Isegoría. Revista de Filosofía moral y política
 N.º 70, enero-junio, 2024, 1342
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1342

EJEMPLARIDAD Y MORALIDAD. SOBRE EL ESPÍRITU Y LA LETRA DE LA IMITACIÓN: EJEMPLOS Y EJEMPLARIDAD PÚBLICA / EXEMPLARITY AND MORALITY. ON THE SPIRIT AND LETTER OF IMITATION: EXAMPLES AND PUBLIC EXEMPLARITY

ARTÍCULOS

El Agatocles de Maquiavelo, tres versiones: virtù y ejemplaridad en El Príncipe

Machiavelli’s Agathocles, three versions: virtù and exemplarity in The Prince

Hugo Tavera Villegas

Escuela de Gobierno y Ciencias Sociales. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, México. Universidad La Salle, Saltillo, México.

https://orcid.org/0000-0002-7104-5658

Resumen

En El Príncipe, las prescripciones políticas que Maquiavelo ofrece a sus lectores se presentan de manera predominante en la forma de reflexiones sobre ejemplos particulares. En este ensayo expongo tres interpretaciones distintas sobre Agatocles (las de Victoria Kahn, John McCormick y Erica Benner), quien figura en el libro como el principal ejemplo del príncipe criminal, apartado textualmente entonces del grupo de «hombres excelentes» que son llamados a imitar por los nuevos príncipes. A pesar de sus diferencias, estas diferentes lecturas muestran el modo en que la virtù del príncipe es para Maquiavelo inseparable de la capacidad para juzgar ejemplos y extraer la verdad de ellos.

Palabras clave: 
ejemplaridad; virtù; imitación; Maquiavelo; Agatocles.
Abstract

In The Prince, the political prescriptions that Machiavelli offers his readers are presented predominantly in the form of reflections on particular examples. In this essay I expound three different interpretations of Agathocles (those of Victoria Kahn, John McCormick, and Erica Benner), who appears in the book as the main example of the criminal prince, then textually separated from the group of “excellent men” who are called to imitate by new princes. Despite their differences, these different interpretations show that the prince’s virtù is for Machiavelli inseparable from the ability to judge examples and extract from them the truth.

Keywords: 
Exemplarity; Virtù; Imitation; Machiavelli; Agathocles.

Recibido: 28  junio  2023. Aceptado: 19  septiembre  2023. Publicado: 30  junio  2024.

Cómo citar este artículo/Citation: Tavera Villegas, Hugo (2024) "El Agatocles de Maquiavelo, tres versiones: virtù y ejemplaridad en El Príncipe". Isegoría, 70: 1342. https://doi.org/10.3989/isegoria.2024.70.1342

CONTENIDO

For every example there is a counter-example. […] Thus, it is the philosopher’s job to judge the examples (Alberico Gentili, De legationibus).

Pero, como de simple particular se puede llegar aún a príncipe por medio de otros procedimientos no atribuibles del todo a la fortuna o a la virtud, no me parece bien dejarlos en el olvido. […] Estos son: cuando se llega al principado por medios criminales y nefandos, o cuando un ciudadano privado llega a príncipe de su patria con el favor de sus demás conciudadanos. Y hablaremos del primer procedimiento, ilustrándolo con dos ejemplos, […] sin entrar en juicios de valor, pues juzgo que, a quien los necesite, le baste con imitarlos (Maquiavelo, El Príncipe).

1. INTRODUCCIÓN

 

En El avance del saber, el filósofo inglés Francis Bacon (1988)Bacon, Francis (1988). El Avance del Saber. Madrid: Alianza Editorial elogia el método usado por Maquiavelo, basado en historias y ejemplos particulares, para reflexionar acerca de las cuestiones políticas. El conocimiento «extraído de particulares», sostiene Bacon (1988, p. 192)Bacon, Francis (1988). El Avance del Saber. Madrid: Alianza Editorial, «es el que mejor se deja aplicar de nuevo a particulares». En lo concerniente a la política resulta más conveniente un método heurístico que da prioridad a los ejemplos y a los particulares que un discurso de contenido puramente teórico. El saber acerca de una realidad variable como lo es la política, señala Bacon, debe tomar como su base al ejemplo pues este, «al estar registrado dentro de una historia amplia, está puesto con todas las circunstancias, que a veces pueden limitar el discurso que sobre él se haga, y a veces complementarlo en cuanto modelo para la acción» (Bacon, 1988, p. 192Bacon, Francis (1988). El Avance del Saber. Madrid: Alianza Editorial). Si bien lo que dice aquí Bacon sobre el método de Maquiavelo aplica a toda su obra política, es especialmente pertinente en lo que refiere a El Príncipe. Habiendo sido este concebido dentro de la tradición literaria de los «espejos de príncipes» (speculum principium), la imitación y la ejemplaridad tienen un papel preponderante a lo largo de todo el libro1Los «espejos de príncipes» son un subgénero literario de contenido político, cuyo origen es generalmente ubicado en el medioevo, dirigido a los miembros de la nobleza. Tomando como modelo la relación entre el príncipe y su consejero, los «espejos» eran manuales de instrucciones para el comportamiento público de los gobernantes. Incluían ficciones narrativas moralizantes (exempla) y relatos de ejemplos particulares a los que se instaba a imitar -o a evitar-. Para la relación de El Príncipe con esta tradición literaria, véanse los ensayos clásicos de Allan Gilbert (1938) y Felix Gilbert (1939)..

En El Príncipe Maquiavelo busca trasmitir a sus lectores el contenido de la virtù política a través, principalmente, de la evaluación de las acciones de príncipes, antiguos y modernos, que sirven de modelos para la imitación. De hecho, en el capítulo seis pide explícitamente a sus lectores «no maravillarse» porque en su exposición haga uso de «ejemplos muy notables»: «porque caminando los hombres casi siempre por vías ya batidas por otros, y procediendo en sus acciones por imitación […], el hombre prudente debe intentar siempre seguir los caminos recorridos antes por los grandes hombres» (Maquiavelo, 2001, pp. 21-22Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). Maquiavelo recomienda al príncipe, o futuro príncipe, «imitar a aquellos que han sobresalido de manera extraordinaria sobre los demás, para que aun cuando su virtud no alcance la de estos, se impregne, al menos un poco, de ella» (Maquiavelo, 2001, p. 22Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

La lista de ejemplos notables para la imitación que Maquiavelo ofrece en este capítulo no es extensa. Se limita de hecho a tan solo cuatro nombres, aunque la referencia a otros parecidos a ellos indica que la lista puede ampliarse: «para hablar de aquellos que llegaron a príncipes por propia virtud […], digo que los más excelentes son Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y otros parecidos a ellos» (Maquiavelo, 2001, p. 22Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos., el destacado es mío)2Maquiavelo añade tardíamente en el capítulo a Hierón de Siracusa a esta lista, aunque como un «ejemplo menor»: «A tan altos ejemplos quiero añadir un ejemplo menor, aunque bien debe tener relación con ellos, y que quiero me baste para todos los casos semejantes; se trata de Hierón de Siracusa» (Maquiavelo, 2001, p. 25).. Este ensayo trata acerca de un príncipe que no solo no es incluido en esta lista, sino que, por lo que se nos dice de él en El Príncipe, parece tratarse del menos parecido a estos hombres excelentes, Agatocles de Siracusa. En el capítulo ocho, Maquiavelo lo presenta como el principal ejemplo de quienes llegaron al principado no a través de la virtù o la fortuna sino por medio de crímenes. Agatocles parece ocupar así una posición de exterioridad respecto del esquema virtù-fortuna que presta estructura a todo el libro, alejado no solo de aquellos que llegaron al principado por vías virtuosas sino también de quienes alcanzaron el poder con ayuda de la fortuna.

A través de la exposición de tres interpretaciones distintas sobre el Agatocles de Maquiavelo -las de Victoria Kahn, John McCormick y Erica Benner-, en este ensayo muestro que esta exterioridad es solo aparente. Más allá de las diferencias entre estas tres distintas lecturas, todas comparten la opinión de que el ejemplo de Agatocles tiene un rol teórico muy importante en la construcción del concepto de virtù en El Príncipe. Para decirlo de otro modo, una comprensión adecuada de la virtù principesca exige una lectura detenida de las acciones del príncipe criminal. «Pero, como de simple particular se puede llegar aún a príncipe por medio de otros procedimientos no atribuibles del todo a la fortuna o a la virtud», escribe Maquiavelo, «no me parece bien dejarlos en el olvido» (Maquiavelo, 2001, p. 34Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). A pesar del llamado del florentino a no olvidar este particular ejemplo, los escritos dedicados a Agatocles por parte de los estudiosos son más bien escasos, comparados con la atención que han recibido otros personajes del libro como Cesare Borgia, Savonarola o Moisés3Hay obviamente excepciones a esta tendencia. Además de los escritos que aquí discuto, véanse también Raimondi (2020), Tavera (2020) y Weiner (2016). .

Considero esta falta de atención algo lamentable por varias razones. En primer lugar, el capítulo sobre Agatocles ocupa un lugar muy particular dentro de la estructura general de El Príncipe. Se encuentra ubicado entre medio, por un lado, de los capítulos sobre Cesare Borgia (7) y el dedicado a los principados que se adquieren mediante las armas propias (6), capítulos donde se describen las dos vías principales por las que se puede obtener un principado -la fortuna y la virtù, respectivamente- y, por el otro, del capítulo sobre la importante figura del príncipe civil (9). Puesto de otro modo, Maquiavelo rodea a Agatocles de figuras como la del duque Valentino, Moisés, Rómulo, Ciro, Nabis y Girolamo Savonarola. Agatocles ocupa por lo tanto una posición textualmente muy próxima a muchos de los nombres más ilustres dentro de la obra del secretario florentino. Más todavía, esta proximidad es algo más que solo textual. En el mismo párrafo en el que el florentino afirma que no se pueden llamar virtuosos los procedimientos mediante los cuales alcanzó el principado, Maquiavelo se refiere explícitamente a la «virtud de Agatocles al arrostrar y vencer los peligros» y a su «grandeza de ánimo a la hora de soportar y superar las adversidades» (Maquiavelo, 2001, pp. 34-35Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

Más adelante en el capítulo, Maquiavelo incluso señala que Agatocles pudo vivir «seguro en su patria» por largo tiempo y «defenderse de los enemigos exteriores sin que sus ciudadanos hubieran conspirado nunca contra él» (Maquiavelo, 2001, p. 36Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). Por otro lado, en este capítulo son discutidos de manera condensada alguno de los tópicos más abiertamente maquiavelianos. A través de las acciones y el ejemplo de Agatocles el florentino reflexiona acerca de la violencia y del uso de la crueldad por el príncipe. En este capítulo son también narrados asesinatos cometidos contra ciudadanos y se hace referencia a «infinitas traiciones». En este sentido, se puede afirmar que este es uno de los lugares en donde es discutida de manera más explícita la relación entre el mal y la política. De hecho, Maquiavelo se pregunta aquí abiertamente «si del mal es lícito hablar bien» (Maquiavelo, 2001, p. 37Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). Por estas razones, Victoria Kahn afirma que la discusión sobre Agatocles ofrece a Maquiavelo la ocasión para reflexionar acerca de su propio discurso en una especie de «metadiscurso sobre el maquiavelismo» (Kahn, 2013, p. 557Kahn, Victoria (2013). “Revisiting Agathocles”, The Review of Politics, 75(4), 557-572. https://doi.org/10.1017/S0034670513000582).

Ahora, si como sostuviera Bacon, el conocimiento que es extraído a partir de ejemplos particulares es el que mejor se adecua al ámbito contingente de la política, ¿qué se puede aprender de las acciones de Agatocles? ¿Qué lección política busca transmitir Maquiavelo a sus lectores a través de este ejemplo? Las interpretaciones que expongo en las siguientes secciones de este artículo expresan tres tipos de respuesta a estas interrogantes, que nos permitirán no solo hacer un juicio más completo acerca de la ejemplaridad de Agatocles, sino también perfilar una reflexión más general acerca de las estrategias retóricas del secretario florentino. Estas interpretaciones sobre Agatocles muestran que para Maquiavelo la capacidad para leer ejemplos y extraer la verdad que contienen es algo inseparable de la virtù política.

2. AGATOCLES, O DE LOS QUE POR MEDIO DE DELITOS LLEGARON AL PRINCIPADO

 

Pero antes de abordar estas tres versiones de Agatocles ofrezco a continuación un breve recuento de lo que Maquiavelo escribe acerca de este particular ejemplo en El Príncipe. Maquiavelo comienza el capítulo ocho afirmando que un «particular» puede alcanzar el principado por vías distintas a las de la virtù o la fortuna. Al lado de estas, existen «procedimientos» alternativos para llegar al principado: «cuando se llega al principado por medios criminales y nefandos, o cuando un ciudadano privado llega a príncipe de su patria con el favor de sus demás conciudadanos» (Maquiavelo, 2001, p. 34Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). Serían entonces cuatro y no dos las vías por medio de las cuales se puede alcanzar el poder en un principado: la virtú, la fortuna, los crímenes y el favor de los conciudadanos. Cada una de estas vías es tratada en un capítulo separado en el que estas distintas trayectorias hacia el principado son expuestas a través de diferentes ejemplos. Mientras Cesare Borgia y Moisés son los principales ejemplos de las vías afortunada y virtuosa al principado, Agatocles representa a quienes por medio de delitos llegaron al poder.

Maquiavelo (2001, p. 34)Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos. narra el ascenso de Agatocles, desde una condición «ínfima y abyecta», a «rey de Siracusa»4De entre las fuentes que Maquiavelo pudo haber consultado para su propio recuento, que son más bien escasas, Diodurus Siculus es quien ofrece el relato más detallado. Otras referencias a Agatocles se encuentran también en Polibio, Marco Juniano Justino y en el historiador griego Polieno. Un buen resumen sobre estas fuentes es ofrecido por Harrison (2011).. «Hijo de un alfarero», Agatocles «supo acompañar sus maldades con tanta fuerza física y de carácter que, dedicado a la milicia, pasando por todos sus grados, llegó a ser pretor de Siracusa». Siendo ya pretor, Agatocles conspiró contra los miembros del Senado y los ciudadanos más ricos de la ciudad, a los que convocó a una reunión con engaños, «como si hubiera de tratar cosas pertinentes a la república». Estando estos reunidos, «hizo que sus soldados los asesinaran» y «muertos estos, ocupó y conservó el principado de la ciudad sin ningún tipo de oposición interna».

Fuera de la esfera doméstica, Agatocles tuvo que hacer frente al asedio de los cartagineses. Aunque fue derrotado en un par de ocasiones, Agatocles, relata Maquiavelo (2001, p. 34)Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos., «no solo supo defender su ciudad» sino que, llevando el conflicto directamente a África, a donde trasladó a parte de sus tropas, comprometió a tal grado la posición de los cartagineses que estos se vieron forzados a pactar con él y «contentándose con la posesión de África», dejaron a «Agatocles la de Sicilia». En suma, Agatocles no solo tuvo éxito en la conquista y mantenimiento del principado, sino que también logró resistir la invasión de un poder externo que a priori era militarmente superior. De aquí que Maquiavelo no dude en alabar «sus audaces y arriesgadas disposiciones».

Quien reflexione sobre las acciones y la vida de este ejemplo, concluye entonces Maquiavelo (2001, p. 34)Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos., reconocerá que pocas cosas, o más bien ninguna, son atribuibles a la fortuna. Si alcanzó el principado «no fue gracias a los favores de nadie, sino pasando dificultades y peligros». Sin embargo, añade de inmediato, «no se puede llamar virtud el asesinar a sus ciudadanos, traicionar a los amigos, no tener palabra, ni piedad, ni religión» (Maquiavelo, 2001, p. 34Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos., el destacado es mío). Puede ser que todos estos procedimientos te ayuden a alcanzar el poder, pero no la gloria, sentencia el florentino.

Si se considera la virtud de Agatocles al arrostrar y vencer los peligros, y su grandeza de ánimo a la hora de soportar y superar las adversidades, no se ve por qué sé le deba juzgar inferior a cualquier otro excelentísimo capitán; pero en cambio su feroz e inhumana crueldad, así como sus innumerables maldades no consienten que sea celebrado entre los hombres más excelentes (Maquiavelo, 2001, pp. 34-35Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

Las dificultades interpretativas de este pasaje son agravadas por el contraste con Oliverotto de Fermo, el ejemplo moderno que ofrece Maquiavelo de alguien que llegó al principado por medio de crímenes. Huérfano de padre, Oliverotto siguió una trayectoria muy parecida a la de Agatocles, desde la disciplina militar hasta el principado, pasando también por una conspiración contra los ciudadanos de Fermo. Maquiavelo narra como durante un banquete organizado por él mismo, Oliverotto hizo conducir con engaños a un salón privado a «todos los ciudadanos importantes de Fermo» (Maquiavelo, 2001, p. 36Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.), a los que sus soldados, que esperaban escondidos, asesinaron. Tras este homicidio, Oliverotto «ocupó la ciudad y sitió el palacio del supremo magistrado, de tal manera que el miedo les obligó a obedecerle y a constituir un gobierno del que se erigió en príncipe». Hasta aquí, sin embargo, llegarían las similitudes con Agatocles, puesto que mientras este pudo «vivir largo tiempo seguro en su patria, y defenderse de los enemigos exteriores sin que sus ciudadanos hubieran conspirado nunca contra él», Oliverotto pudo mantenerse por muy poco tiempo en el poder.

Apenas un año después de los eventos referidos, Oliverotto cayó víctima de una conspiración organizada por Cesare Borgia5«Y habría sido inexpugnable, como Agatocles, si no se hubiera dejado engañar por César Borja cuando en Sinigaglia […] apresó a los Orsini y a Vitelli; y allí, cautivo él también, un año después de cometido el parricidio, fue estrangulado» (Maquiavelo, 2001, p. 36).. La explicación que Maquiavelo propone de estos contrastantes destinos políticos contiene lo que Yves Winter (2018, pp. 98-102)Winter, Yves (2018). Machiavelli and the Orders of Violence. New York: Cambridge University Press. denomina una «teoría de la crueldad». Maquiavelo sugiere, en efecto, que la diferente suerte entre Agatocles y Oliverotto se debe al buen o mal uso de la crueldad:

Bien usadas pueden llamarse aquellas crueldades que (si del mal es lícito hablar bien) se hacen de golpe por la necesidad de afianzarse en el poder, y sobre las que luego no se insiste, sino que por el contrario se convierten, en lo posible, en una gran utilidad para los súbditos. Mal usadas son aquellas que, aun siendo pocas al principio, con el tiempo van aumentando en lugar de disminuir (Maquiavelo, 2001, p. 37Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.)6Como es sabido, Sheldon Wolin (2001) construye su concepto de «economía de la violencia» a partir de este pasaje..

Ahora, siendo Agatocles un ejemplo del primer modo, ¿por qué Maquiavelo cualifica, o incluso niega, su virtù política? Si Agatocles es el principal ejemplo de un príncipe que hizo un «buen uso» de la crueldad, ¿qué es lo que impide al florentino nombrar virtuosas sus acciones? Más todavía, ¿por qué Maquiavelo califica de «criminal» a un príncipe cuyas acciones, vistas de cerca, no se alejan tanto de las realizadas por otros a los que no duda en calificar de virtuosos, como Cesare Borgia o incluso Moisés?7Acerca de Moisés, Maquiavelo escribe en Discursos III, 30 que para asegurar sus ordenamientos mató a «infinitos hombres, que se oponían a sus designios» (Maquiavelo, 2012, p. 403). Sobre esta cita, véase Geerken, 1999. En castellano, véase Granada, 2017; Tavera, 2023. Las diferentes interpretaciones que a continuación expongo acerca de este particular ejemplo en El Príncipe echan luz sobre todas estas cuestiones, además de mostrar, aunque no siempre de modo explícito, que la virtud del príncipe no es separable de la capacidad para leer correctamente ejemplos particulares.

3. VIRTÙ Y REPRESENTACIÓN «BIEN USADA»

 

Victoria Kahn es la autora de dos interesantes artículos sobre Agatocles. El primero publicado en la revista Representations en 1986, y el segundo, algo más reciente, en The Review of Politics en 2013, en un dosier especial dedicado a los 500 años de la composición de El Príncipe. Puesto que el artículo publicado en 1986 se encuentra más estrechamente conectado con el tema de este dosier, me centro aquí en este. En él, Kahn (1986, p. 68)Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494 argumenta que en el capítulo ocho de El Príncipe Maquiavelo usa teatralmente la retórica humanista para propósitos antihumanistas. En Política y perspectiva, Sheldon Wolin (2001)Wolin, Sheldon (2001). Política y Perspectiva. Continuidad y Cambio en el Pensamiento Político Occidental. Buenos Aires: Amorrortu. afirmaba que Maquiavelo describe la condición política de los seres humanos como gobernada por la ironía. Se trata de una condición inestable y en perpetuo movimiento, donde las consecuencias de la acción son resultado de una especie de «alquimia» que es capaz de transmutar el mal en bien, y viceversa8«[P]orque si consideramos todo cuidadosamente, encontraremos algo que parecerá virtud, pero que si lo siguiese sería su ruina y algo que parecerá vicio pero que, siguiéndolo, le proporcionará la seguridad y el bienestar propio» (Maquiavelo, 2001, p. 63)..

En un mundo donde las situaciones estables y los puntos fijos son la excepción y no la norma, la acción política no puede ni debe regirse por reglas rígidamente establecidas. De aquí el rechazo de Maquiavelo del ideal clásico del buen gobernante, predispuesto hacia el bien y las acciones éticamente virtuosas. Y es que adoptar las reglas de la moralidad convencional implicaría ligar la conducta a un conjunto de hábitos permanentes dentro de una situación caracterizada más bien por la contingencia y la imprevisibilidad. Es por ello que el actor político maquiaveliano, escribe Wolin (2001, p. 243)Wolin, Sheldon (2001). Política y Perspectiva. Continuidad y Cambio en el Pensamiento Político Occidental. Buenos Aires: Amorrortu., «no puede permitirse poseer un carácter continuo y uniforme; debe redescubrir constantemente su identidad en el papel que le asignan los momentos cambiantes». La respuesta a la ironía de la condición política consistiría por lo tanto en la adopción de una nueva ética de la acción que no importe criterios del «mundo externo» a la política y que sea capaz de adaptarse a las variaciones que trae consigo la fortuna.

Solo una virtù «desestabilizada» puede ser efectiva en una inestable realidad política. En «Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince», Kahn (1986)Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494 comparte la descripción que ofrece Wolin de la ironía de la condición política, pero argumenta que la respuesta que Maquiavelo ofrece a esta situación es algo más compleja que lo que este autor sugiere. Esta solo puede ser comprendida si se toma en cuenta la relación de Maquiavelo con la retórica humanista y con la concepción clásica de imitación. Maquiavelo, sostiene al respecto Kahn, comparte con los autores humanistas la pretensión de educar el juicio práctico de sus lectores, la facultad de deliberación que hace posible una acción efectiva dentro de la esfera contingente de la fortuna. También como los autores humanistas, Maquiavelo habría reconocido que este tipo de educación debía basarse en la reflexión acerca de ejemplos particulares más que en preceptos generales, mucho más apropiados para el razonamiento puramente teórico que para el desarrollo del juicio práctico.

Tanto Maquiavelo como los humanistas eran también muy críticos de lo que Kahn denomina una «imitación servil», que presupone la correspondencia perfecta entre el ejemplo y el caso concreto. Es precisamente la ausencia de tal correspondencia la que abre el espacio para el ejercicio de la virtud propia. La imitación correcta implica entonces realizar un principio flexible de juicio prudencial o decorum. Esto es, a su vez, lo que da lugar a textos como El Príncipe, «diseñados para dramatizar e inculcar tal juicio, cuya retórica es, por lo tanto, no ornamental sino estratégica» (Kahn, 1986, p. 64Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494). Ahora, si en lo dicho hasta aquí la perspectiva de Maquiavelo sobre la imitación coincide con la comprensión humanista, al romper con el vínculo ciceroniano entre utilitas y honestas, esto es, entre razón práctica o prudencial y virtud moral, el florentino, señala Kahn (1986, p. 65)Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494, convirtió a la prudencia en «lo que los humanistas siempre temieron que podía llegar a convertirse, a saber, en la habilidad amoral de versutia o en mera astucia».

Si en el contexto de la polémica entre retórica y filosofía los humanistas invocaban una retórica basada en la verdad, pero al mismo tiempo eficaz, Maquiavelo habría dado el paso radical adicional «no de comprometer la verdad en aras del poder, como es generalmente acusado de haber hecho, sino de implicar mutuamente representación y fuerza» (Kahn, 1986, p. 65Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494). Este punto es expresado más enérgicamente por Kahn (1986, p. 65)Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494 cuando afirma que en Maquiavelo «la representación ya no implica siquiera la correspondencia con un estándar práctico de verdad, sino que se ha vuelto por completo teatral». El poder deviene así en un mero efecto de la representación teatralizada de un hecho o situación carente de cualquier tipo de referente externo. Maquiavelo convierte al agente político, señala Kahn (1986, p. 65)Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494, «en un actor capaz de ofrecer falsas representaciones». El príncipe debe parecer bueno, virtuoso, humano, religioso, clemente, en orden a satisfacer a su pueblo y así poder mantener su poder. Esta es la respuesta que Maquiavelo ofrece en definitiva a la condición irónica de la política.

El modo de comportamiento más efectivo en un mundo caracterizado por la distancia entre la intención y el resultado de las acciones, es necesariamente «teatral e hiperbólico» (Kahn, 1986, p. 67Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494). Kahn argumenta que el ejemplo de Agatocles, mejor que cualquier otro, ilustra este punto. Sostener que el estilo de Maquiavelo en El Príncipe es estratégico significa no únicamente que el príncipe o aspirante a príncipe puedan aprender algo reflexionando sobre su discurso y los ejemplos particulares invocados. Significa también que las estrategias que Maquiavelo relata a través de dichos ejemplos pueden decirnos algo sobre sus propias estrategias retóricas como escritor. Si, como veíamos arriba, la virtù del príncipe descansa en gran parte en su capacidad para manipular la forma en que aparece ante sus súbditos -como bondadoso, religioso, humano, etc.-, la virtud de Maquiavelo como escritor no puede consistir en algo distinto. Del mismo modo que el príncipe, Maquiavelo debe saber disfrazar bien sus lecciones. Debe saber ser él mismo «un gran simulador y disimulador» (Maquiavelo, 2001, p. 71Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

Leído desde esta perspectiva, en el capítulo sobre Agatocles, sostiene Kahn, Maquiavelo simula una condena del tipo de acciones, aquí juzgadas como criminales, que en otros lugares del libro no tiene dudas en considerar virtuosas. Esta condena reasegura por un lado a los lectores reticentes, a los que se les tranquiliza al confirmar sus juicios sobre cierta clase de acciones, pero sería al mismo tiempo una especie de test de virtud política. Todo esto es mostrado por Kahn a través de la comparación entre Cesare Borgia y Agatocles. Como sabemos, en el capítulo siete Maquiavelo propone al duque como un ejemplo digno de imitación9«Recogidas, pues, todas las acciones del duque, yo no sabría censurarle; sino que, por el contrario, creo, como ya he dicho, poder proponerlo como modelo a imitar a todos aquellos que por fortuna y con armas ajenas han llegado al poder» (Maquiavelo, 2001, p. 32).. Según Kahn, lo que hace Maquiavelo en el capítulo siguiente es imitar a Borgia para comprobar si el lector ha aprendido bien la lección contenida en el análisis de sus acciones particulares. «Existen sorprendentes analogías no solo entre las carreras de Borgia y Agatocles, sino también entre el efecto del comportamiento de Borgia sobre sus súbditos en la Romaña y el efecto de Maquiavelo sobre sus lectores en el capítulo ocho» (Kahn, 1986, p. 73Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494).

En el capítulo siete de El Príncipe, leemos que tan pronto como Cesare logra hacerse de la Romaña, la encontró «gobernada por señores impotentes que en lugar de gobernar a sus súbditos más bien les habían expoliado y dado motivos de desunión que de unión (hasta el punto que aquella provincia estaba llena de latrocinios, peleas y toda clase de insolencias)» (Maquiavelo, 2001, p. 29Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). Juzgando necesario «darle un buen gobierno si quería pacificarla y reducirla a la obediencia», Borgia puso «al frente de la Romaña a Remiro de Orco, hombre cruel y expeditivo, al que dio plena y absoluta potestad» (Maquiavelo, 2001, p. 29Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). Lo que sigue amerita ser citado en extenso:

… más tarde juzgó el duque que ya no era necesaria tan rigurosa autoridad porque podía resultar odiosa, y estableció un tribunal civil en el centro de la provincia […]. Y como sabía que el rigor anterior le había generado un cierto odio, para apaciguar los ánimos de aquellas gentes y ganárselas del todo, quiso demostrar que si se había llevado a cabo alguna crueldad, no había nacido de él sino de la acerba naturaleza del ministro. Y aprovechando la ocasión, lo hizo sacar una mañana a la plaza de Cesena, con el cuerpo partido en dos, y un trozo de madera y un cuchillo ensangrentados al lado. La ferocidad del espectáculo hizo que aquellos pueblos quedaran a la vez satisfechos y estupefactos (Maquiavelo, 2001, p. 30Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

Kahn identifica en este relato dos ejemplos de crueldad bien usada. La primera, encarnada por Remiro, es represiva y tiene como propósito «pacificar» a la población. La función de la segunda es más bien teatral y catártica. «[T]ambién pacifica a los sujetos, pero mediante la exhibición teatral de la violencia en lugar de su aplicación directa sobre su audiencia» (Kahn, 1986, p. 73Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494). Mientras que la primera restablece la justicia desde la perspectiva del gobernante, la segunda escenifica este restablecimiento para y desde el punto de vista de los gobernados. Se trata también, sugiere Kahn lúcidamente, de dos ejemplos de «representación bien usada». En el primer caso, de representación en términos de delegación de autoridad. En el segundo, de representación como engaño, como estratagema que le permite a Borgia desprenderse de cualquier responsabilidad por las crueldades cometidas por su ministro.

Para nuestra autora, el ejemplo de Agatocles funciona en El Príncipe de la misma manera. A través de la condena de las acciones de Agatocles («no se puede llamar virtù»), Maquiavelo escenifica textualmente la distinción entre virtù y crimen. Como Borgia, Maquiavelo establece un «tribunal civil» en el que son los lectores quienes actúan como jueces. A través de este mecanismo, el florentino «decide dejar en claro que cualquier crueldad que se hubiera cometido, procedía, no de él, sino del carácter brutal de su ministro (es decir, de su ejemplo [Agatocles])» (Kahn, 1986, p. 74Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494). Con ello Maquiavelo consigue «satisfacer» a los lectores que, tal vez escandalizados por la definición de virtù política -demasiado próxima o incluso indistinguible del crimen- que se había ido construyendo en los capítulos previos, son de este modo reafirmados en sus convicciones morales. Pero estos lectores «satisfechos», igual que el pueblo ante el sacrificio espectacular de Remiro, adoptan la perspectiva de los súbditos. Maquiavelo, sin embargo, no ofrece el ejemplo de Agatocles con el único propósito de «pacificar» a sus lectores.

Agatocles es también propuesto, sobre todo, como «un ejemplo para el príncipe que podría necesitar seguirlo» (Kahn, 1986, p. 74Kahn, Victoria (1986). “Virtù and the Example of Agathocles in Machiavelli’s Prince”, Representations, 13, 63-83. https://doi.org/10.2307/2928494). La tesis general de Kahn es que la capacidad para determinar esta necesidad es indistinguible de la capacidad para interpretar ejemplos particulares, esto es, para «hacer discriminaciones sobre lo que constituye virtù en una situación dada». Es por esto por lo que esta autora señala que el ejemplo de Agatocles es un test de virtù. Que no se pueda llamar virtuoso a Agatocles no significa entonces que sus acciones no se correspondan con un cierto estándar moral. No se le puede llamar virtuoso simplemente porque la virtud política depende enteramente de la situación, no tiene un contenido objetivo al cual pueda ser referida. Para Maquiavelo, según Kahn, la virtud no es otra cosa que la capacidad para leer bien la situación y para ofrecer representaciones que se ajusten a lo que esta demanda del príncipe.

4. VIRTÙ Y «TIRANÍA CIVIL»

 

En sus varios escritos sobre el Agatocles de Maquiavelo, John McCormick (2014McCormick, John (2014). “The Enduring Ambiguity of Machiavellian Virtue: Cruelty, Crime, and Christianity in The Prince”, Social Research, 81(1), 133-164. https://doi.org/10.1353/sor.2014.0001, 2015aMcCormick, John (2015a). “Machiavelli’s Inglorious Tyrants: On Agathocles, Scipio and Unmerited Glory”, History of Political Thought, 36(1), 29-52., 2015b)McCormick, John (2015b). “Machiavelli’s Agathocles: From Criminal Example to Princely Exemplum”. En M. Lowrie y S. Lüdemann (eds.), Exemplarity and Singularity: Thinking through Particulars in Philosophy, Literature, and Law (pp. 123-39). New York: Routledge. sostiene similarmente que una evaluación correcta de este ejemplo no puede restringirse a lo que el florentino escribe efectivamente acerca de él en el capítulo ocho. El sentido de las acciones de Agatocles, y el juicio que Maquiavelo hace sobre ellas, se descubre solo cuando este es contrastado con otras figuras también ejemplares dentro de El Príncipe10Esta hipótesis de lectura es también sugerida por Leo Strauss (1978) en diferentes lugares de su Thoughts on Machiavelli (sobre todo en pp. 310-311, n. 53). Pero mientras Strauss considera a Agatocles una instancia ejemplar de la guerra del florentino contra la tradición clásica y el cristianismo, para McCormick el ejemplo del príncipe criminal, como veremos a continuación, es una expresión paradigmática del carácter popular o antielitista del pensamiento político de Maquiavelo.. En esto consiste, nos dice McCormick, la esencia misma de la noción de «ejemplaridad». Aunque inicialmente se considere que un ejemplo particular resultaría suficiente para transmitir las lecciones políticas y morales de un autor, en realidad «múltiples ejemplos y contraejemplos demuestran estar imbricados en una red de asociaciones que transmiten conclusiones políticas más profundas, pero ciertamente también más elusivas» (McCormick, 2015b, pp. 126-127McCormick, John (2015b). “Machiavelli’s Agathocles: From Criminal Example to Princely Exemplum”. En M. Lowrie y S. Lüdemann (eds.), Exemplarity and Singularity: Thinking through Particulars in Philosophy, Literature, and Law (pp. 123-39). New York: Routledge.).

Aunque no de una manera abierta, afirma McCormick, Maquiavelo «invita a sus lectores a evaluar a Agatocles a través de una cuidadosa consideración de otros actores políticos que enfrentaron situaciones similares y de las medidas que tomaron -o se abstuvieron de tomar- en tales circunstancias» (McCormick, 2015b, p. 126McCormick, John (2015b). “Machiavelli’s Agathocles: From Criminal Example to Princely Exemplum”. En M. Lowrie y S. Lüdemann (eds.), Exemplarity and Singularity: Thinking through Particulars in Philosophy, Literature, and Law (pp. 123-39). New York: Routledge.). La conclusión a la que llega McCormick de una lectura como esta, atenta a la red cruzada de ejemplos y contraejemplos en El Príncipe, es radical. Para este autor, Agatocles no es para Maquiavelo un príncipe criminal merecedor de desaprobación. Todo lo contrario, Agatocles es el «exemplum principal de la acción política apropiada para establecer un principado duradero y, quizá más notablemente, para reformar una república corrompida» (McCormick, 2015b, p. 125McCormick, John (2015b). “Machiavelli’s Agathocles: From Criminal Example to Princely Exemplum”. En M. Lowrie y S. Lüdemann (eds.), Exemplarity and Singularity: Thinking through Particulars in Philosophy, Literature, and Law (pp. 123-39). New York: Routledge.). Esto lleva al extremo el punto de Bacon acerca de la prioridad de los ejemplos sobre el discurso teórico. No es que el ejemplo limite al discurso, como propone Bacon, sino que, si la hipótesis de McCormick es correcta, estamos frente a un ejemplo que contradice abiertamente lo que es establecido por el discurso que lo rodea.

Este modo de proceder, argumenta McCormick, le habría permitido a Maquiavelo «desafiar las evaluaciones convencionales de ciertas figuras históricas que fueran ofrecidas por escritores previos, lo que a su vez habría hecho posible al florentino redefinir las nociones tradicionales de virtud, gloria o tiranía» (McCormick, 2015b, p. 123McCormick, John (2015b). “Machiavelli’s Agathocles: From Criminal Example to Princely Exemplum”. En M. Lowrie y S. Lüdemann (eds.), Exemplarity and Singularity: Thinking through Particulars in Philosophy, Literature, and Law (pp. 123-39). New York: Routledge.). Como ya sabemos, el capítulo sobre Agatocles se ubica entre el que es dedicado a Cesare Borgia y el capítulo sobre el príncipe civil. Sobre el duque Valentino, como era también llamado popularmente Borgia, Maquiavelo (2001, p. 27)Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos. escribe que «no sabría dar a un príncipe nuevo mejores preceptos que el ejemplo de sus acciones». Las acciones de Cesare Borgia relatadas en este capítulo, sin embargo, no son tan disímiles de las que realiza Agatocles. De una lectura conjunta de ambos capítulos la impresión que queda es de hecho la de que las acciones del príncipe afortunado del capítulo siete no se distinguen en nada de las del príncipe criminal del capítulo siguiente11Para una lectura similar a la de McCormick acerca de este punto, véase Strauss (1978) y Coby (1999), quien escribe: «Agatocles es categorizado como un príncipe criminal, y los príncipes criminales son tratados como separados de los príncipes virtuosos, afortunados y civiles. Pero cuando Maquiavelo se concentra en los detalles, estas categorías de príncipes nuevos pierden mucho de su carácter distintivo» (p. 235)..

Dentro del menú de acciones de Borgia también encontramos las traiciones, los asesinatos, la violencia y la crueldad «bien usada», es decir, las mismas que contiene el recuento de acciones del «tirano» Agatocles12Sobre los métodos de Borgia, recomiendo la lectura de «El modo que utilizó el duque Valentino para asesinar a Vitellozo, Oliverotto de Fermo, al Señor Paolo y al duque de Gravina Orsini en Senigalia», texto incluido en la edición castellana de los Escritos de Gobierno (2013). . Tal vez con tan solo una excepción. Maquiavelo acusa a Agatocles de «asesinar a sus ciudadanos», algo que no encontramos en el recuento de acciones tomadas por el duque en la Romaña.

Ciertamente, la «pacificación» de la Romaña implicó el uso de una autoridad rigurosa que, como vimos, lo hizo odioso ante el pueblo. Pero en el capítulo siete de El Príncipe no hay ninguna referencia al asesinato de ciudadanos. ¿Es esta la razón por la que mientras que el duque es elogiado y considerado modélico, a Agatocles se le niega la gloria y su virtud es cualificada? ¿Es por esto por lo que las acciones de Agatocles no se pueden llamar virtuosas? Según McCormick, estas interrogantes pueden ser respondidas solo cuando extendemos la comparación de Agatocles más allá del duque, hacia otras figuras ejemplares que afrontaron circunstancias parecidas. El ejemplo de Nabis resulta crucial en este sentido para McCormick, siendo este el único ejemplo que Maquiavelo ofrece de un príncipe civil, figura sobre la que reflexiona extensamente en el capítulo que sigue al de Agatocles. Para este autor, habría entre el «tirano» Agatocles y el «príncipe civil» Nabis un paralelismo no declarado.

Lo que parece definir al «príncipe civil» es el acuerdo entre los ciudadanos para llevarlo al poder: «cuando un simple ciudadano no por medio de crímenes u otras intolerables violencias sino con el favor de sus conciudadanos llega a príncipe de su patria […], a este principado se le puede llamar civil» (Maquiavelo, 2001, p. 38Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.; véase Descendre, 2015Descendre, Romain (2015). “Of ‘Extravagant’ Writing: The Prince, Chapter IX”. En F. Del Lucchese, F. Frosini y V. Morfino (eds.), The Radical Machiavelli: Politics, Philosophy and Language (pp. 56-72). Leiden: Brill.). El término ciudadanos, sin embargo, subraya McCormick, no es utilizado por el florentino en términos universales: «porque en todas las ciudades existen estos dos tipos de humores; que nacen del hecho de que el pueblo no quiere ser gobernado ni oprimido por los grandes y en cambio los grandes desean dominar y oprimir al pueblo» (Maquiavelo, 2001, p. 38Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.)13Algo similar leemos en los Discursos: «en toda república hay dos espíritus contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo» (Maquiavelo, 2012, p. 42). Más todavía, una vez establecida esta división de la «ciudadanía» en dos grupos, grandes y pueblo, Maquiavelo aconseja a los nuevos príncipes fundar su poder sobre el deseo del pueblo: «porque el del pueblo es un fin más honesto que el de los grandes, ya que estos quieren oprimir y aquel no ser oprimido» (Maquiavelo, 2001, p. 39Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

McCormick sugiere que esta división de los ciudadanos en dos grupos ya estaba operando, aunque implícitamente, en el capítulo sobre Agatocles. Así, cuando Maquiavelo escribe que Agatocles no puede llamarse virtuoso por haber asesinado a sus ciudadanos, debemos interpretar este término tal como es expuesto en el capítulo siguiente. Es decir, como haciendo referencia no a todos los ciudadanos sino a una de las partes de la ciudadanía. Específicamente, a los grandi, a los ciudadanos más poderosos y ricos de la ciudad y cuyo propósito es el de oprimir al pueblo. Esta sería la razón de que Maquiavelo deje sin explicar la manera en que un príncipe puede asegurarse la amistad del pueblo en el capítulo nueve.

En efecto, el florentino sostiene por un lado que el príncipe debe «contar con la amistad del pueblo [avere il popolo amico], de lo contrario no tendrá remedio alguno en la adversidad» (Maquiavelo, 2001, p. 40Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). En el mismo párrafo, sin embargo, escribe que «el príncipe puede ganarse al pueblo de muchas maneras; pero no hablaremos ahora de ellas ya que pueden variar según las circunstancias, y no es fácil dar una regla general» (Maquiavelo, 2001, p. 40Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.)14En más de una ocasión en El Príncipe, Maquiavelo utiliza esta estrategia retórica que podemos llamar «autolimitación retórica». Afirma por algún motivo no poder «hablar» acerca de algún tema o personaje, el cual sin embargo es discutido en los siguientes párrafos. Los ejemplos más notables de esta estrategia son Moisés, «y aunque de Moisés no se pueda hablar» (Maquiavelo, 2001, p. 22), y los principados eclesiásticos, «como están regidos por una razón superior a la que la mente humana no alcanza, dejaré de hablar de ellos» (Maquiavelo, 2001, p. 44). La diferencia entre estos dos casos y nuestro ejemplo es que en este último caso la negativa a «hablar» se encontraría después, no antes, de haber hablado ya del tema.. Para McCormick (2014, p. 47)McCormick, John (2014). “The Enduring Ambiguity of Machiavellian Virtue: Cruelty, Crime, and Christianity in The Prince”, Social Research, 81(1), 133-164. https://doi.org/10.1353/sor.2014.0001, la negativa de Maquiavelo a «hablar» en este capítulo de las «muchas maneras» en que un príncipe puede ganarse la «amistad» del pueblo se debe a que estas habrían sido ya tratadas en el capítulo sobre Agatocles.

Lo anterior explicaría también el que Maquiavelo no diga prácticamente nada acerca de Nabis. En el capítulo nueve, el florentino se limita a hacer mención de que «aguantó el asedio de toda Grecia y de un victorioso ejército romano, y contra todos ellos defendió su patria y su estado» (Maquiavelo, 2001, p. 40Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). Pero si uno consulta lo que escritores previos documentaron acerca de ambas figuras, sugiere McCormick, surge la impresión de que Agatocles y Nabis se encuentran mucho más próximos de lo que parece a primera vista, siendo que en El Príncipe aparecen representando trayectorias políticas alternativas15De nuevo, esto es algo que fuera señalado previamente por Strauss, 1978, pp. 310-311.. Lo primero que es de destacar es que, al igual que Agatocles, Nabis es considerado por todos estos escritores como un tirano16De hecho, el propio Maquiavelo en los Discursos se refiere a Nabis, no como «príncipes de los espartanos», como hace en El Príncipe, sino como «tirano de Esparta» (Maquiavelo, 2012, p. 141). . En este sentido, llama sin duda la atención que el único ejemplo que Maquiavelo ofrece de un príncipe civil sea el de alguien considerado por la tradición como un tirano. Volveré sobre esto hacia el final de esta sección. Cuando se leen los recuentos existentes sobre Nabis, señala McCormick, uno no evitará notar que el «príncipe de los espartanos» es en muchos aspectos parecido a Agatocles. Ambos «liberaron a sus respectivos pueblos de la opresión interna y externa de maneras similares» (McCormick, 2015a, p. 39McCormick, John (2015a). “Machiavelli’s Inglorious Tyrants: On Agathocles, Scipio and Unmerited Glory”, History of Political Thought, 36(1), 29-52.). Nabis, al igual que Agatocles, convirtió a los antiguos esclavos en soldados y consiguió una tregua ventajosa de uno de los ejércitos más poderosos de la historia, el ejército de Roma.

Según McCormick, las similitudes entre Agatocles y Nabis se extienden también al orden doméstico. Nabis, no de un solo golpe como hizo Agatocles, pero también asesina y exilia a los ciudadanos más ricos y luego procede a redistribuir sus riquezas entre los miembros del pueblo17Acerca del carácter popular de las reformas políticas de Nabis, recomiendo ampliamente la lectura de Birgalias, 2005. . Polibio así lo describe en sus Historias: «[Nabis] destruyó los últimos restos de los antiguos nobles espartanos; condujo al destierro a todos los hombres eminentes por riqueza o gloria ancestral; y repartió sus bienes y esposas entre los principales hombres de los que quedaron» (Polibio, 1996, p. 381Polibio (1996). Historias: Libros V-XV, trad. Manuel Balasch. Madrid: Gredos.). De este modo, así como las fronteras entre el príncipe afortunado (Borgia) y el príncipe criminal (Agatocles) resultan bastante borrosas una vez se contrastan las acciones de ambas figuras, parece ocurrir lo mismo en el caso del príncipe criminal y el príncipe civil (Nabis).

Finalmente, en el capítulo nueve de El Príncipe hay una última cuestión que llama la atención de McCormick. Se trata del hecho de que el florentino contraste en este capítulo a Nabis con los hermanos Graco y con Giorgio Scali18«[Q]ue nadie contradiga mi opinión con aquel proverbio tan trillado de que ‘quien edifica sobre el pueblo edifica en el barro’, porque eso es verdad cuando quien lo hace es un ciudadano privado que se imagina que el pueblo le librará de la opresión de sus enemigos o de la de sus magistrados (y en este caso podría muy bien equivocarse, como ocurrió en Roma a los Graco y en Florencia a micer Giorgio Scali)» (Maquiavelo, 2001, p. 40). . Lo que comparten estos contraejemplos es el haber fracasado en el intento de implementar reformas de carácter popular. Los primeros no pudieron implementar las leyes agrarias en la república romana, que buscaban imponer límites a la propiedad sobre la tierra y redistribuir entre el pueblo los territorios obtenidos en las guerras19«Suponía, pues, dos ofensas para los nobles, porque los que poseían más bienes de los que permitía la ley […] se verían despojados de ellos y, además, al repartirse entre la plebe los bienes de los enemigos, se les cerraban a ellos los caminos para incrementar riquezas» (Maquiavelo, 2012, p. 128). En otro lugar McCormick (2009) ofrece una interesante interpretación de la postura de Maquiavelo sobre los Graco.. Scali, por su parte, fue uno de los líderes de la conocida como revuelta de los Ciompi en Florencia (1378-1382), una insurrección popular que fue finalmente derrotada por las élites de la ciudad tras haber producido una breve experiencia con un gobierno democrático20Maquiavelo se refiere más extensamente a este episodio en el tercer libro de su Historia de Florencia (2009). Sobre esta revuelta, véase también Weil, 2007. Para lecturas sobre la interpretación de Maquiavelo de este evento, véase Winter, 2012; Fontana, 2019; Mattei, 2016.. Los Graco y Scali son entonces ejemplos de príncipes o reformadores fallidos, que fueron de hecho asesinados por sus rivales, y que al ser contrapuestos con Nabis (y Agatocles) sugieren que los príncipes civiles que intentan reformar repúblicas corruptas enfrentan una peligrosa tarea: «se encuentran con circunstancias de matar o ser asesinados vis-a-vis los senadores y los ciudadanos más ricos de sus ciudades» (McCormick, 2015a, p. 40McCormick, John (2015a). “Machiavelli’s Inglorious Tyrants: On Agathocles, Scipio and Unmerited Glory”, History of Political Thought, 36(1), 29-52.).

Del contraste con estos «reformadores fallidos», McCormick concluye que para Maquiavelo Agatocles habría evitado los errores que aquellos cometieron. A diferencia de ellos, Agatocles si «asumió el mando supremo de un ejército de ciudadanos y movilizó [militar y políticamente] al pueblo contra la nobleza» (McCormick, 2014, p. 147McCormick, John (2014). “The Enduring Ambiguity of Machiavellian Virtue: Cruelty, Crime, and Christianity in The Prince”, Social Research, 81(1), 133-164. https://doi.org/10.1353/sor.2014.0001). Apoyarse sobre el pueblo implicaría entonces para Maquiavelo «mucho más que el mero favor popular; uno debe estar en condiciones de comandar al pueblo, lo que significa que este debe estar organizado y armado bajo su autoridad» (McCormick, 2014, p. 147McCormick, John (2014). “The Enduring Ambiguity of Machiavellian Virtue: Cruelty, Crime, and Christianity in The Prince”, Social Research, 81(1), 133-164. https://doi.org/10.1353/sor.2014.0001). El ejemplo de Agatocles debe entonces ser interpretado a la luz del conflicto entre humores, así como a la luz de la distinción entre «príncipes que favorecen al pueblo y príncipes que favorecen a los nobles» (McCormick, 2015a, p. 40McCormick, John (2015a). “Machiavelli’s Inglorious Tyrants: On Agathocles, Scipio and Unmerited Glory”, History of Political Thought, 36(1), 29-52.). Si bien no lo puede llamar virtuoso de manera abierta, en contra de toda la tradición de historiadores y pensadores políticos, ni tampoco quitarle la etiqueta de «tirano», Agatocles sería para el florentino el exemplum de un tirano de tipo peculiar, un «tirano civil» que funda su poder sobre la amistad del popolo, no sobre la ambición de los grandes21«[L]os tiranos que tienen por amigo al universal y por enemigos a los grandes [tiranni che hanno amico l’universale ed inimici i grandi] están más seguros, porque sostienen su violencia sobre una fuerza mayor que los que tienen por enemigo al pueblo y por amiga a la nobleza» (Maquiavelo, 2012, p. 141). .

5. IRONÍA Y VIRTUD SOCRÁTICA

 

Si para McCormick la comparación entre los ejemplos de Cesare Borgia y Agatocles permite identificar la virtud política y militar del segundo, la cual le es negada solo aparentemente por el discurso que lo rodea, Erica Benner (2013)Benner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press. defiende la tesis contraria. Para esta autora, la condena de las acciones de Agatocles en el capítulo ocho de El Príncipe debe extenderse también a las acciones y supuesta virtù del duque Valentino, expuestas en el capítulo previo. Para Benner, Maquiavelo habría ubicado el ejemplo de Agatocles junto al de Cesare justamente para invitar a sus lectores a reconsiderar la virtud política de Borgia. Al yuxtaponerlos en capítulos consecutivos, Maquiavelo destaca las afinidades entre los príncipes afortunados y criminales (Benner, 2013, p. 118Benner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press.).

La tesis general de esta autora es que El Príncipe es un escrito irónico22Benner sostiene que este tipo de recepción es casi tan antigua como El Príncipe mismo. Cita al cardenal inglés Reginald Pole, quien en un comentario de 1536 ya afirmaba que era evidente que Maquiavelo, «bajo el pretexto de ayudar a los príncipes a alcanzar el poder, se proponía atraerlos hacia el desastre autoinfligido» (citado en Benner, 2014, p. 63). Para una interpretación reciente en esta misma línea, véase Dietz, 1986.. Sus lecciones acerca del uso del mal son, bien entendidas, una estratagema irónica para convencer a sus lectores de ser príncipes virtuosos en el sentido clásico, socrático (cfr. Vatter, 2021Vatter, Miguel (2021). “Machiavelli and Thucydides on the Rhetoric of Immoralism”. En D. Pires y A. Santos (eds.), Machiavelli’s Discourses on Livy: New Readings (pp. 163-187). Leiden: Brill.; Zuckert, 2018Zuckert, Catherine (2018). “Machiavelli: A Socratic?”, Perspectives on Political Science, 47(1), 27-37. https://doi.org/10.1080/10457097.2017.1385358.). Según Benner, a través del uso de un modo de escritura disimulador que habría aprendido de su lectura de autores antiguos, principalmente griegos, Maquiavelo habría ofrecido a sus lectores una educación política que no se distingue de la enseñanza socrática, como suele afirmarse. Por medio fundamentalmente de la reflexión en torno a ciertos ejemplos, el florentino entrena la capacidad de sus lectores para sortear afirmaciones falaces o mal argumentadas, con el propósito de que se conviertan en mejores y más efectivos ciudadanos.

Los escritores irónicos, sostiene Benner (2014, p. 68)Benner, Erica (2014). “Machiavelli’s Ironies: The Language of Praise and Blame in The Prince”, Social Research, 81 (1), 61-84. https://doi.org/10.1353/sor.2014.0008, «hacen uso de una variedad de pistas y señales para comunicar juicios que difieren de lo que ellos mismos, o sus ejemplos, hacen explícitamente». Un ironista «puede elogiar abiertamente los logros sobresalientes o el carácter de alguien en términos generales mientras pinta sus acciones específicas con colores problemáticos, invitando así a los lectores a cuestionar el juicio detrás del elogio abierto» (Benner, 2014, p. 68Benner, Erica (2014). “Machiavelli’s Ironies: The Language of Praise and Blame in The Prince”, Social Research, 81 (1), 61-84. https://doi.org/10.1353/sor.2014.0008). Más todavía, por medio de paralelos no declarados, el carácter problemático de un ejemplo puede ser extendido hacia otro cuyas acciones son semejantes. Mediante el establecimiento de similitudes entre un ejemplo que es presentado en términos aparentemente positivos y otro a quien el autor condena explícitamente, el escritor irónico es capaz de realizar una crítica «silenciosa» del primero. Según Benner, Maquiavelo comenta abiertamente esta estrategia en el primer libro de los Discursos, refiriéndose a la supuesta gloria de César.

Y que nadie se engañe por la gloria de César, al ver cómo lo celebran los escritores, porque los que le alaban, están corrompidos por su fortuna y despavoridos por la magnitud del imperio, que, amparándose bajo su nombre, no permitía que los autores hablasen libremente de él. Pero el que quiera saber lo que decían los escritores libres, que lea lo que dijeron de Catilina, y César es todavía más vituperable, pues merece más reproches el que hace un mal que el que ha querido hacerlo (Maquiavelo, 2012, p. 64Maquiavelo, Nicolás (2012). Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Madrid: Alianza Editorial.).

Según esto, mientras parecían alabar a César, los escritores lo condenaban secretamente, sotto voce, por medio del paralelo con las acciones del despreciable Catilina, que por haber fracasado en el intento de tomar el poder podía ser criticado sin ningún temor. Según Benner, en El Príncipe Agatocles cumple la misma función que Catilina para los escritores romanos. Maquiavelo le otorga al tirano de Siracusa el rol de «antihéroe cuyas hazañas pueden criticarse sin ningún tipo de miedo», al tiempo que los lectores son invitados a identificar los «paralelismos con otros ejemplos que parecerían dignos de elogio» pero cuyas acciones son similares, a saber, Cesare Borgia (Benner, 2013, pp. xlvix-lBenner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press.)23Ahora, si como señalara Maquiavelo en los Discursos, es el miedo a la persecución el principal motivo por el que los escritores utilizan la ironía, se puede dudar de que el elogio a Borgia por parte del florentino sea efectivamente irónico. El duque es una figura difícilmente comparable a la de César. La propia Benner reconoce que Maquiavelo habría tenido muy pocas razones para la ironía respecto de un «hombre muerto que tenía además escasos apologistas vivos» (Benner, 2013, p. 110). A menos que las razones para hacer uso de la ironía respecto de este ejemplo particular provengan de algo distinto al miedo. Esta es la hipótesis de Benner, quien señala que «las descripciones de Borgia en sus legaciones, poemas, piezas literarias tempranas y finalmente en El Príncipe, lo proyectan de manera consistente como un tipo familiar de personaje, uno cuyas ambiciones mal concebidas y una inflada confianza en sí mismo lo hacen volar alto antes de estrellarse» (Benner, 2013, p. 110). El duque sería así una personificación paradigmática de una de las clásicas víctimas de la ironía. . A pesar de lo que Maquiavelo escribe sobre Borgia en El Príncipe, en sus informes diplomáticos es subrayada «su inmadurez, su arrogancia y, sobre todo, su impermeabilidad a las lecciones de la experiencia o al consejo de hombres más experimentados» (Benner, 2013, p. 110Benner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press.). Todas estas características, sostiene Benner, lo convierten en un objeto prácticamente irresistible para la ironía dramática, la que funciona no denunciando de manera directa los autoengaños de tales personajes, sino dejando que los lectores los detecten a medida que van emergiendo de sus acciones, o de las acciones de otros parecidos a ellos -Agatocles-.

De este modo, para Benner Agatocles ocupa así un papel central en El Príncipe dado que es a través de este ejemplo que Maquiavelo ofrece a sus lectores pistas textuales que permiten reconstruir el concepto de virtù. A lo largo del libro, Maquiavelo se permite identificar a la virtù con una variedad de cualidades que incluyen el respeto de límites y la bondad moral, pero también cosas como la animosidad, la audacia, la fuerza física, la previsión, la paciencia, la disciplina y la simulación. La virtù es asimismo considerada en varios lugares de El Príncipe como algo meramente instrumental, como el conjunto de cualidades individuales que permiten a un individuo alcanzar el poder y mantenerlo. El capítulo sobre Agatocles, afirma Benner, es el lugar del libro en donde este pensamiento es descartado de la manera más explícita. Es de hecho el primer lugar de El Príncipe en donde Maquiavelo sugiere que la virtù tiene dimensiones morales. Que no se pueda llamar virtuoso a Agatocles significa que «no se puede llamar virtù a todas las cualidades que aportan seguridad personal o que eliminan inconvenientes, sino solo a aquellas que no transgreden ciertos límites» (Benner, 2013, p. 113Benner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press.).

Según Benner, en El Príncipe Maquiavelo pone a contender concepciones alternativas de la virtù. Muchas de las cualidades que el florentino concibe como valiosas se relacionan directamente con la organización militar y el éxito en las batallas. Las virtudes militares, sin embargo, no son las únicas virtudes que el príncipe necesita. El establecimiento de buenos fundamentos políticos exige la posesión de otro tipo de virtudes, a las que podemos catalogar como «civiles». Estas, señala Benner de manera un tanto sorprendente, no serían distintas de la lista de virtudes socráticas, como la justicia, la templanza y la sabiduría, ni de las virtudes principescas, como la liberalidad y la compasión, tan apreciadas por los filósofos romanos.

Si bien el florentino no expresa de forma manifiesta cuál de estos dos tipos de virtud es superior, más bien «deja que los lectores decidan cuáles de las cualidades que él llama virtú son más esenciales para los príncipes» (Maquiavelo, 2013, p. 22Maquiavelo, Nicolás (2013). Escritos de gobierno. Madrid: Tecnos.), el rechazo a considerar virtuoso a Agatocles, sin embargo, sería una de las indicaciones textuales más claras en El Príncipe acerca de cuáles son los tipos de cualidades que merecen mayor elogio y sobre las cuales debe fundarse un orden político. Donde hay ánimo y virtud para enfrentar los peligros, pero no buenos órdenes ni firmeza, los fundamentos serán necesariamente débiles. Esta es la diferencia esencial, concluye Benner, entre la criminalidad exitosa y los modos verdaderamente virtuosos (Benner, 2013, p. 116Benner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press.).

6. CONCLUSIONES

 

Uno de los grandes temas del proyecto filosófico de Maquiavelo es el de la virtù política. La virtù del colectivo, en el caso de los Discursos, en donde Maquiavelo expone el origen y los efectos de los ordini políticos de la Roma republicana, y la virtù del gobernante individual, en el caso de El Príncipe. Ninguno de estos libros, sin embargo, ofrece un discurso teórico sistemático sobre la virtù. Se trata más bien de escritos en donde la virtud política es delineada a través de la reflexión sobre ejemplos particulares. A primera vista, parecería que Agatocles no forma parte de los «ejemplos muy notables» a los que Maquiavelo insta a imitar en varios lugares. Sin embargo, las tres interpretaciones sobre Agatocles que he expuesto en este trabajo muestran, más allá de sus diferencias, que se trata de un ejemplo de particular relevancia dentro del libro. Podríamos incluso decir que cualquier intento de definición de la virtù principesca exige no dejar en el olvido al «príncipe criminal».

Para Kahn, Maquiavelo incluye el ejemplo de Agatocles en el libro como una especie de prueba de virtù. El discurso de Maquiavelo sobre Agatocles, sostiene Kahn, se dirige a dos tipos diferentes de audiencias. Por un lado, «pacifica» y «deja satisfechos» a los lectores reticentes a aceptar la definición de virtù, indistinguible del crimen, que es propuesta en los capítulos previos. Por el otro, Agatocles sirve como ejemplo para el príncipe «que podría necesitar seguirlo». Este segundo tipo de lector, que adopta el punto de vista del príncipe, comprende que la virtù política no coincide con la virtud moral porque no coincide con ningún contenido predeterminado, sino que consiste en la capacidad para ofrecer representaciones que se ajustan a la situación dada. En la interpretación de McCormick, Agatocles es elevado a la posición de exemplar del príncipe civil. En contra del discurso que lo rodea y de lo que escritores previos escribieron acerca de él, a los que Maquiavelo parecería seguir en su relato, cuando es comparado con otros príncipes que enfrentaron circunstancias similares Agatocles termina convirtiéndose en el principal ejemplo del príncipe civil, esto es, del príncipe que apoya su poder sobre la amistad del pueblo. Finalmente, para Benner es a través del ejemplo de Agatocles que Maquiavelo redefine estratégicamente la virtud del príncipe en términos socráticos. A través de la condena abierta de esta figura, Maquiavelo se permite criticar «en silencio» a otros personajes a los que en otras partes considera imitables solo en apariencia, irónicamente. Desde esta perspectiva, detrás de toda su apariencia antimoral, o amoral en el mejor de los casos, El Príncipe defiende el nexo clásico entre acción política y acción moral.

He evitado en este escrito decantarme por alguna de estas interpretaciones. Mi propósito no ha sido el de señalar cuál de las tres goza de un mayor respaldo textual. Me he propuesto más bien mostrar que, más allá de sus diferencias, estas tres versiones de Agatocles echan luz sobre un aspecto central del método de Maquiavelo: el uso de ejemplos particulares para transmitir sus prescripciones. En unos de los epígrafes de este ensayo, Gentili observa que el conocimiento de los hechos pasados que nos provee la lectura de historias es insuficiente por sí mismo. Este conocimiento debe ser complementado con el saber filosófico, capaz de juzgar críticamente los ejemplos particulares para lograr extraer la verdad contenida en ellos. El desafío que el florentino se plantea como escritor es este precisamente. Su propósito es el de educar la capacidad de sus lectores-príncipes para juzgar particulares, pues el conocimiento extraído de particulares es, como bien observaba Bacon siglos atrás, el que mejor se deja aplicar de nuevo a las cosas particulares. En esto consistiría en última instancia la virtù, en saber discernir el tipo de acción necesaria en la situación dada. «[E]l príncipe que carece de esta habilidad carece de la primera condición necesaria a todo capitán» (Maquiavelo, 2001, p. 59Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

NOTAS

 
1

Los «espejos de príncipes» son un subgénero literario de contenido político, cuyo origen es generalmente ubicado en el medioevo, dirigido a los miembros de la nobleza. Tomando como modelo la relación entre el príncipe y su consejero, los «espejos» eran manuales de instrucciones para el comportamiento público de los gobernantes. Incluían ficciones narrativas moralizantes (exempla) y relatos de ejemplos particulares a los que se instaba a imitar -o a evitar-. Para la relación de El Príncipe con esta tradición literaria, véanse los ensayos clásicos de Allan Gilbert (1938)Gilbert, Allan (1938). Machiavelli’s “Prince” and its Forerunners: “The Prince” as a Typical Book “De Regimine Principum”. Durham N.C.: Duke University Press. y Felix Gilbert (1939)Gilbert, Felix (1939). “The Humanist Concept of the Prince and The Prince of Machiavelli”, The Journal of Modern History, 11(4), 449-483. https://doi.org/10.1086/236395.

2

Maquiavelo añade tardíamente en el capítulo a Hierón de Siracusa a esta lista, aunque como un «ejemplo menor»: «A tan altos ejemplos quiero añadir un ejemplo menor, aunque bien debe tener relación con ellos, y que quiero me baste para todos los casos semejantes; se trata de Hierón de Siracusa» (Maquiavelo, 2001, p. 25Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

3

Hay obviamente excepciones a esta tendencia. Además de los escritos que aquí discuto, véanse también Raimondi (2020)Raimondi, Fabio (2020). “Agatocle: L’imperio Senza Gloria”, Storia del Pensiero Político, 9(3), 427-445. https://doi.org/10.4479/99609, Tavera (2020)Tavera, Hugo (2020). “Traición, crueldad y principado civil: Maquiavelo contra «los escritores»”. Pléyade: Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, 26, 167-190. https://doi.org/10.4067/S0719-36962020000200167 y Weiner (2016)Weiner, Gregory (2016). “Machiavelli’s Inflationary Economy of Violence: Notes on the Story of Agathocles”, Interpretation: A Journal of Political Philosophy, 42(2), 217-233..

4

De entre las fuentes que Maquiavelo pudo haber consultado para su propio recuento, que son más bien escasas, Diodurus Siculus es quien ofrece el relato más detallado. Otras referencias a Agatocles se encuentran también en Polibio, Marco Juniano Justino y en el historiador griego Polieno. Un buen resumen sobre estas fuentes es ofrecido por Harrison (2011)Harrison, Matthew (2011). “The Monstrous Agathocles: Uses of Agathocles in Machiavelli’s Prince”. Tesis para optar al grado de Master of Arts. Chicago: Universidad de Chicago..

5

«Y habría sido inexpugnable, como Agatocles, si no se hubiera dejado engañar por César Borja cuando en Sinigaglia […] apresó a los Orsini y a Vitelli; y allí, cautivo él también, un año después de cometido el parricidio, fue estrangulado» (Maquiavelo, 2001, p. 36Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

6

Como es sabido, Sheldon Wolin (2001)Wolin, Sheldon (2001). Política y Perspectiva. Continuidad y Cambio en el Pensamiento Político Occidental. Buenos Aires: Amorrortu. construye su concepto de «economía de la violencia» a partir de este pasaje.

7

Acerca de Moisés, Maquiavelo escribe en Discursos III, 30 que para asegurar sus ordenamientos mató a «infinitos hombres, que se oponían a sus designios» (Maquiavelo, 2012, p. 403Maquiavelo, Nicolás (2012). Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Madrid: Alianza Editorial.). Sobre esta cita, véase Geerken, 1999Geerken, John (1999). “Machiavelli’s Moses and Renaissance Politics”, Journal of the History of Ideas, 60(4), 579-595. https://doi.org/10.2307/3654109. En castellano, véase Granada, 2017Granada, Miguel (2017). “Maquiavelo y Moisés”, ResPublica. Revista de Historia de las Ideas Políticas, 20, 141-56. https://doi.org/10.5209/RPUB.54896; Tavera, 2023Tavera, Hugo (2023). “Maquiavelo sobre Éxodo 32: Moisés y el combate de la envidia”. Ideas y Valores, 72(181), 1-18. https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v72n181.83420.

8

«[P]orque si consideramos todo cuidadosamente, encontraremos algo que parecerá virtud, pero que si lo siguiese sería su ruina y algo que parecerá vicio pero que, siguiéndolo, le proporcionará la seguridad y el bienestar propio» (Maquiavelo, 2001, p. 63Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

9

«Recogidas, pues, todas las acciones del duque, yo no sabría censurarle; sino que, por el contrario, creo, como ya he dicho, poder proponerlo como modelo a imitar a todos aquellos que por fortuna y con armas ajenas han llegado al poder» (Maquiavelo, 2001, p. 32Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

10

Esta hipótesis de lectura es también sugerida por Leo Strauss (1978)Strauss, Leo (1978). Thoughts on Machiavelli. Chicago: The University of Chicago Press. en diferentes lugares de su Thoughts on Machiavelli (sobre todo en pp. 310-311, n. 53Strauss, Leo (1978). Thoughts on Machiavelli. Chicago: The University of Chicago Press.). Pero mientras Strauss considera a Agatocles una instancia ejemplar de la guerra del florentino contra la tradición clásica y el cristianismo, para McCormick el ejemplo del príncipe criminal, como veremos a continuación, es una expresión paradigmática del carácter popular o antielitista del pensamiento político de Maquiavelo.

11

Para una lectura similar a la de McCormick acerca de este punto, véase Strauss (1978)Strauss, Leo (1978). Thoughts on Machiavelli. Chicago: The University of Chicago Press. y Coby (1999)Coby, Patrick (1999). Machiavelli’s Romans: Liberty and Greatness in the Discourses on Livy. Lanham: Lexington Books., quien escribe: «Agatocles es categorizado como un príncipe criminal, y los príncipes criminales son tratados como separados de los príncipes virtuosos, afortunados y civiles. Pero cuando Maquiavelo se concentra en los detalles, estas categorías de príncipes nuevos pierden mucho de su carácter distintivo» (p. 235Coby, Patrick (1999). Machiavelli’s Romans: Liberty and Greatness in the Discourses on Livy. Lanham: Lexington Books.).

12

Sobre los métodos de Borgia, recomiendo la lectura de «El modo que utilizó el duque Valentino para asesinar a Vitellozo, Oliverotto de Fermo, al Señor Paolo y al duque de Gravina Orsini en Senigalia», texto incluido en la edición castellana de los Escritos de Gobierno (2013)Maquiavelo, Nicolás (2013). Escritos de gobierno. Madrid: Tecnos..

13

Algo similar leemos en los Discursos: «en toda república hay dos espíritus contrapuestos: el de los grandes y el del pueblo» (Maquiavelo, 2012, p. 42Maquiavelo, Nicolás (2012). Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Madrid: Alianza Editorial.)

14

En más de una ocasión en El Príncipe, Maquiavelo utiliza esta estrategia retórica que podemos llamar «autolimitación retórica». Afirma por algún motivo no poder «hablar» acerca de algún tema o personaje, el cual sin embargo es discutido en los siguientes párrafos. Los ejemplos más notables de esta estrategia son Moisés, «y aunque de Moisés no se pueda hablar» (Maquiavelo, 2001, p. 22Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.), y los principados eclesiásticos, «como están regidos por una razón superior a la que la mente humana no alcanza, dejaré de hablar de ellos» (Maquiavelo, 2001, p. 44Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.). La diferencia entre estos dos casos y nuestro ejemplo es que en este último caso la negativa a «hablar» se encontraría después, no antes, de haber hablado ya del tema.

15

De nuevo, esto es algo que fuera señalado previamente por Strauss, 1978, pp. 310-311Strauss, Leo (1978). Thoughts on Machiavelli. Chicago: The University of Chicago Press..

16

De hecho, el propio Maquiavelo en los Discursos se refiere a Nabis, no como «príncipes de los espartanos», como hace en El Príncipe, sino como «tirano de Esparta» (Maquiavelo, 2012, p. 141Maquiavelo, Nicolás (2012). Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Madrid: Alianza Editorial.).

17

Acerca del carácter popular de las reformas políticas de Nabis, recomiendo ampliamente la lectura de Birgalias, 2005Birgalias, Nikos (2005). “Nabis: Un Prince Hellénistique?”, Gerión, 23(9), 139-151..

18

«[Q]ue nadie contradiga mi opinión con aquel proverbio tan trillado de que ‘quien edifica sobre el pueblo edifica en el barro’, porque eso es verdad cuando quien lo hace es un ciudadano privado que se imagina que el pueblo le librará de la opresión de sus enemigos o de la de sus magistrados (y en este caso podría muy bien equivocarse, como ocurrió en Roma a los Graco y en Florencia a micer Giorgio Scali)» (Maquiavelo, 2001, p. 40Maquiavelo, Nicolás (2001). El Príncipe. Madrid: Tecnos.).

19

«Suponía, pues, dos ofensas para los nobles, porque los que poseían más bienes de los que permitía la ley […] se verían despojados de ellos y, además, al repartirse entre la plebe los bienes de los enemigos, se les cerraban a ellos los caminos para incrementar riquezas» (Maquiavelo, 2012, p. 128Maquiavelo, Nicolás (2012). Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Madrid: Alianza Editorial.). En otro lugar McCormick (2009)McCormick, John (2009). “Machiavelli and the Gracchi: Prudence, Violence and Redistribution”, Global Crime, 10(4), 298-305. https://doi.org/10.1080/17440570903248155 ofrece una interesante interpretación de la postura de Maquiavelo sobre los Graco.

20

Maquiavelo se refiere más extensamente a este episodio en el tercer libro de su Historia de Florencia (2009)Maquiavelo, Nicolás (2009). Historia de Florencia. Madrid: Tecnos.. Sobre esta revuelta, véase también Weil, 2007Weil, S. (2007). “Un Levantamiento Proletario en Florencia en el Siglo XIV”. En Escritos Históricos y Políticos (pp. 211-225). Madrid: Trotta.. Para lecturas sobre la interpretación de Maquiavelo de este evento, véase Winter, 2012Winter, Yves (2012). “Plebeian Politics: Machiavelli and the Ciompi Uprising”, Political Theory, 40(6), 736-766. https://doi.org/10.1177/0090591712460653; Fontana, 2019Fontana, Benedetto (2019). “Machiavelli and the Ciompi. Class Conflict and Republican Politics”, Storia del Pensiero Politico, 8(3), 393-416. https://doi.org/10.4479/95766; Mattei, 2016Mattei, Eugenia (2016). “Los Ciompi. Nicolás Maquiavelo, Simone Weil y una Revuelta Medieva”. En A. Volsco (comp.), Maquiavelo en el Siglo XX. Lecturas Contemporáneas de la Modernidad Política (pp. 29-48). Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Gino Germani..

21

«[L]os tiranos que tienen por amigo al universal y por enemigos a los grandes [tiranni che hanno amico l’universale ed inimici i grandi] están más seguros, porque sostienen su violencia sobre una fuerza mayor que los que tienen por enemigo al pueblo y por amiga a la nobleza» (Maquiavelo, 2012, p. 141Maquiavelo, Nicolás (2012). Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Madrid: Alianza Editorial.).

22

Benner sostiene que este tipo de recepción es casi tan antigua como El Príncipe mismo. Cita al cardenal inglés Reginald Pole, quien en un comentario de 1536 ya afirmaba que era evidente que Maquiavelo, «bajo el pretexto de ayudar a los príncipes a alcanzar el poder, se proponía atraerlos hacia el desastre autoinfligido» (citado en Benner, 2014, p. 63Benner, Erica (2014). “Machiavelli’s Ironies: The Language of Praise and Blame in The Prince”, Social Research, 81 (1), 61-84. https://doi.org/10.1353/sor.2014.0008). Para una interpretación reciente en esta misma línea, véase Dietz, 1986Dietz, Mary (1986). “Trapping the Prince: Machiavelli and the politics of deception”, American Political Science Review, 80(3), 777-799. https://doi.org/10.2307/1960538.

23

Ahora, si como señalara Maquiavelo en los Discursos, es el miedo a la persecución el principal motivo por el que los escritores utilizan la ironía, se puede dudar de que el elogio a Borgia por parte del florentino sea efectivamente irónico. El duque es una figura difícilmente comparable a la de César. La propia Benner reconoce que Maquiavelo habría tenido muy pocas razones para la ironía respecto de un «hombre muerto que tenía además escasos apologistas vivos» (Benner, 2013, p. 110Benner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press.). A menos que las razones para hacer uso de la ironía respecto de este ejemplo particular provengan de algo distinto al miedo. Esta es la hipótesis de Benner, quien señala que «las descripciones de Borgia en sus legaciones, poemas, piezas literarias tempranas y finalmente en El Príncipe, lo proyectan de manera consistente como un tipo familiar de personaje, uno cuyas ambiciones mal concebidas y una inflada confianza en sí mismo lo hacen volar alto antes de estrellarse» (Benner, 2013, p. 110Benner, Erica (2013). Machiavelli’s Prince: A New Reading. Oxford: Oxford University Press.). El duque sería así una personificación paradigmática de una de las clásicas víctimas de la ironía.

AGRADECIMIENTOS

 

Quiero agradecer los comentarios de los tres revisores, así como la atenta lectura y las valiosas sugerencias que Augusto Dolfo y María Pía Romero hicieron de una versión previa de este artículo.

DECLARACIÓN DE CONFLICTO DE INTERESES

 

El autor de este artículo declara no tener conflictos de intereses financieros, profesionales o personales que pudieran haber influido de manera inapropiada en este trabajo.

DECLARACIÓN DE CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA

 

Hugo Tavera Villegas: conceptualización, investigación, redacción - borrador original, redacción - revisión y edición.

BIBLIOGRAFÍA

 

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