ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 64
enero-junio,  2021, e29
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376

Disputar el conocimiento

The dispute of knowledge

Natxo Navarro Renalias

Instituto de Filosofía, CSIC

https://orcid.org/0000-0002-5524-3857

Copyright: © 2021 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0).

CONTENIDO

Fernando Broncano. Conocimiento expropiado. Epistemología política en una democracia radical. Madrid: Akal, 2020, 450 pp.

¿Por qué pensar políticamente la epistemología y epistemológicamente la política? Esta es la admitida doble cuestión que motiva Conocimiento expropiado, el reciente trabajo de Fernando Broncano, en su propósito por dilucidar cuáles son el lugar y el valor del conocimiento en nuestra vida -tanto individual como colectiva-. Para tales cometidos, la tesis principal que vehicula el libro es que el conocimiento es algo que nos constituye intrínsecamente, así como a nuestros órdenes sociales. Con este espíritu, es remarcable que el trabajo se presenta con un objetivo cuyo interés considera más allá del entretenimiento del régimen académico: «Situar la disputa por el conocimiento y […] el significado de “conocimiento” en el corazón del antagonismo y el debate democrático» (p. 9).

Afortunadamente, el estudio de los efectos epistémicos derivados de las interacciones sociales es una práctica ya consolidada en la actualidad. Los movimientos feministas, con autoras pioneras como Helen Longino, Sandra Harding o Miriam Solomon, junto con perspectivas críticas de la raza y decoloniales como la de Nancy Tuana, impulsan esta clase de estudios desde las últimas décadas del siglo pasado. Al calor de este clima, los últimos años han presenciado una auténtica revolución en epistemología social con la fundacional idea de injusticia epistémica, propuesta por Miranda Fricker (2007)Fricker, M. (2007) Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing. Oxford: Oxford University Press., y toda una constelación de conceptos y cuestiones en torno a ella. En este contexto, Conocimiento expropiado se introduce en los estudios sobre injusticia epistémica e inscribe una nueva mirada en la disciplina. De la mano de la anterior publicación del autor (2019Broncano, F. (2019) Puntos ciegos. Ignorancia pública y conocimiento privado. Madrid: Lengua de Trapo.), contribuye a continuar subsanando el vacío de literatura al respecto en nuestro idioma. Además, con la habitual voz interdisciplinar y heterodoxa de Broncano, la obra atraviesa multitud de tradiciones y debates que la dotan de una gran riqueza y hace que pueda servir a los intereses de variados lectores.

Tras un primer capítulo a modo de introducción cuyo título reza «Toda epistemología es política», una clara declaración de intenciones, el libro se divide en tres partes. Las dos primeras -del segundo al quinto capítulo y del sexto al octavo correspondientemente- examinan el carácter político de la epistemología y pueden ser leídas como una amplia respuesta a la primera de las preguntas que fundan el cometido del libro. La tercera parte -capítulos nueve y diez- aborda la segunda de las cuestiones y nos invita a pensar la política epistemológicamente.

El problema que sería determinante para un proyecto de epistemología política es la anomalía de la autonomía humana. Este es el problema acerca de cómo es posible la autonomía humana bajo el orden natural de las cosas. Más concretamente, esta pregunta se traduce en el libro en qué tiene de especial la agencia humana en su capacidad por establecer diferencias en el mundo, es decir, determinar nuevas posibilidades en la estructura de la realidad. Alrededor de esta cuestión, el segundo capítulo traza una luminosa lectura de la epistemología moderna como una teoría de la agencia que hace las veces de una genealogía de la epistemología política y revaloriza el pensamiento de ciertos autores (como Descartes o Hegel) denostados en la epistemología contemporánea.

Con este punto de partida en cuenta, ha de comprenderse que las tesis del libro se cimenten en una particular concepción agencial del conocimiento. En la empresa por abrir las puertas a las posibilidades políticas de la epistemología, Broncano encuentra en la teoría epistemológica de virtudes, liderada por Ernest Sosa, la mejor forma de pensar la teoría del conocimiento como una teoría de la acción (o viceversa). Introducida en el tercer capítulo, consiste en una comprensión del conocimiento como manifestación de las competencias epistémicas del sujeto en la acción, como parte de la vida misma. Lo valioso de esta concepción es que fusiona en la respuesta a qué es el conocimiento -el logro de nuestras facultades- la cuestión sobre cuál es su valor -intrínseco a la propia agencia-. De este modo, frente a la anomalía humana, «la explicación del conocimiento es parte de la explicación de qué es lo que hace especial la agencia humana» (p. 97).

Merced a esta forma de entender el conocimiento, por ejemplo, el quinto capítulo postula la «hipótesis cooperativa» del testimonio (p. 166). Una original concepción por la cual el testimonio es un acto de cooperación epistémica que erige una modalidad mínima de agencia compartida entre dos posiciones que se reconocen en asimetría epistémica. El resultado es un conocimiento en común que es logro de las competencias de un «sujeto epistémico cooperativo». A su vez, esta noción agencial y cooperativa del conocimiento le vale a Broncano para poner de relieve, sobre la base de la injusticia testimonial, el carácter estructural del daño epistémico en general en el séptimo capítulo. Frente a lo que podríamos deducir de las primeras formulaciones de Fricker, «la injusticia testimonial no es solamente un acto interpersonal […] sino un vicio estructural de sociedades injustas» (p. 246) que atenta contra la colectividad.

Iluminar el carácter estructural que posee la injusticia epistémica es lo que mueve a Broncano a reivindicar que el daño epistémico es uno de los más poderosos mecanismos de exclusión social. Por ello, arguye que debemos introducir el daño epistémico bajo el alcance de nuestras teorías de la justicia. Análogamente a la idea rawlsiana de «estructura básica de la sociedad», propone distinguir la estructura básica epistémica para pensar la injusticia epistémica. Entendida como «el trasfondo cognitivo que permite a cualquier ciudadano ser miembro de una sociedad» (p. 188), la idea es que toda forma social está tejida infraestructuralmente por mimbres epistémicos. Así, se trata de los recursos epistémicos comunes contra los que el daño epistémico atenta de forma estructural en sus diversas manifestaciones. Presentada en el sexto capítulo, esta sugerente idea es representativa de cómo el libro continúa desarrollando las investigaciones precedentes del autor. Si Broncano ya había reflexionado recientemente sobre la circulación de conocimientos e ignorancias en la sociedad (2019Broncano, F. (2019) Puntos ciegos. Ignorancia pública y conocimiento privado. Madrid: Lengua de Trapo.) o sobre la cultura como la forma en que una sociedad se reproduce a sí misma (2018Broncano, F. (2018) Cultura es nombre de derrota. Cultura y poder en los espacios intermedios. Salamanca: Editorial Delirio.), el presente trabajo nos desvela la poderosa función del conocimiento como parte de la cultura en la reproducción social.

Así las cosas, si no hemos solido considerar el daño epistémico como fuente de injusticia, se debe a una concepción errónea del conocimiento y de su lugar en la sociedad. Una adecuada comprensión de ello pasa, necesariamente, por rehusar el individualismo metodológico. Si bien hoy día hemos conseguido asumir ampliamente la naturaleza del conocimiento como un hecho social -gracias en especial a la inmensa labor de las epistemologías feministas con trabajos como el de Longino (1990)Longino, H. (1990) Science as Social Knowledge. Values and Objectivity in Scientific Inquiry. Nueva Jersey: Princeton University Press.-, la convicción de Broncano es que nos resta por comprender la otra dirección de la ecuación: «Si el conocimiento está construido socialmente […] también la sociedad está construida epistémicamente» (p. 18). Para ello, el cuarto capítulo propone ampliar la concepción relacional de la sociedad como un espacio de posiciones, al modo de Pierre Bourdieu, e incluir una nueva dimensión en la arquitectura social: las posiciones epistémicas. La profunda mediación entre las posiciones sociales y las epistémicas constituiría la fuente del carácter político de la epistemología. Todo ello evidencia la vital importancia de los movimientos sociales de «resistencia epistémica» frente a situaciones de injusticia. Con todo, la necesidad de resistencia se revela aun mayor cuando atendemos a lo que no sabemos: las ignorancias. En este sentido, en línea de nuevo con sus previas investigaciones, Broncano considera la producción estratégica de ignorancia en todas las capas de la sociedad como una herramienta cultural propia del neoliberalismo que desfigura el carácter social y cooperativo del conocimiento. Así, el octavo capítulo pone de manifiesto el velado poder de la ignorancia: «La tesis es que en la sociedad del conocimiento la ignorancia cumple una función tan importante como ignorada» (p. 290).

La progresiva y coherente construcción argumentativa del libro alcanza en la tercera parte su tono más propositivo, donde el título termina de cobrar todo su sentido. El noveno capítulo se pregunta qué tipo de bien es el conocimiento y se somete a crítica la habitual respuesta instrumentalista. No es fuera de él, en su utilidad para otros fines, donde hemos de encontrar su valor esencial, sino en sí mismo como parte intrínseca de nuestra agencia y de lo que somos. Correspondientemente, en el plano comunitario, el conocimiento adquiere el valor de bien común al instituir nuestra agencia colectiva. Así entendido, me parece reseñable la íntima relación humanística que existe entre libertad y conocimiento en el pensamiento de Broncano. Acorde con ello, en una muestra del potencial crítico del giro agencial en epistemología, encaja la teoría de virtudes con la teoría del valor de Marx y considera la expropiación del bien común del conocimiento como un rasgo característico de las sociedades capitalistas contemporáneas.

El objetivo del libro de situar la disputa por el conocimiento en el antagonismo democrático se materializa al deliberar sobre el estatus epistémico de la democracia. Con ello, engarza con una apremiante controversia en filosofía política contemporánea: la tensión entre democracia y saber experto. Asistimos actualmente a un renovado auge de actitudes de desconfianza hacia la democracia que proclaman formas epistocráticas o tecnocráticas de resolver los problemas sociales. Frente a ellas, Broncano culmina su trabajo con una entusiasta defensa de la superioridad cognitiva de la democracia. Al repartir las voces y las capacidades, una democracia deliberativa radical poseería unas mayores virtudes epistémicas en la resolución de problemas comunes y sería preferible a las propuestas oligárquicas «debido a las capacidades agenciales colectivas» (p. 387). Así como ocurre en el testimonio, el demos se instituye en la compartición de recursos epistémicos y la democracia es también una cuestión de agencia. Lejos de contraponer experticias y democracia, el punto es que «en la democracia todos somos expertos» (p. 422); y la mejor forma de combatir injusticias es favorecer la participación democrática en las prácticas epistémicas. Por otro lado, en una crítica que algunos lectores agradecerían de mayor desarrollo, Broncano también enfrenta su propuesta a las teorías populistas contemporáneas y las acusa de mantener una concepción de la democracia esencialmente doxástica, y no epistémica.

En definitiva, Conocimiento expropiado es un ambicioso trabajo que revindica que no puede haber epistemología sin política ni política sin epistemología. Para ello, nos invita a revisar las nociones de agencia y de sujeto. Con una marcada actitud propositiva, supone una importante aportación a la disciplina por cuanto se esfuerza en avanzar más allá de la vía negativa a la que esta tiende en ocasiones. En lo metodológico, es valioso por habitar en una tensión filosófica ineludible: por un lado, el desempeño del trabajo conceptual con conciencia de que la reflexión sobre los significados lo es también sobre nuestras prácticas; por otro lado, la atención primera a la propia experiencia como el lugar de donde emergen los daños y los problemas reales que requieren ser dotados de significado. Empero, considero que el mayor mérito de Conocimiento expropiado estriba en ofrecer una original mirada a los estudios sobre injusticia epistémica que hacen cristalizar a la disciplina en términos específicamente políticos. Broncano sienta las bases de una epistemología política que sería deseable que promoviera nuevas direcciones para la investigación y que, tal vez, marque nuevos rumbos para la disciplina.

BIBLIOGRAFÍA

 

Broncano, F. (2018) Cultura es nombre de derrota. Cultura y poder en los espacios intermedios. Salamanca: Editorial Delirio.

Broncano, F. (2019) Puntos ciegos. Ignorancia pública y conocimiento privado. Madrid: Lengua de Trapo.

Fricker, M. (2007) Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing. Oxford: Oxford University Press.

Longino, H. (1990) Science as Social Knowledge. Values and Objectivity in Scientific Inquiry. Nueva Jersey: Princeton University Press.