ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 68
enero-junio 2023, r01
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2023.68.res01

CRÍTICA DE LIBROS

La filosofía como defensa de la libertad y rechazo del conformismo. Reseña de Roberto Rodríguez Aramayo, Voltaire. La ironía contra el fanatismo, Madrid, Shacketon books, 2022

Philosophy as a defense of freedom and rejection of conformism. Review of Roberto Rodríguez Aramayo, Voltaire. La ironía contra el fanatismo, Madrid, Shacketon books, 2022

Alicia H. Puleo

Universidad de Valladolid

https://orcid.org/0000-0001-5496-1948

Pocas figuras de la Filosofía han gozado de la celebridad y popularidad de François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire (1694-1778). No cabe duda de que sus dotes para la literatura, su audacia intelectual y la claridad meridiana de su obra ensayística han contribuido enormemente a un renombre que se extendió más allá de los círculos de especialistas e intelectuales. Sin embargo, en algunos estudios sobre la Ilustración publicados en los últimos años, su estrella había perdido algo de brillo en beneficio de otras consideradas más radicales, entre las que destaca Diderot. Así, por ejemplo, Jonathan Israel ha clasificado a Voltaire como perteneciente a una Ilustración moderada que buscaba, a la manera de Turgot, reformar el sistema de privilegios de la aristocracia sin cambiar en profundidad el orden político, mientras que los pensadores de lo que llama «la Ilustración radical» apostaban por un progreso en la igualdad, la democracia y la educación para todo el pueblo. Los integrantes de esta segunda corriente, entre los que no incluye a Voltaire, sostiene J. Israel, habrían generado una auténtica «revolución de la mente». Independientemente del evidente interés que tiene el poner de relieve aspectos revolucionarios de la Ilustración en un tiempo en el que devaluarla y considerarla origen de todos los males y abusos históricos se ha convertido en un lugar común, este énfasis en contraponer reformistas y radicales tiende a opacar los méritos del autor de Cándido o del optimismo. Por eso, no podía ser más oportuna la publicación de este nuevo libro de Roberto Rodríguez Aramayo. Especialista en Kant y en el período ilustrado, Rodríguez Aramayo muestra en el estilo adoptado para esta obra la claridad, la naturalidad y la transparencia que solo puede permitirse quien domina el tema.

En las líneas que siguen, mencionaré algunos de los numerosos aciertos de esta obra sobre Voltaire. Todos ellos contribuyen exitosamente al objetivo central del autor: la voluntad de subrayar y restablecer el mérito de este filósofo ilustrado, excluido injustamente de los programas oficiales de Filosofía y, en general, del quehacer filosófico académico que lo ignora con desdén, considerándolo poco filosófico. Esta exclusión, observa Aramayo, constituye una grave carencia porque deje de lado a uno de los pocos pensadores que fueron capaces de ver los peligros y problemas que actualmente nos afligen. El subtítulo elegido para su estudio -La ironía contra el fanatismo- señala con precisión el corazón mismo de la obra volteriana.

El libro se compone de cuatro partes y un apéndice. La introducción, titulada «Voltaire o la invención del intelectual mediático», explica el objetivo y el sentido de interesarnos por la figura y la obra de este filósofo de la Ilustración francesa. Se inicia señalando que «Voltaire encarna la figura del intelectual comprometido» en una época en que todavía no existían los medios de información de masas que producen distorsiones en lo que un pensador intenta expresar públicamente. El intelectual comprometido ponía «en juego todo su prestigio como hombre de letras dotado de un notable reconocimiento por sus obras, para denunciar las injusticias y los abusos de poder» (p. 9). Aramayo agrega que este compromiso que caracteriza a Voltaire, Jean-Paul Sartre o Camus ya no se encuentra fácilmente en el mundo actual. Por otro lado, sostiene, Voltaire representa de manera eminente, como Rousseau o Diderot, el ideal de autonomía ilustrado, resumido en el sapere aude kantiano. Las múltiples facetas de creación de Voltaire (ensayo, teatro, poesía, cartas, cuentos filosóficos…), su peculiar posición de puente entre la aristocracia del Antiguo Régimen y la revolución burguesa de 1789, así como su activismo en favor de los derechos humanos son algunas de las razones del interés que ha de despertarnos. Uniendo todos estos aspectos, encontramos como eje central su lucha contra el fanatismo a través de la ironía que no era solo producto de la indignación, sino método e instrumento de combate para deslegitimar la irracionalidad y la injusticia y defender lo que Javier Muguerza, filósofo al que Aramayo cita expresamente, ha llamado «el derecho a la disidencia».

Bajo el título de «Itinerarios topobiográficos de un personaje literario», la segunda parte del libro recorre a grandes trazos la vida de Voltaire, desde su nacimiento en noviembre de 1694, en París, hasta su muerte a los 84 años, en 1778, en Ferney, y el solemne traslado de sus restos al Panteón durante el proceso revolucionario en 1791. La sabia combinación de datos sobre la vida de Voltaire con la interpretación de sus ideas y la referencia al impacto que éstas han tenido nos presenta al filósofo como un ser humano concreto y vivo al tiempo que esboza un cuadro de la Europa de la época. Los diferentes apartados relatan su detención en la Bastilla, su viaje a Inglaterra y las obras de teatro que allí escribe, su relación afectiva e intelectual con la marquesa de Châtelet, su estancia en la corte del rey ilustrado Federico II de Prusia y su vejez en Ferney, cerca de la frontera con Suiza, donde siguió desarrollando una actividad intelectual extraordinaria. El autor muestra a Voltaire como una figura que preparó el final del Antiguo Régimen, tal como lo hicieran los demás ilustrados, pero que se movía con soltura en ese mundo que iba a desaparecer.

La tercera parte está dedicada a las obras filosóficas. Voltaire sabía que se llega a los lectores a través del placer. Sus obras no son áridas y a menudo combinan distintos géneros de escritura, como puede comprobarse en sus cuentos filosóficos. En la exposición del pensamiento volteriano, Roberto Rodríguez Aramayo también consigue ofrecernos una lectura placentera y fértil. Nos trae el pasado al presente mostrando sus similitudes y diferencias. A través de sus páginas, podemos adivinar un espíritu hedonista que sintoniza bien con el del mismo Voltaire y que demuestra que el pensar filosófico no es necesariamente un ejercicio de austeridad y renuncia.

Al referirse al Ensayo sobre las costumbres, Aramayo subraya la innovación que introduce el concepto de Historia de este filósofo. El interés de Voltaire no se concentra en los príncipes, sus batallas, conquistas y derrotas, sino en la economía, las técnicas y las costumbres de los pueblos convirtiéndose, de alguna manera, en precursor del gran cambio que se producirá mucho más tarde en esa disciplina. La Historia escrita por Voltaire se caracteriza, pues, por su extraordinaria actualidad ya que se propone un estudio de las estructuras que va más allá de la simple narración de los acontecimientos. Su objetivo final era acorde con el espíritu ilustrado: comprender la naturaleza humana y extraer enseñanzas de lo ya ocurrido.

La cuarta y última parte aborda, bajo el título de «Escritos de combate», algunas cuestiones ético-políticas centrales en la obra volteriana. Lo hace al hilo del comentario del Antimaquiavelo (obra que no por casualidad coincidió con el final de la amistad entre Voltaire y Federico II), el Poema sobre el desastre de Lisboa (escrito que permite al autor señalar las coincidencias y los desencuentros intelectuales de Voltaire con Jean-Jacques Rousseau), Cándido o del optimismo (cuento filosófico que ridiculiza el consuelo de las explicaciones metafísicas del mal en el mundo) y el Tratado sobre la tolerancia que Voltaire redactó tras la tortura y ejecución públicas del protestante Jean Calas, injustamente acusado de asesinato por una opinión pública y unos jueces movidos por el fanatismo religioso. Conectando esta última obra con el presente, Aramayo se pregunta: «¿Cabe tolerar la intolerancia? ¿Cómo podemos justificar consentir cosas consideradas moralmente nefastas?» (p. 154). Y observa: «Todas estas cuestiones han cobrado una inusitada vigencia tras el exacerbado culto al multiculturalismo que se puso en boga hace unos años.» (ibíd.). La respuesta de Voltaire ante el fanatismo se resume en el lema: «Écrasez l’infâme!» cuya traducción literal es «aplastad al infame», frase enigmática con la que terminaba sus cartas y que Aramayo interpreta pertinentemente a la luz del conjunto de sus escritos como: «no toleres jamás la intolerancia» (p. 159). En su lucha contra el dogmatismo y la violencia fanática, Voltaire se valió deliberadamente de su talento mordaz. De ahí que Aramayo concluye: «La ironía como método dialéctico y la tolerancia como meta programática configuran los dos rasgos esenciales del pensamiento de Voltaire, la senda volteriana de aquella Ilustración que se propuso invitarnos a pensar por nosotros mismos y enjuiciar críticamente los convencionalismos» (p. 159). Reivindicar el legado de la ironía y el humor volterianos se convierte así en una invitación a revitalizar la Filosofía y potenciar la autonomía frente al conformismo.

Cerrando el libro, el apéndice incluye un listado de ediciones en castellano de la obra de Voltaire y algunas recomendaciones bibliográficas para quienes deseen continuar el estudio de la Ilustración y de su filósofo francés más célebre.

Es de agradecer la realización y publicación de esta obra que nos acerca nuevamente a la figura de Voltaire en un tiempo que la necesita con urgencia. El fanatismo es una posibilidad siempre latente, incluso en quienes, poseedores de una gran cultura, parecerían tener que estar inmunizados con respecto a él. Es «l’infâme» que acecha y que puede surgir en el momento y el lugar en que menos se lo espera. En esta época en que hemos de promover el pensamiento libre, apoyar los internacionalmente amenazados estudios de Filosofía y defender el «derecho a la disidencia», resulta de suma importancia contar con este libro tan claro, certero, ameno y filosófico, cuatro adjetivos que rara vez podemos aplicar juntos a una misma obra.