ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 65
julio-diciembre 2021, e17
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376

ENTRE FILOSOFÍAS INVISIBLES Y PODERES SILENCIADORES

BETWEEN INVISIBLE PHILOSOPHIES AND SILENCING POWERS

Valentina Tolentino Sanjuan

Universidad Nacional Autónoma de México

José Barrientos Rastrojo. Filosofía aplicada experiencial. Más allá del postureo filosófico. Madrid: Plaza y Valdés, 2020, 208 pp.

Recuerdo que, desde hace años, desde los primeros semestres de la licenciatura en sociología -luego esto persistió en los seminarios de filosofía, en los cursos y en la maestría de esta misma disciplina- me acompañó siempre una especie de malestar, de incompletud. Leíamos a los clásicos, también a contemporáneos. En sociología y en filosofía por igual, pues las dos fijan sus cimientos en la teoría clásica. Esa rara sensación consistía, primero, en quedar embelesada por todo el conocimiento legado y estudiado en las aulas; una suerte de impresión por los sesudos análisis, teorías y postulados, principalmente europeos, para después o bien desvanecerse, o bien, dejarme con la impresión de que algo no cuadraba entre todas aquellas teorías y el momento en que ponía un pie dentro del metro Cuatro Caminos de la Ciudad de México.

Múltiples vendedores ambulantes, trabajadores de la construcción o, como les llamamos en México, “albañiles”, “volanteros” o personas que reparten volantes pidiendo ayuda, unas monedas; y que generalmente son hombres, mujeres y niños que vienen del campo, descalzos o con raídos huaraches y andrajos. Ellos ni siquiera saben lo que dicen esos “papelitos” que entregan a los somnolientos pasajeros, de quienes apenas y reciben una indiferente mirada con el rabillo del ojo; “bocineros” o vendedores de discos compactos, invidentes cantando… cuando no personas dedicadas a declamar poesía, tocar instrumentos varios, bailar, etc., conforman el grueso de esa tan pronunciada incongruencia entre lo que se reflexiona en las aulas y lo que vivimos millones de mexicanos fuera de ellas en la descomunal megalópolis.

Una vez me tocó ser testigo de cómo en un salón de actos de la universidad, un trabajador increpaba al entonces conferencista, doctor en filosofía, versado en cuestiones teóricas marxistas, sobre cómo lo que estaba diciendo iba a hacer que sus compañeros -del jornalero- se convencieran de la revolución.

En otras múltiples ocasiones, estudiando filosofía, me encontré -con sorpresa- con que varios compañeros, que precisamente provenían de situaciones difíciles y de estratos socioeconómicos bajos, se movían al estudio de la filosofía más por el ascenso social -con todo lo que ello implica- que buscando no solo una transformación radical sino cierta incidencia para mejora de algunos grupos históricamente vejados -incluso sus mismos grupos de pertenencia-. Este perfil de compañeros era de quienes defendían de manera acérrima los esquemas verticales y rígidos de la universidad, encarnados por una gran cantidad de profesores; para estos últimos toda otra manera de buscar la democratización del conocimiento o la inclusión de ciertos sectores dentro de la sacralizada filosofía era, simple y llanamente, un tipo de disquisiciones que “no eran filosofía”, sino -y con un tono condescendiente- tan solo un ejercicio “interesante” de pensamiento.

¿Qué esperanzas podría hallar entonces, si esos mismos sujetos socavados históricamente se negaban a reconocerse como tal, poniéndose como armadura la argumentación de una filosofía cerrada, que separa -nuevamente- a los cuerpos de trabajo, sudorosos, callosos y lastimados de las mentes impolutas que pretenden entronizar a la razón y hacer de ellas, como siempre, el sustento de un “humanismo” exclusivo, escindido y deshistorizado?

Estas lastimosas líneas tienen un buen motivo para ser escritas, fuera de los malos recuerdos. Fue a partir del libro del profesor José Barrientos Rastrojo. Él, además de prestar atención a esos cuerpos andrajosos que pululan en la Ciudad de México, ha puesto al servicio de ellos, y de una buena cantidad de minorías de diversas partes del mundo, ni más ni menos que a la filosofía.

A través de su trabajo y de su más reciente libro Filosofía aplicada experiencial. Más allá del postureo filosófico se describe una sutil negación del cuerpo, de las condiciones opresivas de una sociedad y de corrientes que ponen en cuestionamiento el poder de ciertos sectores privilegiados por medio de un discurso filosófico predominantemente racional. Estas últimas se componen, sobre todo, de individuos que, principalmente, buscan el ascenso y beneficio personal.

Existe en la citada obra y los diversos trabajos de José Barrientos una nutrida investigación y metodología propuestas que hacen la conexión, tan justa y necesaria, de aquello que se perdió en el camino de la construcción de la filosofía académica. La reflexión de la propia condición, vamos, de la que nos es más próxima, de esa que alude tanto a nuestra circunstancia como a nuestras opresiones: de la situación vital.

Leer a tantos autores en la carrera de Filosofía debiera tener algún cometido más allá del engrosamiento del propio intelecto. Esa es la propuesta de Barrientos que, al exponer la puesta en marcha de los talleres, círculos o reuniones que giran en torno de la filosofía aplicada, explica también cómo es posible emplear de una manera práctica el legado de filósofas y filósofos. De esta forma, encontramos que una razón estoica, por ejemplo, puede ser enseñada a reclusos de cualquier parte del mundo no para reinsertarse a una sociedad que los ha relegado, sino para tener un panorama mucho más crítico y amplio de sus posibilidades corporales, mentales, afectivas y emocionales, y, de esa manera, no aspirar a la idealizada felicidad de esta era. Quizá sí a desplegar el sufrimiento para reencontrarse con su ser más propio por medio de la aceptación de la angustia. Es decir, se trata de in-corporar múltiples posibilidades y formas de razonar, de sentir, por ende, de vivir aquello que se nos presenta de manera irremediable.

Encontramos en sus talleres, también, una razón poética zambraniana, una razón existencialista sartreana, una orteguiana, entre otras. En fin, hay en la obra de José Barrientos un trabajo práctico, sin descuidar el teórico, de una filosofía que busca su cauce por aquellos caminos en donde puede conectar nuevamente al ser en sus dimensiones no solo racionales, sino también corporales -al integrar al sentir y al hacer como elementos en igual grado de importancia-. De esta manera, la experiencia se antepone como el punto del que hemos de partir para pensarnos y repensarnos, bajo el auspicio de la filosofía, pero en un sentido mucho más próximo, menos ajeno.

En suma, encontramos en esta obra los fundamentos teórico-prácticos de una filosofía que se abre más allá de las aulas, pero que bien puede ser entendida y practicada en diferentes niveles de aprendizaje -hallamos, por ejemplo, un estudio acerca de la mejora de las capacidades críticas y reflexivas de grupos que han puesto en práctica este enfoque filosófico-, o bien, en grupos de conflicto o vulnerables.

Este trabajo es la muestra indudable, concreta, asequible y esperanzadora del potencial vital de la filosofía en nuestros días para quienes seguimos pensando que el conocimiento puede ser y marcar la diferencia más allá de las filosofías de corte jerarquizado o excluyente.