ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 69
julio-diciembre 2023, r02
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2023.69.res02

CRÍTICA DE LIBROS

Otro paso adelante en defensa de los animales. Reseña de: Óscar Horta, Un paso adelante en defensa de los animales, 2ª edición, Madrid, Plaza y Valdés, 2022

Making another stand for animals. Review of: Año Óscar Horta, Un paso adelante en defensa de los animales, 2 nd ed., Madrid, Plaza y Valdés, 2022

Mat Rozas

Syracuse University

https://orcid.org/0000-0001-8161-188X

Este libro del filósofo moral Oscar Horta es una aportación de gran utilidad al campo de la ética animal del autor más prolífico sobre este tema en el mundo de habla hispana y uno de los más reconocidos a nivel internacional. Si bien la primera edición fue publicada originalmente en 2017, esta segunda edición de 2022 (que salió a la vez que su versión en inglés, Making a Stand for Animals) contiene numerosos añadidos y actualizaciones (particularmente en su capítulo sexto, cuyo contenido veremos más adelante).

Se trata de un ensayo muy accesible para cualquier público, en el que el autor expone sus argumentos con claridad, sencillez y rigor. Asimismo, constituye una introducción excelente a un gran abanico de cuestiones teóricas relativas a cómo consideramos y tratamos a los animales, pero también a cuestiones prácticas de esta índole. En otras palabras, Horta nos ofrece en esta obra una guía muy completa sobre qué podemos y debemos hacer por los animales. Además, también estamos ante una obra original, dado que trata temáticas poco frecuentes en este campo como el largoplacismo, el sufrimiento de los animales salvajes o la eficiencia en la defensa de los animales. Por este motivo, resultará también de gran utilidad a quienes ya tengan una cierta familiaridad con la defensa de los animales. Por último, cabe destacar que la obra ofrece una argumentación muy sólida, basada en intuiciones de peso compartidas de forma generalizada y en una cantidad muy sustancial de evidencias empíricas. Así, podemos decir que se trata de un ensayo filosófico que ha sido muy bien redactado y estructurado para llegar al público general.

Horta introduce la cuestión del especismo a través del caso real de un animal, la vaca Teresa, que tuvo la fortuna de escapar del matadero y terminar en un refugio de animales. Cuando leemos la historia de Teresa, que protagonizó varias noticias en los medios de comunicación, en general, sentimos simpatía por ella. Sin embargo, como explica Horta, la gran mayoría de los animales no son tan afortunados. Esto se debe a que a los animales se les discrimina y se les trata de forma desfavorable injustificadamente. Esta discriminación es denominada especismo. En el primer capítulo del libro, Horta explora la posibilidad de que se pueda justificar el especismo. En concreto, examina las cuatro formas principales de intentar respaldarlo. Las primeras son las que podríamos denominar definicionales. Según estas, el especismo es correcto por definición, es decir, sin que sea preciso aportar razones a su favor. Como indica Horta, las posiciones de esta índole no le resultarán convincentes a nadie que se pregunte si el especismo es incorrecto, al no estar argumentadas. Además, no parece que haya nada moralmente relevante en tener un cierto ADN, como es el del género Homo o de la especie Homo Sapiens. Un segundo tipo de posiciones son las que intentan justificar el especismo apelando a características que supuestamente poseerían los seres humanos, pero no los animales, tales como una inteligencia superior. Horta muestra que este argumento no funciona porque hay una superposición entre los individuos de diferentes especies. Esto significa que ciertos animales poseerán dichas características en un grado mayor que muchos seres humanos. Por tanto, si queremos ser consistentes, o bien no damos ninguna consideración moral a muchos seres humanos, o bien se la damos también a los animales. Parece que lo correcto es lo segundo, dado que la primera opción es extremadamente contraintuitiva. A su vez, el tercer tipo de posiciones apela a que tenemos relaciones especiales entre los seres humanos de simpatía o afecto que no tenemos con los animales. Sin embargo, como señala Horta, esto es simplemente falso. Muchos seres humanos no sienten simpatía ni afecto por otros. De hecho, los dañan de manera horrible en guerras, genocidios, violaciones masivas, etc. Asimismo, muchos seres humanos sienten un gran afecto y simpatía hacia ciertos animales, como demuestra el caso de Teresa. Por tanto, de nuevo hay aquí una clara superposición entre los individuos de diferentes especies, motivo por el cual el argumento no se sostendrá. Por último, un cuarto tipo de posiciones son las que apelan a características cuya existencia no podemos comprobar empíricamente. No podemos saber si solo los seres humanos son los únicos que poseen alma, o si son el pueblo elegido por alguna divinidad. También cabe destacar, como señala Horta, que en muchas religiones como el hinduismo y el jainismo se afirma que debemos respetar a los animales. Por todas estas razones, ninguno de los argumentos propuestos justifica adecuadamente el especismo.

En el segundo capítulo, Horta argumenta que el criterio relevante para otorgar consideración moral consiste en la posesión de sintiencia, es decir, la capacidad de tener experiencias, las cuales pueden ser no solo neutras, sino negativas o positivas. Ser sintiente significa que tu propia vida puede ir mejor o peor. En otras palabras, que puedes recibir beneficios y daños. Y parece muy intuitivo que este sea el criterio relevante para otorgar consideración moral. Dicha postura la desarrolla Horta con un ejemplo en un capítulo posterior, apuntando que resultaría absurdo requerir una titulación en medicina para recibir atención médica, pues bastaría precisarla para recibirla, sin necesidad de tener conocimientos sobre medicina. En otro orden de cosas, el autor también ofrece en este capítulo una inmensa cantidad de evidencias empíricas para demostrar que los animales son sintientes, desde la declaración de Cambridge hasta la evidencia reciente de la sintiencia en insectos.

En el tercer capítulo, Horta describe con gran detalle las condiciones a las que son sometidos los animales explotados, especialmente aquellos utilizados en la producción de comida. Las condiciones son tan lesivas que las vidas de muchos de ellos resultan peores que su inexistencia. Asimismo, el estudioso también describe sucintamente otras prácticas que dañan a los animales, tales como la caza, la pesca deportiva, los circos, etc. Por último, Horta considera ciertas formas de explotación que podrían ser particularmente problemáticas en el futuro debido a que podrían expandirse y generalizarse, como las granjas de insectos. En este caso, se centra especialmente en la explotación de las larvas de las polillas para seda y de las abejas para miel, pero los casos son fácilmente extrapolables a la explotación de insectos en general. En concreto, las granjas de insectos y crustáceos podrían tener un impacto especialmente negativo en el futuro si se expanden y generalizan debido a que estos animales, al ser mucho más pequeños que los animales típicos de granja, tendrían que ser explotados de una forma mucho más masiva.

En el cuarto capítulo, Horta establece una conexión entre lo que examinamos en capítulos anteriores y la realidad que vivimos. En concreto, nos invita a hacernos plenamente conscientes de las implicaciones que tiene consumir productos de origen animal. Y, dado que los animales merecen plena consideración moral, también nos invita a tener en cuenta la alternativa de no dañar a los animales. Un ejemplo muy destacable, incluido en este capítulo y que ilustra de forma muy clara esta premisa, es el siguiente: imaginemos que en nuestro día a día tenemos la posibilidad de pulsar un botón rojo para obtener una sensación muy placentera, pero causando un sufrimiento terrible y la muerte a un animal. El botón rojo es una metáfora de las consecuencias para los animales no humanos de su uso como recursos. Asimismo, el autor destaca que existe una alternativa: no pulsar el botón rojo. Horta desarrolla con amplitud esta alternativa en el quinto capítulo, donde explica, con una gran cantidad de evidencias empíricas, que llevar un estilo de vida vegano, es decir, buscando no dañar a los animales, es completamente viable, sencillo y no va en detrimento de la salud.

En el capítulo sexto, Horta se centra en las diferentes maneras en las que podemos implicarnos en la defensa de los animales. Considera clave que la implicación sea lo más efectiva posible. En otras palabras, que se lleven adelante aquellas vías de acción en las que se pueda tener un impacto más significativo a favor de los animales. Como señala el estudioso, la cuestión no consiste en buscar la causa que nos resulte más atractiva o cómoda. Al contrario, debemos intentar vaciar nuestra mente de cualquier prejuicio cognitivo que pueda influir en la búsqueda de nuestra causa particular e intentar sopesar, en la medida de lo posible, qué es lo mejor que podemos hacer por los animales. Muchas veces esta búsqueda nos puede llevar a resultados difíciles de creer. Por ejemplo, puede ser el caso que lo mejor que podamos hacer por los animales sea difundir información para luchar contra el especismo para que en el futuro haya menos personas especistas. Como indica Horta, la mayoría de los animales a los que podemos afectar con lo que hagamos no han existido todavía. Vivirán en el futuro. Una vez considerado este hecho, puede resultar muy evidente. No obstante, muchas personas tienen una mentalidad cortoplacista. Se centran en lo que pueden hacer en este momento por los animales. Sin embargo, si tuviesen una mentalidad distinta podrían hacer más por ellos, al optimizar el modo en el que los pueden ayudar.

Por último, también cabe destacar que, en este capítulo, Horta examina dos temas clave que suelen ser menos tratados dentro del ámbito de la defensa de los animales, a saber, la situación de los animales en el mundo salvaje y la distinción entre éticas ambientales y éticas animales. Con relación a esto último, no es infrecuente que se confunda el ecologismo con la defensa de los animales. Sin embargo, son posiciones distintas. Según las éticas ambientales, lo que tiene valor son los ecosistemas, las especies, los conjuntos bióticos, etc. Esta posición se centra en el valor de ciertas entidades abstractas. En contraste, la ética animal se centra en las razones para respetar los intereses de los individuos sintientes. Muchas veces hay una colisión clara entre estas dos perspectivas. Ejemplos de esto son medidas que serían bien vistas desde una ética ambientalista, pero rechazables desde una centrada en los individuos sintientes, como la matanza de animales de especies consideradas «invasoras» y la reintroducción de depredadores en ciertos ecosistemas. En relación con el sufrimiento de los animales salvajes, Horta indica que la idea de que en la naturaleza los animales tienen vidas idílicas es errada. La vida en la naturaleza está, de hecho, llena de dificultades y sufrimiento: falta de agua y comida, catástrofes naturales, conflictos, condiciones climáticas extremas, enfermedades, etc. Pese a ello, podemos ayudar a los animales salvajes. El estudioso indica que, en realidad, ya se llevan a cabo muchas acciones que ayudan a los animales en la naturaleza. A menudo tienen como objetivo impedir que estos sufran daños, aunque a veces la intención principal de dichas acciones es beneficiar a los seres humanos. Un ejemplo muy ilustrativo de esto es la vacunación en masa de animales salvajes para evitar ciertas enfermedades que podrían contagiarse a los seres humanos o a los animales con los que conviven. Esto beneficia a los animales salvajes, que sufrirían en caso contrario las consecuencias de padecer dichas enfermedades. Así pues, Horta concluye que, si rechazamos el especismo, debemos extender nuestra ayuda a los animales salvajes para favorecerlos, al margen de que ayudarlos también pueda beneficiar a los seres humanos. Este sería un ejemplo de cómo Horta considera que el veganismo, aunque necesario, es solamente una de las implicaciones del rechazo del especismo. En otras palabras, no solo debemos no dañar a los animales, también debemos ayudarlos cuando lo necesiten.

En conclusión, este libro nos proporciona una introducción a muchos de los debates clásicos de la ética animal, pero, además, también presenta una propuesta filosófica en toda regla que cuestiona el especismo. No se trata de un libro puramente centrado en cuestiones teóricas. También nos ofrece un abanico amplio de posibilidades para que reflexionemos sobre cómo nos podemos involucrar en la defensa de los animales, así como implementar otros cambios que beneficien a los animales.