ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 69
julio-diciembre 2023, r05
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2023.69.res05

CRÍTICA DE LIBROS

Hacia las raíces de la filosofía: la pregunta por el porqué. Reseña de: Álvaro Ledesma de la Fuente y Herminia Pagola Martínez, Para todo y para nada. Miradas contemporáneas de la filosofía, Logroño, Universidad de La Rioja, 2023

Towards the roots of philosophy: the why question. Review of: Álvaro Ledesma de la Fuente y Herminia Pagola Martínez, Para todo y para nada. Miradas contemporáneas de la filosofía, Logroño, Universidad de La Rioja, 2023

Julia López García

Universidad Pompeu Fabra

https://orcid.org/0009-0009-9394-7458

La cuestión de «para qué filosofía» es uno de los asuntos más debatidos y tratados desde el propio ejercicio filosófico. Herminia Pagola y Álvaro Ledesma, en este libro, honran una vez más esta tradición preguntándose a sí mismos y preguntándole a la comunidad filosófica por la utilidad, el servicio y el valor del filosofar. El resultado de este esfuerzo es, cuanto menos, valioso y sugestivo. Valioso ya que aporta valor ofreciendo nuevos argumentos, miradas y respuestas a la pregunta por el para qué de esta disciplina. Sugestivo porque, en la mayoría de los casos, los autores que firman el libro no se limitan a ahondar en lo ya ahondado, es decir, a repensar los razonamientos clásicos ofrecidos por los grandes pensadores, sino que adaptan la respuesta a las necesidades contextuales y a los debates protagonistas de nuestra época.

Así es el caso, por ejemplo, de Ernesto Baltar, quien en su capítulo «La necesidad social y educativa de la filosofía ante los retos de la inteligencia artificial» cuestiona a través de argumentos filosóficos la idea de la inteligencia artificial, aportando cuatro modelos de comprensión de la misma y planteando además los problemas filosóficos que esta alberga, así como sus consecuencias éticas. También, en otro artículo, Mariano Sanjuán habla de un tema tan en boga como es el cambio climático, reflexionando en torno su negacionismo, el papel del consenso en la ciencia y apostando en las conclusiones por prestar más atención filosófica a este tema con el fin de entender el abismo que separa a aquellos que ven en este hecho una muesca de la ideología progresista y quienes, por el contrario, lo entienden como «la gran prueba de nuestro siglo» (p. 182).

La apuesta de Eduardo Gutiérrez en «El valor educativo de la filosofía políticamente implantada» es replantear un tema tan clásico como es la educación desde una perspectiva muy contemporánea y abierta a la dimensión política (gracias a las reflexiones que hace sobre las nuevas leyes de educación). Además, Gutiérrez invita a deshacerse del tópico que define la filosofía como «amor por el saber», ya que, según explica, «ese amor por el saber no es exclusivo de la Filosofía» (p. 200) y defiende que la Filosofía de la Educación no debe tener el objetivo de formar filósofos (en su sentido estrictamente académico) sino ciudadanos comprometidos con las instituciones de la polis y críticos con el presente en marcha. Asimismo, Luis Garagalza hace un alegato a favor de la humildad en la coda final del libro, pues según dice, no hay que olvidar que ni tan siquiera la filosofía ha encontrado «una respuesta universal, válida para todos, que responda a las preguntas fundamentales» (p. 147).

Las nuevas corrientes filosóficas protagonistas de nuestro tiempo también gozan de espacio en esta obra. Jorge León en su provocativo e interesante capítulo «La filosofía especulativa es una pérdida de(l) tiempo» plantea una sólida crítica al realismo especulativo y a la ontología orientada a los objetos, ya que encuentra esta corriente occidental-céntrica, epistemológicamente excluyente y políticamente reaccionaria. En efecto, quizá el momento más agitante del apartado tenga lugar en la declaración antimetafísica que propone, promulgando directamente: «olvidémonos de la metafísica de una vez por todas» (p. 322). Por otro lado, también los nombres y los temas clásicos de la filosofía tienen su lugar en este libro. Aristóteles es el protagonista de las páginas de José María Zamora. Tomas Moro de las de Dante E. Klocker. Por su parte, Álvaro Ledesma en su sugerente capítulo «La sonrisa del sabio: La potencia de la filosofía de Baruch Spinoza» propone responder a la pregunta del para qué de la filosofía recuperando las reflexiones spinozianas acerca de la felicidad. Según Ledesma, el gran valor de la filosofía de este autor radica en su propuesta vital. Esta es «una filosofía que enseña a vivir sin miedo ni esperanza, y que valora la felicidad por su carácter epistémico y no hedónico» (p. 228).

Este libro también ofrece propuestas híbridas que combinan reflexiones inmediatamente contemporáneas con alusiones a clásicos y meditaciones en torno a cuestiones capitales en la historia de la filosofía. Así es el caso del capítulo que firma José María Aguirre en el que a la par que se proponen reflexiones estimulantes de la mano de tres autores esenciales del siglo xx como son Theodor Adorno, Emmanuel Lévinas y Jürgen Habermas, se medita en torno a las enseñanzas de la pandemia de COVID-19. En efecto, el capítulo culmina con una interesante propuesta ética como es la razón esperanzada: «no podemos quedarnos en el quietismo. La esperanza debe movilizar el dinamismo del pensamiento y de la práctica frente a los derrotismos de todo tipo» (p. 40), escribe Aguirre. Para el autor, la razón y la esperanza son dos aspectos esenciales en el proceso de la emancipación humana, pues, solo quien se encuentra despierto y sabe abrir dimensiones de esperanza, actuando en consecuencia, sabe atisbar las luces del nuevo día.

En su capítulo «El valor y la necesidad del pensamiento filosófico», Manuel Bermúdez también concluye con una propuesta ética: combatir lo que él acuña como los nuevos bárbaros. Estos son ignorantes capaces de hacer apología de su ignorancia. Según Bermúdez, suponen una considerable amenaza para las democracias actuales y una decadencia en la calidad intelectual de las sociedades. José Luis López de Lizaga en «Sin decir jamás nada noble, grande y conveniente. Reflexiones sobre la crisis de la filosofía en la sociedad actual» expone un argumento que encaja a la perfección con las palabras de Bermúdez, ya que, para él, el problema actual de la filosofía radica en que los textos clásicos requieren de una calidad cultural elevada y, para leerlos, se necesita un nivel de esfuerzo cada vez más difícil de conseguir. Por su parte, Herminia Pagola propone la filosofía como la llave hermenéutica de nuestro tiempo, pero al mismo tiempo, advierte que esta «habría de estar abierta a la alteridad» (p. 287), ya que dicha alteridad se constituiría como el regulador crítico o el límite habitable de la propia disciplina.

Tampoco faltan en esta obra las propuestas que intentan pensar filosóficamente temas de los que históricamente ha tendido a ocuparse la ciencia. A este respecto, Javier Correa en su capítulo «La filosofía como ciencia primera: el caso de la medicina y su estudio sobre la enfermedad» explica que la filosofía debe ser considerada como la ciencia primera, ya que «permite examinar la pre-compresión del ser sobre la que se funda una ciencia» (p. 102). Según Correa, las ciencias son incapaces de examinarse a sí mismas debido a que no plantean críticamente sus propios presupuestos. Para justificar sus palabras, el autor del capítulo se adentra en una reflexión en torno a la enfermedad, la salud y la vida, que concluye determinando que, efectivamente, es la disciplina filosófica la que impulsa una meditación en torno al ser-enfermo, frente a la medicina que, por el contrario, se encarga de ordenar los estados somáticos en enfermos y sanos, así como de desarrollar tratamientos para estos primeros.

La cuestión de la vida también es esencial en el capítulo que escribe Miquel Amorós. En él, el autor coincide con Correa en que la filosofía es la disciplina madre de todos los demás campos de estudio. Igualmente, habla de que no existe una definición de vida unánimemente aceptada y de las consecuencias y los problemas filosóficos que esto acarrea. Hecho que, según cuenta, no parece haber supuesto un gran dilema para los biólogos. Sin embargo, a los autores ya mencionados que proponen no sobreestimar la filosofía por encima del resto de saberes, se les suma Federico Parra quien, en su capítulo «Pensar en terreno inestable» explicita que «la filosofía debe ser tratada como un cuerpo entre otros, como algo cuyo qué se comprende desde el cómo de sus relaciones» (p. 302)

Otro tipo de propuestas que aparecen aquí son las que responden a la pregunta del para qué de la filosofía repensando argumentos clásicos. Así es el caso de Carlos Esteban González quien sostiene que la filosofía es necesaria e importante porque nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos y a actuar guiados por la luz y no por la oscuridad. De manera similar, Luz Aída Lozano defiende en su capítulo «Educar la imaginación: la filosofía como otra comprensión de la naturaleza» que esta disciplina nos permite aproximarnos a otra interpretación y relación con la naturaleza. Juan Manuel Aragüés explica que el valor de la filosofía consiste en abrazar el mundo, aunque desde el comienzo del gesto ya sepamos que este nos rebasa. Por último, Fernando Pérez-Borbujo en su capítulo «Crisis, fundamento y filosofía» habla de la importancia de esta disciplina en los periodos de crisis. La filosofía, en ese ejercicio de hundimiento hasta la raíz en busca de las causas, los principios y los enigmas de la humanidad y del universo, permite al sujeto encontrar orientación en esos momentos donde las creencias, la erótica y la inteligencia de su comunidad se tambalean. En cierto sentido, la filosofía es esa última capa superficial en la que sostenerse cuando el suelo que sustenta una tradición se agrieta y deshace.

En definitiva, Para todo y para nada: miradas contemporáneas de la filosofía es un libro-rizoma que propone al lector un viaje hacia el origen, hacia la que es quizá la pregunta más fundamental: el porqué. Gran parte del encanto de este escrito estriba en descubrir como esa aventura encomendada al lector ha sido antes realizada por los creadores del mismo. Y es que, en cierta manera, todo aquel que acepta esta obra como refugio, aunque solo sea por unos días, debe asumir la propuesta que aquí se plantea: mancharse las manos hasta tocar la encubierta raíz, hasta llegar a resolver (o al menos repensar) la pregunta por el porqué y el para qué de la filosofía. Y lo cierto es que la sensación al acabar este libro solo puede ser buena, pues pocas cosas hay más bellas que percatarse de que ni tan siquiera la incertidumbre ha conseguido desmedrar el florecimiento de las razones.