ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 65
julio-diciembre 2021, e20
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376

MÁS ALLÁ DE LAS AULAS: UNA REIVINDICACIÓN DEL CARÁCTER PRÁCTICO DE LA FILOSOFÍA

BEYOND THE CLASSROOMS: A CLAIM OF THE PRACTICAL CHARACTER OF PHILOSOPHY

M.ª de los Ángeles Pérez del Amo

Universidad Complutense de Madrid

https://orcid.org/0000-0002-1938-9058

Javier Vilanova Arias. Filosofía del sentido común. Madrid: Guillermo Escolar Editor SL, 2021, 312 pp.

Haciendo uso de un tono ameno y cercano, el profesor Javier Vilanova Arias reflexiona en torno a lo que coloquialmente denominamos sentido común, aludiendo al carácter cotidiano o habitual de la noción, así como a las creencias y pautas conductuales socialmente compartidas. Tomando como punto de partida esta noción tan familiar para el lector, trata de realizar un escrito filosófico que sea accesible para todo el público -sin establecer la obligatoriedad de un amplio conocimiento en este sentido-. De esta forma, se propone realizar un análisis del bagaje que, salvo excepciones, solemos dar por supuesto a la hora de desplegar nuestras reflexiones, argumentos, pensamientos y discusiones -tanto diarias como académicas-, lo que bajo la terminología utilizada por el profesor podríamos denominar esa “tierra firme de las certezas cotidianas” (p. 10) que nos permite “volar despreocupadamente por los cielos de la especulación libre” (p. 10).

Para afrontar la problemática presentada, el autor realiza una suerte de organigrama general, diferenciando dos apartados -Práctica y Teoría-. En el primero de ellos encontramos un estudio específicamente vinculado con el carácter práctico de los problemas corrientes que, a grandes rasgos, todos los lectores podríamos identificar. En este sentido, se hace cargo de cuestiones tan familiares para nosotros como son las relaciones con los demás, la responsabilidad sobre los actos que realizamos o la fiabilidad de nuestra memoria. Este carácter fundamentalmente práctico se hace notar especialmente en el contexto en el que son presentados los ensayos que componen dicha parte, concretamente haciendo alusión al primero de ellos que recoge la charla impartida por el profesor a los internos del Centro Penitenciario Alicante II (Villena) (p. 17). En esta sesión, a través de una serie de problemáticas cotidianas expone algunas cuestiones de larga tradición filosófica en torno a la noción de responsabilidad moral y libertad humana, atendiendo a los posibles condicionantes y analizando las respuestas canónicas que diversos autores -naturalistas y culturalistas- han utilizado para responder a la pregunta que el profesor explicita del siguiente modo: “¿En base a qué tomamos decisiones los seres humanos?” (p. 21).

Tras una revisión de las diferentes tesis que han disputado en este largo debate que abarca prácticamente todas las disciplinas humanas, finalmente, presenta una modificación propia derivada de la perspectiva filosófica que, para él, de forma integradora, logra hacerse cargo de esta cuestión de manera adecuada, a saber, la postura de Aristóteles. Siguiendo las palabras del autor y desmarcándose del dualismo cultura/naturaleza que se venía manteniendo en los últimos años de desarrollo filosófico, afirma que el ser humano, efectivamente posee una doble naturaleza -una primera naturaleza biológica y una segunda naturaleza espiritual/cultural-, aceptando la incapacidad de localizar una frontera exacta entre estos dos ámbitos (p. 27). Partiendo de este bagaje aristotélico, Vilanova propondría otro factor que debemos tener en cuenta, lo que ha denominado tercera naturaleza, esta naturaleza consistiría en “ser una persona” (p. 29), a saber, el verse afectado por los diversos acontecimientos y circunstancias que se suceden a lo largo de nuestra vida. De este modo, el autor explorará la conciliación entre esas determinaciones, a saber, que “somos naturaleza, somos cultura y somos biografía” (p. 34), con la sensación de autonomía y libertad propias de nuestro desarrollo cotidiano.

Siguiendo con la primera parte de su obra, en el segundo ensayo introduce una serie de cuestiones vinculadas con la particular forma que los seres humanos tenemos de relacionarnos con los otros y de entenderlos, aun estando mutuamente localizados en distintos marcos socioculturales y/o conceptuales. La tesis que defenderá, haciendo alusión a sus propias palabras, sería que “es posible para cualquiera comprender a cualquier otro” (p. 41). Esta perspectiva, de forma tajante, se localizaría en contra de la pluralidad de tesis actuales localizadas en favor de la defensa de nuestro propio marco cerrado, las cuales, partiendo de la configuración de una suerte de contextos particulares y cerrados, niegan la posibilidad de comprensión del resto de puntos de vista que existen en nuestro mundo, manteniendo a sus seguidores aislados o al margen de esa rica multiplicidad humana. De esta manera, Vilanova defenderá la posibilidad de comparación y diálogo, apostando por una nueva formulación alternativa y cercana a lo que él denomina “el hombre de la calle” (p. 43). En otras palabras, cercana a aquellos que no son grandes estudiosos ni tienen por qué serlo, aproximándose así a una resolución profundamente vinculada con la práctica y la cotidianidad con la que estamos generalmente familiarizados. Así, expone una nueva forma de afrontar la cuestión a través de la posibilidad de una comprensión entre los variados contextos a través de lo que el autor denomina “particulares universales” (p. 46) los cuales están enraizados en la praxis propia del contexto en el que se situarían, sumando a estos elementos la necesidad de comparación entre toda esa pluralidad, analizando cuidadosamente las “coincidencias y las diferencias” (p. 51), alejándose, así, de las consideraciones y prejuicios filosóficamente mantenidos.

En los capítulos siguientes aborda temas tan filosóficos como familiares para cualquier persona -sea un estudioso o no de la filosofía-. Destacamos así la cuestión en torno a la memoria, partiendo de algunas importantes intuiciones ampliamente compartidas, a saber, lo valiosa que es para nosotros como seres humanos, siendo capaz de influenciar o condicionar nuestras experiencias, hábitos, miedos y manías a lo largo de nuestro día a día, tal y como señala el autor: “recordar es, un poco, vivir hacia atrás” (p. 68). Así, con el tono ameno y asequible característico del profesor, vamos recorriendo algunas de las cuestiones fundamentales en este sentido, como la pérdida de la memoria, los engaños de la misma y la forma en la que esta trabajaría. Para lograrlo, hace alusión a diversos autores y teorías que fueron aportando luz sobre tales asuntos, pero sin olvidar el elemento pragmático que de partida le caracteriza, recurriendo, de este modo, en todo momento al famoso sentido común (p. 92) que va hilando y entretejiendo su obra. En la siguiente parada (p. 95), nos encontramos con un repaso de algunos argumentos y reflexiones en torno al deber y la responsabilidad. El profesor lleva a cabo esta labor a través de la recuperación de algunas ideas que a lo largo de la tradición filosófica más canónica se han mantenido, recurriendo, para ilustrar esto, a figuras como la de Hume, Rousseau y Kant hasta llegar a las reflexiones de Moore, mucho más próximas cronológicamente a nosotros. Todo ello, sin olvidar en ningún caso la necesidad de volcar todos estos esfuerzos en la búsqueda realista de remedios para “los verdaderos problemas” (p. 114), explicitando la necesidad de, especialmente en estos temas, mantener los pies en la “tierra firme” (p. 10).

Acercándonos al final de esta primera parte dedicada a la práctica, Vilanova nos presenta un conjunto de reflexiones en torno a la pregunta por la humanidad, una cuestión de gran amplitud que vendrá acompañada de un marcado carácter existencial. Valiéndose de esta cuestión, el autor analiza cómo las posibles respuestas a esta pregunta condicionarían de forma práctica nuestro desarrollo diario o habitual, así como nuestra perspectiva general de la vida. En definitiva, siguiendo sus palabras, sería un interrogante que “afecta a todos los ámbitos de su existencia” (p. 117), por lo que no puede ser obviado y el mero hecho de no querer dar una respuesta ya constituiría una localización y una perspectiva concreta formada al respecto (p. 120). Tras este despliegue personal con proyección en algo tan amplio como es la humanidad, en el siguiente capítulo, a modo de cierre y con importantes vinculaciones con lo que será la siguiente sección del escrito, el profesor nos presenta una serie de problemáticas, argumentos y reflexiones en torno a la cuestión del conocimiento y a la pregunta de ¿cómo puedo saber que sé algo? (p. 143). Podemos vislumbrar una larga tradición filosófica en este sentido, pero Vilanova logra acercarnos a toda esta maraña de ideas y complejos argumentos a través de una serie de casos cercanos y asimilables para todo el público. Al mismo tiempo y sumado a lo anterior, el autor irá presentando las distintas tradiciones e intentos de respuesta o solución mencionados de una forma crítica, identificando sus carencias y errores, para finalmente, a través de un alegato en favor del sentido común (pp. 170-171) -especialmente necesario ante algunos casos de escepticismo extremo-, desarrollar un punto de vista alternativo y propio, que podría considerarse más aceptable para la mayoría, atendiendo al carácter práctico y humilde del mismo (p. 173).

Dando paso a la segunda parte de su obra, dedicada al aspecto teórico del sentido común, nos encontramos con una serie de aclaraciones conceptuales enmarcadas, a su vez, en acontecimientos históricos propios de nuestra cultura (p. 177). Siguiendo las palabras del autor, debemos atender a la pluralidad de usos de este término o noción, asumiendo los “muchos y muy variados matices, variaciones, gradaciones y finalidades” (p. 182), pero identificando, al mismo tiempo, con su ayuda, los usos más comunes o ampliamente compartidos de este fenómeno “inconfundiblemente humano” (p. 185). La caracterización explícita de este término queda introducida en el segundo capítulo, donde expone algunos de los rasgos distintivos del mismo, atendiendo a la imposibilidad de establecer una suerte de criterio nítido. De esta forma, se dispone a presentar una suerte de posible descripción, argumentado que podemos entender este sentido común del siguiente modo: “Como una propiedad de algunos hechos, dichos o pensamientos humanos que se distinguen por su obviedad, su carácter implícito, su familiaridad, su no necesidad de prueba y su orientación práctica” (p. 194).

Haciéndose cargo, así, del carácter indefinido propio de un término tan familiar, pero, al mismo tiempo, complejo de determinar (p. 195), para, en el siguiente ensayo, explorar los orígenes histórico-lingüísticos y conceptuales del mismo (p. 199). Retrotrayéndonos a lo largo de nuestra tradición, viajamos hasta la Grecia clásica, para, desde este punto de partida, seguir el rastro de sentido y significado que ha ido conformado lo que hoy popular o comúnmente entendemos por sensus communis (pp. 200-207). Una vez realizado este breve recorrido introductorio, continúa su obra con la exposición de “un ramillete de aproximaciones teóricas más o menos contemporáneas al sentido común” (p. 209), las cuales serán abordadas de forma aclarativa, breve y concisa, para lograr mostrar la influencia que el sentido común tiene en multitud de ámbitos del saber (p. 223) -como en la psicología, la lógica, la antropología o en los estudios actuales sobre inteligencia artificial-.

Tras las debidas introducciones necesarias, finalmente, en los capítulos que se suceden, encontramos una mirada atenta y bien enfocada en el estudio del origen y la estructura del sentido común, para, posteriormente, en los últimos ensayos, presentar las complejas relaciones entre la ciencia y la filosofía con este mismo. Comenzamos, así, respetando el orden del libro, con el origen del sentido común (p. 225), analizando la importancia del colectivo o grupo social en este sentido y mostrando la necesidad de mirar al mundo real, de ver cómo nos comportamos y actuamos en nuestro día a día, haciendo alusión al componente fundamentalmente práctico del mismo. Recogiendo la expresión del autor, debemos destacar las siguientes líneas en las que explicita claramente su perspectiva al respecto afirmando: “No lo dudes. No hay mejor laboratorio que la vida, y el mundo real ha sido y siempre será el banco de pruebas del sentido común” (p. 236).

Atendiendo a la estructura, tratará de aclarar a qué se refiere cuando, a lo largo del escrito, ha expresado el carácter vago, borroso o indeterminado del sentido común, con el fin de evitar malentendidos, malas interpretaciones u, en palabras del autor, “opiniones disparatadas” (p. 237). De esta forma, ofrece algunas claves de gran importancia, entre ellas cabe destacar que el término sentido común no es más que “una palabra para referirse a un conjunto de cosas diferentes que comparten un cierto parecido” (p. 240), englobando, así, las normas conductuales, metodologías o procedimientos provenientes de “la experiencia de muchas personas en muchas circunstancias diferentes” (p. 241). Teniendo todas estas aclaraciones en mente, Vilanova en los siguientes capítulos analiza el papel que el sentido común tiene en ámbitos como la ciencia y la filosofía, haciéndose cargo de los prejuicios y la visión negativa que se ha generalizado hacia el mismo en tales ámbitos, especialmente con el avance y la expansión de la tradición cartesiana (p. 247). La ciencia occidental, así, estaría caracterizada por, siguiendo las palabras del autor, “poner en suspenso sus creencias de sentido común” (p. 249), tratando de alejarse de un plano más terrenal y queriendo alcanzar una suerte de estado aséptico, el cual será criticado por el profesor aludiendo al carácter falible y humano del saber científico (p. 264). En el caso de la filosofía, desde sus inicios compartiría ese gusto por alejarse de la “opinión común” (p. 265), pero este enfoque se ha visto modificado o afectado por los diversos giros filosóficos y las nuevas teorías que se han desarrollado, especialmente tras el profundo cambio de rumbo acontecido en el pasado siglo, con el conocido giro pragmático y el auge de la filosofía del lenguaje (p. 273).

Cerrando la obra, encontramos un último apartado que podemos tomar como conclusión general resultado de este intenso y variado viaje, en el que reflexiona sobre la figura del filósofo y los distintos tipos que, a grandes rasgos, podemos localizar en este sentido (p. 279). Explicitando, siguiendo su argumento, la necesidad de un tipo de filosofía que salga de las aulas y academias, pero que sea capaz de hacerse cargo de los “interrogantes filosóficos” (p. 291) mientras atiende, al mismo tiempo, al carácter práctico de la propuesta, tomando conciencia y atendiendo al bagaje o conocimiento básico “que todos estamos cansados de saber” (p. 292). En otras palabras, y conectando con el hilo argumental de la obra, realiza un llamamiento a la necesidad de filosofar sin olvidar las ventajas o soluciones -especialmente pragmáticas- que nos ofrece el sentido común, con el que absolutamente todos, de una forma u otra, estamos familiarizados (p. 297).