Rosa Cobo nos presenta este libro como continuación de
Desde las primeras páginas la autora hace explícitas las hipótesis del libro: la prostitución forma parte del entramado institucional y social de nuestra sociedad; tiene una doble dimensión, simbólica y material; constituye práctica social de un lado y discurso de otro, y es un fenómeno económico de notoria importancia. En este marco, el libro gira en torno a dos tesis principales: que la pornografía es parte fundamental de la política sexual del patriarcado, y que el capitalismo es un elemento clave de la prostitución.
En cuanto a la primera, sostiene que la pornografía es una práctica social crucial para el sistema patriarcal. Esto es así por diversas razones, entre las que merecen destacarse las dos siguientes: que la pornografía contribuye a modelar la sexualidad de las mujeres desde el interés masculino, y, que el conjunto de representaciones pornográficas constituye un relato en el que las mujeres son representadas con características comunes: hipersexualizadas, carentes de individualidad, receptoras de violencia y sin sentimientos; son objetos (no sujetos), seres pasivos (no activos), receptoras (no ejecutoras) de violencia, víctimas (no victimarias). De esta manera, la representación de la violencia contra las mujeres que hay en la pornografía, lejos de ser una fuente de autosatisfacción sexual y una parte inocua de la industria del ocio, modula todo su discurso alrededor del abuso sexual y contribuye a legitimar la violencia sexual, hasta al extremo de convertirse en un discurso de odio contra las mujeres.
En cuanto a la segunda tesis, la autora sostiene que el capitalismo proporciona a la pornografía un discurso de legitimación, puesto que esta (como todos los fenómenos sociales) necesita, además de legalidad, legitimidad. Para ello, la pornografía se presenta como interclasista, en la que el género masculino aparece en una posición de igualdad, y en la que no existen los dominios ni los sistemas de poder. Frente a esto, Rosa Cobo sostiene que la pornografía es un compendio de estereotipos que muestra toda la variedad de estratificaciones sociales y que se nutre de la desigualdad (porque vulnera la igualdad entre hombres y mujeres y porque explota narrativamente otras desigualdades hasta convertirlas en una fuente de placer para los varones). De esta manera, la autora desacredita el discurso de la libertad individual, discurso que intenta ocultar la existencia de estructuras de poder y presenta la sociedad como un conjunto de individuos que toman decisiones libres.
En esta línea, subraya la importancia de analizar la pornografía en el marco de la economía, y pone de relieve que la prostitución se desarrolla en el marco de dos economías, la legal y la ilegal, y que la infraestructura empresarial existente tras esta última conlleva que un sector de las mujeres de la industria pornográfica esté sometido a trata. Se trata de una industria globalizada (se consume en todo el planeta), extensa (con más de un billón de páginas de contenido pornográfico), deslocalizada, y que se nutre de mujeres que viven en situación de extrema pobreza. Además, hay mucha oferta gratuita que se relaciona con otros mercados de internet: la publicidad, las filmaciones pornográficas de alta calidad, los contactos libres y los pagados (prostitución). Por esto, en la pornografía (como en la prostitución) se encarnan los rasgos más característicos del nuevo capitalismo
De otro lado, aborda la huella de la pornografía en los adolescentes y niños. En los primeros como consumidores, por el impacto que la pornografía tiene sobre las prácticas sexuales (pues cada vez que se incorpora una práctica sexual en el porno esta pasa a formar parte del imaginario sexual), y porque la pornografía muestra como normales prácticas de alto riesgo. En los niños, como víctimas de la pornografía infantil, ya que internet ha ampliado el campo de los agresores sexuales, que encuentran nuevas víctimas infantiles que no existirían fuera de la red.
Por último, hace un análisis sobre los orígenes del debate sobre la prostitución en el seno del feminismo y la situación actual del mismo entre el feminismo pro censura y el feminismo pro sexo. Para el primero, el debate gira en torno al sistema patriarcal y capitalista, y la pornografía no puede ser analizada al margen de este, en el que la pornografía es una manifestación de la violencia sexual y un privilegio masculino. El feminismo pro sexo vertebra su discurso alrededor de las disidencias sexuales, de la libertad sexual como valor político absoluto, y sostiene que el valor superior a proteger es la libertad sexual de las mujeres y el derecho de estas a la gratificación sexual.
Para concluir, quiero destacar la relevancia del tema: la pornografía es una de las cuestiones centrales en la agenda feminista. Ello es así, porque la pornografía presenta un modelo de feminidad que transforma las mujeres en objetos y en mercancías; normativiza la masculinidad como una afirmación de la soberanía masculina frente a los deseos de las mujeres (ellas son el vehículo para que los varones desarrollen su placer y poder) y es una celebración de la violencia sexual contra las mujeres: un emplazamiento privilegiado para comprender la articulación entre placer y poder y entre placer y violencia.
Por último, hay que decir que nos encontramos ante un trabajo que analiza la cuestión de la prostitución de manera rigurosa, en profundidad, al abordarla como telón de fondo de otras realidades sociales, y honesta, puesto que desde el primer momento nos dice cuál es su perspectiva de análisis: el feminismo crítico, esto es, un feminismo que profundiza en las relaciones de la pornografía