ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 67
julio-diciembre, 2022, r05
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.67.res05

CRÍTICA DE LIBROS

¿Derechos no humanos? Reseña de: Paula Casal y Peter Singer, Los derechos de los simios, Madrid, Trotta, 2022

Non-human rights? Review of: Paula Casal and Peter Singer, Los derechos de los simios, Madrid, Trotta, 2022

José María Tarín González

Universitat de Barcelona

https://orcid.org/0000-0001-6564-004X

Hay dos tipos de ensayos que merece la pena leer: los líquidos y los sólidos. Pues bien. El que aquí nos ocupa es, sin duda, del segundo tipo, pues está lejos de apoyarse en evidencia escasa y no requiere de más tiempo para resultar accesible. Muy al contrario, se trata de uno en los que la evidencia filosófica y científica ha gozado del tiempo necesario para destilarse sin perder un ápice de rigor y, aun sin haber calado en la ciudadanía ni en los gobiernos, su propuesta continúa siendo rompedora: el ser humano es una especie homínida al lado de otras como los chimpancés, bonobos, orangutanes y gorilas (‘simios’ en adelante, siguiendo la convención de los autores), y su complejidad emocional y cognitiva es tan parecida a la nuestra que merecen ser considerados «personas» y atribuírseles ciertos derechos básicos.

A pesar de tales similitudes, la ausencia de protección legal de los simios los está conduciendo a un riesgo de extinción cada vez más inminente. En concreto, carecen de protecciones elementales como las que poseen animales domésticos, de granja, de ocio o de laboratorio, y las protecciones por ser animales de zoo son insuficientes por el daño que se les infringe al aislarlos o encarcelarlos, por no mencionar que, además, en España la tenencia privada de simios está permitida. Es por ello que, lejos de una posición distanciada y fría, el propósito del presente ensayo es el de llamar al compromiso y acción internacional e institucional, suscitando una polémica informada entre la ciudadanía. En el mejor de los casos, dando lugar a proposiciones no de ley como las ya votadas, pero lamentablemente no aprobadas en el Congreso de Diputados de España en 2008 (p. 170s).

A grandes rasgos, tres son los pilares del libro, siguiendo un orden lógico in crescendo desde la exégesis conceptual hasta el ámbito de aplicación práctica. Los tres primeros capítulos discuten la naturaleza del concepto de «derecho» y por qué es consistente decir que los simios tienen o pueden tener derechos. Los siguientes cuatro capítulos proporcionan una aclaración del concepto de «persona» y por qué puede decirse de los simios que son personas. Para esto se basan en la gran similitud cognitiva, emocional y cultural que poseen con respecto a niños humanos. No obstante, debido a la trágica situación actual que padecen nuestros parientes evolutivos más cercanos, no pueden disfrutar de dichas capacidades, bien sea por encarcelarlos, aislarlos, maltratarlos, o, directamente, arrebatarles la vida. Habiendo provisto al lector de los conceptos y argumentos relevantes, los últimos cuatro capítulos lo sorprenden reflejando el gran contraste entre el vacío jurídico actual y el urgente estado de nuestros primos evolutivos.

Pero siempre puede ser peor. A los ya mencionados daños y vejaciones, se suma la llegada del COVID-19, intensificando varios factores de riesgo para la continuación de la existencia de los simios y haciendo tristemente oportuna la publicación de este volumen. Entre otros, tales factores incluyen la vulnerabilidad de los simios ante patógenos respiratorios que afectan a humanos; la falta de presencia de vigilancia, formal e informal, de zonas cercanas a donde habitan los simios, a causa del abandono de primatólogos y equipos de filmación. Como consecuencia, el aumento de pobreza en estas regiones, puesto que buena parte de los ingresos de los lugareños es el turismo. Esto propicia tanto el buscarlos como alimento como el eliminarlos para una mayor facilidad en la extracción de coltán o del cultivo de aceite de palma. Por último, solo por citar uno más de la lista, se incentiva el secuestrarlos para venderlos en otros países. Todo, ante la indiferencia de las leyes nacionales e internacionales de numerosos países, entre los que se cuenta España.

La solución propuesta es, como bien reconocen los autores, modesta: instar a los gobiernos al compromiso y cooperación internacional para que garanticen tres derechos básicos y negativos para los simios, a saber, el derecho a la vida, a la libertad y a la integridad física. Algo tan básico parecería nimio si no se tiene en cuenta que actualmente no hay castigo para aquel que decide matar, encarcelar o torturar a los simios. Dejarlos en paz es aquí la consigna.

Para asentar dicha proposición, Singer y Malik intercambian una correspondencia en el segundo capítulo en la que el lenguaje serio y siempre claro del estilo ensayístico se mezcla con el tono más informal y directo de un debate de tú a tú, estructura muy oportuna para dirigirse a una gran audiencia. También esto se deja apreciar en las respuestas a nueve filósofos españoles en el quinto capítulo, lográndose así un aire de conferencia. Todo ello contribuye a intensificar el propósito del libro de tener una conversación dinámica sobre un tema crucial; al mismo tiempo, suscitar el interés en el lector medio, que usualmente carece del tiempo o del ánimo de inmiscuirse en asuntos aparentemente tan complicados.

En aras de que el lector posea una visión actual y no sesgada de la situación, los autores incluyen un epílogo en el que se señalan ciertas mejoras relativas a la protección de simios. Pero dichas medidas se muestran, a la luz de los hechos constatados, insuficientes. Lejos de contrarrestar la fuerza del argumento, estas buenas noticias acentúan la urgencia, convirtiendo en intolerable el negarles la protección tan humilde que se plantea. Un apéndice, por otro lado, sirve de apoyo conceptual para ilustrar los parecidos entre los miembros de la familia hominidae, en los que se incluyen los simios, los seres humanos, y otras cuatro especies más.

El compromiso de los autores con la defensa de los derechos de los más vulnerables es más que reconocido. Peter Singer, profesor de Bioética en la Universidad de Princeton, ha escrito numerosos libros sobre toda una serie de cuestiones de interés actual como la pobreza global, la eutanasia o el aborto y, por supuesto, sobre la defensa de los intereses de los animales, desde los clásicos Liberación Animal (1975) y Ética Práctica (1979) a, más recientemente, Why Vegan? (2020). Paula Casal, profesora de investigación ICREA en el Departamento de Derecho de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), y presidenta del Proyecto Gran Simio en España, por su parte, tiene una larga trayectoria en el desarrollo de cuestiones de justicia distributiva y climática. Además de haber publicado una gran cantidad de artículos relacionados en revistas como Journal of Moral Philosophy, Journal of Political Philosophy, Ethics o Journal of Clinical Medicine; también ha publicado en Trotta con otros autores Un reparto más justo del planeta (2016), donde se discute qué clase de impuesto sería más justo aplicar a quien contamina, y cómo debería distribuirse lo recaudado.

Con todo, los derechos propuestos aquí sientan un precedente para conceder derechos a otros animales no humanos, como otros mamíferos. Sin embargo, algunas corrientes filosóficas todavía mantienen, con gran tesón, una renuencia a atribuir derechos a los simios y a otros animales. Algunas personas temen que caigamos por una pendiente resbaladiza y que terminemos atribuyendo derechos a las cucarachas, a los mosquitos o a las bacterias.

Por ejemplo, existe la creencia «humanista», compartida por Malik y debatida en el segundo capítulo, de que nuestro compromiso con la «humanidad» se corrompe cuando aplicamos nociones pensadas para seres humanos, como «derecho» o «persona» a seres, como en este caso, que no lo son. Por este motivo, señalan como incorrecto que en un mundo repleto de pobreza e injusticias se defienda a los animales, en la idea de que así nos escaqueamos del auténtico compromiso moral hacia nuestros «semejantes».

No obstante, alguien podría replicar que, a la larga, otorgar derechos a los animales promovería una mayor protección y consideración hacia los seres humanos. Pero esa manera de pensar sigue girando en torno a lo más conviene al ser humano, que, si bien por vías más indirectas, sigue siendo lo único que importa.

Estas ideas obtienen una mejor réplica cuando se argumenta sobre la base de que, justamente porque con los animales tenemos más dificultades para comportarnos moralmente, tenemos más razones para combatir la idea de que no tenemos ninguna obligación hacia ellos. Conviene recordar que se tardó mucho en aprender que las distintas razas eran moralmente idénticas. Fue solo a fuerza de que se rebelaron contra la opresión que se terminó entendiendo. El caso de los animales es sui géneris porque su sometimiento es total, y sus insuficientes capacidades para organizarse políticamente les impiden rebelarse. Por ello, pertenece únicamente al ser humano la responsabilidad de sortear sus prejuicios y la de actuar moralmente, sea quien sea el agente ayudado. Si eso no puede ser entendido como un humanismo, entonces no sé qué puede serlo. Y si el humanismo no puede integrar esto, entonces está equivocado.

Cada vez hay más evidencia de que hay una interdependencia entre los problemas que asolan a diferentes individuos y poblaciones de diferentes especies: el cambio climático afecta a los simios, cuya calidad de vida a su vez repercute en la economía de los lugareños humanos que pueden prosperar a partir de su protección. De la reproducción descontrolada y sufrida de animales enjaulados surgió el COVID-19, que a su vez influye en el destino de seres humanos de todo el mundo, que, de nuevo, determina el de los simios, que cierran el círculo afectando a seres humanos y a otros animales. Y así sucesivamente. Sin embargo, los derechos de los simios importan, aunque ningún interés humano esté en juego: deben ser protegidos por su propio valor intrínseco en calidad de personas. Por tanto, este volumen viene a suponer un avance moral de proporciones históricas, o mejor, un paso de huella homínida. Léanlo.