ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 64
enero-junio,  2021, e31
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376

Levantarse del sillón: un acercamiento a la ética experimental

Off the chair: an approach to experimental ethics

Belén Liedo

Instituto de Filosofía, CSIC

https://orcid.org/0000-0002-8109-8454

Copyright: © 2021 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia de uso y distribución Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC BY 4.0).

CONTENIDO

Fernando Aguiar, Antonio Gaitán y Hugo Viciana. Una introducción a la ética experimental. Madrid: Cátedra, Colección Teorema, 2020, 261 pp.

Chidi: ¡Eso es lo genial del dilema del tranvía, que no hay respuesta correcta!

Michael: Uf.... Por eso todos odian a los profesores de filosofía moral. [...]

Chidi: Michael, créeme. En lo que a ética humana concierne yo sé más que tú. Llevo toda la vida estudiándola.

Michael: Lo que pasa es que es muy teórico, ¿no? No sé, puede que haya un enfoque más concreto.

(The Good Place 2x05)

Después de esta conversación, Michael genera mágicamente un escenario que simula el dilema del tranvía en la realidad. Ante él, Chidi, experto en ética, queda completamente bloqueado y no consigue tomar ninguna decisión. La serie norteamericana The Good Place (2016-2020)Schur, M., Miner, D., Sackett, M., Goddard, D. (productores) (2016). The Good Place [serie de televisión]. EE. UU.: NBC Universal Television Distribution/Netflix., creada por Michael Schur, está protagonizada por Eleanor Shellstrop, una mujer decididamente inmoral, inteligente y carismática, y Chidi Anagonye, un profesor universitario especialista en filosofía moral cuya obsesión con la teoría ética le ha provocado una enfermiza incapacidad para tomar decisiones. A lo largo de la serie, varios personajes reprochan a Chidi su excesiva abstracción, su temperamento moralizador y lo alejado que vive de las contingencias del mundo real y cotidiano. De hecho, solo gracias a la impulsividad de Eleanor es capaz Chidi de aprender a tomar decisiones y acabar con los dilemas que le atormentaban a cada paso que daba.

El personaje de Chidi como filósofo tipo recoge una antigua tradición: la idea de que los filósofos son seres que viven en la pura abstracción, ajenos al mundo real, y de que la filosofía se ha ejercido desde un desafortunado “sillón” o “torre de marfil”. En grueso, se trataría de un problema de deliberado solipsismo metodológico, según el cual el filósofo reflexiona con la única ayuda de su propio intelecto y del diálogo con otros filósofos que han elucubrado, también, limitándose a la reflexión alrededor de conceptos, abstracciones e intuiciones sobre el mundo. Más concreta y recientemente, se ha acusado a la filosofía de teorizar sin hacer demasiado caso a los progresos de las disciplinas científicas que arrojan datos empíricos sobre sus objetos de estudio.

Puede debatirse largo y tendido sobre si esta crítica es acertada o no, y desde luego puede escribirse con mucho más detalle sobre la relación, histórica y contemporánea, entre la filosofía y las ciencias empíricas. En cualquier caso, es probablemente cierto que existe una distancia entre algunas formas de hacer filosofía hoy y el devenir de otras disciplinas tales como la neurociencia, la psicología moral o la antropología. Y probablemente la actitud más adecuada filosóficamente ante esta situación no sea construir una oposición entre una supuesta filosofía tradicional y una filosofía nueva informada por las ciencias empíricas. Al contrario, parece razonable que la filosofía experimental se presente como una variante más de la filosofía, con un método específico que puede aportar sus propias originalidades al conjunto del mundo filosófico. En este método, claro está, hay un rasgo definitorio: una relación estrecha de ida y vuelta con los métodos empíricos.

Este es el enfoque que puede encontrarse en el volumen Una introducción a la ética experimental: una reivindicación sosegada y rigurosa del método de la ética experimental y un completo catálogo de los resultados más sustanciales que se han ido obteniendo en las últimas décadas. La ética experimental, como subdisciplina de la filosofía experimental, se presenta aquí como una herramienta iluminadora sobre los problemas tradicionales de la filosofía moral y también sobre las grandes cuestiones contemporáneas. A pesar de la humildad del título que ha señalado Antoni Gomila en otro lugar (Gomila 2020Gomila Benejam, A. (2020). Una introducción a la ética experimental, de Fernando Aguiar, Antonio Gaitán y Hugo Viciana, Madrid, Editorial Cátedra, 260 pp. Teorema: Revista internacional de filosofía, 39(3), 141-145.), esta Introducción no se limita a presentar un recorrido general sobre la forma y fin de la disciplina, sino que recoge sus debates más determinantes y sus últimos hitos. Es una obra concisa, actualizada y accesible. En este sentido, no hay duda de que se convertirá, si no lo es ya, en una obra de referencia en castellano en la incipiente disciplina de la ética experimental.

Para empezar, Aguiar, Gaitán y Viciana argumentan sobre la conveniencia de la ética experimental, entendiendo que para poder resolver problemas “moralmente cargados” es necesario que las decisiones estén informadas empíricamente. Las complejidades que reviste la conducta moral de individuos y grupos obligan a caminar despacio, tratando de “desmadejar” los diferentes hilos de la moralidad humana. Como se ha mencionado antes, esta no es una obra meramente informativa, sino sustantiva en muchas de sus tesis. Los “hilos” principales de la conducta moral que aquí se van a analizar son ya una toma de posición sobre varios puntos candentes de la conducta moral: nuestra “disposición a actuar de acuerdo con normas morales”; nuestra “disposición a evaluar moralmente” y las “bases materiales de nuestra vida moral y las situaciones que envuelven el contexto de nuestra conducta”.

En el segundo capítulo se aborda el que quizá sea el rasgo moral más fascinante de los seres humanos: la cooperación moral. Sirviéndose de la etología y de la psicología evolutiva, es posible analizar la cooperación moral tratando de dar su justo valor a elementos tan discutidos y primordiales como la reciprocidad moral y la función del castigo en las sociedades antiguas y actuales.

De la cooperación como estrategia básica de la supervivencia de los grupos humanos llegamos, en el tercer capítulo, a la pregunta por el sentido de la justicia. Sentido que parece omnipresente en toda sociedad, pero cuya forma puede diferir lo suficiente de un lugar a otro como para plantearnos la validez de las grandes afirmaciones con pretensión de universalidad que han proclamado algunos filósofos. De nuevo, los hallazgos de la psicología evolutiva y de la etología aportan materia sobre la que reflexionar. En este caso, además, se analizan más en detalle las tesis tan escuchadas sobre el impacto de las lógicas del mercado capitalista en las ideas de justicia. Igualmente, se ponen sobre la mesa una serie de estudios que han tratado de probar (o refutar) la validez de las tesis rawlsianas sobre la justicia, cuyos resultados obligan a repensar esta fundamental teoría de la justicia y su legado.

Uno de los temas clave de los últimos años, tanto en filosofía política y epistemología como en el común de la sociedad, es la polarización y la radicalización de diferentes sectores poblacionales, que parecen estar abriendo grietas preocupantes en la convivencia democrática. La evaluación de los desacuerdos sobre temas morales presenta notables dificultades, tal como se expone en el capítulo cuarto, puesto que la primera tarea necesaria es desbrozar, en los debates, la influencia de elementos extramorales como sesgos y errores en la información (no) compartida.

A causa de esta dificultad, se impone, en el quinto capítulo, la reflexión metaética sobre varios de los conceptos más intrincados de la historia de la ética: los debates entre universalismo y relativismo, entre cognitivismo y no cognitivismo, y entre objetivismo y subjetivismo. De nuevo, las conclusiones a las que podemos llegar son provisionales y hablan de una pluralidad y variabilidad considerables en las tendencias metaéticas de las personas, elemento que habremos de tener en cuenta en la evaluación de los asuntos públicos que generan controversia.

El impacto de las creencias filosóficas dominantes sobre la moral de la época se ha dado a menudo por hecho. Pero ¿hasta dónde llega realmente esta hipotética influencia? Para analizarlo, es preciso atender a la filosofía popular o espontánea (folk), siguiendo el camino que han tomado otras disciplinas como la física o la economía populares. En el capítulo seis se muestra que, con las evidencias recabadas hasta ahora, parece que este impacto es variable, modesto y dependiente del contexto.

La corriente ética que más conexión ha tenido con los estudios empíricos y que más ha sido analizada en ellos es el utilitarismo. Por ello, el capítulo siete está dedicado a esta tradición. Por ejemplo, la llamada “tranviología” ha ensayado una y otra vez las diferentes implicaciones de las tesis de Bentham y Mill, eso sí, siempre en debate con el deontologismo. El utilitarismo resulta atractivo en muchos aspectos, pero anti-intuitivo en muchos otros, como muestran los estudios recogidos en este capítulo; y abre muchos caminos desde los que pensar la ética tanto a nivel teórico como popular.

El último capítulo se ocupa de una pregunta tan antigua como la propia filosofía, pero especialmente de actualidad tras la aprobación de la LOMLOE, que ha sido fuertemente criticada por el gremio de la filosofía a causa de su “olvido” de la asignatura de Ética en la etapa obligatoria de la educación secundaria: ¿puede enseñarse la ética? Parece que los resultados sobre la efectividad del aprendizaje de la ética como aleccionamiento son poco convincentes. Si el fin de la disciplina ética es conseguir un comportamiento más moral (tesis que merece largas discusiones en sí misma), la información empírica de la que disponemos no parece muy halagüeña. Este capítulo levanta una serie de debates sobre el papel de la ética en la enseñanza y la educación que son fundamentales, tanto por su interés filosófico (que ya preocupó a Platón) como por la relevancia en la disposición de la educación en España.

Por último, el Apéndice de esta Introducción está dedicado al debate sobre la naturalización de la ética. Aquí los autores responden a las principales objeciones que se suelen plantear a la ética experimental y que el filósofo medio puede haber pensado a lo largo de la lectura del libro. Con ello, refuerzan de nuevo su tesis central: la evidencia empírica es una herramienta que puede tener un hueco en la filosofía. La previsible consolidación de la ética experimental en el futuro nos dará más datos sobre cuánto podemos esperar de ella.

BIBLIOGRAFÍA

 

Gomila Benejam, A. (2020). Una introducción a la ética experimental, de Fernando Aguiar, Antonio Gaitán y Hugo Viciana, Madrid, Editorial Cátedra, 260 pp. Teorema: Revista internacional de filosofía, 39(3), 141-145.

Schur, M., Miner, D., Sackett, M., Goddard, D. (productores) (2016). The Good Place [serie de televisión]. EE. UU.: NBC Universal Television Distribution/Netflix.