ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 66
enero-junio,  2022, e15
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.66.15

BIENES COMUNES / COMMON GOODS

ARTÍCULOS

Cuidar en común*Esta investigación ha sido posible gracias a una ayuda para la Formación del Profesorado Universitario del Ministerio de Universidades del Gobierno de España (FPU19/06027) y en el marco del proyecto BAKARZAIN Soledad no deseada y cuidados: individuo, comunidad y tecnología, financiado por la Fundación BBK-Kuna.

Caring in common

Belén Liedo

Instituto de Filosofía del CSIC

https://orcid.org/0000-0002-8109-8454

Resumen

Los comunes y los cuidados son dos temas que han ganado presencia en los discursos públicos y políticos de los últimos años, y parecen guardar una especial afinidad entre sí. En este artículo, propongo que hay dos formas diferentes de entender la relación entre los comunes y los cuidados, argumentando a favor de una de ellas: el cuidado en común o cuidado comunitario. De esta forma, planteo que los cuidados pueden ser definidos como aquello que se hace para mantener ciertos comunes, forjando los vínculos que dan forma a las comunidades de acuerdo con unos estándares éticos. Estos estándares pueden ser establecidos de acuerdo con la ética del cuidado y en continuación con la tradición política de los comunes.

Palabras clave:  
Comunes; comunidades; cuidados; cuidado comunitario.
Abstract

The commons and care are two topics that have gained presence in public and political discourses in recent years and seem to have a special affinity to one another. In this article, I propose that there are two different approaches to the relationship between the commons and care, arguing in favor of one of them: care in common or community care. In this way, I claim that care can be defined as what is done to maintain certain commons, forging the bonds that shape communities according to ethical standards. These standards can be established in accordance with the ethics of care and in continuity with the political tradition of the commons.

Keywords:  
Commons; Community; Care; Community care.

Recibido: 29  septiembre  2021. Aceptado: 22  febrero  2022.

Cómo citar este artículo/Citation: Liedo, Belén (2022) "Cuidar en común". Isegoría, 66: e15. https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.66.15

CONTENIDO

1. INTRODUCCIÓN

 

El discurso de los cuidados ha ganado presencia pública e institucional en los últimos años. Al menos, dos razones históricas explican este protagonismo creciente: la relativa hegemonía cultural y política de la cuarta ola feminista, uno de cuyos temas centrales es el cuidado, y la búsqueda de nuevas soluciones ante la crisis económica y social comenzada en 2008. El cuidado cuenta con una sólida tradición académica que es capaz de analizar la realidad contemporánea desde un punto de vista feminista, con la pretensión de convertirse en un impulso transformador hacia la justicia social.

Dentro de este contexto, es habitual escuchar referencias al campo semántico de lo común, los comunes o la comunalización. La vocación transformadora se hace así efectiva, puesto que la tradición de lo común se ocupa de la distribución, organización y gestión no solo de los recursos, sino de tareas y responsabilidades en un sentido más amplio. Por otra parte, como ha analizado largamente Silvia Federici (2013Federici, Silvia, Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, Madrid, Traficantes de Sueños, 2013., 2020)Federici, Silvia, Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes, Madrid, Traficantes de Sueños, 2020., las luchas por la comunalización de recursos, especialmente en América Latina, han estado protagonizadas por mujeres, cuyas reivindicaciones feministas se unían a sus reivindicaciones por la gestión del territorio.

La naturaleza del vínculo que une los cuidados con lo común no está siempre clara. Propongo que existen dos maneras de entenderla. Por una parte, puede entenderse que el cuidado es un bien intangible que puede gestionarse en común, tal como el conocimiento. Esta versión presenta algunas limitaciones, que se detallarán en lo que sigue. En segundo lugar, el cuidado puede ser comprendido como aquello que se hace para mantener ciertos comunes. Sostengo que esta última forma es más adecuada y permite ampliar el alcance de ambos paradigmas.

Para defender esta tesis, llevaré a cabo una revisión bibliográfica, rastreando los supuestos que dan sustento a ambos marcos teóricos y analizando sus coincidencias y divergencias. Analizaré con especial atención una de las propuestas más influyentes, la de Silvia Federici, señalando los límites de su enfoque. Para terminar, propondré una versión del cuidado en común que considero prometedora.

2. LO DOMÉSTICO ES POLÍTICO: CRISIS DE LOS CUIDADOS Y CRISIS FINANCIERA GLOBAL

 

Atravesamos lo que ha recibido el nombre de «crisis de los cuidados» (Ezquerra, 2011Ezquerra, Sandra, «Crisis de los cuidados y crisis sistémica: la reproducción como pilar de la economía llamada real», Investigaciones Feministas, vol. 2, pp. 175-194, 2011. https://doi.org/10.5209/rev_INFE.2011.v2.38610 ). La crisis de los cuidados puede ser definida como el desajuste entre las necesidades de cuidado de la población y la capacidad de la sociedad para proveerlo. Entre las razones que se suelen analizar como causas de esta crisis, destacan el aumento de la esperanza de vida de la población, y con ello del tiempo en que pueden necesitar cuidados más intensos, y la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral.

La crisis de los cuidados ha merecido la atención de, entre otras, la economía y la antropología feminista. La economía feminista propone no limitar el análisis de lo económico a lo que ocurre en los sectores tradicionalmente considerados laborales o productivos, incluyendo las tareas de cuidado (Pérez Orozco, 2014Pérez Orozco, Amaia, Subversión feminista de la economía. Apuntes sobre el conflicto capital-vida, Madrid, Traficantes de Sueños, 2014. ). Para ello, los estudios sobre el uso del tiempo y sobre las configuraciones familiares han sido de especial utilidad (Carrasco y Domínguez, 2003Carrasco, Cristina y Domínguez, Marius, «Género y usos del tiempo. Nuevos enfoques metodológicos», Revista de Economía Crítica, n.º 1, pp. 129-152, 2003.; Durán, 2018Durán, M.ª Ángeles, La riqueza invisible del cuidado, Valencia, Universitat de València, 2018. ). En este movimiento, se continúa con la larga reivindicación feminista que cuestiona, en sus diferentes versiones, la existencia de un espacio privado que se entiende al margen de los criterios generales de justicia y democratización propios de las sociedades liberales.

Ante la crisis del cuidado, algunos autores y autoras han propuesto soluciones más o menos estatalistas, reclamando al Estado que asuma más responsabilidades en la gestión de los cuidados que necesita su población. Por ejemplo, Daniel Engster, desde el punto de vista estadounidense, entiende que la superación de muchas de las injusticias en el reparto de estas tareas pasa por un cambio profundo en la manera en que los estadounidenses conciben el Estado y lo que esperan de él (Engster, 2015Engster, Daniel, Justice, care, and the welfare state, Oxford, Oxford University Press, 2015. ). Esta mirada hacia el Estado es habitual en la tradición del cuidado (véase, por ejemplo, Kittay, 1999Kittay, Eva F., Love’s Labor. Essays on women, equality and dependency, New York and London, Routledge, 1999.).

Sin embargo, la confianza en que el Estado resuelva la situación ha sido contestada desde otras propuestas feministas, especialmente en el contexto de la progresiva degradación de los Estados del Bienestar. El Estado moderno no es un ente ajeno a las configuraciones de género, sino que participa de la ideología de varios de los pilares de las sociedades patriarcales, a saber, el pacto entre varones y la separación entre espacio público y espacio privado (Pateman, 1995 [1988]Pateman, Carole, El contrato sexual, Barcelona, Anthropos Editorial, 1995 (1985). ). Joan Tronto (1993)Tronto, Joan, Moral Boundaries: A Political Argument for an Ethics of Care, New York and London, Routledge, 1993. habla de tres fisuras o fronteras que se han creado a partir de la modernidad; una de ellas es la separación entre un espacio público, donde funcionan las normas políticas liberales, y un espacio privado en el que quedan recluidas las mujeres.

Esta circunstancia ayuda a comprender por qué muchas defensoras del cuidado han vuelto la mirada hacia los comunes, como una alternativa al binomio Estado-mercado. La iniciativa feminista que se resume en la consigna «poner la vida en el centro» disputa la misma existencia de esferas consideradas no económicas, desvalorizadas y no salarizadas, cuya relegación a los márgenes es la condición sine qua non de la productividad capitalista.

El estudio de las tareas de sostenimiento de la vida en relación con la organización de género ha tomado diferentes formas. En primer lugar, está la corriente de la ética del cuidado, iniciada con los trabajos de Carol Gilligan (1992 [1982])Gilligan, Carol, In a Different Voice. Psychological Theory and Women’s Development, Cambridge and London, Harvard University Press, 1992 (1982). acerca del desarrollo moral de niños y niñas. Algunos rasgos fundamentales de la propuesta original de la ética del cuidado son: (a) pone en cuestión el androcentrismo de los paradigmas racionalistas sobre la ética, (b) visibiliza y valora las disposiciones éticas propias de las tareas de cuidado feminizadas, y (c) asume una idea constructivista de la moral, contrario a todo esencialismo de género respecto a los roles diferenciados en la moralidad. El cuidado es aquí una forma de relación ética con el mundo que parte de las relaciones y vínculos afectivos, la atención a las emociones y la asunción de responsabilidades como respuesta a las necesidades ajenas.

La ética del cuidado se ha ido desarrollando hasta nuestros días. Dentro de este desarrollo, ha sido relevante la politización del cuidado (Sevenhuijsen, 2003Sevenhuijsen, Selma, «The place of care. The relevance of the feminist ethic of care for social policy», Feminist Theory, vol. 4 (2), pp. 179-197, 2003. https://doi.org/10.1177%2F14647001030042006 ; Held, 2006Held, Virginia, The ethics of care. Personal, political, and global, Oxford, Oxford University Press, 2006. ; Robinson, 2011Robinson, Fiona, The Ethics of Care. A Feminist Approach to Human Security, Temple University Press, 2011.; Barnes, 2012Barnes, Marian, Care in Everyday Life. An Ethics of Care in Practice, Bristol, The Policy Press, 2012.). Por otra parte, la caracterización de los valores y virtudes morales propias del cuidado se ha ido sofisticando (Slote, 2007Slote, Michael, The Ethics of Care and Empathy, London and New York, Routledge, 2007. ; Miller, 2005Miller, Sarah, «Need, Care and Obligation», Institute of Philosophy Supplement, 57, pp. 137-160, 2005. https://doi.org/10.1017/S1358246100009188 ). Asimismo, ha aparecido lo que podría llamarse una ética del cuidado aplicada, con el caso de la ética de la enfermería (Feito, 2000Feito, Lydia, Ética profesional de la enfermería, Madrid, PPC, 2000. ; García Moyano, 2015García Moyano, Loreto, «La ética del cuidado y su aplicación en la profesión enfermera», Acta Bioethica 1 (2), pp. 311-317, 2015. https://doi.org/10.4067/S1726-569X2015000200017 ; Busquets Surribas et al., 2018Busquets Surribas, Montserrat; Cuxart Ainaud, Núria; Domínguez-Alcón, Carmen y Ramió Jofre, Anna (coord.), Nuevas políticas del cuidar. Alianzas y redes en la ética del cuidado, Barcelona, Col·legi Oficial d’Infermeres i Infermers de Barcelona (COIB), 2018.).

Por otra parte, la filosofía feminista de raigambre marxista ha analizado las tareas de sostenimiento de la vida asignadas a las mujeres bajo la rúbrica del trabajo reproductivo. Siguiendo a Silvia Federici (2020)Federici, Silvia, Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes, Madrid, Traficantes de Sueños, 2020., el trabajo reproductivo es uno de los espacios que el capitalismo define a través del salario: en este caso, a través de la ausencia de él. El trabajo reproductivo se constituye en aquellas tareas que hacen posible que el trabajador esté listo para producir. Pero este tipo de trabajo se sitúa originalmente fuera de la esfera de lo productivo, invisibilizado y carente de valor monetario o de prestigio. Nancy Fraser (2020)Fraser, Nancy, Los talleres ocultos del capital, Madrid, Traficantes de Sueños, 2020. detecta una contradicción interna en el capitalismo: necesita, para mantenerse, de esferas de actividad y recursos ajenas a sí mismo (además del trabajo reproductivo, también los recursos naturales y las estructuras políticas convenientes), pero su propia lógica interna de expansión y acumulación indefinida provoca que se invadan y destruyan estas mismas esferas.

Tanto las teóricas de la ética del cuidado como las teóricas de la reproducción social encuentran en el sistema productivo una de las raíces de la crisis del cuidado contemporánea. Asimismo, coinciden en que la solución a la crisis, así como a la distribución injusta de responsabilidades sobre la población, solo puede pasar por un profundo cambio en la configuración de la sociedad en todos sus ámbitos. Es por ello que el proyecto económico y político de los comunes parece ser compatible con el ideal feminista de cuidado justo para todos/as.

3. CUIDADO Y COMUNES: CLARIFICACIONES CONCEPTUALES

 

Entiendo el cuidado como el conjunto de actividades y disposiciones morales encaminadas al sostenimiento de la vida. Para empezar, asumo la definición clásica de Joan Tronto y Berenice Fisher, «cuidado es todo lo que hacemos para mantener, reparar y continuar nuestro mundo de forma que sea posible vivir en él de la mejor manera posible» (Fisher y Tronto, 1990, p. 40Fisher, Berenice y Tronto, Joan, «Toward a feminist theory of caring», en Abel, Emily K. y Nelson, Margaret K. (eds.), Circles of Care: Work and identity in women’s lives, pp. 35-62, Nueva York, SUNY Press, 1990. , traducción propia). «Nuestro mundo» se refiere aquí al mundo humano, entendido más allá del mero entorno. Además, el cuidado puede ser entendido como una respuesta a la vulnerabilidad humana (Liedo, 2021Liedo, Belén, «Vulnerabilidad», EUNOMÍA. Revista en Cultura de la Legalidad, 0(20), pp. 242-257, 2021. doi: https://doi.org/10.20318/eunomia.2021.6074 ), como propone Daniel Engster (2019)Engster, Daniel, «Care ethics, dependency, and vulnerability», Ethics and Social Welfare, 13 (2), pp. 100-114, 2019. https://doi.org/10.1080/17496535.2018.1533029 : el cuidado sería aquello que hacemos para salvar la distancia que existe entre nuestra imperfección y el estado de cosas necesario para mantener una vida de calidad.

Por otra parte, aquello que puede ser llamado bienes comunes encuadra diferentes fenómenos y tradiciones de pensamiento. Luis Lloredo Alix (2020)Lloredo Alix, Luis, «Bienes comunes», EUNOMÍA. Revista En Cultura De La Legalidad, (19), pp. 214-236, 2020. https://doi.org/10.20318/eunomia.2020.5709 señala cinco corrientes diferentes dentro de la idea general de lo común: teológica, económica, jurídica, comunalista y política. La versión económica y la jurídica son las que guardan una relación más estrecha con los trabajos de Elinor Ostrom (2000 [1990])Ostrom, Elinor, El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva, México D. F., UNAM y Fondo de Cultura Económica, 2000 (1990). , además de entender los bienes comunes de una manera más cerrada. Para los propósitos de este artículo, nos interesan las versiones comunalista y política.

La propuesta comunalista, según Lloredo Alix (2020)Lloredo Alix, Luis, «Bienes comunes», EUNOMÍA. Revista En Cultura De La Legalidad, (19), pp. 214-236, 2020. https://doi.org/10.20318/eunomia.2020.5709 , parte de la tradición anarquista y hace suyo el principio, afirmado también por Maria Mies (2019)Mies, Maria, Patriarcado y acumulación a escala mundial, Madrid, Traficantes de Sueños, 2019. , de que no hay comunes sin comunidad. La comunidad se formaría mediante lazos de ayuda mutua, en el sentido libertario; es una propuesta decididamente anticapitalista e inspirada en modos sociales que se definen como premodernos. Por otra parte, la perspectiva política entiende los comunes como el resultado de un proceso de commoning. Es una idea más constructivista y antiesencialista de lo común y la comunidad: «la concepción política entiende que lo común es más bien un proceso o punto de llegada, el fruto de una actividad política de cooperación, y no un punto de partida o un presupuesto identitario -un sujeto: la comunidad- respecto del cual puedan predicarse una serie de propiedades -unos objetos: los bienes comunes» Lloredo Alix, 2020, p. 230Lloredo Alix, Luis, «Bienes comunes», EUNOMÍA. Revista En Cultura De La Legalidad, (19), pp. 214-236, 2020. https://doi.org/10.20318/eunomia.2020.5709 ).

Es relevante observar que los comunes, en sentido amplio, se han erigido como una nueva forma de pensamiento alternativo al orden neoliberal, copando los discursos de las principales iniciativas progresistas del ciclo 15M/Indignados (Gutiérrez, 2014Gutiérrez, Bernardo, «El 15M como una arquitectura de acción común», en Serrano, Eunate; Calleja-López, Antonio; Monterde, Arnau y Toret, Javier (eds.), 15MP2P. Una mirada transdisciplinar del 15M, Grupo de Investigación Redes, Movimientos y Tecnopolítica del IN3/UOC, 2014. Disponible en https://tecnopolitica.net/sites/default/files/15MP2P_Mayo2014.pdf [consultado el 13/09/2021]. ) o las luchas por el territorio en América Latina (Guillamón y Ruiz, 2015Guillamón, Álex y Ruiz, Clara, «Feminismos y lucha por el territorio en América Latina», Pueblos - Revista de Información y Debate, 64, pp. 28-32, 2015.). Los comunes, en esta acepción, no son solo propuestas de gestión económica: son todo un marco de pensamiento, cargado de afectividad, que da forma a muchas sensibilidades que buscan alternativas a la globalización neoliberal. Christian Laval y Pierre Dardot (2015)Laval, Christian y Dardot, Pierre, Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI, Barcelona, Gedisa, 2015. conciben el común como una lógica alternativa a la lógica totalizadora y expansiva del neoliberalismo, entendido este último como una propuesta antropológica que permea cada vez más capas de la vida social. El neoliberalismo trataría de instaurar la lógica de la competencia en todas las esferas de relación humana; frente a ello, la alternativa de los comunes aboga por un fortalecimiento de las redes de cooperación y colaboración.

Hay un importante giro en la historia del pensamiento sobre los comunes, que parte de una atención a los comunes tradicionales, tales como las aguas comunales, hacia el estudio de los comunes intangibles, como el conocimiento (Hess y Ostrom, 2016 [2007]Hess, Charlotte y Ostrom, Elinor, Los bienes comunes del conocimiento, Madrid, Traficantes de Sueños, 2016 (2007). ; Chan, Khan y Awan, 2019Chan, Cheryl; Khan, Fatima Noor y Awan, Sajida, «Bigger issues in a smaller world», en Hudson, Blake; Rosenbloom, Jonathan y Cole, Dan (eds.), Routledge Handbook of the Study of the Commons, Routledge, pp. 401-411, 2019. ). El primer grupo, estudiado y popularizado por Elinor Ostrom y la Asociación Internacional para el Estudio de los Comunes (IASC), se refiere a un tipo de bienes comunes que reciben el nombre técnico de «recursos de uso común» (common-pool resources) y que se caracterizan por la no exclusividad y la rivalidad. Ostrom ofrece la siguiente definición: un recurso de uso común es «un sistema de recursos naturales o hechos por el hombre que es lo suficientemente grande como para volver costoso (pero no imposible) excluir a destinatarios potenciales de los beneficios de su uso» (Ostrom, 2000, p. 66Ostrom, Elinor, El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva, México D. F., UNAM y Fondo de Cultura Económica, 2000 (1990). ).

Como señalan Massimo De Angelis y David Harvie (2014)De Angelis, Massimo y Harvie, David, «The Commons», en Parker, Martin; Cheney, George; Fournier, Valérie y Land, Chris (eds.), The Routledge Companion to Alternative Organizations, Abington, Routledge, pp. 280-294, 2014. , esta definición, a pesar de ser precisa y útil, no es capaz de abarcar una diversidad más amplia y heterogénea de sistemas de organización de los comunes. El caso más claro es el del conocimiento, en el contexto del auge de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y en medio de los debates sobre la privatización de los recursos-soporte del saber (Broncano, 2020Broncano, Fernando, Conocimiento expropiado. Epistemología política en una democracia radical, Madrid, Akal, 2020. ). Sin embargo, el cuidado no se presta fácilmente a ser comprendido como un bien. Para analizar esta posibilidad en detalle, recurriré en el cuarto apartado a la versión propuesta por Silvia Federici. Una segunda opción sería entender el cuidado como lo que se hace para mantener ciertos bienes comunes. Para justificar esta posibilidad, en el quinto apartado analizaré algunas propuestas recientes sobre cuidado comunitario y, sobre todo, trataré de mostrar que existe una afinidad conceptual y normativa entre ambas lógicas.

4. EL CUIDADO COMO BIEN COMÚN: SILVIA FEDERICI

 

Silvia Federici, entre otras, ha propuesto que existe en la actualidad una conexión entre las luchas sociales relacionadas con el trabajo reproductivo y las luchas por la gestión común de los bienes (Federici, 2020Federici, Silvia, Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes, Madrid, Traficantes de Sueños, 2020.). Para defender esta afirmación, se basa, por una parte, en el dato del liderazgo de mujeres en reivindicaciones que incluyen temas como los recursos naturales, la preservación de la tierra o los servicios públicos para el cuidado; por otra parte, se apoya también en un análisis de la ideología anticapitalista o no capitalista que subyacería a ambas corrientes de pensamiento.

Federici (2013, 2020)Federici, Silvia, Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, Madrid, Traficantes de Sueños, 2013. defiende que, con la creación del salario doméstico y la familia obrera nuclear (a finales del XIX), aparece en el seno de las sociedades capitalistas una distinción entre tareas, marcadas por la presencia o no de salario y asociadas a un género. Para Federici, este proceso es el que marca la sujeción de la mujer al hombre dentro del sistema capitalista, a la vez que es el sustento imprescindible del sistema, puesto que hace posible que los hombres estén listos para producir gracias a los cuidados invisibilizados que reciben en el hogar. Por lo tanto, en este marco, es necesario sacar el trabajo reproductivo de la dependencia marcada por el (no) salario para acabar con esa servidumbre.1Esta iniciativa recorre toda la trayectoria intelectual de Federici, y está especialmente desarrollada en la época del Comité para el Salario del Trabajo Doméstico (Federici y Austin, 2019). Los comunes serían, entonces, una alternativa prometedora, no mercantil y no estatal, para solucionar una situación que se considera injusta y fuente de sufrimientos.

Esta es una reflexión encuadrada dentro de los análisis sobre la acumulación primitiva que recorre toda la obra de Federici. Para Federici, como para Massimo De Angelis (2001)De Angelis, Massimo, «Marx and primitive accumulation: The continuous character of capital’s ‘enclosures’», The commoner, 2 (1), pp. 1-22, 2001., la acumulación primitiva no es un evento concreto dentro de la historia del capitalismo, sino un proceso al que vuelve periódicamente, puesto que precisa de ello para mantener su tendencia a la expansión ilimitada. El proceso de acumulación originaria comprende también la apropiación del trabajo de los cuidados, además de la apropiación de los recursos antes pertenecientes a la comunidad: «La acumulación capitalista es estructuralmente dependiente de la apropiación gratuita de aquellas inmensas áreas de trabajo que deben aparecer como externalidades al mercado» (Federici, 2020, p. 163Federici, Silvia, Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes, Madrid, Traficantes de Sueños, 2020.). Así, la caza de brujas es uno de los movimientos de acumulación más paradigmáticos de la historia, mediante el cual, siempre según Federici, se despojó a las mujeres de sus saberes, prestigio y poder sobre la tierra y el cuidado del cuerpo (Federici, 2004Federici, Silvia, Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Madrid, Traficantes de Sueños, 2004.). En este mismo sentido, algunos movimientos económicos, políticos y migratorios a nivel global hoy en día pueden también ser analizados desde un nuevo proceso de acumulación primitiva a nivel global, como la deuda.2Este análisis de la deuda está en relación con los trabajos de David Graeber (2011) y Cavallero y Gago (2020).

Aquellas formas de gestión de los recursos y de organización de la vida común previas a los cercamientos/enclosures (nuevos y antiguos) de la acumulación originaria son identificados por Federici como comunes. Esta amplitud para definir los comunes es afín a su forma de presentarlos en diferentes lugares; el interés por los comunes nace directamente de concebirlos como una alternativa a la dicotomía Estado-mercado característica de la globalización del capitalismo avanzado.

Federici explicita que su propuesta toma los comunes como una relación social, más allá de un mero recurso u objeto. En este sentido, parece que sería afín a las propuestas de los comunes políticos (Lloredo Alix, 2020Lloredo Alix, Luis, «Bienes comunes», EUNOMÍA. Revista En Cultura De La Legalidad, (19), pp. 214-236, 2020. https://doi.org/10.20318/eunomia.2020.5709 ) o el commoning, en las que las relaciones que se establecen entre las personas implicadas son claves. Concretamente, su propuesta mira de cerca al trabajo reproductivo como espacio privilegiado desde donde elaborar la revolución comunalizadora. En la introducción al número de The Commoner dedicado al trabajo reproductivo, redactada junto a Camille Barbagallo, lo definen como sigue:

En este número de The Commoner iniciamos un debate sobre el trabajo de cuidados y, más ampliamente, sobre el trabajo reproductivo, con el que nos referimos al conjunto de actividades y servicios que permiten reproducir a los seres humanos, así como a la fuerza de trabajo mercantil, empezando por el cuidado de los niños, el trabajo doméstico, el trabajo sexual y el cuidado de los ancianos, tanto en forma de trabajo asalariado como no asalariado (Barbagallo y Federici, 2012, p. 1Barbagallo, Camille y Federici, Silvia, «Introduction», The Commoner 15, Care Work and the Commons, pp. 1-21, 2012., traducción propia).

Sin embargo, Federici no profundiza en su definición del trabajo de cuidados como algo comunalizable. De hecho, parece deslizarse hacia una versión comunalista, no política, que reificaría los comunes como los bienes propios de la sociedad premoderna. Precisamente por eso, su propuesta no resulta satisfactoria a la hora de establecer rutas de acción hacia el futuro. Su diagnóstico del patriarcado del salario acaba limitando el radio de acción a los escenarios capitalistas; si definimos el género en otros escenarios, el mapa de Federici se queda sin herramientas de análisis que puedan orientarnos. Sin embargo, ni el género ni el cuidado aparecen con el capitalismo, y para imaginar nuevas formas de distribución de las tareas de cuidado hacen falta marcos más flexibles.

El principal problema de la asociación de los comunes con toda forma social precapitalista es, precisamente, el riesgo de deslizarse hacia una versión comunalista que dificulte la inclinación dinámica de los comunes como proyecto político. Asociar lo común a sociedad predefinidas puede caer en esencialismos que acaben identificando lo común con características sociales prepolíticas. El matiz es sutil, pero enormemente trascendente. Es preciso no olvidar que en las sociedades premodernas había más presencia de los comunes por razones contingentes, no necesarias, y que por tanto son reproducibles en la actualidad. Esta tendencia se alinea con uno de los riesgos que ha sido advertido, por ejemplo, por César Rendueles (2018)Rendueles, César, «Os dilemas do común: entre o emotivismo individualista, o ciberfetichismo e a tentación reaccionaria», ponencia impartida en la Semana Galega de Filosofía, Filosofía e o común, 2018. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Q39XBpUuT80 [consultado el 09/08/2021]. 3También anteriormente en diálogo con Joan Subirats (Rendueles y Subirats, 2016).: la tentación reaccionaria.

Con relación a lo comunitario, el razonamiento de la tentación reaccionaria sería el siguiente: las sociedades contemporáneas están caracterizadas por el individualismo y la pérdida de vínculos significativos, el capitalismo voraz ha devorado las formas de vida tradicionales que nos dotaban de sentido, y todo ello es la razón de fondo de numerosos problemas, como la falta de solidaridad, la creciente polarización y la violencia interna. Por lo tanto, es deseable recuperar las formas de vida previas a la globalización capitalista neoliberal. Uno de los problemas de esta esperanza depositada en un pasado idealizado es que no resulta de utilidad para imaginar iniciativas políticas útiles y democratizadoras.

Para analizar con más detalle esta propuesta, es necesario definir, como alternativa, qué puede aportar la ética del cuidado al análisis de los comunes. De esta forma, pretendo esbozar una propuesta que sea capaz de superar las limitaciones con las se pueda topar el enfoque de Federici, aprovechando su diagnóstico histórico, pero tratando de ampliar el alcance propositivo del cuidado en el marco de los comunes.

5. COMUNALIZAR EL CUIDADO, CUIDAR LOS COMUNES

 

La idea del cuidado comunitario puede alinearse con la segunda versión de la relación entre el cuidado y lo común: la gestión de los recursos necesarios para sostener la vida es parte de las tareas de cuidado. Esta perspectiva es compatible con una idea fundamental de la ética del cuidado reciente, a saber, la dimensión no dual. Entre otras, Joan Tronto (2013)Tronto, Joan, Caring Democracy. Markets, Equality, and Justice, New York, New York University Press, 2013. insiste en que el cuidado debe ser entendido como una red compleja de actores y actividades, lejos de la visión jerárquica del cuidador-cuidado. Esta versión más dualista fue característica de alguna de las primeras autoras del cuidado, como Nel Noddings (2013 [1984])Noddings, Nel, Caring. A Relational Approach to Ethics and Moral Education, Berkeley and Los Angeles, University of California Press, 2013 (1984). o Sara Ruddick y su pensamiento maternal (1995 [1989]Ruddick, Sara, Maternal Thinking: Toward a Politics of Peace, Beacon Press, 1995 (1989). ). Para Tronto, parte del proyecto de la democratización del cuidado pasa por superar este esquema dual y pluralizar la comprensión del cuidado.

Elizabeth López Canelas y Cristina Cielo definen el cuidado comunitario como «las actividades que realizan los humanos para reproducirse en interdependencia con la naturaleza» (López Canelas y Cielo, 2018López Canelas, Elizabeth y Cielo, Cristina, «El agua, el cuidado y lo comunitario en la Amazonía boliviana y ecuatoriana», en Vega Solís, Cristina; Martínez Buján, Raquel y Paredes Chauca, Myriam (eds.), Cuidado, comunidad y común. Extracciones, apropiaciones y sostenimiento de la vida, Madrid, Traficantes de Sueños Útiles, 2018. ). Esta definición del cuidado es compatible con la primera que se ha tomado aquí como referencia, referida a las actividades que hacen posible el sostenimiento de la vida, pero añade una variable fundamental: la inclusión de la gestión de los recursos naturales dentro de la misma idea de cuidado. Así, las tareas de cuidado no estarían solo referidas a las relaciones interpersonales, sino también al entorno y los recursos materiales necesarios para ese sostenimiento de la vida.

Como ya se ha mencionado previamente, pudiera parecer que el cuidado es equivalente al conocimiento cuando se trata de los comunes. El conocimiento ha sido uno de los campos donde más se ha desarrollado la teoría y práctica de los comunes. Por ello, no es extraño que este caso haya servido de inspiración al análisis de otros comunes intangibles. El nacimiento de internet y las primeras comunidades de internautas fueron clave para la centralidad del conocimiento en las reivindicaciones sobre los comunes de principios de siglo (Benkler, 2006Benkler, Yochai, The Wealth of Networks: how social production transforms markets and freedom, New Haven, Yale University Press, 2006.). A este impulso pertenecen iniciativas como las herramientas de software opensource o las licencias Creative Commons. En la misma línea, la ciencia ciudadana aboga por una concepción del conocimiento como un común, que debería funcionar de una forma más horizontal, accesible y democrática.

Sin embargo, el cuidado y el conocimiento no son fenómenos homologables. El conocimiento puede concebirse con cierta facilidad como el efecto de una acción epistémica colectiva (Broncano, 2020Broncano, Fernando, Conocimiento expropiado. Epistemología política en una democracia radical, Madrid, Akal, 2020. ), resultando en un bien público o común (de la misma manera que puede ser privado). Pero el cuidado no se presta tan fácilmente a esta categorización.

El cuidado es una actividad, unida a una disposición moral, encaminada al sostenimiento de la vida. La dimensión dinámica es fundamental. El cuidado es algo que se hace, se realiza. Implica un cambio en el estado de cosas anterior, que parte de una decisión y una acción humana, habitualmente acompañada de una disposición moral que considera que ese estado de cosas final es mejor que el previo. El cuidado, tal como se está entendiendo aquí, no está ya dado en el mundo; es algo que hacemos las personas a otras personas y al mundo. Se ejerce, pues, sobre cuerpos, espacios y objetos. El resultado del buen cuidado será la salud o el bienestar.

Por lo tanto, no es adecuado entender el cuidado como un bien. Propongo combinar la perspectiva del cuidado con la de los comunes entendiendo que el cuidado es lo que se hace para mantener un común determinado. Esta acepción del cuidado en común se alinearía con la influyente propuesta de Laval y Dardot (2015)Laval, Christian y Dardot, Pierre, Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI, Barcelona, Gedisa, 2015. , para quienes es más adecuado entender los comunes como un proceso que como un objeto (el bien común). Esta idea pretende huir de esencialismos que anquilosarían la noción de los comunes, centrándose más bien en una acepción dinámica y creativa. Los comunes, como el cuidado, serían un hacer, una actividad, un proceso y una relación. Para profundizar en este argumento, en lo que sigue me detendré en varios puntos clave:

5.1. Cuidado y justicia

 

En primer lugar, la ética del cuidado-surgida desde la crítica a las éticas tradicionales- ha evolucionado hasta establecer la necesidad de elaborar principios de justicia en torno al cuidado (Held, 2006Held, Virginia, The ethics of care. Personal, political, and global, Oxford, Oxford University Press, 2006. ; Tronto, 2013Tronto, Joan, Caring Democracy. Markets, Equality, and Justice, New York, New York University Press, 2013.; Engster, 2015Engster, Daniel, Justice, care, and the welfare state, Oxford, Oxford University Press, 2015. ). Para la ética del cuidado es fundamental que los ideales del cuidado se ejerzan en continua negociación y diálogo con un horizonte de justicia. La inclinación feminista de la ética del cuidado desde sus inicios prioriza la revisión de la organización de labores del cuidado en las sociedades contemporáneas. En este sentido, el punto de vista del buen cuidado puede ser útil a la hora de diseñar y evaluar las propuestas sobre cuidado comunitario o comunidades cuidadoras. La tradición del cuidado ha detectado su propia tentación reaccionaria, y las herramientas críticas con el género desarrolladas por la tradición feminista pueden ser un antídoto a su aparición al tratar los comunes.

En el caso del cuidado, el razonamiento que da sustento a la tentación reaccionaria podría expresarse así: hoy en día existe una crisis de los cuidados que reclama soluciones. Una de las causas del déficit de cuidados que padecemos es la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, unida al debilitamiento de las estructuras familiares tradicionales y la pérdida de los vínculos e identidades fuertes característicos de épocas pasadas. Por lo tanto, es necesario recuperar de alguna manera esa fuerza de trabajo cuidadora que se ha perdido por el camino, quizá recolocando a las mujeres en el espacio privado que han ido dejando de lado. Así, el progreso en las situaciones de las mujeres se sitúa en un punto cuestionable, de tal forma que puede ser sacrificado en aras del bien superior del sostenimiento de los cuidados en la sociedad.

Una de las características más claras de las llamadas «formas de vida tradicionales» es la sujeción de la mujer en roles de género estrictos y estrechos. Esta sujeción no solo trata de garantizar que las necesidades de cuidados de la sociedad se ven cubiertas, sino que además está relacionada con la creación y sostenimiento de las comunidades en un sentido más amplio. Las mujeres han sido las que han cargado con las marcas identitarias, en una forma metonímica de representación de todo el grupo que ayuda a articular la cohesión comunitaria. Puede afirmarse, pues, que la tentación reaccionaria del común y la tentación reaccionaria del cuidado son dos caras de la misma moneda.

Como le ocurre a la tentación reaccionaria de lo común, la tentación reaccionaria del cuidado se sustenta en argumentos endebles. En ambos razonamientos puede rastrearse una homogeneización romántica de todo tiempo pasado, bloqueando así la posibilidad de recurrir a la mirada histórica crítica. Los problemas del presente se identifican con una sola y única causa, que se presume fácilmente atajable. Frente a ello, una propuesta crítica sobre los cuidados y sobre los comunes no puede permitirse renunciar al feminismo si persigue un futuro de mayor justicia social. Ni el ideal de cuidado justo, ni el ideal comunitario pueden sostenerse sobre la opresión de las mujeres.

5.2. Comunidad y cuidado

 

Joan Tronto (2013)Tronto, Joan, Caring Democracy. Markets, Equality, and Justice, New York, New York University Press, 2013. ubica una importante parte del buen funcionamiento de una relación de cuidado en una adecuada implicación, moral y no moral, de las personas participantes. El cuidado circula entre las personas en diferentes direcciones y grados. A menudo no es fácil distinguir entre una persona cuidadora y una que recibe cuidados, ni encontrar relaciones de cuidado formadas solo por dos personas. En este sentido, la perspectiva comunitaria puede ser especialmente útil para analizar el cuidado si lo entendemos en este sentido más plural e interpersonal. Por otra parte, la perspectiva del cuidado comunitario incluye no solo la relación entre las personas, sino también la relación con el entorno y los animales no humanos y la gestión de los recursos. Así, habría una conexión categorial entre el cuidado justo y la gestión de lo común.

Raquel Gutiérrez Aguilar expresa con especial claridad una inclinación general de la literatura más reciente sobre lo común: «Lo comunitario es una relación social y, por tanto, se practica y se cultiva» (Gutiérrez Aguilar, 2020, p. 9Gutiérrez Aguilar, Raquel, «Producir lo común. Entramados comunitarios y formas de lo político», Re-Visiones n.º 10, 2020. Publicado originalmente en Debates contemporáneos desde América Latina, Oaxaca, México, Colectivo Editorial Pez en el Árbol, Editorial Casa de las Preguntas, 2018. ). En esta forma de aproximación a lo común, como en la perspectiva del commoning, lo relevante es el flujo de acciones y relaciones que dan lugar al surgimiento del común. El objeto que se hace común queda en segundo plano: la diferencia viene marcada por la forma en que se llega a gestionar de una determinada manera unos ciertos recursos a los que tiene acceso un grupo de personas. Propongo que este practicar y cultivar la relación social puede ser comprendido desde el paradigma del cuidado. En palabras de Gutiérrez Aguilar:

La producción de lo común, que se realiza siempre como actividad de una trama de interdependencia, implica antes que otra cosa, el cultivo, revitalización, regeneración y reconstrucción de aquello necesario para garantizar la vida colectiva, contra y más allá de las separaciones y negaciones que impone la lógica de despojo y explotación patriarcal de capital, reforzado por el estado liberal y sus formas políticas (Gutiérrez Aguilar, 2020, p. 14Gutiérrez Aguilar, Raquel, «Producir lo común. Entramados comunitarios y formas de lo político», Re-Visiones n.º 10, 2020. Publicado originalmente en Debates contemporáneos desde América Latina, Oaxaca, México, Colectivo Editorial Pez en el Árbol, Editorial Casa de las Preguntas, 2018. ).

Antonio Lafuente (2007)Lafuente, Antonio, «Los cuatro entornos del procomún», Archipiélago. Cuadernos de Crítica de la Cultura, 77-78, pp. 15-22, 2007. ha propuesto comprender el procomún (los commons) en cuatro entornos. Los más clásicos son el medioambiente, la ciudad y lo digital; el cuarto, que Lafuente introduce, es el cuerpo. El cuerpo solo ha sido considerado susceptible de propiedad privada desde tiempos recientes; en realidad, el cuerpo siempre había sido un umbral cambiante de relación e interacción con el resto del mundo, difícilmente asible con las categorías ontológicas de la propiedad. En este caso, el cuidado como aquello que realizamos para mantener el buen estado del cuerpo, entendido este como un procomún, es especialmente iluminador. En lugar de ser algo que se tiene, el cuerpo para a ser un espacio de relación necesitado de cuidados que solo pueden ser plenamente ejercidos en comunidad.

5.3. Economía cuidadora en el Estado social

 

Sin necesidad de asumir la tesis fuerte de Federici, que parece afirmar que toda forma económica previa al advenimiento del capitalismo era comunal, siguiendo los estudios de Elinor Ostrom (2000)Ostrom, Elinor, El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva, México D. F., UNAM y Fondo de Cultura Económica, 2000 (1990). o de Peter Linebaugh (2013 [2008])Linebaugh, Peter, El Manifiesto de la Carta Magna. Comunes y libertades para el pueblo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2013 (2008). se observan formas de gestión común de recursos que son previas y/o alternativas a las formas de propiedad capitalistas. Estas formas pueden efectivamente servir de inspiración o punto de partida a estructuras cuidadoras en común que puedan superar la barrera entre lo productivo y lo reproductivo, o al menos situarse en los márgenes que separan ambas esferas. La literatura reciente ha recogido una considerable variedad de experiencias de cuidado en común en las que se puede observar que (a) suponen una ampliación de los márgenes entre lo productivo y lo reproductivo y por lo tanto un debilitamiento de la dicotomía, y que (b) hacer el cuidado en común se alinea con los objetivos del proyecto de los comunes a gran escala.

Carla Zibecchi (2020)Zibecchi, Carla, «Cuidar a los chicos del barrio: trabajo comunitario de las cuidadoras, expectativas y horizontes de politización en contextos de pandemia», en Sanchís, Norma (comp.) El cuidado comunitario en tiempos de pandemia... y más allá, pp. 44-62, Buenos Aires, Asociación Lola Mora, Red de Género y Comercio, 2020. analiza las redes de cuidados comunitarios en Argentina, de las que destaca su feminización, su arraigo territorial y su pluralidad: se trata de redes heterogéneas de relaciones e instituciones que comprenden organizaciones eclesiásticas, liderazgos de mujeres de referencia en el grupo, familias extensas, organizaciones políticas y activistas… Entre las tareas cubiertas, se incluyen la provisión de alimentos, el acompañamiento, y la organización y gestión de tareas. Para mejorar las condiciones en que se ejerce este cuidado, Zibecchi recomienda apoyar la labor de las mujeres que las realizan, aprovechando los espacios público-estatales que sea posible y tratando de debilitar el desequilibrio de género.

En el contexto español, Sergio García, Jesús Sanz y Sofía Ugena-Sancho (2021)García, Sergio; Sanz Abad, Jesús y Ugena-Sancho, Sofía, «Discursos y prácticas en experiencias de cuidado comunitario. Una perspectiva moral entre cuidados gaseosos, líquidos y sólidos», Revista Española de Sociología, 30 (2), a28, 2021. https://doi.org/10.22325/fes/res.2021.28 han analizado una serie de iniciativas de cuidado en común en la Comunidad de Madrid. En todas ellas detectan una comprensión de los cuidados que responde a las situaciones de vulnerabilidad, particularmente cuando aparecen factores de edad (crianza de menores y cuidado de mayores) o factores socioeconómicos. Los vínculos establecidos en estos espacios trascienden la familia nuclear, y el cuidado del medioambiente se sitúa en continuidad con el cuidado mutuo entre las personas.

Analizando el caso de las urbes mexicanas, Mina Lorena Navarro (2019)Navarro, Mina Lorena, «Hacer común contra la fragmentación en la ciudad: Experiencias de autonomía e interdependencia para la reproducción de la vida», en Producir lo común. Entramados comunitarios y luchas por la vida, Madrid, Traficantes de Sueños Útiles, 2019. también subraya que la construcción de todo tipo de comunes pasa por el reconocimiento de necesidades no cubiertas cuya resolución óptima precisa de la organización en común. Por otra parte, Sara Moreno-Colom (2018)Moreno-Colom, Sara, «La acción comunitaria y los cuidados a domicilio», en Vega Solís, Cristina; Martínez Buján, Raquel y Paredes Chauca, Myriam (eds.), Cuidados, comunidad y común. Extracciones, apropiaciones y sostenimiento de la vida, pp. 147-166, Madrid, Traficantes de Sueños Útiles, 2018. ha mostrado cómo la perspectiva del cuidado comunitario puede constituir una evolución de la idea de social care (Daly y Lewis, 2000Daly, Mary y Lewis, Jane, «The concept of social care and the analysis of contemporary welfare states», The British Journal of Sociology, 51.2, pp. 281-298, 2000. https://doi.org/10.1111/j.1468-4446.2000.00281.x ), en diálogo y pugna constante con aquellas áreas que el Estado del Bienestar nunca ha cubierto satisfactoriamente, como son los cuidados de larga duración.

Todas estas iniciativas han de enfrentarse a tomas de decisiones respecto a su relación con lo público y el Estado. Esta ambivalencia frente al Estado es bien conocida en la tradición del cuidado. Si el cuidado es lo que hacemos para sostener lo común, cabe una comprensión de lo público que pueda ser acogida por la lógica de los comunes. No es razonable renunciar a los espacios públicos que puedan ser aprovechados para la construcción de redes de cuidado en común. Como reflejan la mayoría de experiencias activistas, no es fácil introducir la lógica de los comunes en ciertas instituciones públicas, pero es difícil negar la necesidad de forzar estas últimas hasta que sea posible cuidar en común también en lo público-estatal. De hecho, estas iniciativas pueden entenderse, precisamente, como una forma de recuperar aquellos espacios públicos que ya no son operativos o que han sido abandonados, en línea con la oposición general a la expansión de las lógicas neoliberales y privatizadoras.

6. CONCLUSIONES

 

En este artículo se ha defendido que existe una afinidad en los planteamientos, objetivos y lógicas de los comunes y el cuidado. Concretamente, se ha argumentado que la mejor manera de entender la relación entre ambos paradigmas es concebir el cuidado como algo que se hace para mantener los comunes. Para ello, la versión de los comunes más adecuada es la versión política, que presenta los comunes como un determinado modo de relación entre las personas y con el entorno. Es posible analizar esta relación desde las herramientas que ha elaborado la tradición del cuidado, contribuyendo así a dibujar un panorama político deseable para los comunes. De entre estas herramientas, aquí se han presentado tres: (1) la prevención contra la tentación reaccionaria, que pasa por la preocupación continua por criterios de justicia que han de cumplirse al tratar la distribución de las tareas de cuidado; (2) la condición plural y dinámica del cuidado, que se traduce en una dinamicidad de la idea del común capaz de construir comunidades no hipostasiadas; y (3) la revisión de las categorías de la economía clásica de forma que sean capaces de acoger la multiplicidad de dinámicas económicas relacionadas con el cuidado y elaborar un diálogo fructífero con las instituciones estatales públicas.

En conclusión, puede afirmarse que el cuidado comunitario es un horizonte político prometedor desde un punto de vista feminista, sabiendo que esto no lo limita a la situación de las mujeres, sino que supone una propuesta democratizadora para el conjunto de la sociedad. Para seguir avanzado en su definición y no perder su potencial de justicia social, será preciso mantener presente lo que ya manifestó la ética del cuidado: que es injusto que las mujeres se ocupen en solitario de las tareas de cuidado, y que solo puede ser justa una sociedad capaz de cuidar con dignidad a todas las personas que la componen.

AGRADECIMIENTOS

 

Las ideas que aparecen en este artículo fueron previamente discutidas con Alex Álvarez Taylor, Jorge del Arco, Konstantinos Argyriou, Francisco Fernández-Jardón, Alfonso Figueiredo, Xandra Garzón Costumero, Iker Jáuregui, Guillermo López Morlanes, Jon Rueda, Alejandro Sánchez Berrocal y Sergio Vega, a quienes agradezco su colaboración.

NOTAS

 
*

Esta investigación ha sido posible gracias a una ayuda para la Formación del Profesorado Universitario del Ministerio de Universidades del Gobierno de España (FPU19/06027) y en el marco del proyecto BAKARZAIN Soledad no deseada y cuidados: individuo, comunidad y tecnología, financiado por la Fundación BBK-Kuna.

1

Esta iniciativa recorre toda la trayectoria intelectual de Federici, y está especialmente desarrollada en la época del Comité para el Salario del Trabajo Doméstico (Federici y Austin, 2019Federici, Silvia y Austin, Arlen, Salario para el trabajo doméstico. Comité de Nueva York 1972-1977, Tafalla (Navarra), Txalaparta, 2019. ).

2

Este análisis de la deuda está en relación con los trabajos de David Graeber (2011)Graeber, David, Debt. The first 5.000 years, 2011. Disponible en usa.anarchistlibraries.net [consultado 03/09/2021]. y Cavallero y Gago (2020)Cavallero, Luci y Gago, Verónica, Una lectura feminista de la deuda. ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!, Buenos Aires, Tinta Limón y Fundación Rosa Luxemburgo, 2020. .

3

También anteriormente en diálogo con Joan Subirats (Rendueles y Subirats, 2016Rendueles, César y Subirats, Joan, Los (bienes) comunes: ¿oportunidad o espejismo?, Barcelona, Icaria, 2016. ).

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