ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 67
julio-diciembre, 2022, r15
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2022.67.res15

CRÍTICA DE LIBROS

La filosofía en tiempos de la COVID-19. Reseña de: Alicia García Álvarez y Noelia Bueno Gómez (eds.), La filosofía ante los retos de la pandemia y la nueva normalidad, Oviedo y Madrid, Universidad de Oviedo / Los Libros de la Catarata, 2022*Este trabajo ha sido posible gracias a las ayudas predoctorales para investigación y docencia Programa Severo Ochoa (BP20-147) del Principado de Asturias.

Philosophy in times of COVID-19. Review of: Alicia García Álvarez y Noelia Bueno Gómez (eds.), La filosofía ante los retos de la pandemia y la nueva normalidad, Oviedo y Madrid, Universidad de Oviedo / Los Libros de la Catarata, 2022

Isabel Argüelles Rozada

Universidad de Oviedo

https://orcid.org/0000-0001-9988-1853

CONTENIDO

El personal docente del departamento de Filosofía de la Universidad de Oviedo, además de otros investigadores asociados, proponen una mirada reflexiva sobre la pandemia desde distintos intereses filosóficos en este libro recién publicado. En todo caso, la idea común que recorre sus diferentes contribuciones es que la COVID-19 habría sido -y estaría siendo- no solo una crisis sanitaria sino una vicisitud de profunda raigambre social. La disciplina filosófica nos demuestra con este título, escrito en plena pandemia, que, contrariamente a comenzar su vuelo con la llegada del ocaso, es inmanente respecto a los problemas del presente. Más aún, sus reflexiones, de hondo calado político, ecológico, económico, bioético y estético, nos plantean interrogantes que nos conciernen profundamente, tales como qué entendemos por medicina, riesgo, normalidad, enfermedad; de modo que, incluso si hoy consideramos que la pandemia ha sido solo un mal sueño, el libro sigue interpelándonos. No en vano, como señalan sus editoras en el prólogo, Alicia García y Noelia Bueno, contratada predoctoral y profesora de la Universidad de Oviedo respectivamente, las Humanidades tienen la exigencia de hacer ciudad desde la ciudad (p. 10). Así, no es de extrañar que ambas, desde carreras investigadoras marcadas por la reflexión ética y política, coordinen este volumen, sabiendo tejer ese hilo de Ariadna que seguiremos a lo largo de la lectura.

Similar idea de la filosofía aparece en el primer nudo de dicho hilo, que nos lleva al estudio de David Sánchez (pp. 13-26) sobre la curiosa aparición mediática de personalidades filosóficas durante cierta parte de la pandemia, y cómo sus intervenciones se habrían visto influenciadas y, al tiempo, modularían el imaginario asociado a esa polis en crisis que implicó el confinamiento. Trata de dilucidar por qué el público deseaba que los filósofos tuvieran algo que decir, probablemente en virtud de la conmoción generada por una situación no experimentada por las sociedades occidentales privilegiadas. Una visión mesiánica de la filosofía como una forma de elevación sobre el mundanal ruido cuya lejanía con la realidad explicaría que los focos, que primero apuntaban vehementemente a pensadores como Emilio Lledó, Adela Cortina o Fernando Savater, pronto los dejaran en la penumbra. Y es que, frente a esta visión platónica de la tarea filosófica, esta está embarrada de realidad, de política, siempre caminando a tientas.

Desde una mirada biopolítica, Inés Espiniella, Sara Cuellas y Aleida González (pp. 27-43) analizan rigurosamente el control y gestión de los cuerpos durante el periodo pandémico, y cómo dicha organización hipervigilante estaría determinada por una particular manera occidental de concebir el cuerpo sano frente al enfermo, entendido como peligroso para el tejido social. La lógica racionalizadora de la gestión sanitaria ha entendido los cuerpos en términos cuantitativos, olvidando la dimensión vivencial de esas personas «en carne y hueso», por decirlo con Unamuno. Así, la relación con la persona enferma seguiría esa dialéctica hacia la otredad tan propia de occidente. Esta vigilancia foucaltiana también se adueñaría del espacio doméstico en virtud de las tecnologías de la comunicación, utilizadas para el control de los movimientos poblacionales durante el confinamiento.

En una línea similar, Claudia Delgado y Marina Acero (pp. 61-79) se detienen, consecuentemente, en los problemas de salud mental avenidos con la crisis, especialmente los relativos a las tendencias suicidas, demostrando que la vulnerabilidad de los cuerpos en pandemia se ha visto totalmente acrecentada. En la sociedad hipercapitalista, los canales por los que el sujeto recibe información son inabarcables para su capacidad cognitiva, más aún si consideramos que no es solo el receptor de las noticias acerca del virus, sino su potencial portador y contagiador. Se da una anomia, especialmente, en el caso de las clases pobres, no adecuadamente considerada por los estudios pertinentes.

Asimismo, ese cuerpo situado en la ciudad pandémica debe ser estudiado desde una perspectiva estética. Así lo realiza María J. Miranda (pp. 45-59), tratando de hallar formas artísticas de entender la propia identidad que estén alejadas de la lógica capitalista de reproducción de cuerpos, y que diluciden cómo cada individuo trata de hacer frente a esa «gorgona» (p. 47) que son los problemas que le acometen en medio de la crisis. La profesora analiza las propuestas de Louise Lawler, Rachel Whiteread y Alvin Baltrop, que trabajan con esa ciudad posindustrial y deshumanizada, «no aurática», como podría decir Walter Benjamin, reflexionando sobre los temas del abandono y la desposesión. Formas de aprender a relacionarnos con esa nada que nos descubre a cada paso por los escenarios urbanos que nos son expropiados. La crisis de la COVID-19 es un síntoma de un colapso medioambiental que sobrepasa a cada cuerpo y que, sin embargo, nadie nos enseña a sobrellevar.

Natalia Fernández-Jimeno (pp. 81-107) analiza la repercusión específica que la pandemia tuvo sobre la reproducción asistida en España, en comparación con otros países y, también, estudiando la serie de falacias que aparecieron en los medios respecto a la deseabilidad de su mantenimiento durante la crisis sanitaria. La sensación general es de una irresponsabilidad en la comunicación del riesgo en determinados momentos de la pandemia, en deseo de dar un mensaje de confianza a una población dudosa, por parte de ciertas sociedades científicas españolas. Muy probablemente, una maniobra suscitada por la serie de intereses económicos en juego, entre otros motivos que el lector hallará convenientemente analizados.

No es extraño que las relaciones de poder a nivel global se vean reorganizadas en virtud de una crisis como esta. Así lo reflexiona José Ovidio Álvarez (pp. 109-125) a partir del crecimiento de esas actitudes proteccionistas y regulacionistas del mercado que vimos durante la crisis. Por más que dicho cuestionamiento del marco neoliberal ahora nos parezca transitorio, es cierto que su puesta en duda durante la pandemia permite confirmar el agotamiento de sus fórmulas, evidenciando su carácter inadecuado para momentos de crisis sociales y medioambientales de escala mundial.

Hugo Rodríguez (pp. 127-147) sigue un curso de pensamiento cercano al reflexionar sobre la ligazón entre la propagación del virus y el funcionamiento de las sociedades capitalistas, de acuerdo a su lógica instrumentalista, cortoplacista y expansionista, que conduce al contacto entre el ser humano y especies animales otrora separadas. El cambio violento generado sobre la biosfera es brutal no solo para las generaciones subsiguientes sino, como demuestra la pandemia, para nuestro presente inmediato, haciendo ver que el cambio debe ser a escala estatal y no dejada a la suerte de la mera conciencia individual.

Consecuentemente, Asunción Herrera (pp. 149-171) reflexiona desde la macrobioética acerca de la deseabilidad de un cambio en las relaciones humanas con el resto de la biodiversidad desde un posicionamiento no antropocéntrico, pues ha demostrado ser absolutamente insensible a los problemas acuciantes de nuestro mundo. Solo expandiendo genuinamente la comunidad moral podremos hacer frente a esta crisis ya sindémica. De nuevo, se evidencia la necesidad de detener el tren del falso progreso turbocapitalista.

Raúl Carbajal y Cipriano Alonso vuelcan su mirada en el mundo rural, ese gran olvidado cuando se reflexiona desde la ciudad. Por un lado, defienden la necesidad de una dignificación de esa España intencionalmente vaciada (pp. 173-206) y por otro, del movimiento maker revitalizado con la pandemia (pp. 207-225). Pues no ha bastado con el consumismo del ámbito rural en que cayó la ciudadanía durante las peores olas pandémicas; es necesaria una revitalización de ese mundo que, por lo demás, solo ideológicamente puede entenderse separado del urbano. Únicamente desde una genuina cooperación, que los autores definen con detenimiento, será posible revertir los procesos de empobrecimiento económico y simbólico a los que esta población se ve sometida.

En lo relativo a la vacunación, Belén Laspra y Raúl Fernández (pp. 227-258) estudian los factores que determinan la opinión ciudadana española. Aquellos que reaccionaban negativamente a la vacuna no serían, lejos de la opinión generalizada, culpables de abrazar una postura negacionista, sino sencillos demandantes de más información que la avalara. Y es que, si bien la mayoría de la sociedad sí accede a la vacunación, no existe una relación de confianza sólida hacia la misma. Analizando datos del CIS, se evidencia la influencia de cuestiones políticas en la conformación de dichas actitudes, lo que invita a reflexionar críticamente sobre la utilización instrumental que, por su parte, el mundo de la política realiza de la ciencia.

Precisamente desde esa óptica cierra el libro Germán Hevia (pp. 259-285), demostrando la necesidad de deconstruir la imagen de ciencia que alimenta los discursos políticos acerca de la pandemia; una concepción influenciada por el añejo positivismo, que la ve neutral, bañada de pureza y sin intencionalidad. Tal visión permearía la mayoría de comentarios mediáticos. Un final del volumen que, además, deviene autocrítico, pues se concluye que la filosofía no debe únicamente exigir responsabilidad a la comunidad científica, sino también a sí misma.

Salimos, así, del laberinto de las reflexiones que iniciaban esta obra. Pero esto no significa un retorno de lo siempre igual. Con nuestro hilo ya desenrollado y la lectura finalizada, se tiene la sensación de haber conocido no solo nuevos datos y perspectivas sobre la pandemia sino, sobre todo, de haber agudizado la comprensión sobre los problemas multidimensionales que esta plantea. Abre, además, nuevas preguntas que a los lectores les corresponderá tratar de responder, ya percatados de que aquella realidad vivida aún clama ser pensada para nuestra supervivencia biológica, moral, política y estética.

NOTA

 
*

Este trabajo ha sido posible gracias a las ayudas predoctorales para investigación y docencia Programa Severo Ochoa (BP20-147) del Principado de Asturias.