ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 67
julio-diciembre, 2022, r14
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.67.res14

CRÍTICA DE LIBROS

La sobrenaturaleza técnica del ser humano. Reseña de: Marcos Alonso, Ortega y la técnica, Madrid, CSIC / Plaza y Valdés Editores, 2020

The technical supernature of the human being. Review of: Marcos Alonso, Ortega y la técnica, Madrid, CSIC / Plaza y Valdés Editores, 2020

Daniel Loewe

Universidad Adolfo Ibáñez, Chile

https://orcid.org/0000-0003-2230-8893

CONTENIDO

El libro comienza con una reconstrucción de los modos cómo se trata la técnica a lo largo de la obra de Ortega y de las interpretaciones existentes en la literatura. Estos son capítulos diseñados y redactados a la medida de expertos en Ortega. En esta presentación y discusión de especialistas, el autor se maneja con maestría discutiendo críticamente la recepción de la obra orteguiana y argumentando a favor de sus propias interpretaciones. En este proceso discursivo, a medida que va dando cuenta del lugar que ha tomado la técnica en la obra de Ortega, el autor va estructurando y presentando toda su obra, porque, como él insiste una y otra vez, la técnica es un elemento central del pensamiento orteguiano. Pero sus pretensiones no se reducen a dar cuenta de cómo la filosofía orteguiana estaría íntimamente ligada a la técnica, sino que aspira a mostrar que la filosofía orteguiana nos permite acercarnos comprensivamente a los problemas actuales de la técnica de un modo productivo e iluminador.

Expresado de modo simplificado, Ortega hace fuerte la idea de la supernaturaleza técnica del hombre. El hombre no tiene naturaleza, sino que tiene una supernaturaleza en la que se constituye por la técnica. Como el autor señala muchas veces, no se trata de una característica exclusiva de los seres humanos, sino de todos los seres conductuales que, como el hombre, enfrentan un mundo. Por cierto, si bien no hay una ruptura radical entre seres humanos -y en este sentido el autor va actualizando a Ortega- y otros animales (o dicho con otras palabras, la gran diferencia antropológica que ha reclamado buena parte de la tradición, aunque no toda, no es tal) y se trata por tanto de un asunto de continuidades y grados, en el caso de los seres humanos su supernaturaleza técnica adopta una forma extrema: no se trata de (más o menos pasivos) procesos de selección según adaptabilidad, sino de procesos de cambio y construcción del mundo para insertarse en él, es decir, se adapta el mundo. Este es el sentido de la famosa sentencia orteguiana de que se es uno con las circunstancias: se es hombre en la medida en que se van superando y construyendo las circunstancias. Y esto ocurre mediante la técnica. Es así como se lleva a cabo un proceso de acumulación que, simultáneamente, nos va construyendo a nosotros mismos (es el ser histórico). Al leer las reflexiones del autor, es inevitable no pensar en Engels, cuando sostiene que el perro no es el perro salvaje, sino el domesticado, y que no solo la mano hace el arado, sino que el arado hace la mano del hombre.

Alonso muestra que el pensamiento de Ortega tiene mucho que ofrecer a la recepción y a las discusiones del presente, pero quedaría al debe en algunos aspectos que se relacionan fundamentalmente con que no tuvo acceso ni a los conocimientos etológicos de los que disponemos hoy, ni a los conocimientos paleoantropológicos, es decir acerca de los orígenes del hombre. Estas son carencias que el autor intenta superar para dar cuenta de que hay buenas razones para tomar la filosofía de Ortega en serio en las discusiones actuales sobre la técnica. Con este esfuerzo de actualización, el libro se torna no solo educativo e interesante, tanto para neófitos como especialistas en el pensamiento de Ortega, sino además fascinante.

Una tesis orteguiana es que la técnica surge del ensimismamiento. El ensimismamiento es el retraerse sobre sí mismo por el extrañamiento del mundo. Desde este ejercicio (que podríamos quizás hoy denominar auto-reflexividad) surgiría la técnica como un modo de vencer la circunstancia. Como el autor muestra, Ortega habría estado influenciado por las ideas de Gehlen, sobre el ser carente del hombre, una carencia que se superaría mediante la técnica. Sin embargo, estas ideas no parecen ser correctas. El ser humano no es un ser carente en el sentido en que no lo son otros animales porque, para decirlo contemporáneamente, no estaría adaptado al medio. Lo cierto es que sí lo está, tanto como cualquier otro animal. Que no tengamos garras para defendernos o una pilosidad que nos proteja de las inclemencias climáticas, como por ejemplo las tiene el tigre, no significa que estemos menos adaptados que el tigre, sino que solo significa que la adaptación toma una forma diferente. De igual modo se podría decir que estamos mejor adaptados que el tigre, y que aquel es por tanto un ser de carencia, porque tenemos manos y una masa encefálica superior que, sobre todo por los impresionantes desarrollos del prefrontal, nos permiten cooperar. Es así como Alonso actualiza la tesis orteguiana de que la técnica surge del ensimismamiento. En lugar de ello, él propone que ensimismamiento y técnica están en una relación de codependencia, cada una de ellas es causa y consecuencia de la otra, y por tanto ninguna podría subsistir sin la otra.

La explicación del autor, convincente a mi juicio, refiere a la peculiaridad humana de tener crías prematuras y extraordinariamente débiles. Es por ello que hay carencia en relación con las crías, pero por lo mismo hay exceso, superfluidad, hacia el mundo: justamente para sacar adelante a crías improbables si no contásemos con nuestro desarrollado cerebro. El hombre se distancia con respecto a su circunstancia no por la carencia, sino porque lleva a cabo una mediación técnica mayor que la de otros animales. No es porque le falte más, es porque necesita más. Lo superfluo así es la característica humana que trae consigo a la técnica, con sus lógicas de aprovisionamiento, acumulación y aseguramiento; es la historia del libro y las bibliotecas, y la labor del bibliotecario que organiza la seguridad y el acceso a lo acumulado. Así se inicia un proceso que nos distingue del resto de los animales.

La cooriginalidad de la técnica y el ensimismamiento son procesos que se potencian mutuamente: la técnica posibilita el ensimismamiento del cual surge la técnica. Es un proceso de autocreación del ser humano, una autopoiesis, aunque el autor menciona este término solo una vez en todo el libro. Y es también un proceso en aceleración. No es inapropiado pensar acá en los estudios de Hartmut Rosa (2005)Rosa, H.: Beschleunigung, Frankfurt am Main: Suhrkamp 2005. sobre la aceleración de las sociedades contemporáneas. Lo superfluo se incrementa en un proceso de retroalimentación entre técnica y ensimismamiento. La pregunta de Ortega, que el autor refiere: «Ganamos tiempo, pero ¿qué hacemos con ese tiempo?», es central: lo ocupamos en seguir -superfluidamente- humanizando el mundo.

Es interesante constatar que estas ideas interpretativas del autor encuentran también análogos empíricos en los experimentos de Mullainathan y Shafir (2014)Mullainathan, S. y Shafir, E.: Scarcity, London: Picador 2014., que muestran que personas en situación de pobreza toman malas decisiones: es la carencia, con los términos de Gehlen, la que los lleva a tomar malas decisiones, decisiones que a veces salvan el día, pero que a mediano y largo plazo resultan devastadoras. No se trata solo decisiones financieras, sino románticas y de todo tipo. De algún modo, las expectativas reducidas por una mala situación económica acentúan las tasas de descuento del valor de futuro. Estos estudios también refieren a la carencia de tiempo. Por cierto, todo esto es considerado muchas veces la respuesta más racional (si el tren nunca ha de llegar, mejor no esperarlo). Pero eso no modifica el punto: tal como sostiene Alonso, no es el hambre lo que nos moviliza, sino que lo que nos lleva a humanizar el mundo es lo superfluo, como diría Ortega. (Una lectura política de lo anterior, es la propuesta de, en vez de culpar a los pobres por sus malas decisiones, realizar transferencias de efectivo para que ya no estén en situación de carencia y tomen así mejores decisiones).

No me referiré sustancialmente a la última parte del libro en que el autor trata problemáticas actuales de la técnica. Esto no se debe a que esas reflexiones no sean interesantes. Por el contrario, lo son, y mucho (las reflexiones en torno a Ortega y la internet son iluminadoras). Sino que se debe a que el resto del libro resultó sumamente interesante y motivante. En lo que sigue me referiré al aspecto más propositivo del libro.

Queda muy claro que la posición de Ortega no es tecnófila, es decir no funda utopías tecnocientíficas, pero tampoco es tecnófoba, es decir no funda distopías tecnocientíficas. El ser humano es técnico, es lo que es, y está bien que así sea. No tiene sentido querer volver a una situación anterior a la técnica que, por lo demás, nunca pudo haber existido. En la actitud orteguiana se trataría, indica el autor, de una equidistancia entre la euforia tecnócrata y el catastrofismo tecnofóbico, una actitud que nos permite evaluar en su justa medida tanto los peligros como las potencialidades (p. 286). Así, sostiene el autor, cualquier cambio o mejora solo será posible si la vida humana cambia de modo integral, es decir si cambian a la vez y en una misma dirección, hombre y técnica (p. 307). Y continúa diagnosticando que la capacidad de comprometerse es la que se ha visto debilitada con la técnica contemporánea, y así esta ha empezado a ir en contra de su función originaria que sería la unión y compenetración de los seres humanos (p. 308). Con el exceso de superfluidad en la actualidad, sostiene el autor, era claro que esto solo podía llevar a la deshumanización, el ser humano queda desorientado y a la deriva: «Esta situación, si lo pensamos fríamente, solo podía llevarnos a la deshumanización» (Ibid.). La propuesta del autor es que, ante esta situación, debiéramos imaginar nuevas metas y nuevos retos para proyectar al ser humano, siendo fundamental potenciar y restaurar aquellas técnicas básicas que son la familia y el lenguaje. Se trataría de recuperar la convivencia (charlar, pasar tiempo juntos, etcétera) para embarcarnos en nuevos y desafiantes proyectos (p. 309). Esta es la invitación con la que termina el libro. Y sería un excelente final para este comentario. Pero lo cierto es que sostener que el exceso de superfluidad solo podía llevarnos a la «deshumanización» es una sentencia que no tiene sentido según el propio análisis de la obra de Ortega que el autor propone. Se debe tratar más bien, de humanización, humanización extrema del mundo mediante lo superfluo. Terminaré con una sucinta nota crítica y especulativa.

Evolutivamente somos descendientes de sujetos exitosos. Esta es la tesis de la evolución a nivel individual, que es la más aceptada en la actualidad (y muy popular desde el gen egoísta de Dawkins, 1976Dawkins, R.: The selfish gene, Oxford: Oxford University Press 1976.). Pero probablemente hay también selección a nivel de grupos (Hölldobler y Wilson, 1998Hölldobler, B. y Wilson, E.: The superorganism: the beauty, elegance, and strangeness of insect societies, New York: Norton 2009.), una tesis que ya fue presentada por Darwin (1998)Darwin, C.: The descent of man and selection in relation to sex, New York: Prometheus Books 1998 (1871).. Los niveles de ultrasociabilidad parecen darse cuando se requiere defender un nido de depredadores, es decir cuando hay una habitación territorial delimitada con recursos que hay que defender de depredadores, parásitos o competidores (como un nido en los agujeros en los árboles); cuando se requiere alimentar a las crías por un amplio periodo de tiempo; y cuando hay conflictos entre grupos (Richerson y Boyd, 1998Richerson, P. y Boyd, R.: “The evolution of human ultra-sociality”, en I. Eidl-Eibesfeldt y F. K. Salter (eds.), Indoctrinability, ideology, and warfare: evolutionary perspectives, pp. 71-95. New York: Berghahn 1998.). Estas tres características se dan no solo entre hormigas, termitas y abejas, sino también entre humanos: criaturas territoriales que vivimos en nidos a defender (como cuevas), cuyas crías requieren gran cuidado, y cuyo grupo está amenazado por otros grupos (Haidt, 2012Haidt, J.: The righteous mind, New York: Random House 2012.). La selección por grupos se puede dar cuando los individuos desarrollan técnicas para suprimir el egoísmo y trabajar en conjunto como un equipo en competencia con otros equipos, produciéndose así adaptaciones relacionadas con el grupo.

Recurriendo a las palabras de Haidt (2012)Haidt, J.: The righteous mind, New York: Random House 2012., somos 90 % chimpancés y 10 % abejas, o seres de colmena. Esto no es trivial. Como seres condicionales de colmena podemos perder nuestra individualidad en el grupo y mejorar así las capacidades de adaptabilidad y supervivencia del grupo. Como chimpancés exitosos con un prefrontal ultradesarrollado competimos y cooperamos con los otros, pero siempre desde la perspectiva de un sí mismo que busca incrementar sus posibilidades evolutivas. Sin duda en nuestras técnicas están presentes ambos aspectos. Nos gustan los ritmos repetitivos y así no es difícil que nos pongamos a marchar junto a los otros y partamos a alguna guerra o, en un mejor caso, a hacer coreografías. Se trata de técnicas para suprimir el egoísmo y liberar a la termita que todos llevamos dentro. Pero también buscamos incrementar nuestras oportunidades como individuos sin pensar demasiado en terceros, como lo hacemos mediante la técnica del mercado (los más optimistas confían aquí en la mano invisible).

Si estamos a la deriva porque con el ser técnico actual nos enajenamos de la función de unión y formación de comunidad propia de la técnica, como vimos que el autor sostiene, de modo que, para hacer frente a esta situación desafortunada habría que restaurar y potenciar las técnicas de la familia y de la comunicación, la pregunta que se plantea es: ¿no podría ser que, en un medioambiente tan cambiado -humanizado- por el hombre técnico, como el de las sociedades actuales, la función tradicional de la técnica como forjadora de unión entre los seres humanos no tenga ya una función evolutiva central? Nos conocemos por apps románticas; hacemos clases por Zoom; vigilamos y controlamos a distancia mediante equipos de rastreo; detenemos personas según lo que indican softwares de reconocimiento facial; llevamos a cabo juicios no presenciales; quizás desarrollaremos fetos fuera del cuerpo humano; podríamos seguir. Y aquellos que utilizan las técnicas de antaño, como la conversación junto a un café, la sobremesa, las horas familiares, etcétera, pierden el tiempo necesario para ser, hoy en día, chimpancés exitosos. Y algo similar se puede decir con respecto a nuestro 10 % de colmena. Quizás la función evolutiva original de los bailes comunales alrededor del fuego y animados por tambores con ritmos repetitivos, cantando en el coro de la iglesia, o marchando a la guerra con los compañeros en armas, se cumple hoy en nuestro ambiente radicalmente generado por nuestras técnicas de mejor modo mediante las comunidades de juego virtual, los tik-toks, los influencers, los avatars y los modos de vida virtual, etcétera. Puede ser que no nos guste nada de esto -a mí, al menos, no me gusta-, pero es quizás la mejor opción adaptativa en un medio hombre-técnica. Si considerando una perspectiva evolutiva, crear comunidad, entendida en los términos tradicionales, no es hoy la función de la técnica: ¿por qué recuperar entonces técnicas tradicionales? Quizás hoy recuperar estas técnicas sea tan extemporáneo e inapropiado (e irreal) como dejar los tractores estacionados para ir a labrar con un arado de madera de mano. Quizás se trata del precio evolutivo de la superfluidad.

BIBLIOGRAFÍA

 

Darwin, C.: The descent of man and selection in relation to sex, New York: Prometheus Books 1998 (1871).

Dawkins, R.: The selfish gene, Oxford: Oxford University Press 1976.

Hölldobler, B. y Wilson, E.: The superorganism: the beauty, elegance, and strangeness of insect societies, New York: Norton 2009.

Haidt, J.: The righteous mind, New York: Random House 2012.

Mullainathan, S. y Shafir, E.: Scarcity, London: Picador 2014.

Richerson, P. y Boyd, R.: “The evolution of human ultra-sociality”, en I. Eidl-Eibesfeldt y F. K. Salter (eds.), Indoctrinability, ideology, and warfare: evolutionary perspectives, pp. 71-95. New York: Berghahn 1998.

Rosa, H.: Beschleunigung, Frankfurt am Main: Suhrkamp 2005.