ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 67
julio-diciembre, 2022, r10
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.67.res10

CRÍTICA DE LIBROS

Más allá de nuestro eterno presente. Reseña de: Faustino Oncina (ed.), ¿Tiene porvenir el futuro?, Madrid, Plaza y Valdés, 2022

Beyond Our Eternal Present. Review of: Faustino Oncina (ed.), ¿Tiene porvenir el futuro?, Madrid, Plaza y Valdés, 2022

Jesús Mora

Universitat de València

https://orcid.org/0000-0002-8242-8881

El futuro ha vivido tiempos mejores. En este presente fecundo en distopías, vislumbrar cómo será nuestro mundo de aquí a unas décadas suele abocarnos a una funesta encrucijada entre los futuros peores y los futuros ausentes. Las sucesivas crisis económicas, sanitarias, sociales y políticas han multiplicado la ansiedad por preservar el presente, desplazando casi por completo cualquier anhelo de un mejor porvenir, y el acechante cambio climático ha acercado los horizontes de extinción de nuestra especie y su hábitat. Con ese telón de fondo, examinar las constantes vitales del futuro resulta más necesario que nunca. El libro colectivo ¿Tiene porvenir el futuro?, editado por Faustino Oncina, interpela a sus lectores a repensar el estatuto del tiempo venidero en nuestras sociedades.

Con “Historia conceptual y tiempos históricos: del futuro pasado al porvenir del futuro”, Oncina sitúa el volumen, desde el comienzo, en la dirección que marca la «brújula» de Reinhart Koselleck. Una brújula que apunta, en primer lugar, a la concepción ilustrada del tiempo, caracterizada por un futuro que se ensancha y un presente que se contrae -una tendencia que hoy parece haberse invertido-. El interés de Koselleck por la prognosis es el eje de su trabajo sobre los tiempos históricos que cobra mayor protagonismo en estas páginas. Las reflexiones de Oncina permiten vislumbrar una vuelta de la Ilustración contra sí misma, en la que la confianza ciega en el progreso humano habría acelerado nuestro tiempo y mutado las relaciones entre las sucesiones a corto, medio y largo plazo, ahora sometidas «a una presión transformadora que complica los pronósticos». Frente a ello, una prognosis entendida en los términos de Koselleck, que mire a las experiencias pretéritas para conectar pasado y futuro, se nos presenta como el camino para alumbrar una futurología exenta de futurolatría.

Las categorías koselleckianas para el análisis del tiempo histórico también guían los dos siguientes capítulos. Primero, el que firma uno de sus discípulos más destacados, Lucian Hölscher. En “Figuras temporales del futuro”, las nociones de futuro pasado (imaginaciones del mundo por venir gestadas en otros momentos de la historia) y pasado futuro (visiones de nuestro presente proyectadas desde un futuro figurado) sirven al autor para defender el valor filosófico e historiográfico de la historia virtual. Por un lado, los augurios sobre el mundo que nos espera pueden albergar un potencial de cambio enorme, al margen de si se acaban materializando o no con el curso de la historia. Y, por el otro, las especulaciones sobre cómo seremos juzgados por las próximas generaciones condicionan nuestra acción política presente. Ambas nociones, sostiene el autor, apoyan modificar el enfoque de la ciencia historiográfica para potenciar su relevancia como disciplina, más allá de la descripción de cada momento histórico. Tras la propuesta de Hölscher, y de nuevo en clave koselleckiana, con “Plazos de la responsabilidad histórica” Johannes Rohbeck plantea una salida ética tanto a la extensión del presente hacia el futuro como al desvanecimiento de la distinción entre ellos, ambos elementos característicos de nuestro tiempo. El futuro, pese a su actual crisis, permite dotar de perspectiva al presente y, por ese motivo, debemos resistirnos a su estrechamiento. Los llamados «plazos de responsabilidad» son la clave de bóveda de la filosofía práctica de la historia que defiende Rohbeck. A partir de ellos, el autor examina nuestros deberes hacia las próximas generaciones para ayudarnos a escapar de la reducción constante del futuro y ofrecer un horizonte ético a nuestras acciones más allá de lo inmediato.

Los vaticinios de un colapso ecológico en ciernes son el eje de “Fin o transformación: conceptos de futuro y representaciones de futuro de la ecología política”. Falko Schmieder se remonta a los albores de los discursos pro-sostenibilidad y su crítica de los modos y prácticas de la modernidad que ponen en riesgo nuestra supervivencia. Pese a sus buenas intenciones, Schmieder nos previene frente a esos discursos, pues desde su punto de vista potencian salidas individualistas y autoritarias a las crisis y sepultan, en sus augurios de desastres futuros a gran escala, las desigualdades y las penurias ambientales que ya nos asolan hoy. El capítulo disecciona, además, el papel de la ecología política en el languidecimiento del futuro en nuestras sociedades, en particular por su incapacidad para ofrecer alternativas políticas, más allá del progreso tecnológico, al sistema económico.

En “Por un futuro memorioso. Koselleck y la retrospectiva kantiana”, Lucila Svampa conecta pasado y futuro a partir de las incursiones de Koselleck en la historia profética de Kant. De esta última destaca el valor que atribuye valor a los recuerdos porque, a través de la imaginación, podemos llevarlos más allá de la facticidad y utilizarlos para construir expectativas -para esperar y no solo para conocer-. Ese valor de los hechos pasados como medios para la prognosis es aceptado por Koselleck, si bien remarcando que, por mucho que la ansiedad moderna por acelerar lo venidero pueda hacer que este anide en nuestra conciencia, el futuro nunca será experimentado en los mismos términos que lo ya acontecido. La distancia entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa, central en la crítica koselleckiana a la Ilustración, deviene crucial en las reflexiones de Svampa sobre la memoria colectiva.

Abandonamos momentáneamente la modernidad, si bien no lo profético, con dos secciones dedicadas al mundo antiguo. En “Destino, política y religión: los oráculos en la antigua Grecia”, Juan de Dios Bares Partal reconstruye la visión helénica de la adivinación, una práctica muy vinculada a la creencia en la intervención divina y a la observación de los fenómenos de la naturaleza. Incluso tras el auge de los esquemas de pensamiento racionalistas, filósofos como Sócrates y Platón seguían concediendo credibilidad a las prácticas adivinatorias -algo que, por ejemplo, Aristóteles fue dejando de lado hacia su madurez-. Esa credibilidad subraya la influencia de los oráculos en las construcciones e imaginaciones del futuro, que también se desplegaba sobre la política y el gobierno de su época. En su capítulo, Bares dedica algunas líneas a refutar a quienes niegan la existencia de una filosofía de la historia en el mundo antiguo. Y Begoña Ramón Cámara profundiza en este tema con “El fuego y la palabra. Reflexiones griegas sobre el lenguaje y el progreso humano”. Las distintas interpretaciones del mito de Prometeo como explicativo del avance (o el retroceso) del ser humano hacia (o desde) una existencia virtuosa, reflejan la diversidad de concepciones sobre la historia y la evolución humana que existía en la Grecia clásica. En todas ellas, el lenguaje desempeña un papel fundamental, entendido, en ocasiones, como un elemento constitutivo que nos separa ontológicamente de las bestias.

Retomamos la ansiedad por el futuro y el tan anticipado colapso ambiental con “La caída del cielo. Una nueva mitología como posibilidad de futuro en el pensamiento amerindio”, de Giorgia Cecchinato. Las declaraciones del líder indígena Davi Kopenawa a lo largo de 20 años aportan lecciones valiosas para nuestras ansiedades apocalípticas. Primero, por su comprensión del fin del mundo como un suceso recurrente pues, de hecho, para las comunidades amerindias es tanto una posibilidad futura como un acontecimiento pasado que tuvo lugar hace siglos con la llegada del hombre blanco. Y segundo, por su visión de la política como un fenómeno más amplio, que abarca también nuestras relaciones con el medio natural.

En “Futuro e imaginación. Estética y política en Schiller”, Giovanna Pinna rescata la motivación política presente en los escritos literarios, la teoría estética y la investigación histórica del autor de Marbach. En esos escritos, Schiller vincula el futuro a la educación estética y a su capacidad para articular equilibrios, tanto entre lo sensible y lo racional, como entre las inclinaciones individuales y los proyectos colectivos de convivencia. Su crítica a la poesía idílica de su tiempo resulta especialmente iluminadora en este sentido, pues en ella rechaza las imágenes de un pasado idealizado que reduce la existencia humana a una vida sencilla en el espacio de lo sensible, inaplicable por otra parte al contexto moderno. Aunque existen para Schiller pasados que pueden iluminar a las sociedades modernas, como la Grecia clásica, estos no deben ser simplemente replicados, sino erigirse en reservorios de ideas para construir un arte que contribuya a unir lo sentimental con la razón.

En “Un futuro ya viejo. Proyecciones literarias en el seno del Imperio austrohúngaro”, Linda Maeding nos descubre las trabazones entre pasado, presente y futuro en dos novelas: Altneuland, de Theodor Herzl, y Der Mann ohne Eigenschaften, de Robert Musil. La primera, un ejemplo temprano del sionismo contemporáneo, describe un Estado judío en territorio palestino que avanza hacia la modernidad y el progreso sin romper completamente con el pasado. La segunda nos transporta a un imperio vivo, pero, al mismo tiempo, caduco, en el que la ausencia de futuro provoca un (reconocible) ensanchamiento del presente que se manifiesta a través del celo con el que el protagonista intenta preservar el orden burocrático reinante. Siguiendo a Stefan Zweig, Maeding señala al Imperio austrohúngaro como ejemplo de que la estabilidad del presente alberga, en ocasiones, la posibilidad de un futuro inmediato como reliquia de los libros de historia.

La sombra de un presente dilatado como el nuestro no solo oscurece el futuro, sino también el pasado, como sugiere “Dimensiones del nunca más. Aleida Assmann sobre el futuro y Sebald sobre la historia natural”, en el que Antonio Gómez Ramos enjuicia el papel de la memoria en nuestras sociedades. Para Assmann, la memoria histórica nos abre la puerta a «efectuar reparaciones en el programa moderno» y a construir el futuro desde el reconocimiento y la censura de las atrocidades del pasado. Gómez Ramos reconoce los méritos de la propuesta de Assmann, pero lamenta las versiones exaltadas de la memoria, tan habituales en la actualidad, que impiden la reflexión sobre el pasado y lo convierten en un bien de consumo. Frente a ello, sugiere extraer lecciones de la forma en la que W. G. Sebald conceptualiza las ruinas: como representaciones del vacío que dejan las catástrofes y no como espacios ennoblecidos por la contemplación moderna y los relatos oficiales que las explotan para sus fines políticos.

A otro espacio de la memoria, el duelo, dedica Ana Meléndez “Psicoanálisis e historia: la función del duelo en la rehabilitación del futuro”. El psicoanálisis de Freud, su concepción de la aparición del aparato psíquico y el estudio de Alexander y Margarete Misterlich sobre el duelo colectivo alemán tras la II Guerra Mundial orientan estas páginas. El apego del pueblo alemán a la figura del Führer, que la autora identifica en términos freudianos como «narcisista», desembocó, tras la derrota en la contienda, en un intento por ocultar todo lo acontecido durante el auge del nacionalsocialismo y sepultar, con ello, los sentimientos melancólicos de una nación otrora identificada con Hitler a niveles estremecedores.

Con “Destellos del porvenir. Futuros imaginados de la España de ayer”, Javier Fernández Sebastián repasa los futuros pasados que coparon las artes plásticas, la literatura y la cultura visual de la España del siglo XX y los transforma en medios para conocer sus anhelos e inquietudes, así como para recordarnos el carácter contingente del mundo que nos rodea. Durante esa centuria, el futurismo español transitó de la confianza en la técnica y el aceleracionismo (especialmente visible en la cartelería izquierdista durante la II República y la Guerra Civil) a la desazón por el porvenir iniciada en los años 80 y exacerbada en las décadas posteriores. Junto a esos futuros pasados, aparecen también ilustraciones de pasados futuros en las que, por ejemplo, se vislumbra una especie humana para la que el medio natural es una pieza de museo que ha dejado de formar parte de nuestra cotidianeidad.

Cierra el volumen Ana García Varas con “Imágenes y futuro. Formas del tiempo e interpretaciones estéticas del presente en el cine de ciencia ficción”. Este género, considerado por Arthur C. Clarke como una herramienta esencial para conocer el futuro, padece sin embargo un peculiar anclaje al presente, derivado, primero, de ser el espejo de los miedos de su época (baste para ello revisitar la ciencia ficción estadounidense que va de los años 30 a los 60) y, segundo, de la dificultad de representar sensiblemente lo desconocido desde los límites de nuestro tiempo. Esas representaciones sensibles reflejan de forma óptima el componente crítico de las cintas de ciencia ficción, como atestiguan las imágenes de la tecnología y el cuerpo humano en Matrix y ExistenZ, que la autora expone al final del capítulo.

Que el porvenir esté en horas bajas no significa que debamos detener nuestras discusiones en torno a él, ni dejar de vislumbrar futuros mejores que nuestro presente. Al contrario, como evidencia ¿Tiene porvenir el futuro? a lo largo de sus distintos apartados, una existencia atrapada en el presente puede soterrar cualquier alternativa a nuestra existencia actual. Tal vez el curso acelerado de la historia, propio de la Ilustración, no conserve sus bríos de antaño, pero conocer las causas de esa desaceleración y remediar aquellas que ponen en riesgo nuestro porvenir sigue siendo una tarea imprescindible, que esta obra asume con valentía y rigor.