ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 66
enero-junio,  2022, r05
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.66.res05

CRÍTICA DE LIBROS

La paradoja de Habermas y los límites de la racionalidad comunicativa. Reseña de: Isabel G. Gamero Cabrera, La paradoja de Habermas: ¿qué sucede cuando se aplica la teoría de la acción comunicativa a debates actuales?, Madrid, Dado Ediciones, 2021

Habermas’ paradox and the limits of communicative rationality. Review of: Isabel G. Gamero Cabrera, La paradoja de Habermas: ¿qué sucede cuando se aplica la teoría de la acción comunicativa a debates actuales?, Madrid, Dado Ediciones, 2021

David-Álvaro Martínez

Universidad Complutense de Madrid

https://orcid.org/0000-0001-5516-3833

CONTENIDO

¿Para qué escribir sobre Habermas? ¿Acaso no se ha dicho ya todo sobre este filósofo? ¿Qué interés puede tener su propuesta en el siglo XXI? Este tipo de preguntas, entre otras, son las que ha tratado de responder Isabel G. Gamero Cabrera desde que iniciara su investigación doctoral, en la facultad de filosofía de la Complutense, una investigación dedicada, en parte, al estudio de este conocido e influyente filósofo alemán. En La paradoja de Habermas, su primera obra publicada, Isabel Gamero confiesa que lo primero que le llamó la atención de Habermas fue su interpretación de la obra de Wittgenstein; a su juicio, sorprendentemente «sesgada y errónea». Y es que Habermas llegó a dar mayor valor de verdad al concepto de certeza de Wittgenstein que el propio Wittgenstein, algo que ya señaló Annat Biletzki en Over(Interpreting) Wittgenstein (2003), y cuya confusión vendría heredada de su maestro Karl-Otto Apel, al no distinguir con claridad las diferencias entre G. E. Moore y Wittgenstein.

La paradoja de Habermas nos presenta una revisión crítica de la filosofía habermasiana, partiendo de dos de sus conceptos principales que dividen el libro en dos partes. Por un lado, tenemos el concepto de “racionalidad comunicativa” (parte A), referido brevemente a la razón como producto de la puesta en práctica de nuestras habilidades comunicativas; y, por otro, el concepto de “mundo de la vida” (parte B), en referencia a ese suelo común que compartimos los distintos hablantes y que nos permite entendernos entre sí. Sirviéndose de algunas de las críticas que ha recibido Habermas desde los años setenta en adelante, como las de Richard Rorty, Seyla Benhabib o Nacy Fraser, y de las respuestas que él mismo emitió posteriormente, Isabel Gamero nos irá señalando lo incompatible que puede resultar una propuesta teórica como la del filósofo alemán -de tintes ideales, racionalistas, normativos y con pretensiones universales- cuando se aplica a debates actuales como el brexit, el aborto o el desplazamiento masivo de refugiados, por citar algunos ejemplos que aparecen en el libro.

En la parte A, la autora hace un repaso cronológico de cómo Habermas fue modificando su definición de la racionalidad comunicativa para acercarla a la realidad, a propósito de las críticas y contrargumentos recibidos. De esta forma, su visión, inicialmente idealista, fue corrigiéndose hasta desembocar en una propuesta más pragmática o posmetafísica, como él la denominó, a pesar de seguir manteniendo un horizonte idealista más o menos visible. En la parte B, igualmente se nos muestra la parábola que el filósofo llevó a cabo tratando de aproximar la realidad, o el mundo de la vida, a su marco teórico, y buscando así reconciliar ambos conjuntos. A juicio de Gamero, sin embargo, estas dos soluciones no solo no habrían cumplido las expectativas teóricas iniciales del propio Habermas, sino que ambas conducen a una inevitable paradoja que es la que da título al libro. Gamero no critica que un argumento sea más o menos válido por incurrir en paradojas, sino el hecho de que Habermas traslade su concepción idealizada del consenso, de la racionalidad y de los valores éticos universales a un escenario pluralista, falible, donde la aplicación de su modelo no siempre es posible ni la mejor a elegir.

Especialmente interesante es en este sentido el capítulo sexto de ambas partes,1Puesto que el libro sigue una estructura formal simétrica en ambas partes, en la introducción la autora nos indica las diversas posibilidades de lectura (como leer simultáneamente cada uno de los capítulos, por ejemplo). donde se pone a prueba la propuesta habermasiana con relación al debate sobre la legalización del aborto (p. 139), la independencia de ciertas regiones o la polémica sobre el uso del hiyab en Francia (p. 289). Como ya han señalado Anthony Giddens o Steven Lukes, este modelo de racionalidad comunicativa solo proyectaría una situación ideal de habla que puede resultar útil en ciertos contextos, pero que no aporta ninguna solución situada a diversos problemas estructurales de nuestra época, como la lucha de clases o la escasez de recursos. Si Habermas realmente asumiera una postura pragmatista, como él dice adoptar a partir de los años ochenta, no tendría tantos problemas en reconocer la falibilidad conceptual de su modelo teórico, pero en lugar de ello, como indica Gamero, el filósofo recurre a todo tipo de estratagemas ad hoc para mantener, en última instancia, una pretensión de universalidad que le coloca en una posición demasiado etérea y, hasta cierto punto, invisible frente a la realidad. La portada del libro, obra de Claudia Jaramillo, representa bastante bien esta idea, de hecho.

Es, por tanto, quizás, esa postura poco apegada al suelo duro del que hablaba Wittgenstein, lo que dificulta en ocasiones una toma de decisión y de posicionamiento en determinadas coyunturas que así lo demandan. Por ejemplo, el hecho de posicionarnos a favor o en contra de ciertas opiniones y personas, como puede ser el tener que elegir «entre un determinado comité de expertos y científicos, o los tertulianos de un programa de televisión» (el ejemplo es de Gamero, p. 37). Al entender que el mundo de la vida equivale a una tradición o al contexto propio de cada cultura o forma de vida, Gamero insiste en un pluralismo que no tenga por qué asumir una racionalidad universal como horizonte normativo, el cual cualquier ser humano, independientemente de su tradición, historia o pensamiento, aspire alcanzar. De ser así caeríamos con Habermas, como indica Benhabib, en una falacia racionalista (p. 305).

Una vez desarrolladas cada una de las etapas por las que transita Habermas, Gamero identifica la circularidad problemática de su propuesta. Bien es circular y, a la vez, problemática por acabar tornándose «acrítica con sus propios conceptos»; esto es, por incumplir «las bases de su propio modelo de consenso» (p. 308). Con el transcurso del tiempo los dos conceptos van retroalimentándose, cumplen un doble papel y se postulan como únicas soluciones a cualquier tipo de dificultades humanas. En palabras de la autora,

cuando Habermas recibe críticas por el exceso de idealismo y racionalismo, traslada su propuesta al ámbito cotidiano y compartido del mundo de la vida; pero cuando recibe críticas por el inmovilismo de este concepto [...], entonces vuelve a llevar su propuesta al ámbito teórico e ideal de la racionalidad comunicativa. No parece haber salida a este dilema (p. 311).

Por último, destacar que la estructura del libro, como hemos dicho, dividido en dos partes en mismo orden cronológico y desembocando en la misma paradoja, no solo es una característica formal sino también una extensión congruente de la posición crítica que la autora va manteniendo a lo largo del mismo. Se podría alegar, con bastante razón, que la revisión crítica que reúne aquí Isabel Gamero, centrada en la paradoja que late en el centro mismo del libro, contiene muchos elementos propios de la crítica posestructuralista y de la filosofía posmoderna; a saber: una desconfianza en el saber omniabarcante y legitimador; un rechazo a la pretensión de que la cultura humana pueda entenderse, en última instancia, mediante una estructura ideal, lingüística o comunicativa. No obstante, y puesto que la etiqueta posmoderna suele acarrear hoy día más malentendidos que virtudes, me parece más atinado considerar la revisión crítica de La paradoja de Habermas simplemente como un trazar dónde se encuentran los límites de cualquier filosofía que busque comprender el funcionamiento de las relaciones comunicativas. A mi juicio, reconocer los límites de nuestro campo de acción tiene poco de posmoderno y mucho de realista, cuando de lo que se trata es de encarar una nueva investigación acerca del mundo.

NOTA

 
1

Puesto que el libro sigue una estructura formal simétrica en ambas partes, en la introducción la autora nos indica las diversas posibilidades de lectura (como leer simultáneamente cada uno de los capítulos, por ejemplo).