ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 66
enero-junio,  2022, e30
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.66.30

NECROLÓGICA

Hans Poser (1937-2022): Theoria cum praxi. De la Teodicea a la Tecnodicea

Hans Poser (1937-2022): Theoria cum praxi. From Theodicy to Technodicy

Concha Roldán

Instituto de Filosofía del CSIC
Presidenta de la Sociedad española Leibniz
Directora de Isegoría.

El 9 de marzo de 2022 se cerró con un golpe seco el abanico de posibilidades que había estado barajando con mi querido maestro y amigo, para volver a visitarles a él y a su esposa Emilie en Semana Santa en Berlín, aprovechando que la pandemia nos proporcionaba un respiro. Pero la Parca cortó el hilo, como suele hacer, sin previo aviso, dejándonos como único consuelo el saber que tuvo la muerte de los justos: se retiró a dormir profundamente cansado y ya no se despertó más, prolongando su sueño eternamente… La noticia de su muerte nos llegó ralentizada, como una niebla densa que nos envolvía, sin dejarnos ver, inmovilizándonos. ¡No podía ser!, ¡pero si estaba tan bien! Si hasta hace nada estábamos pensando en preparar un simposio para el próximo Congreso Leibniz en Hannover, si el 13 de abril iba a reunirse toda la familia para celebrar sus bodas de diamante… Pero no. Átropos, la inflexible, fue implacable con sus tijeras doradas y nos arrojó al reino de la necesidad absoluta, poniendo el amargo punto final a la contingencia histórica de su vida, truncando en un instante todas las posibilidades de planes futuros. Solo nos dejó reunirnos el pasado 14 de abril en el cementerio de Frohnau -su barrio berlinés- para darle su último adiós, trayendo al presente las experiencias vividas juntos de la mano del emotivo discurso fúnebre de Wenchao Li que me transportó como en un sueño casi cuarenta años atrás…

Parecía que hubiera sido ayer cuando a mediados de los años ochenta del pasado siglo emprendiera viaje a Berlín para terminar en la Technische Universität mi tesis doctoral sobre “Contingencia y necesidad en Leibniz”, estudiando con quien por aquel entonces fuera el más conocido especialista en conceptos modales leibnizianos, Hans Poser, gracias al libro que en 1969 publicara sobre este tema (Zur Theorie der Modalbegriffe bei Leibniz, Steiner Verlag, Studia Leibnitiana Supplementa). En 1984 le había escrito una carta contándole mi proyecto de tesis -en el que llevaba ya trabajando un par de años en Madrid con Jaime de Salas- y mi deseo de que él fuera el tutor de la beca del Deutsche Akademischer Austauschdienst (DAAD) que quería solicitar para estudiar dos años en Berlín. Me mandó una carta de invitación muy afable y a todas luces convincente para los evaluadores, puesto que obtuve esa beca. Lástima que fuera la época del boom del Fax y apenas pueda adivinarse ahora ese contenido que la memoria preserva. Para mí era un honor trabajar con Hans Poser en la TU-Berlín y, sin duda, fue también una gran oportunidad, tanto para el conocimiento profundo del pensador de Leipzig como para mi aprendizaje institucional, en cargos y cargas entre las que mi querido maestro navegaba con destreza.

Solo un par de datos biográficos para quienes no tuvieron la suerte de conocerle. Hans Poser nació en Göttingen el 25 de mayo de 1937, en una época de entreguerras que con todo no llegó a marcar mucho la vida cotidiana de la histórica ciudad a orillas del Leine, y estudió las especialidades de Matemáticas, Física y Filosofía en las ciudades de Tübingen y Hannover. En principio, Poser había escogido la Filosofía como un estudio secundario (Nebenfach) que satisfacía sus ansias de saber, pero poco a poco fue cobrando más y más peso en sus intereses, de forma que tras su examen de estado para enseñar matemáticas y física (1964), decidió dar un giro a su vida laboral y doctorarse en Filosofía, lo que hizo en 1968 con la tesis que dio origen a su famosa monografía mencionada sobre los conceptos modales, donde no solo Leibniz juega un papel importante, sino también los fundamentos aristotélicos y su proyección en el pensamiento de Wolff a Kant y en las filosofías idealistas y románticas sobre la libertad, la verdadera beneficiaria del espacio ético-político propiciado por los conceptos de posibilidad y contingencia. La vocación filosófica le fue ganando por ósmosis, en lo que podemos recrear como “un eje netamente filosófico” -con tantas y tan grandes personalidades filosóficas que por allí pasaron- desde Baden-Württenberg a Niedersachsen. Por las calles de Tübingen corría la savia del “árbol de la libertad” que plantaran juntos el 14 de julio de 1793 en la plaza del mercado Hegel, Hölderlin y el joven Schelling, para conmemorar el aniversario de la Revolución Francesa bailando a su alrededor. Y en Hannover terminó sus pasos Leibniz, dejando allí no solo su tumba (Ossa leibnitii es su escueta leyenda) sino también la mayor parte de sus manuscritos en el Leibniz-Archiv de la Niedersächsichen Leibniz-Bibliothek, que aún sigue siendo la Meca para los estudiosos leibnizianos, junto a los archivos de Münster y Potsdam. Pues bien, en ese eje transitó con aprovechamiento Hans Poser, quien tras habilitarse en 1971 obtuvo una plaza de profesor en la Technische Universität Hannover, donde trabajó hasta que le ofrecieron (Berufung) en 1972 un puesto de profesor titular de Filosofía en la Technische Universität Berlin, donde desempeñó diversas funciones (Dekan, Akademischer Senats, Konzil, etc.) y permaneció hasta su emeritazgo en 2005. Pueden consultarse detalles y fechas de su desempeño académico en la TU-Berlin en la necrológica publicada por su colega y amigo Günter Abel (https://www.philosophie.tu-berlin.de/menue/personal/prof_em_dr_hans_poser/).

Permítaseme volver ahora brevemente a devanar la madeja de mis recuerdos de Hans Poser, para ofrecerle con estas emocionadas y seguro torpes palabras, mi reconocimiento y mi cariño imperecederos. Recuerdo nuestra primera entrevista personal en su despacho del piso 12 del Telefunkenhaus. Llegaba en octubre de 1985 desde Freiburg (donde el DAAD me había ofrecido durante el verano un curso intensivo en el Goethe-Institut), para matricularme en la TU con mi flamante Zertifikat de dominio de la lengua alemana debajo del brazo, pero con poca práctica conversacional, y tuve la suerte de encontrarme con una eminencia que de lo único que hacía gala era de una gran modestia intelectual, por no poderme ofrecer hablar en mi lengua… Desde aquel momento y por los dos años que duró mi beca, no solo estuve matriculada en los cursos que impartía el Prof. Poser en la Facultad, sino que cada dos semanas teníamos un coloquio de hora y media en su despacho, a la hora del té -con aquellas galletas danesas que le encantaban- para hablar de los progresos de mi tesis (Contingencia y necesidad en Leibniz), que ya desde nuestra primera reunión se ganó el subtítulo de El problema de la libertad. El laberinto de la libertad era uno de los que apasionaron a Leibniz durante toda su vida, junto con el laberinto de la continuidad, al que dedicaba su tesis otro doctorando de Hans Poser, Philip Beeley, y, esa fue la razón para que le integráramos en nuestras conversaciones, que sin duda enriquecieron nuestra apuesta ética por los conceptos modales. Fueron años dorados, en los que también participé en los Forschungskolloquium de los Wintersemester del Institut für Philosophie, donde todos interveníamos siempre en torno a temas de actualidad, algo que he querido emular en cierta manera en el Seminario Internacional de Jóvenes Investigadores (SIJI). De la mano de Hans Poser fui conociendo a otros doctorandos, habilitantes y colaboradores suyos en la TU, que siguen siendo ahora buenos colegas y amigos, como Astrid Wagner, Wenchao Li, Hartmut Rudolph, Günter Abel, Ursula Goldenbaum, Cristoph Asmuth, Iwan D’Aprile, Rainer Adolphi u otros más jóvenes como Alexandra Levendovsky y Stascha Rohmer, que luego realizara estancias de investigación conmigo en Madrid. Otros estudiosos leibnizianos llegaron a la TUB en esos dos años de otros países, como Francesco Piro, que se incorporó a las reuniones bisemanales de “los dos laberintos” y nos acompañó a Beeley y a mí a la reunión que nuestro profesor nos organizara en el Leibniz-Archiv de Hannover, para exponer los avances de nuestra tesis doctoral ante el entonces director del Leibniz-Archiv, Albert Heinekamp, y el director de la Leibnizforschungstelle de Münster, Heinrich Schepers. Lo recordaré siempre como un momento histórico, con esos tres maestros que ya no están y que tanto aportaron a mis investigaciones, incluso dos estancias breves en Münster y Hannover para que consiguiera terminar de redactar mi tesis, lejos del mundanal ruido berlinés, a tiempo para defenderla el 21 de diciembre de 1987 y tomar posesión de la beca de reincorporación que se me había concedido en el recién creado Instituto de Filosofía del CSIC, bajo la tutoría de Javier Muguerza.

Fue Albert Heinekamp -a pesar de su miedo a volar- quien otorgó la distinción europea a mi tribunal de tesis, pero apenas un par de años después vinieron también Poser y Schepers a la fundación de la Sociedad española Leibniz (SeL) en nuestro primer Congreso Internacional Analogía y expresión (1989), coordinado por Quintín Racionero -quien desgraciadamente hace ya diez años que nos dejó- como su primer presidente, con mi apoyo en la secretaría. Fue sin duda un gran logro de Hans Poser, entonces vicepresidente de la Leibnizgesellschaft, flanqueado por Heinekamp y Schepers, empujarnos a crear la SeL (refundada luego con Javier Echeverría en 2001 como “Sociedad para Estudios del Barroco y la Ilustración”), que ahora forma parte junto a la sociedad francesa, italiana y rumana de las asociaciones europeas leibnizianas que refuerzan a nuestra “sociedad madre” en Hannover. Una de las principales tareas de la Leibnizgesellschaft es organizar los Congresos Internacionales sobre Leibniz en Hannover cada cuatro años, con el apoyo de las otras asociaciones, y así fue siempre salvo en 10-12 septiembre de 2001 que Poser lo organizara en Berlin, con el tema Nihil sine ratione (Nada sin razón), que tuvo el amargo contrapunto del ataque terrorista a las torres gemelas de New York: un momento histórico en el que los leibnizianos -capitaneados por Poser- lanzamos al mundo un Comunicado contra toda forma de terrorismo. Una de las cualidades que me gustaría destacar en Hans Poser, al hilo de esto, es lo que denominaría su puesta en práctica a rajatabla del lema leibniziano “Theoria cum praxi”, que luego heredara Kant y que no en vano da nombre a mi grupo de investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC, ahora liderado por Roberto R. Aramayo e integrado por dos discípulas de Hans Poser, Astrid Wagner y yo misma. En la contingencia y la libertad no solo se cree, se practica. Una libertad -ilustrada y europea- que hunde sus raíces en la filosofía de la matemática que Poser desarrolló durante años y que marcan el norte tanto a los principios democráticos como a la idea de la “Tecnodicea”, que para Poser recreara la idea leibniziana de la “Teodicea” y que desarrolló en algunos de sus escritos, también en diálogo con Ortega y Gasset, de los que aquí quisiera mencionar Homo Creator. Technik als philosophische Herausforderung (2016) y Leibniz‘ Philosophie. Über die Einheit von Metaphysik und Wissenschaft, (editado por W. Li en 2017). Una de las enseñanzas que Poser me transmitió desde el principio fue la prevención frente a los “-ismos” (desde el logicismo hasta el intuicionismo) que ahora parecen defender los que denomino “analíticos recalcitrantes”. La contingencia alcanza a todas las disciplinas construidas históricamente, incluso a las matemáticas, sin que ello signifique que hemos de caer en el relativismo o en la confusión del conocimiento obtenido por la experiencia o por las matemáticas, que también poseen teoremas que son necesarios e indemostrables, pero que en nada afectan a muestras acciones responsables, dependientes de la libertad y creadoras de tecnología. Lo que de necesario hay en la matemática o en la lógica, y eso es lo fascinante de la filosofía de Leibniz, está “por encima” de dioses y seres humanos, pero eso apenas representa un pequeño porcentaje de lo que “nos rodea” y que se construye de forma relacional: esa es una de las enseñanzas de la teoría de la relatividad, que no por ellos es relativista, sino gradual, proporcional, desde el todo hasta la nada… ¿no es ese el misterio del infinito?

El recuerdo de los que ya nos han dejado en esta vida intenta compensar esa tendencia al infinito como proyección de vida, trayendo al presente las experiencias vividas juntos ante la imposibilidad de proyectar planes futuros. Solo que ahora se suma a lo que hicimos y conversamos juntos, lo que dejamos de hacer y decir: esa es la verdadera contingencia que añade la muerte, la losa que nos aplastó cuando pusieron la lápida en el cementerio tras el duelo de despedida: su conversación viva y siempre incisiva no podía ser sustituida por los recuerdos, muchos de ellos compartidos con los que allí nos reunimos. Según miro hacia atrás en estos cuarenta años, veo siempre con claridad a Hans Poser en los momentos más importantes de mi vida, intelectual y “tout court” (como diría Celia Amorós), escuchándome, aconsejándome, o simplemente estando allí, en aquellas Acciones Integradas en Madrid o Berlin, en aquellos viajes por Europa o Iberoamérica, también en celebraciones en su casa -siempre con Emilie, algunas veces con su hijo Stephan-, donde él solía poner una nota musical que avivaba la comunicación y acercaba los corazones, como otrora en las fiestas navideñas de la TU: era un amante de Bach que tocaba muy bien la flauta. Ahora cae del lado de nuestra libertad mantener esos recuerdos vivos entre nosotros, reuniéndonos en su nombre, agradeciéndole así todo lo que nos regaló en vida. Valgan estas líneas como promesa de dedicarle un simposio en el próximo Leibniz-Kongress -que ya no organizaremos juntos-, como intento de buscar nuevos cauces de expresión a lo que ya nunca podré decirle.