesidades y demandas respecto a sus oportunidades reales y al desarrollo de sus capacidades40Cf. Nussbaum (2007; 2010)., acabará resquebrajando seriamente todo el sistema. Sin duda, el factor humano es esencial a la democracia. Esto es algo que no deberíamos pasar por alto ni olvidar41G. Sartori ha insistido en este punto. Reconoce que la democracia depende para su funcionamiento de los ciudadanos. Como tal, nos dice, es la mejor “máquina” que se ha inventado nunca para permitir al hombre ser libre, y no estar sometido a la arbitrariedad ni tiranía de otros. Y nos ha costado dos mil años construirla. Pero su vulnerabilidad procede de su dependencia de los ciudadanos. Esto la convierte en tremendamente quebradiza y susceptible de crisis. Por lo que el factor humano resulta esencial, recordando en esto también al Ortega de La rebelión de las masas. Cf. Sartori (2009: 143-144).. Como decíamos, aquella se levanta sobre la ley y los principios de justicia, articulados en torno a la libertad y la igualdad en sus más diversas concreciones; pero también necesita de las personas, y esto engloba tanto a políticos como al resto de ciudadanos. Para que una democracia funcione tiene que haber dirigentes competentes y honestos, así como mecanismos institucionales que detecten los déficits técnicos, pero también las posibles quiebras en el interés público. Al mismo tiempo, hacen falta ciudadanos responsables que velen por el buen gobierno, condenando las peores amenazas: el engaño respecto de las promesas, y la corrupción en sus distintas formas: abuso de poder, amiguismo y enriquecimiento indebido, entre las más destacadas. Pero la responsabilidad del ciudadano no termina aquí. A cada uno de nosotros nos asisten derechos, y al mismo tiempo nos comprometen deberes -morales y políticos- de ciudadanía. Es fundamental elevar nuestra autoexigencia en aquello que nos atañe; habría que tomar conciencia de los compromisos o deudas que tenemos para con la comunidad. Y en tal sentido, necesitamos que haya una relación estrecha entre ética y política42Cf. García-Santesmases (2003)., reforzar nuestra fraternidad43Cf. Riba (2018). y nuestra vida en común44Cf. Rivera (2017: 157-185).. En esta dirección, apuntada por J. L. López Aranguren al referirse a la democracia como moral, es en la que estaríamos todos responsablemente implicados, políticos y ciudadanos45Cf. Camps (1997: 183-185).. Porque el interés por lo público tiene que formar parte natural de nuestra moral privada. No puede haber democracia sin demócratas; como tampoco habrá demócratas sin una moral cívica responsable y pluralista asumida por los ciudadanos46Esta cuestión ha sido desarrollada magistralmente por Hermosa (2020)..

Y queremos destacar que, en este proyecto de perfeccionamiento democrático, individual y colectivo, será preciso, junto a la integridad moral y sentido de la responsabilidad pública, elevar, al mismo tiempo, nuestra competencia racional y emocional, al objeto de ganar en solvencia e inclusión. Necesitamos, en tal sentido, una educación estética en la línea de Schiller47Sobre este tema, cf. Napoli (2018).. Ambas jugarán un papel central a la hora de elegir y hacer un seguimiento de la política de nuestros gobernantes. Elevar la capacidad crítica -racional y técnica- que favorezca dicha mejora, será una tarea central para cualquier democracia que quiera preservarse de los riesgos de tiranía encubierta, hacia la que siempre puede deslizarse, con más o menos sutileza, si los ciudadanos no tienen los ojos bien abiertos. Todo lo que era sólido puede desplomarse si nos faltan la debida atención y cuidado48Sobre la precariedad y vulnerabilidad de nuestra más reciente historia, en lo económico, cultural y político, y los riesgos que esto comporta para la democracia y la vida en común. Cf. Muñoz (2013).. El tan traído y llevado sapere aude kantiano, ese imperativo de atrevimiento a servirse de la propia razón, es un mandato categórico insoslayable para toda democracia que quiera vacunarse contra charlatanes y trileros, siempre prestos a revestir su discurso con la piel de cordero del que dice sentir una sincera preocupación por el pueblo. Urge, sin aplazamientos ni tregua, fomentar, al modo socrático, con clara conciencia del problema, el potencial crítico de los ciudadanos, para mejorar su comprensión de la realidad, discusión y evaluación, dotándolos de mejores armas frente a la manipulación y la mentira. Desde dicha perspectiva, podremos aspirar a que ciudadanos y ciudad puedan ser mejores49Cf. para esta temática, Nussbaum (2010). .

4. LA FRAGILIDAD DE LA DEMOCRACIA: HUMANIDADES, EMOCIONES POLÍTICAS Y EDUCACIÓN

 

Pero, al mismo tiempo, y como viene insistiendo M. C. Nussbaum, es necesaria una educación centrada en las emociones políticas, porque hay muchos aspectos que tienen que ver precisamente con la empatía, con la capacidad para hacer nuestro un problema que, en principio, no nos atañe de un modo directo, y porque también hay emociones que precisamente reman en la dirección opuesta. En tal sentido, resulta fundamental cómo nos posicionamos frente al prójimo. La exclusión en todas sus variantes, el racismo, la desconfianza, la demonización o devaluación del otro -ideológica, racial, sexual, religiosa- tiene que ver con esto50Cf. Nussbaum (2006; 2013).. Sin duda alguna, la virtud cívica exige cierto grado de igualdad material, pues los ciudadanos cooperarán en la medida en que haya también una equidad en las cargas y beneficios de la vida en común. El sentimiento de pertenencia, necesario para mostrar cierta disposición a participar en lo colectivo, no puede darse sin el concurso de iguales condiciones materiales para una vida digna, y sin lo que Rawls llamaba las bases sociales del autorespeto51Cf. Rawls (1979: 485-492)., pues los que son excluidos de la ciudadanía, o son considerados de segunda clase -por su origen, sexo, raza o cultura- nunca podrán sentirse miembros plenos de la comunidad y tampoco cabrá esperar de ellos un comportamiento cívico52Cf. Peña (2009: 122-123).. Nuevamente, las emociones políticas constituyen un ingrediente esencial para la vida en común. Y no en vano, el concepto de paranoia política será muy útil para comprender el fenómeno del poder en sus manifestaciones patológicas: la tiranía, el nacionalismo, el populismo, el fundamentalismo53Cf. Rivera (2017).. Como venimos insistiendo, la democracia no puede sustentarse solo sobre los pilares de la ley y las instituciones democráticas, sino que necesita activamente de los ciudadanos como sujetos morales y responsables54Cf. Rubio (2005).. Además, hemos de tener en cuenta que la democracia es una construcción extraordinariamente frágil, al no ser un producto natural, sino basarse, más bien, en sofisticadas ficciones o elaboraciones teóricas, que tienen que ser transmitidas de una generación a otra y que requieren una educación ejemplarizante y siempre atenta a lo que pueda hacerla fracasar55Cf. Simone (2014; 2016).. Al mismo tiempo, las leyes han de ser cada vez más empáticas y sensibles a las problemáticas concretas, atendiendo a las distintas situaciones que aflorarán en el desarrollo de una vida humana completa, desde el nacimiento hasta la muerte56Este es un tema central, que nos obliga a revisar la teoría del contrato y ampliar nuestro concepto de justicia. Cf. Nussbaum (2007). . En una palabra, necesitamos que nuestras democracias, además de reflexivas y deliberativas, sean también más participativas e inclusivas. Y para sostener y desarrollar la vida democrática, y hacer frente a la precarización en todas sus formas, precisaremos tanto de las virtudes de corte liberal, como las de corte republicano57Sobre esta temática, son particularmente útiles y excelentes los trabajos de Peña (2009) y Vargas-Machuca (2009). . No hay que olvidar que el injerto de las democracias, allí donde el terreno no estaba abonado para la misma, fracasa. La democracia, como una delicada planta que hay que cuidar, exige un suelo firme y estable de valores, enraizados en la ciudadanía. Sin tal soporte, se desfondará, deslegitimándose y abismándose. Sin dicho aprendizaje moral y social, del que tendrá que nutrirse, y donde se materializará toda justicia posible, la democracia no podrá crecer y desarrollarse, porque precisa sustentarse sobre una moral y una justicia encarnadas en la misma ciudadanía. Frente al progresivo vaciamiento del sujeto, al que asistimos en las democracias de cuño liberal, centradas en los partidos políticos, las instituciones de representación y los gobernantes, se impone reforzar el modelo republicano, cuyo eje es la virtud cívica. Con ciudadanos poco formados, y al fin y a la postre débiles, solo podemos esperar una democracia débil. De aquí que la educación cívico-democrática pase a primer plano, y se constituya en el tema de nuestro tiempo58Cf. Galston (1991) y Macedo (2000). Esta educación del ciudadano tiene que ser una constante en la democracia (Riba, 2010: 139-150).. Su pervivencia no es solo un asunto legal, institucional, o de mera acción política. La democracia constituye, sin duda, un problema político relativo a la acción59En consonancia con lo que venimos diciendo aquí, creemos que no se puede sintetizar mejor la difícil situación por la que atravesamos, que como lo ha expresado, demoledoramente, Vallespín: “Todo es discutible, todo es debatible, sí. Todo, menos, curiosamente, aquello que más nos afecta, el orden sobre el que se sostiene el sistema económico. […] Y esto nos permite volver a Grecia, ahora la Grecia contemporánea. Porque es en ese mismo lugar donde hemos descubierto el final de ese sueño sobre el que se montaba la democracia, el de que éramos dueños de nuestro propio destino. En efecto, como observamos en ese pequeño país, y sean cuales sean las responsabilidades de sus diferentes gobiernos en colocarles en la situación en la que se encuentran, el hecho es que es allí donde se ha destapado el gran embuste. Ya no es posible ‘la democracia en un solo país’ -salvo quizá en aquellos que equivalen a continentes enteros-. Se nos ha caído un modelo y necesitamos urgentemente otro. Y eso pasa por recuperar el lugar de la acción política, recobrarla ampliando el ámbito sobre el que se puede ejercer, haciéndola más cosmopolita y capaz de oponerse a los grandes intereses que se cobijan detrás de ese orden que impera sin alternativas. Hasta que no llegue ese momento me temo que seguiremos viviendo en la mentira. En la peor de ellas, además. La de imaginarnos libres sin saber que hemos perdido la capacidad de hacer un uso efectivo de la libertad” (Vallespín, 2012: 167-168)., pero, y no en menor medida, social educativo y moral en su raíz, pues la moral individual de cada uno de nosotros tiene que incorporar el amor y el respeto por lo público, merecedor también del cuidado máximo. Y aquí la educación cívico-democrática60Cf. Mougán (2009). resulta inexcusable, porque sin ciudadanos no hay democracia posible61Cf. Rubio (2005), Rivera (2008).. En suma, hay que enlazar el concepto liberal de virtud con el republicano62Cf. los excelentes trabajos de Ovejero (2002a; 2002b)., pues como sabía muy bien Tocqueville la dimensión individual y pública de la autonomía se complementan63Cf. Tocqueville (2018). Para una buena síntesis sobre el debate en torno a la virtud, en la concepción liberal y republicana, y sobre la inaplazable necesidad de esta última, cf. Peña (2009) y García Guitián (2009).. La justicia democrática tiene que hacer frente a la exclusión, a la opresión, y esta se dice de muchas maneras64Cf. Young (2000). , reclamando, ante todo, una ciudadanía que no se distraiga y que encare sus problemas, exigiendo a sus políticos un compromiso real y efectivo para afrontarlos con éxito creciente.

Como decíamos, el ciudadano tendría también que poder mejorar su empatía, y su exigencia con relación a los problemas concretos. Y esto tendrá su traducción ulterior en una mayor presión política, seguimiento y control sobre los representantes. Porque en una democracia cada vez más expuesta, como dice Pettit, a las contingencias globales del tigre financiero, se necesita activar un sistema de vigilancia del poder, a escala nacional e internacional, a través de asociaciones cívicas con elevada competencia técnica, para así ejercer, en los distintos tipos de problemas que asolan a la ciudadanía, un seguimiento de la acción gubernamental, evitando, en lo posible, los caprichos y zarpazos del insaciable tigre, al que es preciso meter en cintura65Cf. Pettit (2011: 4-8).. De lo contrario, nuestra democracia estará más expuesta a la globalización y acelerará los procesos de precarización a todos los niveles, material y político66Cf. García Guerrero (2017).. Entre otras cosas, habría que tener muy en cuenta el listado de demandas sociales, de las que nuestros gobernantes tendrían que responder. De este modo, se evaluarán y contrastarán objetivos de partida y logros concretos, sin caer en las trampas de la retórica grandilocuente y efectista, tras la que tantas veces se camuflan políticos de distinto cuño. Resulta crucial, pues, elevar el nivel de competencia técnica de la ciudadanía. Sin embargo, no será suficiente. Porque redoblar nuestro esfuerzo por una cultura cívica responsable, centrada en el bien común, en la creación de relaciones sociales igualitarias que permitan, justamente, una vida compartida67Frente a la galopante deriva del homo oeconomicus, centrado en el mérito, responsabilidad y ventaja individual, es absolutamente imprescindible, para frenar en lo posible el proceso de precarización económica y social en marcha, crear relaciones sociales igualitarias que permitan una vida en común, basadas en el igual respeto y en la no dominación, y haciendo frente a las asimetrías estructurales de los distintos poderes. Se necesitan permanentemente políticas públicas de predistribución y redistributivas, preventivas de la exclusión, y, en suma, una reformulación igualitaria de la teoría republicana de la democracia (Máiz, 2016). , exigirá de todos nosotros, sin tregua, y como venimos insistiendo, mejorar permanentemente nuestra empatía, haciendo frente común con las personas más vulnerables. Interpretamos la realidad según estamos situados material y emocionalmente en ella. Por lo que, si no sentimos un sincero interés por la suerte de los que día tras día ponen en peligro sus vidas para llegar a nuestras costas; o si no nos ponemos realmente en la piel de la mujer maltratada y de sus hijos; o en la de quien es rechazado por razón de procedencia, sexo, o raza; o si nos desentendemos de la situación de soledad e indigencia a la que están expuestos la gran mayoría de nuestros ancianos; o del fraude fiscal a gran escala y sus consecuencias para las políticas públicas; o de la vergonzosa y denigrante precarización de la vida laboral; o si no sentimos dolorosamente la destrucción de nuestros bosques, la contaminación de nuestros cielos y mares; o no nos duele el entontecimiento progresivo al que se somete a la ciudadanía, particularmente a los más jóvenes, a los que se les distrae con la fácil golosina del consumo y de las redes sociales68El mundo de las redes sociales está generando un gran debate. Al respecto Lanier (2011, 2018) y Morozov (2018). Pero el impacto de las redes en la opinión pública está siendo problemático y complejo, porque de ellas se valen también el populismo, por su contenido intrínsecamente afectivo, por lo que se produce una creciente polarización ideológica, que no favorece el debate serio y reflexivo, soporte del pluralismo y de la democracia. Cf. Arias (2016)., convertidas en armas de acción política69Cf. Vallespín (2011). Sobre el poder de las redes, Ferguson (2018). Sunstein ha insistido en que Internet lejos de posibilitar un ágora global, se está convirtiendo más bien en un escenario con espacios muy diferenciados entre sí, donde asistimos a una ciberbalcanización, pues lo que importa a los grupos no son los mejores argumentos, sino más bien afirmar la propia identidad grupal frente a otros, lo cual tiene un enorme y problemático impacto para la democracia. Cf. al respecto Sunstein (2003, 2018). en las que fatalmente se enredan, entre lo banal y lo superfluo70Sobre esta temática remitimos a los interesantes trabajos de Berardi (2017), Bauman y Leonci (2018) y Trojanow (2018)., o dan rienda suelta a la ira, en la reafirmación tribal del grupo; en una palabra, si los problemas de los otros y de la comunidad nos dejan indiferentes, será imposible que la vida democrática pueda alcanzar el fin para el que se supone que tendría que servir. Por todo ello, la competencia emocional tiene que completarse inexorablemente con la competencia cívico-democrática, basada en la fraternidad71Sobre esta cuestión, remitimos al excelente trabajo de Domènech (2004). la solidaridad y los derechos humanos a escala global72La globalización plantea el inevitable problema de los derechos humanos a escala global, máxime cuando es alarmante la precariedad de los derechos en el contexto internacional, ante las flagrantes y reiteradas violaciones de estos. Necesitamos un cambio de paradigma para afrontar este hecho, que logre una mayor eficiencia en su universalización y defensa, ante la incapacidad de los Estados para encarar por sí mismos los nuevos desafíos, y que asuma los riesgos que las nuevas tecnologías y los problemas medioambientales plantean para la protección de los derechos no solo hoy, sino también para las generaciones futuras (justicia intergeneracional). Cf. De Julios (2018)., frente a toda forma de despotismo. En suma, y en igual medida, necesitamos fomentar la competencia humanística. Porque, además del desarrollo científico y tecnológico, requerimos de un mayor y permanente protagonismo de las Humanidades en nuestras vidas: de la historia, del arte, de la filosofía y de la literatura en particular. Hay, por supuesto, que mejorar esta presencia en el ámbito educativo reglado, recortada sibilinamente en los últimos años con el pretexto de la crisis73Cf. Martínez-Bascuñán y Vallespín (2017a).. Pero hemos de ir más allá e impulsarlo en otras iniciativas de la sociedad civil. Precisamos, permanentemente, generar un suelo firme de valores cívicos, en el que puedan florecer y desarrollarse ciudadanos más permeables a la suerte de los otros, pero también más críticos y comprometidos con el bien común, tal y como venimos reclamando. La competencia científica y técnica, aun cuando resulta imprescindible para mejorar la capacidad de análisis de la realidad, no basta. La intuición sin concepto, decía Kant, es ciega; el concepto sin intuición, vacío. Y a tal tarea pueden y deben sumar y aunar esfuerzos filosofía y literatura. El viejo enfrentamiento platónico entre poesía y filosofía, reformulado nuevamente por Rorty74Cf. Rorty (1991: 98, 112)., es un falso conflicto que deberíamos superar. Como Aristóteles subrayó, las representaciones trágicas también tienen mucho que aportarnos en la comprensión de nosotros mismos y de nuestro mundo, al consistir en la mímesis de una acción esforzada (spoudaía)75Cf. Aristóteles (Poética, 1449b24).. Filosofía y poesía se necesitan. En nuestro permanente viaje hacia el sapere aude kantiano, no pueden faltar la ciencia y la tecnología; pero en igual medida, las Humanidades. Ellas posibilitan una perspectiva concreta, cercana y sensible al alcance real de los problemas que atenazan nuestra vida y la de los otros, de la que no podemos ser meros espectadores pasivos, proporcionándonos un sustrato del que nutrir la mirada y la acción frente a la precariedad del mundo que se extiende en múltiples frentes. En pleno siglo XXI estamos asistiendo al avance de sutiles despotismos cuyos ejes vertebradores son la acumulación de capital e Internet, pero, en igual medida, el conformismo, el hastío, la impotencia o el escepticismo76Sobre este tema, el excelente análisis de Keane (2016), donde queda patente el inexcusable papel de los ciudadanos frente al avance de los nuevos despotismos, que prodigan la injusticia, poniendo en serio peligro a la democracia a escala global. . Y el ciudadano, en un necesario ejercicio de rebeldía cívica, no puede rendirse, tiene que resistir críticamente, y proponer vías alternativas, porque necesitamos permanentemente poner freno a la precariedad creciente.

En definitiva, y como venimos insistiendo, sin instituciones no hay democracia; pero sin mejorar las competencias racional, emocional, cívica y humanística de los ciudadanos, tampoco. Necesitamos de las ciencias, la tecnología y las Humanidades, remando todas en la misma dirección, asumiendo su inapelable lugar en la vida, desarrollo y estabilidad de nuestras siempre frágiles democracias77Un desarrollo claro y ejemplar de este problema lo encontramos en Nussbaum (2010).. Para ello, precisamos tanto de buenas instituciones como de críticos y esforzados ciudadanos. Cuidemos la democracia con clara conciencia de su valor y de los problemas que la asolan, con determinación y perseverancia, sin ceder un ápice ni a la distracción ni al desaliento. Estamos responsablemente llamados a hacerlo como ciudadanos y como intelectuales. No cejar en tal empeño dará sentido a nuestro trabajo y, en buena medida, también a nuestras vidas.

NOTAS

 
1

Cf. Bobbio (1986: 120-136)Bobbio, N. (1986), El futuro de la democracia, México, FCE.

2

Sobre la importancia de los derechos humanos y su debate, a partir de distintos conceptos de ciudadanía, cf. Anchustegui (2011: 10-15)Anchustegui, E. (2011), “Derechos humanos y modelos de ciudadanía.” Límite. Revista de Filosofía y Psicología. Vol. 6, nº 24, pp. 9-28. [Fecha de consulta: 19 de diciembre de 2018] Disponible en: <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=83622474002>.

3

Cf. Popper (1983: 404-413)Popper, K. (1983), Conjeturas y Refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico. Barcelona, Paidós.

4

Cf. Savater (2006)Savater, F. (2006), “La rentabilidad del terror: el caso vasco”. Revista Internacional de Pensamiento Político, I Época, vol. 2, pp. 37-44.

5

Sobre este aspecto, una vez consumada la transición española, resulta muy interesante cómo se fue pasando del anhelo al desánimo (Fusi, 2017: 117-142Fusi, J. P. (2017), Espacios de libertad. La cultura española bajo el franquismo y la reinvención de la democracia. Barcelona, Galaxia Gutenberg). Esta situación, en la actualidad, ha ido cobrando cada vez más espacio en la ciudadanía, siendo un aspecto inquietante para la fragilidad de nuestra democracia. Cf. Uribe (2017)Uribe, A. (2017), “El populismo como vanguardia del desencanto político en Europa: el fenómeno “Podemos” en España”. Revista de Estudios Políticos, n.º 177, pp. 213-255. Doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.177.07 .

6

Cf. Rawls (1996: 9-26)Rawls, J. (1996), El liberalismo político. Barcelona, Crítica. Traducción de A. Domènech.

7

Este tema ha sido estudiado en profundidad por García Marzá (2015: 93-109)García Marzá, D. (2015), “El valor democrático de la sociedad civil: una respuesta a la desafección”. Thémata. Revista de filosofía, n.º 52, pp. 93-109. Doi: https://doi.org/10.12795/themata.2015.i52.05 .

8

Sobre esta temática, cf. los trabajos de Levitsky y Ziblatt (2018)Levitsky, S. y Ziblatt, D. (2018), Cómo mueren las democracias. Traducción de Gemma Dez. Barcelona, Ariel y Mounk (2018)Mounk, Y. (2018), El pueblo contra la democracia. Traducción de Albino Santos. Barcelona, Paidós.

9

PlatónPlatón (2000), Gorgias. Edición crítica, traducción, introducción y notas de Ramón Serrano Cantarín y Mercedes Díaz de Cerio Díez. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, República (445cd-544e).

10

Sobre esta cuestión, cf. Orsina (2018)Orsina, G. (2018), La democrazia del narcisismo. Breve storia dell’antipolitica. Venezia, Marsilio Editori.

11

Cf. PlatónPlatón (2000), Gorgias. Edición crítica, traducción, introducción y notas de Ramón Serrano Cantarín y Mercedes Díaz de Cerio Díez. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Gorgias, 466a-d).

12

Cf. PlatónPlatón (2000), Gorgias. Edición crítica, traducción, introducción y notas de Ramón Serrano Cantarín y Mercedes Díaz de Cerio Díez. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Gorgias, 468e-469c).

13

Cf. Berlin (1992: 32-37)Berlin, I. (1992), El fuste torcido de la humanidad. Barcelona, Península. Indudablemente, el estudio y discusión de la historia de las ideas y de la filosofía política constituye una aportación determinante en favor de la democracia, al señalar los riesgos ideológicos que la amenazan, y mejorar sustancialmente el nivel de reflexión política de los ciudadanos, aunando la perspectiva crítica y la necesidad del pluralismo. Por su trayectoria intelectual, una referencia incuestionable al respecto nos parece el pensamiento de Isaiah Berlin, cuyo trasfondo vital no es otro que el violento siglo XX, sacudido por las guerras y los totalitarismos de distinto signo. Para esta cuestión, destacando la importancia de una perspectiva filosófica plural sobre la política, en el contexto histórico, intelectual y vital de I. Berlin, nos parece fundamental el trabajo de Badillo (2011: 41-70)Badillo, P. (2011), “Isaiah Berlin entre la historia de las ideas y la filosofía política”, en Badillo, P. (ed.), Filosofía de la razón plural. Isaiah Berlin entre dos siglos. Madrid, Biblioteca Nueva, pp. 41-70.

14

Cf. Valladolid (2016)Valladolid, T. (2016), “Democracia de las emociones y emociones democráticas”. Claves de razón práctica, mayo/junio, pp. 76-83.

15

Cf. Cossarini y García (2015)Cossarini, P. y García, R. (2015), “El papel de las emociones en la teoría democrática. Desafíos para un uso público de la razón en tiempos de populismo”. Revista de Estudios Políticos (nueva época), n.º 315-291 ,168.

16

Para este tema, cf. Martínez-Bascuñán y Vallespín (2017b)Martínez-Bascuñán, M. y Vallespín, F. (2017b), Populismos. Madrid, Alianza Editorial.

17

Cf. Fuentes (2018)Fuentes, J. F. (2018), “Populismos ¿Cuándo, dónde, por qué?” Revista de Occidente, n.º 448, pp. 5-25.

18

Sobre el impacto de Twitter en la democracia y su vulnerabilidad, cf. Martínez-Bascuñán (2015)Martínez-Bascuñán, M. (2015), “Democracia y redes sociales: el ejemplo de Twiter”, Revista de Estudios Políticos, nº 168, pp. 175-198.

19

Cf. Aramayo (2018)Aramayo, R. R. (2018), “Solidaridad”. Eunomía. Revista en Cultura de la Legalidad, pp. 169-175. Doi: https://doi.org/10.20318/eunomia.2018.4346 .

20

Cf. AristótelesAristóteles (1994), Ética a Nicómaco. Edición bilingüe de María Araújo y Julián Marías. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales (EN, VIII: 1155a 23-25).

21

Una política exterior que ha seguido una deriva aislacionista, puramente transaccional, endureciendo sus medidas, frivolizando la política y erosionando la confianza y la previsibilidad, por lo que ha sembrado también la desmoralización entre los defensores de los valores liberales (García-Encina, 2018García Encina, C. (2018), “Trump y el mundo. Un año de política exterior”. Análisis del Instituto Real Elcano (ARI), 1-10).

22

Cf. Vallespín (2012: 149-150)Vallespín, F. (2012), La mentira os hará libres. Realidad y ficción en la democracia. Barcelona, Galaxia Gutenberg.

23

Sobre la inexcusable responsabilidad del político en cuanto al tema de la ejemplaridad pública, cf. Gomá (2009: 260-268)Gomá, J. (2009), Ejemplaridad pública. Madrid, Taurus.

24

Recuérdese, a título de ejemplo, el episodio de vandalismo en la crisis de los chalecos amarillos en Francia, en diciembre de 2018. El estallido de violencia, como pauta de actuación, desarticula, desmonta, deslegitima el orden democrático establecido, difundiendo el mensaje de que no hay alternativas políticas a la misma. Este es el mayor riesgo: que se extienda tal convicción, abono del autoritarismo.

25

Cf. Simone (2014)Simone, R. (2014), “Cómo fracasan las democracias”, Claves de razón práctica, n.º 236, pp. 38-48.

26

Sobre esta temática en el contexto filosófico español Fusi (2017: 128-137)Fusi, J. P. (2017), Espacios de libertad. La cultura española bajo el franquismo y la reinvención de la democracia. Barcelona, Galaxia Gutenberg. J. L. López Aranguren abordó el tema de la democracia como moral en muchos de sus escritos. Como referencias más directas remitimos a Aranguren (1996, OC, 5: 386-561Aranguren, J. L. (1996), La democracia establecida. Una crítica intelectual, [1979], en Obras Completas. Vol. 5: Moral, Sociología y Política II, edición de Feliciano Blázquez. Madrid, Trotta, pp. 386-561; 2005)Aranguren, J. L. (2005), La izquierda, el poder y otros ensayos, edición de Antonio G. Santesmases. Madrid, Trotta. Una excelente síntesis del tema, en el contexto de su obra, Camps (1997)Camps, V. (1997), “La política como moral”, Isegoría, 15, pp. 181-189. Doi: https://doi.org/10.3989/isegoria.1997.i15.174 y con mayor extensión Díaz (2007)Díaz, E. (2007), “Aranguren: Ética y Política”, Revista Internacional de Pensamiento Político. Época II, vol. 3, pp. 165-192. Recientemente, Camps ha reivindicado, muy oportunamente, una nueva ciudadanía, frente a la crisis del modelo liberal, profundizando en la tesis de la democracia como moral. Cf. Camps (2018: 53-70)Camps, V. (2018), La fragilidad de una ética liberal. Barcelona, Edicions UAB.

27

Cf. Grayling (2017)Grayling, A. C. (2017), Democracy and Its Crisis. London, Oneworld Publications.

28

Sobre la necesaria recuperación de una voluntad pública de decir la verdad, cf. Wolin (2008: 365)Wolin, S. (2008), Democracia S.A. La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo invertido. Buenos Aires, Katz Editores. Traducción de Silvia Villegas.

29

Habermas ha expresado magistralmente la situación de fractura entre las élites y los ciudadanos: “Así, a nivel europeo existe un abismo -que llega hasta nuestros días- entre la formación de la opinión y de la voluntad de los ciudadanos y las políticas seguidas para la solución de los problemas pendientes. Por ello las ideas sobre la Unión Europea y su futuro han sido siempre bastante difusas para la inmensa mayoría. Las opiniones competentes y las tomas de posición articuladas en torno al curso del desarrollo europeo han sido hasta el momento en buena medida un asunto de políticos de profesión, expertos economistas y profesores especializados en la materia; ni siquiera los intelectuales al uso han terciado en este tema. Lo que hoy une a los ciudadanos europeos es la actitud euroescéptica que se ha visto reforzada en el transcurso de la crisis en todos los Estados miembros -si bien en cada uno de ellos por motivos diferentes que han contribuido más bien a la polarización-. Esta tendencia constituye un dato importante para las élites políticas, pero no es realmente decisiva para una política europea que, desde hace tiempo, está desvinculada de los foros nacionales. Los campos determinantes de la política europea se forman en los círculos que deciden sobre las policies tras discutibles diagnósticos de la crisis” (Habermas, 2016: 69-70Habermas, J. (2016), En la espiral de la tecnocracia. Madrid, Tecnos. Traducción de D. Hereza Modrego y F. García Mendívil. Revisión de J. L. López de Lizaga).

30

Vallespín (2012: 69-98)Vallespín, F. (2012), La mentira os hará libres. Realidad y ficción en la democracia. Barcelona, Galaxia Gutenberg.

31

Las redes siguen planteando muchas incógnitas y ambigüedades con relación a su contribución a la profundización democrática. Por una parte, no cabe duda de que encierran tal potencial, que favorecen la des-jerarquización, la horizontabilidad y la auto-organización. Pero, al mismo tiempo, los movimientos sociales articulados mediante Internet son formas débiles de integración, que pueden desvanecerse con la misma facilidad que se formaron. Por otra parte, tales organizaciones son más aptas para la movilización que para la deliberación y la toma de decisiones, precisamente por su espontaneidad. Por lo que, si es cierto que las nuevas tecnologías encierran un alto potencial democrático (facilitan el voto electrónico, la expresión de la opinión en tiempo real, la interactividad o las consultas), sin embargo, también pueden inhibir otras prácticas democráticas que exijan tiempo y deliberación. Cf. Innerarity (2016)Innerarity, D. (2016), “La política en la época de las redes”, Claves de razón práctica, n.º 248, pp. 82-89.

32

Cf. Lakoff (2007)Lakoff, G. (2007), No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político. Madrid, Editorial complutense y Haidt (2012)Haidt, J. (2012), The righteous mind. Why good people are divided by politics and religion. Nueva York, Pantheon Books.

33

Cf. Pérez-Zafrilla (2018)Pérez-Zafrilla, P. J. (2018), “Marcos mentales: ¿marcos morales? Deliberación pública y democracia en la neuropolítica”, Recerca. Revista de Pensament i anàlisi, n.º 22, pp. 91-110.

34

Cf. Simone (2012)Simone, R. (2012), El monstruo amable: ¿el mundo se vuelve de derechas? Madrid, Taurus.

35

Sobre la interesante relación entre crisis de la democracia y el big data, cf. González (2018)González, L. M. (2018), “La crisis de la democracia representativa. Nuevas relaciones políticas entre democracia, populismo virtual, poderes privados y tecnocracia en la era de la propaganda electoral cognitiva virtual, el microtargeting y el Big Data”, Revista de Derecho Político, n.º 103, pp. 257-302.

36

De aquí la importancia de la participación ciudadana. Para un estudio sobre la democracia española actual, desde la sociología, cf. Requena y Rodríguez (2017)Requena, M. y Rodríguez, J. M. (2017), “Más allá de la democracia representativa: La democracia real y los movimientos sociales en el Estado español”. Revista Crítica de Ciências Sociais, n.º 113. Doi: https://doi.org/10.4000/rccs.6642 .

37

Cf. Aguirre (2015)Aguirre, J. F. (2015), “Los límites de la representatividad política y las alternativas de la democracia líquida”. Revista Internacional de Pensamiento Político, I Época, vol. 10, pp. 193-216.

38

Para un estudio de la precariedad en el ámbito migratorio, y en el contexto de J. Butler, que merecería un estudio aparte, remitimos al excelente trabajo de Azaovagh (2017)Azaovagh, A. (2017), “Ética, precariedad y resistencia migratoria”. Astrolabio. Revista internacional de filosofía, nº. 19, pp. 259-268.

39

Esta es la consecuencia que finalmente se acaba produciendo, y que retroalimenta la fragilidad o precarización de la democracia. De aquí que en Europa estemos asistiendo, más que a un déficit democrático o de legitimación, a un déficit de justicia. Cf. Innerarity (2014)Innerarity, D. (2014), “El déficit europeo de justicia”. Revista de Estudios políticos, n.º 164, pp. 13-31.

40

Cf. Nussbaum (2007Nussbaum, M. (2007), Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión. Barcelona, Paidós; 2010)Nussbaum, M. (2010), Sin fines de lucro. Por qué las democracias necesitan de las humanidades. Buenos Aires, Katz Editores.

41

G. Sartori ha insistido en este punto. Reconoce que la democracia depende para su funcionamiento de los ciudadanos. Como tal, nos dice, es la mejor “máquina” que se ha inventado nunca para permitir al hombre ser libre, y no estar sometido a la arbitrariedad ni tiranía de otros. Y nos ha costado dos mil años construirla. Pero su vulnerabilidad procede de su dependencia de los ciudadanos. Esto la convierte en tremendamente quebradiza y susceptible de crisis. Por lo que el factor humano resulta esencial, recordando en esto también al Ortega de La rebelión de las masas. Cf. Sartori (2009: 143-144)Sartori, G. (2009), La democracia en treinta lecciones. Madrid, Taurus. Traducción de Alejandro Pradera.

42

Cf. García-Santesmases (2003)García-Santesmases, A. (2003), “Tomar la democracia en serio”, Temas para el debate, n.º 109, pp. 34-36.

43

Cf. Riba (2018)Riba, J. (2018), “Fraternidad, metáfora y democracia”, Daimon. Revista Internacional de Filosofía, Suplemento n.º 7, pp. 165-174. Doi: https://doi.org/10.6018/daimon/333911 .

44

Cf. Rivera (2017: 157-185)Rivera, A. (2017), “Paranoia política contemporánea. Un caso de gnosticismo político”, Hybris. Revista de Filosofía, vol. 8, n.º 2, pp. 157-185.

45

Cf. Camps (1997: 183-185)Camps, V. (1997), “La política como moral”, Isegoría, 15, pp. 181-189. Doi: https://doi.org/10.3989/isegoria.1997.i15.174 .

46

Esta cuestión ha sido desarrollada magistralmente por Hermosa (2020)Hermosa, A. (2020), “Democracia y Cultura política”. Revista inclusiones. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, vol. 7, nº 3, pp. 1-28.

47

Sobre este tema, cf. Napoli (2018)Napoli, S. (2018). “El ideal político a través de los siglos: Schiller y Cohen en torno a la fraternidad y la revolución del sentimiento”. Daimon Revista Internacional de Filosofía, Suplemento nº 7, pp. 75-89. Doi: https://doi.org/10.6018/daimon/330501 .

48

Sobre la precariedad y vulnerabilidad de nuestra más reciente historia, en lo económico, cultural y político, y los riesgos que esto comporta para la democracia y la vida en común. Cf. Muñoz (2013)Muñoz, A. (2013), Todo lo que era sólido. Barcelona, Seix Barral.

49

Cf. para esta temática, Nussbaum (2010)Nussbaum, M. (2010), Sin fines de lucro. Por qué las democracias necesitan de las humanidades. Buenos Aires, Katz Editores.

50

Cf. Nussbaum (2006Nussbaum, M. (2006), El ocultamiento de lo humano. Repugnancia, vergüenza y ley. Buenos Aires, Katz Editores; 2013)Nussbaum, M. (2013), La nueva intolerancia religiosa. Cómo superar la política del miedo en una época de inseguridad. Barcelona, Paidós.

51

Cf. Rawls (1979: 485-492)Rawls, J. (1979), Teoría de la Justicia. México DF, FCE. Traducción de M.ª Dolores González.

52

Cf. Peña (2009: 122-123)Peña, J. (2009), “El retorno de la virtud pública”, en Rubio, J., Rosales, J. M.ª y Toscano, M., Democracia, ciudadanía y educación. Madrid, Akal, pp. 99-128.

53

Cf. Rivera (2017)Rivera, A. (2017), “Paranoia política contemporánea. Un caso de gnosticismo político”, Hybris. Revista de Filosofía, vol. 8, n.º 2, pp. 157-185.

54

Cf. Rubio (2005)Rubio, J. (2005), Ciudadanos sin democracia: nueve ensayos sobre ciudadanía, ética y democracia. Granada, Editorial Comares.

55

Cf. Simone (2014Simone, R. (2014), “Cómo fracasan las democracias”, Claves de razón práctica, n.º 236, pp. 38-48; 2016)Simone, R. (2016), El hada democrática. Por qué la democracia fracasa en su búsqueda de ideales. Madrid, Taurus.

56

Este es un tema central, que nos obliga a revisar la teoría del contrato y ampliar nuestro concepto de justicia. Cf. Nussbaum (2007)Nussbaum, M. (2007), Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión. Barcelona, Paidós.

57

Sobre esta temática, son particularmente útiles y excelentes los trabajos de Peña (2009)Peña, J. (2009), “El retorno de la virtud pública”, en Rubio, J., Rosales, J. M.ª y Toscano, M., Democracia, ciudadanía y educación. Madrid, Akal, pp. 99-128 y Vargas-Machuca (2009)Vargas-Machuca, R. (2009), “Inspiración republicana, orden político y democracia”, en Rubio, J., Rosales, J. M.ª y Toscano, M. (2009), Democracia, ciudadanía y educación. Madrid, Akal, pp. 129-172.

58

Cf. Galston (1991)Galston, W. A. (1991), Liberal purposes. Goods, virtues, and diversity in the liberal state. Cambridge, Cambridge University Press y Macedo (2000)Macedo, S. (2000), Diversity and Distrust: Civic Education in a Multicultural Democracy. Cambridge (Mass), Harvard University Press. Esta educación del ciudadano tiene que ser una constante en la democracia (Riba, 2010: 139-150Riba, J. (2010), “La educación permanente del ciudadano”, en Camps, V. (ed.), Democracia sin ciudadanos: la construcción de la ciudadanía en las democracias liberales. Madrid, Trotta).

59

En consonancia con lo que venimos diciendo aquí, creemos que no se puede sintetizar mejor la difícil situación por la que atravesamos, que como lo ha expresado, demoledoramente, Vallespín: “Todo es discutible, todo es debatible, sí. Todo, menos, curiosamente, aquello que más nos afecta, el orden sobre el que se sostiene el sistema económico. […] Y esto nos permite volver a Grecia, ahora la Grecia contemporánea. Porque es en ese mismo lugar donde hemos descubierto el final de ese sueño sobre el que se montaba la democracia, el de que éramos dueños de nuestro propio destino. En efecto, como observamos en ese pequeño país, y sean cuales sean las responsabilidades de sus diferentes gobiernos en colocarles en la situación en la que se encuentran, el hecho es que es allí donde se ha destapado el gran embuste. Ya no es posible ‘la democracia en un solo país’ -salvo quizá en aquellos que equivalen a continentes enteros-. Se nos ha caído un modelo y necesitamos urgentemente otro. Y eso pasa por recuperar el lugar de la acción política, recobrarla ampliando el ámbito sobre el que se puede ejercer, haciéndola más cosmopolita y capaz de oponerse a los grandes intereses que se cobijan detrás de ese orden que impera sin alternativas. Hasta que no llegue ese momento me temo que seguiremos viviendo en la mentira. En la peor de ellas, además. La de imaginarnos libres sin saber que hemos perdido la capacidad de hacer un uso efectivo de la libertad” (Vallespín, 2012: 167-168Vallespín, F. (2012), La mentira os hará libres. Realidad y ficción en la democracia. Barcelona, Galaxia Gutenberg).

60

Cf. Mougán (2009)Mougán, J. C. (2009), “Hacia una teoría de la educación. Para una ciudadanía democrática.”, en Rubio, J., Rosales, J. M.ª y Toscano, M., Democracia, ciudadanía y educación. Madrid, Akal, pp. 221-225.

61

Cf. Rubio (2005)Rubio, J. (2005), Ciudadanos sin democracia: nueve ensayos sobre ciudadanía, ética y democracia. Granada, Editorial Comares, Rivera (2008)Rivera, A. (2008), “Apología del republicanismo democrático”. Res publica: revista de filosofía política, n.º 20, pp. 193-202.

62

Cf. los excelentes trabajos de Ovejero (2002aOvejero, F. (2002a), “Modelos de democracia y economía de la virtud”, en Rubio, J., Rosales, J. M.ª, y Toscano, M. (eds.), Retos pendientes en ética y política. Madrid, Trotta, pp. 107-122; 2002b)Ovejero, F. (2002b), La libertad inhóspita. Modelos humanos y democracia liberal. Madrid, Paidós.

63

Cf. Tocqueville (2018)Tocqueville, A. (2018), La democracia en América, Madrid, Trotta. Edición y traducción de Eduardo Nolla. Para una buena síntesis sobre el debate en torno a la virtud, en la concepción liberal y republicana, y sobre la inaplazable necesidad de esta última, cf. Peña (2009)Peña, J. (2009), “El retorno de la virtud pública”, en Rubio, J., Rosales, J. M.ª y Toscano, M., Democracia, ciudadanía y educación. Madrid, Akal, pp. 99-128 y García Guitián (2009)García Guitián, E. (2009), “Liberalismo y republicanismo: el uso político de los conceptos de libertad”. Revista Internacional de Pensamiento Político, I Época, vol. 4, pp. 29-45.

64

Cf. Young (2000)Young, I. M. (2000), Inclusion and democracy. Oxford, Oxford University Press.

65

Cf. Pettit (2011: 4-8)Pettit, Ph. (2011) “Reflexiones republicanas”, Claves de razón práctica, n.º 215, pp. 4-8.

66

Cf. García Guerrero (2017)García Guerrero, J. L. (2017) “Los embates de la globalización a la democracia”. Revista de Estudios Políticos, n.º 176, pp. 113-146. Doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.176.04 .

67

Frente a la galopante deriva del homo oeconomicus, centrado en el mérito, responsabilidad y ventaja individual, es absolutamente imprescindible, para frenar en lo posible el proceso de precarización económica y social en marcha, crear relaciones sociales igualitarias que permitan una vida en común, basadas en el igual respeto y en la no dominación, y haciendo frente a las asimetrías estructurales de los distintos poderes. Se necesitan permanentemente políticas públicas de predistribución y redistributivas, preventivas de la exclusión, y, en suma, una reformulación igualitaria de la teoría republicana de la democracia (Máiz, 2016Máiz, R. (2016), “De la economía a la ética. ¿Qué fue de la política? Para una teoría estructural de la igualdad”, Revista de Estudios Políticos, n.º 174, pp. 13-46. Doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.174.10 ).

68

El mundo de las redes sociales está generando un gran debate. Al respecto Lanier (2011Lanier, J. (2011), Contra el rebaño digital. Traducción de Ignacio Gómez Calvo. Madrid, Debate, 2018)Lanier, J. (2018), Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato. Traducción de Marcos Pérez. Madrid, Debate y Morozov (2018)Morozov, E. (2018), El desengaño de internet. Traducción de Eduardo G. Murillo. Madrid, Destino. Pero el impacto de las redes en la opinión pública está siendo problemático y complejo, porque de ellas se valen también el populismo, por su contenido intrínsecamente afectivo, por lo que se produce una creciente polarización ideológica, que no favorece el debate serio y reflexivo, soporte del pluralismo y de la democracia. Cf. Arias (2016)Arias, M. (2016), “La digitalización de la conversación pública: redes sociales, afectividad y democracia”, Revista de Estudios Políticos, nº. 173, pp. 27-54. Doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.173.01 .

69

Cf. Vallespín (2011)Vallespín, F. (2011), “Redes sociales y democracia. ¿Un cambio cualitativo?” Telos. Cuadernos de comunicación e innovación, pp. 1-3. Sobre el poder de las redes, Ferguson (2018)Ferguson, N. (2018), La plaza y la Torre. El papel oculto de las redes en la historia: de los masones a Facebook. Barcelona, Editorial Debate. Sunstein ha insistido en que Internet lejos de posibilitar un ágora global, se está convirtiendo más bien en un escenario con espacios muy diferenciados entre sí, donde asistimos a una ciberbalcanización, pues lo que importa a los grupos no son los mejores argumentos, sino más bien afirmar la propia identidad grupal frente a otros, lo cual tiene un enorme y problemático impacto para la democracia. Cf. al respecto Sunstein (2003Sunstein, C. R. (2003), República.com: Internet, democracia y libertad. Barcelona, Paidós Ibérica, 2018)Sunstein, C. R. (2018), Republica: Divided Democracy in the Age of Social Media. Princeton, Princeton University Press.

70

Sobre esta temática remitimos a los interesantes trabajos de Berardi (2017)Berardi, F. (2017), Fenomenología del fin. Sensibilidad y mutabilidad conectiva. Buenos Aires, Caja Negra Editora. Traducción: Alejandra López Gabrielidis, Bauman y Leonci (2018)Bauman, Z. y Leonci, Th. (2018), Generación líquida. Barcelona, Paidós. Traducción de Irene Oliva Luque y Trojanow (2018)Trojanow, I. (2018), El hombre superfluo. Barcelona, Plataforma Editorial. Traducción José Aníbal Campos.

71

Sobre esta cuestión, remitimos al excelente trabajo de Domènech (2004)Domènech, A. (2004), El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista. Barcelona, Crítica.

72

La globalización plantea el inevitable problema de los derechos humanos a escala global, máxime cuando es alarmante la precariedad de los derechos en el contexto internacional, ante las flagrantes y reiteradas violaciones de estos. Necesitamos un cambio de paradigma para afrontar este hecho, que logre una mayor eficiencia en su universalización y defensa, ante la incapacidad de los Estados para encarar por sí mismos los nuevos desafíos, y que asuma los riesgos que las nuevas tecnologías y los problemas medioambientales plantean para la protección de los derechos no solo hoy, sino también para las generaciones futuras (justicia intergeneracional). Cf. De Julios (2018)De Julios, A. (2018), “Los derechos humanos en la sociedad del riesgo. Crisis del Estado, justicia intergeneracional y medio ambiente”. Cuaderno Electrónico de Derechos Humanos, n.º 37, pp. 66-94.

73

Cf. Martínez-Bascuñán y Vallespín (2017a)Martínez-Bascuñán, M. y Vallespín, F. (2017a) (coordinadores), Las consecuencias políticas de la crisis económica. Valencia, Tirant lo Blanch.

74

Cf. Rorty (1991: 98, 112)Rorty, R. (1991), Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona, Paidós.

75

Cf. AristótelesAristóteles (2010), Poética. Madrid, Gredos. Edición trilingüe de Valentín García Yebra (Poética, 1449b24).

76

Sobre este tema, el excelente análisis de Keane (2016)Keane, J. (2016), “Los nuevos despotismos: imaginando el fin de la democracia”. Recerca. Revista de Pensament i anàlisi, núm. 19, pp. 137-154. Doi: https://doi.org/10.6035/Recerca.2016.19.7 , donde queda patente el inexcusable papel de los ciudadanos frente al avance de los nuevos despotismos, que prodigan la injusticia, poniendo en serio peligro a la democracia a escala global.

77

Un desarrollo claro y ejemplar de este problema lo encontramos en Nussbaum (2010)Nussbaum, M. (2010), Sin fines de lucro. Por qué las democracias necesitan de las humanidades. Buenos Aires, Katz Editores.

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