ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 65
julio-diciembre 2021, e16
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376

HUMANO, MÁS HUMANO, UN ENSAYO SOBRE LA CONDICIÓN HUMANA

HUMAN, MORE HUMAN, AN ESSAY ABOUT THE HUMAN CONDITION

Valèria Sivera

Universitat de Barcelona

https://orcid.org/0000-0003-1975-1229

Josep Maria Esquirol. Humano, más humano. Barcelona: Acantilado, 2021, 173 pp.

Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita, de Josep Maria Esquirol, propone un ahondamiento en la condición humana, es decir, en aquello que es propio y esencial del ser humano. En este libro, el autor completa su antropología filosófica, de la cual ya había puesto las bases en los dos libros anteriores, La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad (2015) y La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana (2018). En su planteamiento, Esquirol sugiere que el ser humano está constituido por cuatro rasgos básicos, las heridas esenciales de la vida, de la muerte, del y del mundo, las cuales “forman un corte en forma de cruz apaisada. En el punto central convergen las cuatro incisiones de modo que cada una de ellas toca a las otras tres” (p. 64). El autor destaca su importancia en cuanto que son heridas, pero también pondera el resultado, es decir, el vestigio o huella que dejan en el ser humano cuando ya le han afectado; a este último acontecer se le da otro nombre: a la vida cabe llamarla gusto; al tú, amor; a la muerte, angustia y, al mundo, asombro. Todas ellas son, a su vez, parte esencial de la experiencia fundamental del ser humano.

Esquirol se inclina por construir un ensayo con base en diferentes perspectivas que se complementan, igual que ocurriría con la condición humana: cada capítulo profundiza en alguno de los rostros observables de esta antropología de la herida infinita, mediante un vocabulario propio de cada perspectiva (la de la cura, la palabra que vibra, la memoria, la imaginación, el día y la noche, la vida y la muerte, entre otros). El propio autor, evocando a W. Benjamin, usa para su ensayo la metáfora de una constelación conceptual: “Cada concepto es una estrella de la constelación. Y no todos los puntos tienen ni el mismo diámetro ni la misma luminosidad, pero todos son igualmente imprescindibles para formar la figura de conjunto” (p. 12). Es más, ya en las primeras páginas declara la importancia de la relación para salvarnos, ya que “El horror está en los elementos totalizados” (p. 15), del mismo modo que expone la enseñanza socrática que el propio Esquirol interpreta como un elogio a la repetición.

Por otra parte, mencionando a la figura del poeta, el autor concreta su posición indicando que su vocación es la de “Juntar y ajustar. A veces ajustar es pulir hasta conseguir que las piezas coincidan” y “Devanar hilos, juntar palabras, reunir personas, crear mundo: todo esto es poética, poiética, y cuesta” (pp. 96-97); cuesta, precisamente, porque no hay juntura sin cierta tensión. De ahí que la propuesta filosófica de Esquirol sea también la del “ayuntamiento”, en que se realza la distinción sin confusión (p. 149) y el situarse en el contraste. En síntesis, todo ello se traduce en que Humano, más humano no se une en un inicio, un desarrollo y una conclusión, sino que cabe desechar la posibilidad de un final conclusivo: “Se trata de recapitular, no de concluir, puesto que ¿cómo se podría cerrar o concluir una reflexión sobre la vida?” (p. 168).

Es por ello por lo que los capítulos que componen este ensayo abren, cada uno de ellos, una de las múltiples puertas hacia lo humano. “¿Cómo te llamas? (El nombre)”, el primer capítulo, trata del nombre propio como pista, es decir, como reconocimiento del inicio absoluto que es la persona, que es el índice de su singularidad; “¿De dónde vienes?” profundiza en dicho inicio absoluto, y con ello sitúa a la vida por encima de la muerte en cuanto a la definición de lo humano. En este carácter propiamente humano que el autor define, la menospreciada debilidad se convierte en una condición loable, lejos de ser motivo de repulsa. El tercer capítulo, “¿Qué te pasa? (Capaz de mucho, pero…)”, reflexiona sobre la capacidad de prometer y, más allá, sobre el que recibe la promesa, es decir: el otro. Asimismo, Esquirol dedica unos párrafos al perdón frente a la venganza, y concluye que ambos, promesa y perdón, son resultado de la extraordinaria capacidad humana de responder a lo que nos pasa. Esto que “nos pasa” es, en lo que concierne a la herida infinita, un acontecimiento que excede a la capacidad de respuesta. Aun así, el ser humano responde extemporáneamente a las heridas (el abrazo de la vida, el roce de la muerte, el regalo del tú, el asombro del mundo), que se definen por la imposibilidad de sutura. De ello trata el siguiente capítulo, “Herido, en el centro más profundo del alma”. Siete apartados más completan el escrito, y uno inicial, “Víveres conceptuales”, que sitúa y prepara al lector para la propuesta del autor e introduce una figura significativa, la del pregonero, cuyas palabras llegaban a todos los vecinos. Siguiendo este modelo, Esquirol se plantea qué beneficio tendría el hecho de adaptar la estructura del pregón a la filosofía. De este modo, rescata a una figura pública y popular, cuyo oficio era próximo a la gente, y la reinterpreta con base en el intento implícito de acercar la filosofía a todos. He aquí una manifestación de la “filosofía de la proximidad”. De hecho, el “Pregón filosófico de la mañana” inaugura, de algún modo, el ensayo, porque es el primero que anuncia las heridas infinitas: “nada era debido - ni tú, ni cielo - ni yo, ni mundo - ni día, ni noche -” (p. 9).

Para desarrollar su antropología filosófica, Esquirol se sirve de un gran número de autores importantes y personalidades destacables, además de varias referencias del mundo del arte. Los básicos, como él mismo admite, son Sócrates y Francisco de Asís. También, algunos filósofos contemporáneos muy significativos se citan reiteradamente; el más evidente es F. Nietzsche, en quien se inspiró para la elección del título -Humano, más humano como variación del Humano, demasiado humano nietzscheano y también como crítica al transhumanismo-: “¡ojalá el humano fuera todavía más humano! Ser humano no significa ir más allá de lo humano, sino intensificar lo humano, profundizar en lo más humano: ahí está lo más valioso” (p. 9); A lo largo del texto resuenan con fuerza más autores centrales: H. Arendt, M. Heidegger, E. Lévinas. Asimismo, le dedica a J.-P. Sartre un espacio crítico determinante en el capítulo tercero. Por otro lado, Juan de la Cruz se revela como referente indispensable, así como las raíces de la cultura cristiana, con pasajes de la Biblia que acompañan el énfasis en la humildad, la vulnerabilidad y la compasión en tanto en cuanto alternativas al poder. Destacan las alusiones a poemas de A. Machado y M. Hernández, este último con versos en los que ya se leen las nombradas infinitudes esenciales -amor (tú), muerte, vida- como heridas.

Su estilo próximo y amable congenia con la convicción sobre su propuesta. La primera persona del plural domina sobre el resto (se trata de una “filosofía del nosotros”): aquí late el fondo humanístico, el elogio a la fraternidad, al reencuentro, la explícita influencia franciscana que tiñe su proyecto. Curiosamente, en su estilo se refleja también el propio contenido: la concreción que reclama de la vida se traduce en una puntualización progresiva de su filosofía, o viceversa; igualmente, la intimidad, la proximidad y la compañía que se realzan como caracteres propiamente humanos, son ensayados en la escritura personal y apacible de Esquirol. La discreción y la sencillez que difunde se personifican en el texto al tratar asuntos complejos. La voz cobra importancia en la palabra en tanto que es promesa, respuesta a lo inolvidable. Esta palabra, a su vez, se intensifica en el canto: “La esencia de la palabra es el canto. Y el canto está, sobre todo, para hacernos compañía. Éste es el núcleo estricto de la teoría del lenguaje” (p. 99). De ahí que el silencio sea tan importante como la palabra o el canto. El autor, fiel al intento de superación de los contrarios (“No entiendo que haya oposición entre arriba y abajo, ni entre ligereza y gravedad, sino juntura y articulación”), une aquí dos aparentes opuestos: “También se podría explicar así: el origen es el canto. Y el canto, canta el silencio. Porque el silencio es también canto” (p. 99).

A raíz de los silencios (o las pausas) y las palabras se explica, en parte, que el autor retome en las últimas páginas la especial alusión a la figura del pregonero. De hecho, se trata de uno de los elementos que cierra, como si de un círculo se tratase, Humano, más humano. En este punto, destaca su oficio y estilo, con el cual se identifica el autor, y convierte, él mismo, su propuesta en pregón: “El estilo del pregonero es el que siempre me ha parecido mejor: frases cortas y pausas largas, para tratar de decir cosas humanas, muy humanas, prescindiendo de palabras inútiles. [...] Tal vez, para ir recapitulando, podría hacerse así: venido de ninguna parte - recibido el nombre - herido infinitamente por la vida - con ligereza y gravedad - cada día - inicio, juntura y salmo -” (p. 168).

En resumen, Humano, más humano, de Josep Maria Esquirol, es un libro ligero y optimista que ahonda en las cualidades y situaciones que atraviesan la existencia del ser humano. Su autor, cuya mirada dúctil o plástica se acomoda con cuidado y entusiasmo -pero no sin determinación-, lanza un mensaje de esperanza: el sentido, la juntura, se muestra en la vida, en su profundidad. Ya lo hace notar al principio: “¡Qué paradoja más triste [...] perdernos, y no advertir que el horizonte más importante no se encuentra más allá -más lejos-, sino más adentro!” (p. 11). En esta profundidad se descubren las cuatro infinitudes esenciales, tan importantes como la acción creadora de que es capaz el ser humano. La esperanza se hace presente en forma de búsqueda de un poco más de sentido, pero diferente: hay una “promesa de bien” (p. 162) que comienza con el inicio absoluto que, según Esquirol, es cada nacimiento.