ISEGORÍA. Revista de Filosofía moral y política, N.º 69
julio-diciembre 2023, r10
ISSN-L: 1130-2097 | eISSN: 1988-8376
https://doi.org/10.3989/isegoria.2023.69.res10

CRÍTICA DE LIBROS

Hacia una nueva ecología social transformadora. Reseña de: Emilio Santiago Muíño, Contra el mito del colapso ecológico, Barcelona, Arpa Editores, 2023

Towards a new transformative social ecology. Review of: Emilio Santiago Muíño, Contra el mito del colapso ecológico, Barcelona, Arpa Editores, 2023

Alicia Macías Recio

Universidad Internacional de La Rioja

https://orcid.org/0000-0001-5787-7418

Ante el complicado escenario de la crisis climática en medio del Antropoceno y la sucesión de posturas que van desde el ecologismo más transformador hasta la más aflictiva derrota, Emilio Santiago Muíño saca a la luz nuevos rayos de esperanza con su obra Contra el mito del colapso ecológico (2023). Doctor en antropología y científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desde 2021, Muíño se dedica a estudiar los procesos sociales transformadores hacia la transición ecológica sostenible. Partiendo de este enfoque, el autor elabora este ensayo en miras de arremeter contra el colapsismo propio de un sector de la población de occidente que, considera, puede permitirse darlo todo por perdido. De este modo, y volviendo la mirada hacia los conflictos, potencias y agencias de lo social a través de una revisión categórica de los movimientos históricos y una crítica sustancial de las visiones derrotistas, el antropólogo da forma al presente libro, que se constituye como una llamada de atención al público ecologista. En lugar de aprender a convivir con el desastre, Muíño nos insta a estudiar los componentes estructurales de la eventual catástrofe y, en la medida de lo posible, intentar forjar un cuerpo social emancipador y transformador con potencia suficiente para acometer el cambio.

Contra el mito del colapso ecológico (2023) se divide en siete secciones de contenido que, a su vez, se estructuran en pequeños epígrafes dedicados a cuestiones concretas. Así, puede apreciarse a lo largo del texto una progresión argumentativa que va desde el análisis más superficial del colapsismo, pasando por su despiece y observación más escrupulosa, hasta llegar a la formulación esperanzadora de la ecología transformadora. El primer capítulo, «Cuando el ecologismo renunció al futuro», actúa a modo de introducción, y es aquí donde Muíño deja saber su postura ante los retos socio-climáticos de nuestro tiempo: «Es necesario reposicionarse […]. Los derechos laborales, de género o raciales se pueden perder. Pero se pueden reconquistar en el vaivén de las movilizaciones y sus ciclos. Una derrota ecológica, en este punto crítico de la historia, sería irreversible» (p. 17). Así, comienza el libro con una caracterización de la situación de emergencia planetaria actual, hablando también de lo complicado de los postulados colapsistas ya que, argumenta, son premisas de las que tan solo se puede partir si se tiene el privilegio de la angustia (p. 28). El autor culmina este primer episodio de su escrito haciendo un llamamiento a la ecología transformadora y afirmando que el colapsismo es una corriente sesgada que «vuelve al proyecto ecologista políticamente inoperante» (p. 33).

En cuanto a la segunda parte, «Rasgos de la ideología colapsista», Muíño la dedica a introducir los conceptos clave que caracterizan el posicionamiento de los colapsólogos, para en capítulos posteriores pasar a deslavazar sus contradicciones y el absurdo de algunos de sus argumentos. Así, identifica dos vectores clave: por un lado, el hecho de que el colapso ya esté consumado; y, por otro, las oportunidades de mejora que la tragedia puede llegar a ofrecer. Precisamente, al partir de un supuesto y no de las conclusiones que la ciencia establece, el colapsismo se acerca más bien a ser una «ideología» que una simple rama del pensamiento (p. 42). El colapsismo se situaría al mismo nivel que los oráculos griegos (p. 49), prediciendo el futuro del mismo modo que puede hacerlo cualquier vidente en Astro TV. Aun así, el autor opina que las ideas de reconstrucción, mejora y posibilidad que el colapsismo trabaja tienen cierto potencial emancipador. Sin embargo, argumenta que, para que estas acciones puedan llevarse a cabo, es necesario reorientar los errores epistémicos del colapsismo, y para ello se debe pasar por una redefinición del punto de partida: cambiar el término del colapso por otro que se adecúe mejor a las necesidades eco-sociales del mundo actual. Siendo esto así, Muíño habla de «Estado fallido» para explicar el colapso como el fracaso del Estado en el contexto del Antropoceno, arguyendo que este término sí que es susceptible de recoger y reflejar las complejidades sociales y científicas que el colapsismo pasa por alto (p. 58).

El tercer, cuarto y quinto capítulo del texto Muíño los destina a descomponer y estudiar las características del colapsismo en profundidad, realizando un análisis exhaustivo de las contradicciones teóricas que dirigen la corriente y también de sus orígenes algo inciertos. Así, la tercera parte se dedica a examinar cómo dentro del colapsismo se otorga cierta preferencia -tan solo- a algunos hechos científicos bajo el título «Los sesgos científicos del colapsismo». Por un lado, el autor observa cómo el imaginario colapsista ha ignorado por completo las situaciones vividas durante la pandemia mundial del coronavirus: «el Covid-19 demostró que la naturaleza material de las pandemias refuerza y no debilita las lógicas de control social por parte del Estado y sobreexcita la invasión de la vida por el sistema técnico» (p. 61). Siendo esto así, la tesis social de Muíño se consolida con base en la experiencia, mientras que el ideario catastrófico del colapsismo, que más bien responde a un sálvese quien pueda, pierde fuerza. Continúa estudiando el vector colapsista de la inutilidad de las renovables, afirmando que la comunidad científica internacional no ha llegado a ningún acuerdo sobre esta situación y que, más que hechos, son predicciones -de nuevo, el colapsismo como un oráculo-. Esta precipitación divulgativa y su marcado vicio por la endogamia intelectual, hacen del colapsismo una ideología que alimenta la «conspiranoia», más cercana al «sensacionalismo» que a la literatura ecológica sensata (p. 89).

En la cuarta sección del texto, «Las trampas teóricas del colapsismo», el antropólogo continúa con su labor de desarme: ahora toca analizar los errores epistémicos que convierten a esta corriente en un enfoque estéril. La principal equivocación que comete el colapsismo a este respecto consiste en su obsesión por formular con base en el concepto de sistema, lo que hace de esta corriente un enfoque reduccionista y determinista a partes iguales, pues otorga un carácter holístico y plano a una realidad llena de texturas (p. 102). Este fallo, sin embargo, el autor no lo considera algo premeditado o medido, sino que más bien opina que es una trampa que el colapsismo se autoimpone, impidiéndose a sí mismo formar parte de un cuerpo ecológico verdaderamente transformador y, ante todo, dejando fuera cualquier tipo de hibridación teórica y práctica. Estos errores no solo dan lugar a que este enfoque se constituya como derrotista, sino que provocan también que su posterior estrategia y acción política se vean coartadas desde el principio. Realizando un análisis sobre colapsismos pasados, Muíño vuelve al marxismo para ilustrar lo que a día de hoy ocurre con los colapsólogos: al igual que ellos, los marxistas también pecaron de un reduccionismo total que consideraba la cultura una superestructura, y se olvidaron de sopesar lo social y lo simbólico, atreviéndose a vislumbrar un futuro de derrumbe que nunca llegó.

No es hasta la quinta parte del ensayo que Muíño comienza a dejar ver su posición socio-ecológica de transformación, y lo hará a través de un último análisis integral y detallado del colapsismo, esta vez, acerca de su historia: «Los orígenes anarquistas del colapsismo». Empieza arguyendo las razones por las cuales el ecologismo, en general, se encuentra a favor de la descentralización, concluyendo que, ante desastres eventuales o totales, si bien resulta muy esperanzador pensar en la solución de la pequeña escala y la política popular transformadora, igual de probable sería que se acabaran imponiendo respuestas estatales de tinte autoritario. Precisamente por esta cuestión es por lo que el autor asegura que dejarse llevar por la catástrofe y aprender a convivir con ella con los recursos que nos queden -tal y como persigue el colapsismo- es una acción del todo irresponsable; la responsabilidad radica en empezar a rearticular con premura los aparatos políticos y sociales del Estado para que un escenario autoritario no tenga lugar. En esta misma línea, Muíño retoma el período especial cubano, al que dedicó mucho tiempo de estudio durante sus años de doctorando, para desmentir de manera práctica las premoniciones sesgadas del colapsismo. Así, afirma que a Cuba no la salvó la autogestión ni la pequeña escala, sino la fuerza del Estado y las instituciones, aquellas mismas de las que el colapsismo augura su final (p. 138). Sin embargo y aunque parezca lo contrario, el antropólogo no está depositando su fe ciega sobre las políticas estatales, sino que con su postura hace un llamamiento al pueblo para que comience a intervenir en el tejido de lo institucional.

Así comienza la sexta parte del ensayo, «El papel de la esperanza en la ecología política», donde, aunque reconoce el valor del colapsismo a la hora de despertar las alarmas sobre la emergencia planetaria, arguye que no es esta la única vía para ello. Abogar por un colapso feliz en el que aprender a subsistir con lo que nos quede después de una catástrofe inhóspita es un acto demasiado ciego: ¿quién nos dice que las acciones colectivas a pequeña escala, en entornos mayormente rurales y occidentales, iban a poder contrarrestar la emergencia sanitaria, la violencia armada y la inseguridad alimentaria que imperarían en un escenario colapsista? (p. 150). Lo más seguro es que, con el beneplácito de una ciudadanía desesperada ante una crisis socio-ecológica global sin precedentes, se impusieran figuras del tipo Trump o Bolsonaro. Por estas razones Muíño considera absolutamente necesario empezar a implicar al pueblo en las políticas de la descarbonización efectiva, y propone hacerlo a través de una «alfabetización ecosocial» que sirva para transformar las bases socioeconómicas y culturales de nuestra civilización (p. 165). Esta alfabetización debe materializarse en fenómenos colectivos de acción social que, al mismo tiempo que fomenten la sostenibilidad, puedan resultar deseables al pueblo, como el ejemplo de la reducción de la jornada laboral (p. 167).

En la séptima y última parte del ensayo, «Los ecologistas podemos ganar», Muíño se encarga de despertar esa esperanza en la ecología social transformadora, y para ello plantea un cambio de objetivos para la agenda ecologista: no se trata de avisar sobre el desmoronamiento del mundo tal y como lo conocemos, sino de construir juntos un futuro por el que querer luchar: «El ecologismo sabrá leer mejor nuestro tiempo e intervenir en él si se prepara para cosas que se parecerán más al 15M que si vuelca sus esfuerzos en aprender a sobrevivir a un hipotético derrumbe de la civilización» (p. 186). Lo que propone el autor es que, antes de seguir tal y como estamos y esperar impasibles la llegada del colapso anunciado, intentemos formular cambios que puedan resultar apetecibles, como podría ser la implantación de un «Green New Deal» a través del cual los más ricos pagarían con sus impuestos la transición ecológica (p. 192). Con estas ideas es como pasa Muíño a las conclusiones, en las que declara que «el ecologismo no puede nunca desligarse de la gran corriente de la emancipación social» (p. 212), y es precisamente por esta razón que resulta urgente hacer una revisión de los fundamentos de la ecología contemporánea, para lo que será necesario alejarse del colapsismo y la pasividad que suscita.

En definitiva, Contra el mito del colapso ecológico (2023) se erige con fuerza, de manera incisiva y, lo más importante, planteando una prospectiva de interés. No es tan solo la crítica que construye el autor contra el ideario colapsista, sino el modo que tiene de refutar sus conclusiones -o premoniciones- a través del análisis de las particularidades sociales y su potencia, cuestiones que, sin embargo, resultan algo ajenas al debate colapsista. Se ha escogido llamar en este texto ecología social transformadora al aporte de Muíño pues, a diferencia de otros enfoques, la componente social que involucra en su discurso, hace de él una propuesta que va más allá de lo meramente atractivo. Cuando escuchamos los diálogos ecologistas sobre cómo debemos darles una vuelta a nuestros modos de hacer, nos llama la atención el contenido, pero no nos llega a interpelar del todo. Es como si las acciones para un futuro mejor no fueran con nosotros. No obstante, la articulación de lo eco-social en toda su amplitud hace que este libro consiga que el debate ecológico nos atraviese, pues además de apelar a la sostenibilidad, demanda también ese bienestar social que todos deseamos. Todavía nos queda mucho por hacer ante los grandes retos que se nos plantean en la actualidad, no cabe duda, y un buen punto de partida puede ser este: visualizar de qué maneras se entretejen las distintas dimensiones que nos atan a este mundo (ecológica, política, social, etc.), y este ensayo nos ofrece una estupenda guía para comenzar a dar los primeros pasos.