ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 66
enero-junio,  2022, e28
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.66.28

ARTÍCULOS

Foucault y el neoliberalismo: análisis de una controversia*Este trabajo se ha desarrollado en el marco del proyecto de investigación “Por una historia conceptual de la contemporaneidad. La contemporaneidad clásica y su dislocación: de Weber a Foucault” (PID2020-113413RB-C31), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, España.

Foucault and Neoliberalism: Analysis of a Controversy

Emmanuel Chamorro

Universidad de Sevilla

https://orcid.org/0000-0001-8793-0646

Resumen

El presente artículo analiza la controversia surgida en la última década acerca de la supuesta «fascinación» de Michel Foucault por el neoliberalismo, especialmente alrededor de las intervenciones de Daniel Zamora y Michael C. Behrent. Sus tesis son contrastadas con los propios escritos foucaultianos y reconsideradas desde un acercamiento al contexto histórico, político e intelectual de la Francia de los setenta que evidencia una complejidad a nuestro juicio ausente en los estudios de aquellos autores. Este trabajo trata de mostrar, así, que las limitaciones del acercamiento de Michel Foucault al neoliberalismo no responden a unas «simpatías» neoliberales más o menos ocultas, sino a otro tipo de problemas -fundamentalmente analíticos-.

Palabras clave: 
Foucault; neoliberalismo; liberalismo; Zamora; Behrent.
Abstract

This article examines the controversy that has arisen in the last decade about Michel Foucault’s supposed “fascination” with neoliberalism, especially around the contributions of Daniel Zamora and Michael C. Behrent. Their theses are contrasted with Foucauldian writings and reconsidered from a different approach to the historical, political and intellectual context of the French 1970s, which, in our opinion, shows a lack of complexity in the studies of those authors. Thus, this paper tries to establish that the limitations of Michel Foucault’s approach to neoliberalism do not respond to any sort of neoliberal “sympathies”, but to another kind of problems-mainly analytical-.

Keywords: 
Foucault; Neoliberalism; Liberalism; Zamora; Behrent.

Recibido: 23  febrero  2022. Aceptado: 17  abril  2022.

Cómo citar este artículo/Citation: Chamorro, Emmanuel (2022) "Foucault y el neoliberalismo: análisis de una controversia". Isegoría, 66: e28. https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.66.28

CONTENIDO

1. INTRODUCCIÓN

 

De todos los cursos que Foucault dictó en el Collège de France, Nacimiento de la biopolítica es, con toda seguridad, el que más discusión ha generado. Su publicación original en 2004 y sus traducciones al inglés y al castellano -en 2008 y 2007 respectivamente- coinciden, por un lado, con la aparición de diferentes trabajos que tratan de hacer un balance de las consecuencias del neoliberalismo y, por otro, con el inicio de la crisis financiera que supondrá el fin de un ciclo de expansión global iniciado en los años ochenta. Situado, así, en un contexto radicalmente diferente del de 1979, el curso aparece en un momento marcado por el creciente cuestionamiento del orden neoliberal y la búsqueda de nuevos horizontes teóricos para comprender sus dinámicas.

No todos los usos del curso han sido, sin embargo, críticos. Así lo atestigua el diálogo entre Bernard Harcourt, François Ewald y Gary Becker -uno de los economistas neoliberales de referencia para Foucault- acerca de Nacimiento de la biopolítica desarrollado en mayo de 2012. En la presentación del acto, Harcourt desvela que en un correo electrónico previo al encuentro Becker se había referido al análisis foucaultiano en estos términos: «Me gusta la mayor parte, y no estoy en desacuerdo con mucho. Tampoco puedo decir si Foucault está en desacuerdo conmigo» (Becker, Ewald y Harcourt, 2012, p. 3Becker, G., Ewald, F. y Harcourt, B. (2012). “Becker on Ewald on Foucault on Becker. American Neoliberalism and Michel Foucault’s 1979 ‘Birth of Biopolitics’ Lectures”. Coase-Sandor Institute for Law & Economics Working Paper, n.º 614, pp. 1-20.). El tono de este mensaje marca una conversación en la que François Ewald -ayudante de Foucault en el momento en que dictó el curso- defenderá abiertamente que Nacimiento de la biopolítica constituye una «apología del neoliberalismo» y especialmente del planteamiento de Becker (Becker, Ewald y Harcourt, 2012, p. 4Becker, G., Ewald, F. y Harcourt, B. (2012). “Becker on Ewald on Foucault on Becker. American Neoliberalism and Michel Foucault’s 1979 ‘Birth of Biopolitics’ Lectures”. Coase-Sandor Institute for Law & Economics Working Paper, n.º 614, pp. 1-20.).

Tal tesis choca con el enorme éxito de la imagen del Foucault militante de principios de los setenta convertido en un icono de las nuevas izquierdas durante décadas y que ha determinado en buena medida la recepción de su trabajo tras su muerte. Sin embargo, ya en el momento en que el curso fue dictado, sus planteamientos causaron cierta incomodidad en el auditorio e incluso en parte de su círculo más próximo,1Así ocurre con Alessandro Fontana, tal y como evidencia Serge Audier (2017, pp. 108-115). por lo que la polémica que ha seguido a su publicación no es completamente artificial, sino que explota ciertas ambigüedades del propio texto.

Esta tesis de la «seducción neoliberal» ha sido defendida en la última década por diferentes intérpretes de la obra foucaultiana que, con mayor o menor acierto, han entendido que Nacimiento de la biopolítica «se mueve en una sutil administración de la frontera entre el análisis y las evaluaciones positivas» (Moreno Pestaña, 2011, p. 100Moreno Pestaña, J. L. (2011). Foucault y la política. Madrid: Tierradenadie Ediciones.). Así, en 2012 se publica La dernière leçon de Michel Foucault de Geoffroy de Lagasnerie -la primera obra que gira expresamente alrededor de esta tesis- y en 2014 se produce un salto cualitativo con la aparición de la obra colectiva Critiquer Foucault: Les années 1980 et la tentation néolibérale. En ella -especialmente a través de las aportaciones de Daniel Zamora y Michael C. Behrent- se afirma que las supuestas simpatías de Foucault por el neoliberalismo no son un mero reflejo de las tensiones de una época especialmente convulsa, sino que resultan coherentes con su trabajo intelectual y sus consideraciones políticas. Estos autores extienden, de este modo, la sombra de la sospecha sobre toda su trayectoria tanto intelectual como militante preguntándose «si su oposición a todo lo que podían encarnar la “vieja” izquierda y sus instituciones prefiguraba ya su futura “traición”» (Zamora, 2017a, p. 16Zamora, D. (2017a). “Introducción: Foucault, la izquierda y la década de 1980”. En: Zamora y Behrent (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 13-18.).

Así, por el impacto que ha tenido su propuesta y porque abordan la cuestión desde perspectivas diversas pero coincidentes, nos centraremos en el trabajo de Michael C. Behrent y Daniel Zamora. No se trata, en cualquier caso, de amplificar la «algarabía» que ha seguido a la publicación del curso -como la califica con precisión y también con cierta ironía Pablo López Álvarez (2016)López Álvarez, P. (2016). “Sigue cierta algarabía. Foucault, el neoliberalismo y nosotros”. En: Castro, R. y Salinas, A. (eds.). La Actualidad de Michel Foucault. Madrid: Escolar y Mayo, pp. 231-254.- perpetuando la polémica, sino de aclarar algunos malentendidos que, a nuestro juicio, subyacen a estos análisis e introducen en ellos una distorsión que conviene identificar.

2. EL DISCRETO ENCANTO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO

 

El historiador estadounidense Michael C. Behrent fue uno de los primeros autores contemporáneos en denunciar esa supuesta afinidad de Foucault con el programa neoliberal. Su análisis destaca el vínculo entre un antiestatismo metodológico -que trasluce la exigencia de pensar el poder más allá de los modelos soberano y jurídico (Foucault, 2012, pp. 86 y ss.Foucault, M. (2012). Historia de la sexualidad 1: la voluntad de saber. Madrid: Biblioteca Nueva.)- y un antiestatismo político y normativo según el cual «el Estado debía dejar de ser el eje primordial para intervenir en política» (Behrent, 2017, p. 48Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.). De este modo, Foucault se habría situado a finales de la década de los setenta en un espacio ambivalente en el que posiciones izquierdistas y liberales se encuentran anunciando una posibilidad que sería explorada por la tercera vía de Tony Blair y Bill Clinton años después.

Así, la tesis central de Behrent es que la fascinación foucaultiana por el liberalismo económico -que no político- responde a su coincidencia con una crítica al Estado compatible con el antihumanismo que atraviesa toda su obra. Tal juicio se apoya, en un primer momento, en una reconstrucción de los desplazamientos teóricos de nuestro autor en la segunda mitad de la década. Desde esta perspectiva, la rectificación del modelo disciplinario que despliega Foucault en Seguridad, territorio, población (Foucault, 2008, pp. 60-61Foucault, M. (2008). Seguridad, territorio, población: curso del Collège de France (1977-1978). Madrid: Akal.) le habría llevado a definir el liberalismo como la tecnología política que releva a las disciplinas e instituye un poder que se despreocupa del individuo. De este modo, el liberalismo se entendería como lo opuesto «a la biopolítica y, en rigor, a la tarea de gobernar como tal» (Behrent, 2017, p. 70Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.) apareciendo finalmente como «la forma por excelencia de la gubernamentalidad moderna» (Behrent, 2017, p. 74Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.); una perspectiva que evidenciaría el anquilosamiento de la izquierda antiliberal de la época. Behrent sostiene que tal desplazamiento implica una valoración crecientemente positiva del liberalismo que es concebido como una tecnología política no disciplinaria compatible con el rechazo de las dos bestias negras del análisis foucaultiano: el humanismo filosófico y la teoría jurídica del poder (Behrent, 2017, p. 73Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.).

En un trabajo posterior a ese primer texto publicado originalmente en 2009 y que recoge el libro compilado por Zamora, el historiador norteamericano ahondará en la hipótesis de la seducción neoliberal a través del análisis de la figura de François Ewald. La reconstrucción del itinerario intelectual y político del que fuera asistente de Foucault en el Collège de France dibuja los contornos de ese movimiento generacional de «desinversión militante» (Moreno Pestaña, 2010, p. 89Moreno Pestaña, J. L. (2010). “Gubernamentalidad, biopolítica, neoliberalismo: Foucault en situación”. En: Arribas, S., Cano, G. y Ugarte, J. (coords.). Hacer vivir, dejar morir. Biopolítica y capitalismo. Madrid: CSIC, pp. 85-108.) compartido a finales de los setenta por algunos de sus colegas que, procedentes de la izquierda radical, se convirtieron en paladines del nuevo capitalismo entre la década de 1980 y la de 1990.

Más allá de las contingencias biográficas de Ewald, al reconstruir su trayectoria intelectual, Behrent pretende demostrar que «la filosofía del poder de Foucault podría tener otras implicaciones diferentes a la denuncia y la resistencia» (2010, p. 587Behrent, M. C. (2010). “Accidents Happen: François Ewald, the ‘Antirevolutionary’ Foucault, and the Intellectual Politics of the French Welfare State”. The Journal of Modern History, vol. 82, n.º 3, pp. 585-624. https://doi.org/10.1086/653042 ). Así, a su juicio, la propia obra foucaultiana habría contribuido a instituir una nueva sensibilidad política que, alejada del radicalismo de los primeros años setenta, favoreció que algunos de sus compañeros pudieran desprenderse exitosamente de su «superego marxista» (Behrent, 2010, p. 602Behrent, M. C. (2010). “Accidents Happen: François Ewald, the ‘Antirevolutionary’ Foucault, and the Intellectual Politics of the French Welfare State”. The Journal of Modern History, vol. 82, n.º 3, pp. 585-624. https://doi.org/10.1086/653042 ). A pesar de señalar en ocasiones la distancia que separa los planteamientos de maestro y discípulo -categorías ajenas al modo de entender el trabajo intelectual de Foucault-, Behrent afirma que la trayectoria de Ewald prueba que

la reorientación política y filosófica que se produjo bajo la égida de Foucault a finales de los setenta, así como los nuevos conceptos que lanzó -«gubernamentalidad», «biopoder», «regresión jurídica» y otros- desempeñaron un papel instrumental en la reconciliación de al menos algunos miembros de la generación del 68 con la sociedad contemporánea (Behrent, 2010, p. 617Behrent, M. C. (2010). “Accidents Happen: François Ewald, the ‘Antirevolutionary’ Foucault, and the Intellectual Politics of the French Welfare State”. The Journal of Modern History, vol. 82, n.º 3, pp. 585-624. https://doi.org/10.1086/653042 ).

De este modo, si bien Behrent acepta que el camino político de Ewald -convertido en los noventa en intelectual orgánico de la nueva patronal francesa- no estaba prefigurado por la reflexión foucaultiana, esta, a su juicio, sí cerró otras vías (Behrent, 2010, p. 620Behrent, M. C. (2010). “Accidents Happen: François Ewald, the ‘Antirevolutionary’ Foucault, and the Intellectual Politics of the French Welfare State”. The Journal of Modern History, vol. 82, n.º 3, pp. 585-624. https://doi.org/10.1086/653042 ).

Aunque desde diferentes perspectivas, los dos textos del historiador norteamericano conducen a la misma conclusión: Foucault a finales de los setenta se ve atraído por un liberalismo económico al que se encuentra vinculado por una «profunda afinidad» antiestatista y antihumanista (Behrent, 2017, p. 47Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.). De este modo, más allá de las pruebas circunstanciales que despliega en su análisis, la «causa suficiente» que explicaría la fascinación foucaultiana por el neoliberalismo «radica en la evolución de su posición filosófica» (Behrent, 2017, p. 62Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.). Tal argumento se enfrenta, sin embargo, a algunas dificultades.

La primera de ellas atañe a la imposibilidad de rastrear en la obra foucaultiana un respaldo expreso al antiestatismo liberal. En este sentido, como ha señalado Rodrigo Castro (2021, p. 123Castro, R. (2021). “La invención de Foucault como «pensador neoliberal». Una respuesta a Michael C. Behrent y Daniel Zamora”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 119-155.), la inferencia de una apología del liberalismo económico a partir del anti-institucionalismo metodológico no parece justificada -como tampoco a partir del antiestatismo político o del antihumanismo-. Además, en parte contra el propio análisis que había desplegado años atrás, al final de la década de 1970, Foucault va a rechazar expresamente la tesis de la «fobia al Estado» -un elemento nuclear del curso de 1979 que tanto Behrent como Zamora desdeñan inexplicablemente-. Así, frente al lugar común de la crítica de la época -en el que convergen liberales e izquierdistas-, Foucault plantea que el problema político fundamental de su tiempo no remite a una extensión del poder del Estado tras la que acecharía la sombra del totalitarismo, sino a un proceso perfectamente inverso de corrosión del poder estatal (2009, pp. 193-194Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.).

En ese contexto, la «fobia al Estado» va a ser definida como una crítica «inflacionaria» que impide captar la especificidad de cada modelo estatal reduciendo su complejidad histórica y política a la de sus formas más siniestras -es decir, al totalitarismo- (Foucault, 2009, pp. 188-192Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.). Consecuentemente, Foucault va a rechazar la interpretación neoliberal del totalitarismo que califica como «mezquina» (2009, p. 191Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.) y a la que opone una comprensión del fenómeno en términos no de crecimiento del poder estatal, sino de sustitución del Estado por el partido. A la luz de tal evidencia, no resulta extraño que Colin Gordon haya criticado con dureza este argumento de la estatofobia foucaultiana -compartido por Daniel Zamora (2014)Zamora, D. (2014). “Peut-on critiquer Foucault ?”. Ballast, 3 de diciembre de 2014. https://www.revue-ballast.fr/peut-on-critiquer-foucault/ - llegando a definirlo como «la vertiente más analfabeta de la retórica de Zamora (posiblemente influenciada por Behrent)» (Gordon, 2015Gordon, C. (2015). “Foucault, neoliberalism etc.”. Foucault News. https://foucaultnews.files.wordpress.com/2015/01/colin-gordon-2015.pdf ).

Por otro lado, aunque el horizonte político e intelectual de Foucault en la primera mitad de la década estuviera definido por el antiestatismo, en 1979 se encuentra analizando el poder desde la perspectiva de las relaciones entre gobernantes y gobernados, para cuya comprensión el Estado constituye un elemento central. Además, resulta razonable plantear que los desplazamientos en su abordaje de la cuestión del poder a lo largo de la década -alrededor de las nociones de disciplina, biopolítica y gobierno- responden no solo a los propios límites analíticos, sino probablemente también, como ha apuntado Magnus Paulsen Hansen, a una cierta desilusión con las posibilidades de la crítica antiestatista desarrollada años atrás (2015, p. 300Hansen, M. P. (2015). “Foucault’s flirt? Neoliberalism, the Left and the welfare state”. Foucault Studies, n.º 20, pp. 291-306. https://doi.org/10.22439/fs.v0i0.4943 ). Así, por ejemplo, sus intervenciones alrededor del caso de Klaus Croissant evidencian que, al menos desde 1977, Foucault no concibe el derecho y, consecuentemente, el Estado como meros instrumentos de dominación. Desde esta perspectiva, la tesis de Behrent -secundada por Zamora- proyecta un análisis anacrónico que desatiende la especificidad de los diferentes momentos de su trayectoria a lo largo de la década: cuando Foucault estudia el neoliberalismo, hace años que se ha desvinculado del horizonte antiestatista-insurreccional que define buena parte de sus planteamientos -teóricos y políticos- en la primera mitad de la década.

Por otro lado, en lo que respecta a sus afirmaciones acerca de las tecnologías políticas analizadas en estos años -soberanía, disciplina, seguridad- y su significación en el debate, Behrent desatiende las precauciones metodológicas de Seguridad, territorio, población que explicitan que estas no constituyen conjuntos cerrados que se relevarían históricamente, sino diferentes dimensiones de un ejercicio del poder multimodal en el que, aunque la lógica general esté marcada por la prevalencia de la seguridad, también intervienen la soberanía y la disciplina. De hecho, Foucault concibe el poder moderno como un dispositivo heterogéneo en el que, bajo la dinámica de los controles reguladores, los problemas derivados de la disciplina y la soberanía se vuelven más urgentes que nunca (2008, pp. 113 y ss.Foucault, M. (2008). Seguridad, territorio, población: curso del Collège de France (1977-1978). Madrid: Akal.). La clave de la rectificación del modelo disciplinario no se debe buscar, por tanto, en la evidencia de una liberación del sujeto, sino de una reorganización de los mecanismos de poder que responde a la necesidad -instituida por la gubernamentalidad liberal- de establecer ciertos límites internos a su propio ejercicio que garanticen el desarrollo de determinadas fuerzas sociales que solo prosperan en un marco de relativa libertad.

Behrent ignora, de este modo, todo el análisis foucaultiano de la libertad, que implica la consideración del liberalismo y el neoliberalismo como tecnologías de «gobierno», es decir, como formas de conducir las conductas de los individuos que conectan con el modo en que estos «se conducen a sí mismos» (Foucault, 2015a, p. 147Foucault, M. (2015a). “Sobre el comienzo de la hermenéutica de sí (Dos conferencias en Dartmouth)”. En: Foucault, M. La ética del pensamiento: para una crítica de lo que somos. Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 141-175. ). En este sentido, no hay, como ha argumentado Francisco Vázquez García, una ruptura radical entre el estudio del poder en términos de gubernamentalidad y la analítica desarrollada años atrás, sino una ampliación de la perspectiva que permite atender a la cuestión de la libertad (2005, pp. 179-180Vázquez García, F. (2005). Tras la autoestima: variaciones sobre el yo expresivo en la modernidad tardía. Donostia: Tercera Prensa-Hirugarren Prentsa.). Esta rectificación parcial del análisis foucaultiano del poder no implica, sin embargo, un juicio de valor acerca de la libertad liberal, sino la constatación del papel que esta juega en el marco de una tecnología política que a la vez la necesita y la amenaza. Desde esta perspectiva, la libertad liberal resulta, como afirma Colin Gordon, «una libertad que es ella misma una no-libertad» (Donzelot y Gordon, 2005, p. 90Donzelot, J. y Gordon, C. (2005). “Comment gouverner les sociétés libérales ?: L’effet Foucault dans le monde anglo-saxon”. Esprit, noviembre, pp. 82-95.). En ella Foucault halló un problema político de primer orden -fuente, sin duda, de fascinación-, pero no una solución.

3. FOUCAULT Y LA CRÍTICA CONTRACULTURAL EN PERSPECTIVA

 

Ahondando en estas cuestiones, uno de los argumentos esgrimidos con mayor insistencia para apoyar la tesis del «Foucault neoliberal» es su crítica al marxismo y al socialismo. A pesar de que esta crítica debe situarse en su contexto intelectual y político para comprender su complejidad y también su ambigüedad -cuestiones que hemos tratado de analizar (Chamorro, 2021Chamorro, E. (2021). “Disciplina y capitalismo en la genealogía foucaultiana de la modernidad (1973-1975)”. Revista de estudios sociales, n.º 75, pp. 2-14.) siguiendo el trabajo de autores como Thomas Lemke (2004)Lemke, T. (2004). “«Marx sans guillemets»: Foucault, la gouvernementalité et la critique du néolibéralisme”. Actuel Marx, nº 36, pp. 13-26. o Stéphane Legrand (2004)Legrand, S. (2004). “Le marxisme oublié de Foucault”. Actuel Marx, n° 36, pp. 27-43.-, nuestra reflexión no puede más que partir de una evidencia explotada, entre otros, por Zamora y Behrent: el contraste entre la ferocidad de las críticas al marxismo y la aparente neutralidad con la que Foucault analiza el programa neoliberal (Lagasnerie, 2015, p. 18Lagasnerie, G. de. (2015). La última lección de Michel Foucault: sobre el neoliberalismo, la teoría y la política. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.).

Es cierto que, como ha argumentado Rodrigo Castro, resulta problemático identificar la «fascinación» foucaultiana por el neoliberalismo como un respaldo político únicamente por la ausencia de adjetivos críticos en un trabajo que pretende «describir un sistema de racionalidad» (Castro, 2021, p. 124Castro, R. (2021). “La invención de Foucault como «pensador neoliberal». Una respuesta a Michael C. Behrent y Daniel Zamora”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 119-155.). Nadie razonable, en un sentido análogo, interpretaría la fascinación por el castigo ritual que trasluce Vigilar y castigar como una apología de la tortura o la pena capital. Sin embargo, a pesar de esta precaución, cabe preguntarse por qué ese «funcionalismo de lo peor», que expresamente evita en su acercamiento al neoliberalismo, se proyecta sistemáticamente sobre el socialismo, identificando groseramente una tradición política e intelectual enormemente compleja con el terror estalinista y burocrático.

Partiendo de estas consideraciones, a juicio de Zamora y Behrent, la crítica de algunos preceptos centrales de la tradición marxista -el proletariado como sujeto revolucionario, el Estado como reflejo del poder de clase, el partido como principal instrumento político, la imagen progresiva de la historia, la revolución como único horizonte emancipador…- que vertebra buena parte de su análisis del poder y la oposición tanto al socialismo real como a la política del PCF evidenciarían la convergencia del de Poitiers con los postulados liberales. Así, Foucault habría participado en un movimiento intelectual que, a lo largo de la década de los setenta, privilegió la perspectiva de los excluidos desplazando al proletariado del lugar que tradicionalmente había ocupado.

Para sustentar tal interpretación, Zamora recupera algunas intervenciones de la primera mitad de la década de 1970 que situarían a nuestro autor en la estela de quienes han cuestionado la centralidad del conflicto capital-trabajo en el mundo contemporáneo -como Herbert Marcuse o André Gorz- priorizando los problemas de la dominación y la discriminación de las minorías sobre el de la explotación de la mayoría (Zamora, 2017b, p. 88Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.). Tal desplazamiento habría contribuido a socavar el horizonte universal de las luchas sociales en beneficio de la dimensión moral que acompaña las alabanzas de una plebe que atesoraría la potencia de la acción política radical ante el «aburguesamiento» del proletariado.

El problema de esta lectura -construida sobre fragmentos descontextualizados y, en ocasiones, distorsionados-2Resulta, en este sentido, especialmente llamativa la interpretación que ofrece Daniel Zamora de una entrevista de Foucault realizada en 1972. En ella exagera la capacidad revolucionaria que Foucault atribuye a los «marginados» e ignora la crítica de la separación entre el mundo obrero y el de los excluidos que en esa misma intervención se presenta como un proceso cuya deseada reversión está ya en marcha: «Hoy vivimos un primer reencuentro, una reconciliación entre una parte del proletariado y la parte no integrada de la población marginal» (Foucault, 1994, p. 303). En estas mismas páginas, Zamora asegura, como ya hemos señalado, que «para los filósofos de esos momentos, la principal cuestión consistía en entender cómo se excluya parte de la población y no cómo se explotaba a la mayoría» y cita como referencia de nuevo esa entrevista de 1972 (Zamora, 2017b, p. 88). Sin embargo, en todo el texto no podemos encontrar nada parecido a tal afirmación. es que obvia que más que una reivindicación de los excluidos, en los escritos de Foucault de esos primeros años setenta encontramos una permanente denuncia de la separación artificial en el seno de las clases populares -entre el proletariado y la «plebe no proletarizada»-, que se presenta como un instrumento fundamental en la implantación del moderno orden capitalista. La plebe -un concepto extendido en los círculos maoístas y que Foucault emplea en estos años, aunque desde una perspectiva más matizada (2015d, pp. 72-73Foucault, M. (2015d). Foucault. “Sobre la justicia popular: debate con los maos”. En: Foucault, M. Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Madrid: Alianza, pp. 44-89.)- no identifica un nuevo sujeto por naturaleza revolucionario, sino un conjunto impreciso de individuos que a su juicio está comenzando a tomar conciencia de su propia exclusión haciendo posible un proceso de politización y alianza con otras facciones desfavorecidas -entre las que ocupa un lugar predominante, por su tradición de lucha, el proletariado (Foucault, 2014a, pp. 440-441Foucault, M. (2014a). “Los intelectuales y el poder”. En: Foucault, M. Obras esenciales. Barcelona: Paidós, pp. 433-441.)-.

De este modo, la reivindicación foucaultiana de la plebe desplegada en los años posteriores al 68 no trata, en ningún caso, de rechazar el análisis de clase, sino de ensancharlo incluyendo las capas sociales tradicionalmente excluidas de él. No hay, pues, en su trabajo -y especialmente en el de esta época- nada parecido a una condena política de la clase trabajadora y una reivindicación cándida de los marginados como pretende Zamora.

Por otro lado, para el sociólogo belga esa fascinación por el neoliberalismo resulta coherente con el «descubrimiento» foucaultiano del poder como el «problema del siglo». A su juicio, este descubrimiento vendría a sintetizar filosóficamente el ethos de un momento histórico en el que «el problema de la explotación y la riqueza sería reemplazado por el del poder excesivo» (Zamora, 2017b, p. 89Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.). A pesar de que hay una evidente dimensión epocal en el análisis foucaultiano, el inconveniente de tal interpretación estriba en que, de nuevo, fuerza y mutila los textos para que respalden una conclusión aparentemente dispuesta de antemano. En este sentido, Foucault no habla en ningún caso de un «reemplazo» del problema de la miseria por el del poder como argumenta Zamora, sino de un «recubrimiento», lo que introduce un matiz crucial que no debe ser soslayado. El conocido fragmento que él mismo cita como fuente de esa idea no deja lugar a dudas:

Creo que el gran problema del siglo xix, al menos en Europa, era la pobreza y la miseria. El gran problema que se planteó a la mayoría de pensadores y filósofos de comienzos del siglo xix fue el siguiente: ¿cómo explicar esta producción de riqueza, cuyos efectos espectaculares comenzaban a ser reconocidos en todo Occidente, cómo esta producción de riqueza pudo ir acompañada del empobrecimiento absoluto o relativo (ésta es otra cuestión) de los que la producen? En el siglo xx no se ha resuelto completamente el problema del empobrecimiento de los que producen la riqueza, de la producción simultánea de la riqueza y la pobreza, pero esa cuestión no se plantea con la misma urgencia. Es como si estuviera recubierta por otro problema que ya no es la escasez de riqueza, sino el excesivo poder (Foucault, 2014b, pp. 784-785Foucault, M. (2014b). “La filosofía analítica de la política”. En: Foucault, M. Obras esenciales. Barcelona: Paidós, pp. 783-797., cursiva nuestra).

Más allá de las implicaciones actuales de tal planteamiento, resulta difícil, como ha argumentado Rodrigo Castro (2021, p. 139)Castro, R. (2021). “La invención de Foucault como «pensador neoliberal». Una respuesta a Michael C. Behrent y Daniel Zamora”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 119-155., negar la pertinencia histórica de un diagnóstico que, además, ha sido compartido por buena parte de la contracultura y el radicalismo desde los años sesenta hasta nuestros días. Puede que haya elementos en nuestra historia reciente que permitan modular esta tesis y que exijan volver a poner el foco en los problemas de la miseria material que, en buena medida, recubren hoy los problemas relacionados con el poder. Pero este cuestionamiento no debe ocultar un retorno al economicismo que condene a la irrelevancia las «miserias de la vida cotidiana» que aquella perspectiva, influida por las reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales y políticos, evidenció. Así, a nuestro juicio, si Nacimiento de la biopolítica obvia las consecuencias socio-económicas de la implantación del neoliberalismo -y consideramos que lo hace- no es por atender al problema del poder, sino por descuidar un elemento fundamental para Foucault en la primera mitad de la década: el vínculo entre dominación y desposesión; es decir, el problema del capitalismo.

Al ignorar todos los trabajos que, desde hace décadas, inciden en la necesidad de pensar el problema en términos de «intersección» -es decir, alrededor del vínculo entre redistribución y reconocimiento, desposesión y dominación- Zamora presenta una interpretación histórica y política que implica un evidente chantaje intelectual -como ha señalado también Rodrigo Castro (2021, p. 152)Castro, R. (2021). “La invención de Foucault como «pensador neoliberal». Una respuesta a Michael C. Behrent y Daniel Zamora”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 119-155.-. Todo su análisis conduce, así, a una falsa dicotomía entre la solución neoliberal y la ortodoxia socialista que elimina cualquier matiz.

Retomando el hilo de nuestro argumento y a la luz de lo expuesto, podemos afirmar que Foucault jamás sostuvo la idea «de un “final” de la lucha contra la explotación y la desigualdad» que Zamora le atribuye (2017b, p. 93)Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.. Este, a falta de referencias en sus textos, trata de situar el planteamiento foucaultiano -forzando, de nuevo, la interpretación-3Hay, en este sentido, un momento del texto de Zamora que resulta revelador de su estrategia general y su cuestionable praxis. En él argumenta que «tanto ATD como el “último” Foucault creen que…» y a continuación reproduce una serie de párrafos extraídos del libro blanco de esta ONG en una formulación que claramente atribuye a Foucault ideas que no son suyas (Zamora, 2017b, p. 94). Hasta donde hemos podido saber, Foucault no tuvo ninguna relación con esta ONG por lo que el vínculo entre sus posiciones debe sustentarse en otro tipo de argumentos y no en la mera coincidencia espacio-temporal. en un marco en el que, aunque de un modo indirecto y probablemente sin esa intención, habría contribuido a erosionar las certezas que sostenían la política redistributiva allanado «el camino al ataque neoliberal contra el Estado del bienestar y en favor de un sistema de seguridad social limitado y asequible únicamente para quienes demostraran necesitarlo» (Zamora, 2017b, p. 97Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.). Con ello alcanzamos la segunda clave fundamental del razonamiento de Zamora.

Para respaldar esa tesis, el sociólogo belga recupera una conversación de 1983 entre Foucault y Robert Bono -histórico miembro del sindicato CFDT, afín a la «segunda izquierda»- acerca de la seguridad social. A juicio de Zamora al problematizar el derecho a la salud y denunciar los procesos de normalización asociados a los mecanismos del welfare, en esa intervención Foucault habría reproducido «los argumentos clásicos utilizados por los opositores a los sistemas públicos de atención de la salud» (2017b, p. 98Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.) situándose junto al mismísimo Hayek.

El problema de tal interpretación es que vuelve a violentar las afirmaciones de Foucault, que en ningún momento cuestiona la necesidad de establecer mecanismos sociales de protección ni aboga por una cobertura privada de los riesgos como propone el neoliberalismo. Su planteamiento en esa entrevista parte, por el contrario, de dos consideraciones: los límites económicos a los que el sistema de seguridad social se enfrenta -en el marco de una crisis económica que evidencia el colapso del capitalismo de posguerra- y las situaciones de dependencia que produce. Así, haciendo suyo un argumento esgrimido por la crítica contracultural e izquierdista de la época, Foucault denuncia que «nuestros sistemas de cobertura social imponen un modo de vida determinado al que los individuos deben someterse, y toda persona o grupo que, por una razón u otra, no quiere o no puede acceder a ese modo de vida se encuentra marginado por el juego mismo de las instituciones» (1991, p. 213Foucault, M. (1991). “Seguridad social: un sistema finito frente a una demanda infinita”. En: Foucault, M. Saber y verdad. Madrid: La Piqueta, pp. 207-226.). Tal tesis se puede rastrear ya en su crítica a la medicina a mediados de los setenta y remite, fundamentalmente, al autoritarismo de su práctica y las relaciones de dominación que genera; una perspectiva que, sin embargo, no conduce a una condena total de la práctica médica como evidenciará su intervención en una mesa redonda de 1977:

Tomo como ejemplo el noroeste brasileño. La tasa de enfermedad alcanza el 100%: la parasitosis -por más «antimédico» que sea- es una cosa real; y se puede acabar con la parasitosis. El problema es saber cómo se pueden obtener efectivamente resultados terapéuticos, que sería irrisorio negar, sin que ello tenga como soporte y efecto la instalación de un tipo de poder médico, un tipo de relación con el cuerpo, y un tipo de autoritarismo -un sistema de obediencia finalmente, ya que es de esto de lo que se trata, característico de nuestra relación con el médico y con la medicina, actualmente (Foucault, 2015c, p. 147Foucault, M. (2015c). “Encierro, psiquiatría, prisión: diálogo entre David Cooper, Marie-Odile Faye, Jean-Pierre Faye, Michel Foucault y Marine Zecca”. En: Foucault, M. Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Madrid: Alianza, pp. 124-168.).

No se trata, por tanto, de rechazar el derecho a la salud en aras de una privatización del welfare, sino de equilibrar las demandas de autonomía y seguridad en el marco de una crisis que agudiza el problema del límite de los recursos. Foucault no puede ser más explícito al respecto cuando afirma: «No sostengo, por supuesto, un liberalismo salvaje que nos llevaría a una cobertura individual para aquellos que poseen medios y una falta de cobertura para los otros» (Foucault, 1991, p. 223Foucault, M. (1991). “Seguridad social: un sistema finito frente a una demanda infinita”. En: Foucault, M. Saber y verdad. Madrid: La Piqueta, pp. 207-226.). Zamora recoge esas palabras, pero pasa incomprensiblemente sobre ellas como si Foucault no hubiese querido decir lo que dijo o como si, en realidad, fueran un subterfugio y la verdad de su posición se ocultara en otra parte.

Por otro lado, a lo largo de la conversación, Foucault evidencia las dificultades para encontrar un equilibrio entre autonomía y seguridad y apuesta decididamente por la experimentación, argumentando que «carecemos absolutamente de instrumentos intelectuales para enfocar en términos nuevos la manera que nos permitiría llegar a encontrar lo que buscamos» (1991, p. 214Foucault, M. (1991). “Seguridad social: un sistema finito frente a una demanda infinita”. En: Foucault, M. Saber y verdad. Madrid: La Piqueta, pp. 207-226.). A la luz de esta afirmación, no parece razonable pensar que Foucault hubiera hecho de la teoría del capital humano de Becker o de la política social privatizada del ordoliberalismo su programa, sino que se encuentra más bien ante la necesidad -ya explicitada en Nacimiento de la biopolítica- de inventar nuevas formas de gubernamentalidad.

Por último, el otro elemento que Zamora destaca de la crítica foucaultiana al welfare y que a su juicio evidencia su afinidad con el planteamiento neoliberal es el análisis del «impuesto negativo». Este, que ocupa una parte importante del estudio del neoliberalismo francés desplegado en el curso de 1979, habría sido descrito por Foucault como un mecanismo de política social que renunciaría al juicio antropológico de las disciplinas y, con ello, a «todas las formas de controlar el cuerpo, la conducta y la sexualidad que se hallan tan presentes, pese a estar ocultas, en muchas políticas socialistas tendientes a reducir la desigualdad» (Zamora, 2017b, p. 104Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.). Zamora vincula, así, el análisis de la política de umbrales defendida por Lionel Stoléru con la consideración general del neoliberalismo como una racionalidad política posdisciplinaria. De este modo, y basándose en algunas de las conclusiones presentadas por José Luis Moreno Pestaña, argumenta que la afinidad de Foucault con el planteamiento neoliberal descansa en la renuncia de este último a establecer una normatividad fundada en un criterio antropológico.

Como es sabido, tras estas políticas sociales, Foucault descubre la promesa de una tecnología de poder en cuyo horizonte no aparece ya aquella sociedad disciplinaria y normalizadora que había analizado minuciosamente en la primera mitad de la década, sino «una sociedad en la que haya una optimización de los sistemas de diferencia, en la que se deje campo libre a los procesos oscilatorios, en la que se conceda tolerancia a los individuos y las prácticas minoritarias» (Moreno Pestaña, 2009, p. 261Moreno Pestaña, J. L. (2009). “Michel Foucault, crítico de la izquierda”. Viento Sur, n.º 100, pp. 151-159. ). Esta crítica acierta, a mi juicio, al señalar uno de los puntos ciegos de Nacimiento de la biopolítica: la dimensión normativa del proyecto neoliberal. Es cierto que Foucault analiza una racionalidad política más que una práctica de gobierno, pero en ningún momento parece preocuparse por las consecuencias de la expansión ilimitada de la competencia y de la lógica económica que describe. En este sentido, no cabe duda de que si hay un elemento del programa neoliberal que suscita la inequívoca «fascinación» de Foucault es esta promesa de instituir una organización social no basada en la disciplina y la normalización, sino en el control ambiental, indirecto y diferencial de los individuos.

Desde esta perspectiva, no podemos más que suscribir la crítica de Moreno Pestaña -en la que Zamora se inspira con menos fortuna- que ha argumentado que el análisis foucaultiano del neoliberalismo en este punto resulta incapaz de dar cuenta de los procesos de normalización y la violencia que implica la extensión de la racionalidad económica a todos los ámbitos de la vida (Moreno Pestaña, 2011, p. 106Moreno Pestaña, J. L. (2011). Foucault y la política. Madrid: Tierradenadie Ediciones.). Sin embargo, tampoco podemos dejar de señalar que, aunque Foucault no desarrolle esta cuestión en el curso de 1979, en sus análisis de los dispositivos securitarios sí explicita el vínculo entre las nuevas formas de poder y determinados procesos de normalización. Atendiendo a estos podríamos considerar que la gubernamentalidad neoliberal no renuncia a la normalización, sino que la despliega mediante mecanismos y bajo una racionalidad distintos del control disciplinario. La idea de un proceso de «normalización» securitaria -opuesto a la «normación» disciplinaria- constituiría, en este sentido, el punto de apoyo fundamental en el análisis de las «normalidades diferenciales» que pone en marcha el neoliberalismo (Foucault, 2008, p. 72Foucault, M. (2008). Seguridad, territorio, población: curso del Collège de France (1977-1978). Madrid: Akal.). De este modo, si consideramos las precauciones presentadas en Seguridad, territorio, población que determinan el marco de análisis del curso de 1979, la idea de un horizonte posdisciplinario se difumina en favor de una articulación de mecanismos securitarios, jurídicos y disciplinarios. El neoliberalismo problematiza el legado de las disciplinas, pero no parece representar, desde esta perspectiva, «una alternativa casi providencial» a aquel, como plantea Michael C. Behrent (2017, p. 79)Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82..

4. FOUCAULT Y LA IZQUIERDA DE FINALES DE LOS SETENTA

 

Por último, en el desarrollo de su argumento, tanto Zamora como Behrent remarcan ciertos elementos contextuales que les permiten proyectar la imagen de un Foucault fieramente anticomunista y plenamente convencido de las tesis del antitotalitarismo que solo habría tenido que dejarse seducir por las promesas neoliberales. De este modo, basándose, por un lado, en el trabajo de Michael Scott Christofferson y, por otro, en la reconstrucción de la trayectoria y los testimonios de algunos miembros del círculo íntimo de Foucault, interpretan sus críticas a la izquierda y su intento de superar las categorías marxistas tradicionales como un síntoma de su afinidad con las posiciones de autores como André Glucksmann o Bernard Henry-Lévy (Zamora, 2021, pp. 315-322Zamora, D. (2021). “En busca de una gubernamentalidad de izquierdas”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 315-340.).

Tal acercamiento presenta, sin embargo, un retrato parcial de las consideraciones políticas de nuestro autor y obvia, de nuevo, aquello que explícitamente declaró en diferentes ocasiones. Así, por ejemplo, a pesar de las palabras de Paul Veyne, resulta difícil creer que Foucault, a la luz de lo que expresó públicamente en varias ocasiones, estuviera en 1981 «contra la llegada de los socialistas al poder» (Veyne, 2014, p. 142, nota 16Veyne, P. (2014). Foucault: pensamiento y vida. Barcelona: Paidós.); como sostienen también Behrent y Zamora. Una entrevista de 1981 con Didier Eribon realizada inmediatamente después de las elecciones evidencia sin ningún género de dudas la satisfacción del de Poitiers por una victoria que califica como un «acontecimiento» y que abre un tiempo en el que él mismo se ofrece a trabajar con el gobierno (Foucault, 2015b, pp. 184-185Foucault, M. (2015b). “¿Es, pues, importante pensar?”. En: Foucault, M. La ética del pensamiento: para una crítica de lo que somos. Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 183-187.).4Podemos encontrar un argumento análogo en otra entrevista de 1981 con Jean François y John de Wit (Foucault, 2014c, p. 277) y también en otra intervención de 1982 en la que Foucault celebra la rapidez con la que actuó el nuevo gobierno en lo referente a las leyes que penaban la homosexualidad (2016a, p. 196).

A nuestro juicio, las críticas al socialismo y el rechazo de algunos preceptos centrales de la tradición marxista por parte de Foucault deben ser situados en el complejo panorama intelectual y político de la Francia de final de los setenta. Tal acercamiento evidencia que su discurso no es equiparable sin más al de los «nuevos filósofos» y la trayectoria de estos -o de otros de sus colaboradores- no debe proyectarse sobre aquel por más que compartiera inquietudes e incluso amistad con algunos de ellos. Así, el problema de esa perspectiva desplegada por Zamora y Behrent que Rodrigo Castro ha definido como «contexto-centrismo» (2021, p. 121Zamora, D. (2021). “En busca de una gubernamentalidad de izquierdas”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 315-340.) no estriba únicamente en que desatiende las propias dinámicas internas del discurso filosófico y político foucaultiano, sino en que ofrece una reconstrucción claramente sesgada del contexto de la época.

Tales dificultades se hacen patentes, por ejemplo, en su interpretación de la lectura foucaultiana del papel del SPD en la posguerra alemana. A juicio de Behrent, coherentemente con el interés acerca de las cuestiones del poder y el gobierno, Nacimiento de la biopolítica habría presentado la asunción del marco ordoliberal por parte de la socialdemocracia alemana como un ejemplo de adaptación a los nuevos tiempos y un avance respecto a las posiciones socialistas tradicionales que debería ser replicado en Francia (Behrent, 2017, pp. 76-77Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.).

Este argumento proyecta, sin embargo, un juicio de valor donde Foucault únicamente trata de describir -más o menos acertadamente- un proceso histórico y político. Incluso aceptando que algunos pasajes del curso de 1979 pudieran deslizar valoraciones positivas del neoliberalismo, difícilmente podemos encontrar algo así en este. En Nacimiento de la biopolítica no se celebra el giro del SPD del marxismo a la economía social de mercado, sino que se argumenta que, en el marco de la posguerra definido por el ordoliberalismo y el nuevo equilibrio internacional, aquel era el único camino posible para alcanzar posiciones de gobierno. Tal conclusión es cuestionable, pero no resulta sencillo encontrar en ella la celebración de una estrategia extensible al socialismo francés. De hecho, la reconstrucción foucaultiana de este tránsito no conduce a un elogio del acoplamiento de la socialdemocracia a la dinámica neoliberal, sino a la denuncia de su incapacidad para instituir una gubernamentalidad propiamente socialista (Foucault, 2009, p. 103Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.).

Si Foucault rechaza analizar este proceso en términos de «verdad» y «traición» no es porque lo valore positivamente, sino porque tales perspectivas a su juicio no permiten comprender cabalmente el problema al que se enfrenta el socialismo. Su respuesta a esta encrucijada no puede ser más clara: «Si hay una gubernamentalidad efectivamente socialista, no está oculta en el interior del socialismo y sus textos. No se la puede deducir de ellos. Hay que inventarla» (Foucault, 2009, p. 104Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.). De este modo, junto a la crítica a la tradición socialista y su incapacidad para generar un ejercicio del poder autónomo alejado del terror, Foucault subraya la necesidad de construirlo; un extremo al que estos autores no atienden adecuadamente y que a juicio de Moreno Pestaña podría indicar su disposición a convertirse en una especie de «consejero del príncipe» (2010, p. 90Moreno Pestaña, J. L. (2010). “Gubernamentalidad, biopolítica, neoliberalismo: Foucault en situación”. En: Arribas, S., Cano, G. y Ugarte, J. (coords.). Hacer vivir, dejar morir. Biopolítica y capitalismo. Madrid: CSIC, pp. 85-108.).

De hecho, en opinión de Zamora y Behrent, tal intento de buscar una alternativa más allá del estatismo socialista y el inmovilismo de los conservadores habría conducido a Foucault a explorar las posibles hibridaciones entre mercado y socialismo. Desde esta perspectiva, su aproximación a la segunda izquierda y el elogio de los análisis de Pierre Rosanvallon y Patrick Viveret situarían al de Poitiers en el seno de esa extraña familia política que, partiendo de un socialismo autogestionario heredero del 68, habría aceptado paulatinamente el programa neoliberal. Tal argumento conduce a Behrent a afirmar -a pesar de no encontrar respaldo alguno ni en las intervenciones de Foucault ni en testimonios de terceros- que, a la luz del giro liberal del gobierno de Mitterrand, «cabe imaginar que hacia 1983 Foucault se sentía vindicado por el rumbo de los acontecimientos» (2017, p. 77Behrent, M. C. (2017). “Liberalismo sin humanismo: Michel Foucault y el credo del libre mercado, 1976-1979”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 39-82.).

El problema fundamental de esta interpretación es que obvia la complejidad de los debates en el seno de la segunda izquierda -calificada por Zamora simplemente como «muy social-liberal» (2017a, p. 15Zamora, D. (2017a). “Introducción: Foucault, la izquierda y la década de 1980”. En: Zamora y Behrent (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 13-18.)- rescatando únicamente aquellos argumentos antiestatistas y favorables al mercado y al emprendimiento que pueden reforzar la imagen de su afinidad con el programa neoliberal.

Así, sumido en tal contexto y fascinado por las transformaciones sociales a las que asiste, a juicio de Zamora, Foucault habría valorado positivamente el proceso de liberalización y modernización social puesto en marcha por el gobierno de Giscard d’Estaing que trató de abordar desde una nueva perspectiva algunos problemas relevantes para la izquierda post-sesentaiochista como las prisiones, la inmigración, los derechos de las mujeres, la sexualidad o la juventud (Zamora, 2021, pp. 326-332Zamora, D. (2021). “En busca de una gubernamentalidad de izquierdas”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 315-340.). De este modo, Zamora afirma que Foucault -influido por tales gestos, por su relación con Stoléru5Una relación de la que no ha quedado apenas constancia, pero a la que le podemos dar cierta verosimilitud por el comentario de Michel Senellart -editor de Nacimiento de la biopolítica- en una nota a pie de página del curso. En ella, aunque sin ofrecer más datos, afirma que Foucault tuvo la oportunidad de ver a Stoléru «con bastante frecuencia» (Foucault, 2009, p. 206, nota 39). y por las promesas del socialismo no jacobino- «pensó que debíamos inventar un nuevo tipo de política que pudiera abrir la vía a una izquierda que no rechazara más el mercado y que creara un espacio liberado de la normatividad de la gubernamentalidad social-estatal compartida por gaullistas y comunistas» (Zamora, 2021, p. 337Zamora, D. (2021). “En busca de una gubernamentalidad de izquierdas”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 315-340.). La segunda izquierda parece, en este sentido, cubrir las expectativas de un proyecto liberal en lo económico y progresista en lo social que encajaría con las disposiciones de este Foucault.

Esta reconstrucción del análisis foucaultiano a partir del marco histórico y político de la época revela algunos rasgos de una encrucijada fundamental para comprender el presente, pero, como ya hemos apuntado, se enfrenta a dos grandes problemas. El primero de ellos es el recorte del contexto que distorsiona y dificulta la aprehensión de su complejidad, el segundo es que estos trabajos carecen de un estudio exhaustivo de las fuentes que es sustituido por una selección parcial de los testimonios y una proyección de discursos y posiciones ajenos a su figura.

Frente a esta interpretación carente de los matices necesarios para comprender una época especialmente compleja, los recientes trabajos de Moreno Pestaña permiten reevaluar las posibilidades que ofrecía una crítica a la vez liberal y anticapitalista a la tradición social-estatista francesa en el marco de los setenta y ochenta. Con ello se nos presenta una genealogía que sitúa al socialismo autogestionario en el linaje de algunas tradiciones centrales de la historia del movimiento obrero (Moreno Pestaña, 2019, p. 100Moreno Pestaña, J. L. (2019). Retorno a Atenas: la democracia como principio antioligárquico. Madrid: Siglo XXI.). Desde esta perspectiva, como ha apuntado también Mitchell Dean, la reivindicación autogestionaria de la que hace bandera la segunda izquierda no es concebida como un presagio de la corrosión neoliberal de lo social, sino como una encarnación de las aspiraciones posteriores al 68 desplegada en el marco de un discurso claramente anticapitalista: «No es un movimiento de la derecha económicamente liberalizadora que ataca al Estado de bienestar, sino de una izquierda interesada en una autonomía colectiva post-individualista» (2015, p. 396Dean, M. (2015). “Foucault must not be defended”.History and Theory, n.º 54, pp. 389-403.). Aunque, como han evidenciado entre otros Luc Boltanski y Ève Chiapello (2002)Boltanski, L. y Chiapello, È. (2002). El nuevo espíritu del capitalismo. Madrid: Akal., finalmente el despliegue de la hegemonía neoliberal hiciera suyas buena parte de las matrices críticas frente al estatismo y al mundo fordista-keynesiano de la posguerra, es de justicia señalar que existieron otras posibilidades que fueron derrotadas o absorbidas por ella: «Los ochenta no se encuentran contenidos necesariamente en los setenta» (Moreno Pestaña, 2019, p. 95Moreno Pestaña, J. L. (2019). Retorno a Atenas: la democracia como principio antioligárquico. Madrid: Siglo XXI.).

Así, a la luz de su trayectoria y sus intervenciones, lo que parece interesar a Foucault de la segunda izquierda no es tanto la rehabilitación de determinados elementos del liberalismo económico como el mercado o el emprendimiento, sino su vocación de romper con aquellos rasgos de la tradición socialista que considera un lastre. Si el trabajo de Rosanvallon y Viveret interpela a nuestro autor es precisamente por su capacidad de situar las demandas de autogestión e independencia de los sujetos en el marco de un programa de gobierno que dialoga con las nuevas formas de acción política.

De hecho, en el curso de 1979 podemos encontrar argumentos que contradicen expresamente la hipótesis de que Foucault pretendía introducir cierto enfoque neoliberal en el seno del socialismo para producir una especie de síntesis que dotara a este último de una gubernamentalidad propia. Esa es la vía del SPD y su resultado es calificado, al igual que el del socialismo real, como un «fruto venenoso» (Foucault, 2009, p. 103Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.). El problema del socialismo, desde esta perspectiva, no puede resolverse añadiendo ciertos ingredientes del neoliberalismo porque se encuentran en planos diferentes: «El socialismo no es la alternativa al liberalismo. No están en el mismo nivel, aun cuando haya niveles en que tropiezan uno con otro, en que, juntos, la cosa no funciona. De allí su posibilidad de simbiosis desafortunada» (Foucault, 2009, p. 104, nota *Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.). La respuesta a esa carencia no está, pues, en la hibridación ni en la hermenéutica de los textos de la tradición, sino en la imaginación y la experimentación. Foucault es muy claro al respecto: si se quiere dotar al socialismo de una gubernamentalidad propia es necesario inventarla (2009, p. 104Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.).

En este mismo sentido, resulta problemática también la interpretación que presentan Zamora y Behrent de la fascinación de Foucault por la creciente «liberalización» de lo social que acompaña el mandato de Giscard d’Estaing. Sin duda, la conciencia de estar presenciando la emergencia de nuevas formas de poder -directamente relacionada con su experiencia en EE. UU. y con las transformaciones de la propia sociedad francesa- representa una clave fundamental para comprender los desplazamientos que efectúa Foucault al final de la década. Pero esto no implica, sin embargo, que su relación con Stoléru o el interés por las propuestas de Raymond Barre que muestra en Nacimiento de la biopolítica constituyan razones suficientes para sostener que Foucault -como parte de cierta izquierda «libertaria»- se sintiera especialmente interesado por el gobierno de Giscard d’Estaing, como sugiere Daniel Zamora (2021, p. 327)Zamora, D. (2021). “En busca de una gubernamentalidad de izquierdas”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 315-340.. De nuevo, Zamora destaca las fuentes que pueden respaldar su tesis, mencionando únicamente una entrevista de 1977 con militantes de la LCR en la que, a su juicio, «Foucault incluso bromeará sobre su política [de Giscard] al sugerir que pronto definiría su proyecto como el de una “sociedad antirrepresiva”» (2021, p. 328Zamora, D. (2021). “En busca de una gubernamentalidad de izquierdas”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 315-340.).

Respecto a este particular, resultan llamativas, en primer lugar, la interpretación que ofrece de esa declaración6Zamora, de nuevo, descontextualiza las palabras de Foucault alterando su sentido. En el contexto original, tal afirmación no representa una alabanza de las virtudes liberalizadoras de Giscard, sino una constatación de la ineficacia del análisis en términos de «represión»: «Giscard pronto nos dará un discurso sobre la represión y definirá el “liberalismo avanzado” como una sociedad antirrepresiva, es solo cuestión de semanas (risas)… Esto quiere decir que la palabra ha perdido las virtudes de partición que tenía, ya no está marcada» (Foucault, 2014d, p. 17). Como vemos, la literalidad de las palabras de Foucault deja poco lugar a las dudas y difícilmente se puede entender como un respaldo a la política giscardiana. y, en segundo, la elisión de otras menciones a Giscard y su gobierno en las intervenciones de nuestro autor. En este sentido, y sintetizando un argumento que expone a menudo en la época, en una entrevista de 1978, Foucault afirma que las políticas liberalizadoras de su tiempo no deben entenderse como una derrota de las aspiraciones de la izquierda radical de los sesenta y setenta, sino como una victoria de los movimientos que han surgido de ella. Frente al chantaje del discurso revolucionario del todo o nada -que tiene un eco directo en las formulaciones de Zamora- y a esa tendencia izquierdista a ver en todo avance concreto una «apropiación» por parte del poder, Foucault reivindica que las nuevas luchas -calificadas por él como a la vez radicales y parciales- tienen por objetivo el «éxito», es decir, que sus demandas sean atendidas y la realidad que enfrentan efectivamente transformada (2016b, pp. 17-19Foucault, M. (2016b). “Sexualidad y política”. En: Foucault, M. Sexualidad y política: escritos y entrevistas 1978-1984. Buenos Aires: El cuenco de plata, pp. 7-20.). Desde esta perspectiva, la liberalización de Giscard se interpreta como una respuesta que certifica la victoria -al menos parcial- de estos movimientos de los que el propio Foucault había formado parte (Foucault, 2016b, pp. 17-18Foucault, M. (2016b). “Sexualidad y política”. En: Foucault, M. Sexualidad y política: escritos y entrevistas 1978-1984. Buenos Aires: El cuenco de plata, pp. 7-20.).

Además, más allá de la literalidad de sus intervenciones, como señala Christian Lavan, resulta arriesgado afirmar que Foucault pudiera sentir algún tipo de tentación por el «liberalismo» de Giscard ya que, a pesar de implementar algunas medidas aplaudidas y empujadas por los sectores más progresistas de la sociedad francesa -como la ley del divorcio, la legalización de la contracepción, o el cambio de la mayoría de edad-, el septenio giscardiano está marcado por un conservadurismo en ocasiones extremo (Laval, 2020, pp. 107-112Laval, C. (2020). Foucault, Bourdieu y la cuestión neoliberal. Barcelona: Gedisa.). Tanto es así que, como hemos visto, la victoria de Mitterrand es celebrada por Foucault como la apertura de un nuevo horizonte de posibilidades frente a un hipotético triunfo de Giscard que habría representado, a su juicio, «la victoria de una imposibilidad, la derrota de una posibilidad» (Foucault, 2014c, p. 277Foucault, M. (2014c). “Entrevista a Michel Foucault, con J. François y J. de Wit”. En: Foucault, M. Obrar mal, decir la verdad: la función de la confesión en la justicia. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 263-279.).

Estas reflexiones permiten identificar algunos de los problemas de esa lectura determinista y teleológica de la historia intelectual y política de nuestro tiempo que subyace al planteamiento de Behrent y Zamora. Una historia de hechos consumados en la que la crítica radical y contracultural que surge en los años sesenta habría conducido inexorablemente a la tentación neoliberal.

5. CONCLUSIÓN: CRÍTICA Y OPORTUNIDAD

 

A la luz de todos estos problemas, consideramos que hay argumentos suficientes para cuestionar la tesis de un Foucault seducido por el neoliberalismo en los términos en que la plantean Zamora y Behrent. Sin embargo, es importante reconocer también la relevancia y el valor del debate suscitado por estos trabajos, que han evidenciado un problema que otros autores habían planteado antes -incluso de un modo más pertinente-, pero con menos éxito. Así, es posible que, aunque fuercen su interpretación estos trabajos hayan permitido, como afirma Mitchell Dean, desacralizar el legado foucaultiano y que este deje de constituir el «horizonte insuperable de cierto pensamiento crítico y radical» (2015, p. 403Dean, M. (2015). “Foucault must not be defended”.History and Theory, n.º 54, pp. 389-403.). El avance de la crítica, en este sentido, no puede más que ser celebrado y el cuestionamiento de la interpretación de estos autores no debe soslayar la necesidad de una reconsideración del análisis foucaultiano del neoliberalismo a la luz de otras perspectivas. De este modo, a nuestro juicio, es necesario rechazar tanto la imagen de un Foucault seducido por el neoliberalismo como su reflejo especular: la del crítico irredento del neoliberalismo avant la lettre que nos habría legado las herramientas definitivas para descifrar la «nueva razón del mundo».

En estos últimos años han proliferado los estudios acerca del neoliberalismo que, incluso partiendo de las reflexiones de Foucault, señalan los límites de un análisis que se considera excesivamente indulgente respecto a ciertos extremos y que no parece poder dar cuenta de algunas de las consecuencias más lesivas de aquel. Habría sido deseable que esa duda acerca de la afinidad neoliberal se sustentara en argumentos sólidos y juicios contrastados, pero es posible que el clima general de cuestionamiento del acercamiento foucaultiano al neoliberalismo haya contribuido a evidenciar algunas de sus carencias y a avanzar, así, hacia una mejor comprensión tanto del propio curso de 1979 y sus circunstancias como del neoliberalismo en tanto fenómeno histórico.

A nuestro juicio, buena parte de los problemas de Nacimiento de la biopolítica para dar cuenta de este neoliberalismo realmente existente tienen que ver con las decisiones metodológicas que lo vertebran -y que, paradójicamente, también hacen posible algunas de sus intuiciones más brillantes-. La mirada que ofrece, volcada sobre el acontecimiento y su singularidad, implica, sin embargo, un riesgo: que por evitar el «siempre lo mismo y siempre lo mismo para peor», el análisis se deslice hacia un «siempre algo nuevo y siempre algo nuevo para mejor». Esa voluntad de captar la novedad -vinculada al rechazo de los modelos críticos tradicionales- determina un enfoque incapaz de dar cuenta del nexo entre la gubernamentalidad neoliberal y las dinámicas de acumulación que reactualiza. Así, al disociar la lógica neoliberal de las exigencias del modo de producción capitalista -en sus formas actuales, que no tienen por qué coincidir con las de siglos pasados-, Foucault pierde de vista una cuestión fundamental: el vínculo entre un determinado modo de conducir las conductas de los individuos y los procesos de desposesión que acompañan a la economía contemporánea. La vocación de distanciarse del marxismo -que va evidenciándose en la segunda mitad de la década y, especialmente, desde 1977- conduce, de este modo, a Foucault a abandonar definitivamente el marco de la lucha de clases y a analizar el neoliberalismo «desde un modelo de agente sin características sociales» (Moreno Pestaña, 2009, p. 157Moreno Pestaña, J. L. (2009). “Michel Foucault, crítico de la izquierda”. Viento Sur, n.º 100, pp. 151-159. ); una perspectiva que dificulta enormemente el reconocimiento de algunas de sus consecuencias más adversas tanto subjetiva como socialmente.

Por otro lado, al analizar el programa neoliberal desde la perspectiva de la competencia y no de la mercancía, Foucault parece quedar atrapado en el discurso legitimador de esa nueva forma de gobierno que promueve la diferencia y promete renunciar al disciplinamiento social. Desde esta perspectiva, se puede sostener que el análisis del anarcocapitalismo norteamericano desliza constantemente una fascinación que, aunque no implique necesariamente conformidad, constituye uno de los puntos débiles de su trabajo. Este enfoque se enfrenta, así, a límites importantes porque no permite captar adecuadamente la fuerza normalizadora y disciplinaria del neoliberalismo y, consecuentemente, no puede dar cuenta del modo en que los procesos de diferenciación y uniformización social convergen bajo la dinámica neoliberal convirtiendo a los individuos no solo en empresas, sino también en bienes de mercado (Salinas, 2021, p. 98, nota 16Salinas, A. (2021). “El pasaje del coloquio Lippmann. Observaciones sobre el caldo germinal del neoliberalismo”. En: Castro, R. y Chamorro, E. (eds.). Para una crítica del neoliberalismo: Foucault y Nacimiento de la biopolítica. Madrid: Lengua de Trapo, pp. 79-117.). En este sentido, el semblante que dibuja Foucault parece ajustarse a la descripción de lo que ha venido conociéndose como «neoliberalismo progresista» (Fraser, 2017Fraser, N. (2017). “The End of Progressive Neoliberalism”. Dissent Magazine, enero. https://www.dissentmagazine.org/online_articles/progressive-neoliberalism-reactionary-populism-nancy-fraser.), pero se ve en dificultades cuando se confronta con otras de sus realizaciones históricas.

Estos defectos del análisis desplegado en Nacimiento de la biopolítica no justifican, sin embargo, ni la impugnación total ni la atribución de afinidades inconfesables. A la luz de esta reconstrucción de los argumentos de Zamora y Behrent, nuestra conclusión es que si sus planteamientos se solapan con algunos extremos del programa neoliberal es porque en el preciso momento en que dicta el curso de 1979 se está desarrollando ese proceso fundamental del mundo contemporáneo que representa el ascenso de la hegemonía neoliberal. Las críticas al marxismo y a la izquierda, la vocación de independencia intelectual y su sensibilidad por el problema del poder sitúan a Foucault a final de la década de los setenta en el centro de la encrucijada de su tiempo, una circunstancia que, a nuestro juicio, se encuentra directamente relacionada con el posterior abandono del camino explorado en Nacimiento de la biopolítica. El de Poitiers encontró fascinante, sin duda, el programa neoliberal, pero no vio en él una solución a los problemas del presente ni un proyecto político que empuñar. De este modo, consideramos que no hay fundamento en sus textos para dotar de un contenido positivo esa «fascinación» más allá del interés por la emergencia de una nueva lógica política y ni el antimarxismo ni su afinidad con determinados extremos de la crítica antitotalitaria constituyen razones suficientes para justificar tal atribución.

NOTAS

 
*

Este trabajo se ha desarrollado en el marco del proyecto de investigación “Por una historia conceptual de la contemporaneidad. La contemporaneidad clásica y su dislocación: de Weber a Foucault” (PID2020-113413RB-C31), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, España.

1

Así ocurre con Alessandro Fontana, tal y como evidencia Serge Audier (2017, pp. 108-115)Audier, S. (2017). “Cuando Foucault descubre el neoliberalismo: ¿profecía genial o síntoma de una crisis de la izquierda”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 108-149..

2

Resulta, en este sentido, especialmente llamativa la interpretación que ofrece Daniel Zamora de una entrevista de Foucault realizada en 1972. En ella exagera la capacidad revolucionaria que Foucault atribuye a los «marginados» e ignora la crítica de la separación entre el mundo obrero y el de los excluidos que en esa misma intervención se presenta como un proceso cuya deseada reversión está ya en marcha: «Hoy vivimos un primer reencuentro, una reconciliación entre una parte del proletariado y la parte no integrada de la población marginal» (Foucault, 1994, p. 303Foucault, M. (1994). “Le grand enfermement”. En: Foucault, M. Dits et écrits: 1954-1988: II 1970-1975. Paris: Gallimard, pp. 296-306. ). En estas mismas páginas, Zamora asegura, como ya hemos señalado, que «para los filósofos de esos momentos, la principal cuestión consistía en entender cómo se excluya parte de la población y no cómo se explotaba a la mayoría» y cita como referencia de nuevo esa entrevista de 1972 (Zamora, 2017b, p. 88Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.). Sin embargo, en todo el texto no podemos encontrar nada parecido a tal afirmación.

3

Hay, en este sentido, un momento del texto de Zamora que resulta revelador de su estrategia general y su cuestionable praxis. En él argumenta que «tanto ATD como el “último” Foucault creen que…» y a continuación reproduce una serie de párrafos extraídos del libro blanco de esta ONG en una formulación que claramente atribuye a Foucault ideas que no son suyas (Zamora, 2017b, p. 94Zamora, D. (2017b). “Foucault, los excluidos y la erosión neoliberal del Estado”. En: Zamora, D. y Behrent, M. C. (comps.). Foucault y el neoliberalismo. Buenos Aires: Amorrortu, pp. 83-107.). Hasta donde hemos podido saber, Foucault no tuvo ninguna relación con esta ONG por lo que el vínculo entre sus posiciones debe sustentarse en otro tipo de argumentos y no en la mera coincidencia espacio-temporal.

4

Podemos encontrar un argumento análogo en otra entrevista de 1981 con Jean François y John de Wit (Foucault, 2014c, p. 277Foucault, M. (2014c). “Entrevista a Michel Foucault, con J. François y J. de Wit”. En: Foucault, M. Obrar mal, decir la verdad: la función de la confesión en la justicia. Buenos Aires: Siglo XXI, pp. 263-279.) y también en otra intervención de 1982 en la que Foucault celebra la rapidez con la que actuó el nuevo gobierno en lo referente a las leyes que penaban la homosexualidad (2016a, p. 196Foucault, M. (2016a). “No a los compromisos”. En: Foucault, M. Sexualidad y política: escritos y entrevistas 1978-1984. Buenos Aires: El cuenco de plata, pp. 195-198.).

5

Una relación de la que no ha quedado apenas constancia, pero a la que le podemos dar cierta verosimilitud por el comentario de Michel Senellart -editor de Nacimiento de la biopolítica- en una nota a pie de página del curso. En ella, aunque sin ofrecer más datos, afirma que Foucault tuvo la oportunidad de ver a Stoléru «con bastante frecuencia» (Foucault, 2009, p. 206, nota 39Foucault, M. (2009). Nacimiento de la biopolítica: curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.).

6

Zamora, de nuevo, descontextualiza las palabras de Foucault alterando su sentido. En el contexto original, tal afirmación no representa una alabanza de las virtudes liberalizadoras de Giscard, sino una constatación de la ineficacia del análisis en términos de «represión»: «Giscard pronto nos dará un discurso sobre la represión y definirá el “liberalismo avanzado” como una sociedad antirrepresiva, es solo cuestión de semanas (risas)… Esto quiere decir que la palabra ha perdido las virtudes de partición que tenía, ya no está marcada» (Foucault, 2014d, p. 17Foucault, M. (2014d). “Entretien inédit entre Michel Foucault et quatre militants de la LCR, membres de la rubrique culturelle du journal quotidien Rouge”. Question Marx?, 2 de febrero, pp. 1-26. https://questionmarx.typepad.fr/question-marx/2014/02/un-document-inedit-sur-le-site-de-question-marx.html.). Como vemos, la literalidad de las palabras de Foucault deja poco lugar a las dudas y difícilmente se puede entender como un respaldo a la política giscardiana.

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